
_ _ _ La necesidad, te hace hacer cosas, que nunca querrías hacer, y esta vez, fue hacer de escolta a una dama y a dos bueyes. Menos mal, que con Sefiya iba a ser más entretenido el viaje, pues sorprendentemente, todo el camino, salvo al final, estuvo libre de bandidos, asaltantes y malas bestias. O bien la guardia de Sundabar hizo su trabajo, o bien Kiorgan, que llegaba casi a la par que nosotras, nos estuvo abriendo camino. Cuando nos los encontramos, al final, mostraba orgulloso, colgando de su cinturón un collar de orejas de orcos. Al parecer iba a vendérselo a un adinerado de Sundabar, para mostrar su valentía, hombría o mal gusto.
_ _ _ Tras el éxito de nuestra primera caravana juntas, la convencí de que me acompañase y me ayudase a llegar hasta una veta de la que me hablaron, pero al llegar a una zona maldita, el terror hizo acto de presencia, y con los corazones atemorizados, fuimos corriendo de un lado a otro.
_ _ _ Conseguí sobreponerme, intenté dar el esquinazo a esas sombras o despojos de almas errantes, y conseguí llegar al cuerpo inconsciente de mi compañera, la cogí en brazos, y me alejé con ella todo lo que pude, hasta llegar al hospicio de Márzhammor, donde me ayudaron a que ella recobrase la conciencia, menudo susto nos llevamos.
_ _ _ Decidimos regresar después de todo, para relajarnos, a la villa de Nevesmortas. Donde encontramos a Cuarto dibujando. De nuevo esa carita angelical, de comérselo a besos, hasta que se levantó, empezó a decir tonterías sobre la magia (¡Hombres!), lanzó una bomba de humo, para desaparecer, pero lo hizo tan mal, que se le vio el plumero. Llega Korissa, y hablando entre ellos, aprovecho para marchar, mientras hablan de sus asuntos.
Dahyâ.