Historia basada en la melodía
_ _ _ Se levantó de la nada una tempestad, duró tanto tiempo, que nos estábamos quedando sin comida, sin mova (agua), sin fuerzas. Bajo la atenta mirada del Dios Kozah (Talos), quien nos pone a prueba. No seriamos dignas si no encontrásemos la manera de sobrevivir. Una nueva expedición se formó, con las últimas gotas de tan preciado líquido, el mova (agua). Los que quedan desangrarán a los gimal (camellos), en caso extremo se los comerán, por esperanza, morir es sólo alargar la agonía.
_ _ _ Las más jóvenes vendrán, mi hermana entre ellas, antes de tiempo, pues son nuestro futuro, y son ellas las que deberán ganárselo. El campamento formó de forma tradicional, en círculo, y las tiendas mirando hacia el interior, apenas habrá guardias, ha de guardarse las energías. Mi madre, embarazada, se quedó y nos deseó que volviésemos sanas, pues nuestro regreso, también implicaría que habríamos conseguido nuestro objetivo.
_ _ _ Llegó la hora, partimos cual último navío errante, en busca del mayor tesoro en el mar de dunas, surcamos el oleaje, bajo el viento abrasador, vagamos cegadas por la tormenta, sólo un milagro nos mantenía unidas, eso, y una cuerda que mantenía a los goouds (camellos de combate) unidos, y con ellos, nosotras, hasta que vislumbramos una fuente de luz, la seguimos, se movía, nos movíamos con ella. Llegamos a un claro, una especie de vergel de tranquilidad, un oasis de paz. Nos bajamos los Keffiyehs (pañuelos para la cabeza) que nos cubrían el rostro, pues no creíamos ver lo que veíamos. En su interior una caravana, oscura, extraña, avanzaba, llena de jaulas rodantes y unos seres reptilianos las custodiaban. Eran Asabis.
_ _ _ Una figura completamente resguardada en largas telas oscuras, llenas de interminables pliegues, era el que los comandaba. Los seguimos a toda la distancia que nos permitía la tormenta la pared de la tormenta, era una presa jugosa la que seguíamos, pero toda la tribu dependía de nosotras. Miraba a mi hermana, se la notaba tensa, nerviosa, al igual que las otras chicas, pero también ansiosa y expectante de lo que hacían las mayores. Hoy sería su bautismo de fuego, aunque yo lo pasé hace mucho, nunca se olvida la primera muerte, y esta será la primera de muchas.
_ _ _ Aquellos seres, hicieron una pausa, desmontaron y prepararon unos barriles para dar de comer tanto a las monturas, como a los prisioneros. Estaban tan seguros de que no los atacarían que no hicieron guardias. Era nuestra oportunidad, nos preparamos en la clásica formación Elah (media luna), buscando la bendición de la diosa. Montamos. las más jóvenes, entre ellas, mi hermana, a la que miré y asentí con la cabeza, saldrían detrás nuestro, lentas, resguardando la energía, para luego, corriendo, echarse encima para asestar el golpe final.
_ _ _ Tras la señal convenida, hicimos avanzar a nuestras monturas al paso al principio… al trote después, para que fueran preparándose para la batalla los camellos, desenvainamos… al final forzamos el galope… antes de llegar al campamente, formamos en cuña a la carga. El efecto sorpresa y nuestro de grito de guerra, los aturdió en un principio, pero a la criatura cubierta, no parecía haberle hecho efecto alguno, pues reorganizó una fuerte defensa en torno a él.
_ _ _ Aunque acabamos con los de la periferia con relativa facilidad, el combate cerrado del interior del campamento igualaba las tornas, la magia del ser misterioso nos mantenía a raya, pero no seguiría aguantando tanto tiempo, perdimos a algunas de las nuestras, muchas atacábamos a pie, pues nuestras monturas, mayormente heridas o muertas, no nos eran ya útiles.
_ _ _ En un intento desesperado, escuché como ese ser, comenzaba a emitir un tono agudo, estridente y de repente, de entre nubes de polvo, surgieron más Asabis, fue tal la sorpresa, y la cantidad, que perdimos a nuestra Shayja (líder de más rango). Mi tía, Shalira se hizo cargo, de las que quedábamos. La magia del ser misterioso, decantaba a su favor la contienda. Insuflaba una energía desconocida a los reptiloides, que aguantaron y nos hacían retroceder. Ellos luchaban por miedo, nosotras por nuestra supervivencia, tuvimos muchas bajas. Ellos también. Mi tía consiguió abrirse paso contra la guardia que protegía al líder, seguida de unas pocas veteranas. Unas bolas de fuego y rayos relampagueantes, contuvieron nuestro contrataque. Algunas aguantaron con su fuerza de voluntad dicho poder, el resto cayeron una a una ante el maligno poder mágico. Mi tía estaba rodeada, herida, sangraba, y con zonas donde los diversos conjuros mágicos, la golpearon, algunos sin efecto, otros, consiguieron romper su escudo mental, no sobreviviría, ella lo sabía, pero se llevaría a todos por delante.

_ _ _ De pronto, un grito, y con este, llegaron otros, era nuestro grito de guerra, Eran nuestras compañeras. Nuestras niñas, ahora mujeres. El empuje ahora era nuestro. Algunos asabi, temiendo que llegasen más como nuestras mayores, se fueron retirando, la criatura misteriosa me miró, una insondable oscuridad se apoderó de mí. Un Asabi intentó apresarme, en ese momento volví de mi ensimismamiento. Me rebelé ante mi captor, le pillé desprevenido y no pudo hacer presa, me giré, estrellé repetidas veces mi arma contra su cráneo, hasta que se lo quebré. Al volver mi mirada, su jefe, había desaparecido, y los últimos rescoldos de supervivientes, se daban a la fuga o caían bajo nuestro hadid (acero).
_ _ _ La tormenta comenzó a disiparse, una victoria, con muchas bajas, pero una victoria, al fin y al cabo. Algunos prisioneros estaban muertos dentro de sus celdas. Los Asabis, en su retirada, los fueron liquidando, sabiendo que odiábamos la esclavitud, era un duro golpe para nosotras. Era la razón más poderosa, libertad, supervivencia, más que la de conseguir alimentos y mova (agua). Fuimos liberándolos uno a uno, a las mujeres las dimos la opción de nutrir nuestras filas, algunas lo hicieron. El resto de ellas, y los hombres, vendrían con nosotras, hasta llevarlos a un lugar seguro. Nos llevamos todo lo que pudimos portar, nos apropiamos de las monturas que quedaron vivas.
_ _ _ Mi amiga de la infancia, apenas mayor que yo, se hizo cargo de nuestra diezmada partida, mi akh (hermana) sobrevivió, pero tras el combate, llegaron los nervios, al igual que muchas, vomitó y tembló, quería ir a abrazarla y darle fuerzas, pero debía aprender a ser fuerte, una amiga de ella la abrazó, ambas lloraron por nuestras muertes, los lazos de sangre, las unirán hasta la muerte.
_ _ _ Antes de nuestra partida, de regreso con las nuestras. Organizamos un funeral conjunto, usamos nuestro mayor tesoro conseguido, el mova (agua), para limpiarlas de toda impureza. Con cierto temor, excavamos un poco para darles sepultura, para posteriormente, cubrimos el lugar con rocas apiladas. El resto de muertos, los dejamos pacto de los buitres y otros carroñeros.
_ _ _ En nuestro regreso, compartí montura con un viejo hombre, quien decía ser erudito, que había salido de la tranquilidad y paz de su hogar, donde había grandes edificaciones con libros inimaginables, para estudiar nuestro idioma. Sus captores, viendo que comprendía un poco su idioma, lo mantuvieron con vida, y lo pensaban usar de intérprete de otros esclavos. Desde ese momento, hasta su marcha, mucho tiempo después, estuvo enseñándonos a algunas de nosotras, incluida yo. Del idioma Asabi. Cuyo conjunto de silbidos y de ritmo seseante me costó aprender, pero con la firme necesidad, de ventaja táctica si volvíamos a encontrarnos con nuestros enemigos.
_ _ _ Llegamos al campamento, suspiramos al ver que llegamos a tiempo, y no hubo que lamentar más bajas, una parte de la tribu, celebró nuestra llegada. Sin la tormenta, con renovadas fuerzas, avituallamiento para un largo periodo y pudiendo permitirse cubrir algunas bajas sufridas, fue motivo de celebración. Pero para algunas, las vidas de las que se fueron, crearon un agujero en nuestro corazón, al dar la noticia a mi madre, quedó postrada en la tienda. Mi hermana y yo la acompañamos, y con nosotras, aquel sabio, que, con tan buenas palabras, hizo que nuestro pesar fuese más llevadero. Durante el tiempo que estuvo como nuestro invitado, nos habló de otros lugares, de mares de agua, para nuestro asombro, y nos enseñó un poco su idioma, el común, aparte del Asabi.