0. Prólogo.
Pasaba la medianoche sobre la Marca Argéntea. Mientras una enorme luna filtraba sus rayos a través del bosque, Elenthyl, encaramado en su rama favorita de los Pináculos Arbóreos, aguardaba meditabundo el amanecer.
Observando el ir y venir de las pequeñas criaturas que pueblan la noche el elfo salvaje repasaba en su mente las palabras pronunciadas esa misma velada. Las imágenes permanecían grabadas en sus retinas. Vcho ocupando ufano un gigantesco sillón, Phandaal sentado, erguido y remilgado, sobre otro de los mullidos muebles, en la sala de reuniones que la compañía había habilitado en el edificio público de la Flecha. Xae guardaba silencio como casi siempre en presencia de los compañeros y todos comentaban, al calor del fuego, las últimas incorporaciones a la compañía y el transcurso de la vida en aquella agreste región que, hoy por hoy, era su hogar.
Vcho ya había servido otra de sus famosas cenas, de la que todos dieron buena cuenta, y los compañeros se enfrentaban al vino dulce de Calimport cuando comenzaron a llegar las delegaciones.
Rick Heavensword y uno de sus más valiosos paladines penetraban en la acogedora construcción de piedra y madera haciendo resonar las tablas del piso con sus botas, mientras su guardia de corps atendía a sus monturas y se preparaban para esperarlos, siempre alerta bajo las antorchas, en el patio de la Sede. Junto a ellos y en representación de la Orden de Magos acudía Lynn, un buen elfo respetado por la Flecha. Tras los saludos protocolarios a los paladines y amistosos abrazos a Lynn los visitantes fueron acomodados junto a la enorme chimenea que presidía la mesa de deliberaciones. Sentado a horcajadas en otro enorme sillón sobre sus piernas dobladas, el anciano elfo salvaje los observaba a todos, uno a uno, con ojos entrecerrados. Tras unos instantes de contemplación asentía lentamente y rompía el silencio.
- Felbarr…
Durante los días en que la antigua fortaleza caía bajo el yugo de Oboldo una nube negra como la muerte había ascendido desde las montañas Rauvin, cubriendo con su sombra extensos territorios de la Marca Argéntea. Tras la alarma inicial y las primeras aproximaciones era hora de que las fuerzas vivas de la región se movilizaran. El terreno era conocido, las sendas que llevan allí fueron inspeccionadas por diversos grupos en escaramuzas mal organizadas. Una gran fuerza sería necesaria para desalojar, de nuevo, a miles de orcos de las defensas y túneles enanos. Un ejército de hombres libres, elfos de los bosques, enanos de Adbar, magos, pícaros, guerreros y toda clase de criaturas y razas con alguna vinculación a la Marca confluirían cuando la hora fuera señalada, remontando el Cursograna, marchando hacia los cielos cubiertos de los riscos de Felbarr. Un ejército… y todo ejército necesita armas.
La Flecha del Destino integraba en sus filas a algunos de los mejores artesanos de la comarca. Su especialización en la producción de armas era requerida por paladines y magos a fin de asegurar un buen equipo a los valientes que acudieran a la llamada a filas. Los arcos hermanos de "Walaanela Ycanese", los carcaj de letales “Hojas de Weldazh” de la compañía comercial serían necesarios, y en un número nunca visto hasta ahora. La orden de paladines aportaría herreros y fundidores, los magos encantarían gemas para sus creaciones. La victoria no era, en absoluto, segura… pero los héroes de Feldbar acudirían a su cita con el destino bien pertrechados.
En la siguiente luna llena, según habían conseguido decidir en aquella primera deliberación, los artesanos se reunirían en la sede de la compañía comercial. Los fuegos de la Flecha se encenderían, los caballetes estarían dispuestos, la forja funcionando a pleno rendimiento. Dentro de algunos días los sonidos previos a la batalla llegarían hasta aquellas ramas donde ahora meditaba. El repiqueteo de los martillos sobre los yunques, el sisear de la madera convirtiéndose en flechas y arcos, los estanques de fundición burbujeantes. Sería algo digno de ver. En unas horas, según el sol despertase, Vcho partiría hacia Adbar con el propósito de organizar la mayor caravana de maderadique vista hasta la fecha. El bosque escondido se implicaría para evitar caer bajo las flechas incendiarias de los orcos y sus hachas ensangrentadas.
La Marca Argéntea se movilizaba. Mientras una enorme luna filtraba sus rayos a través del bosque, Elenthyl, encaramado en su rama favorita de los Pináculos Arbóreos, aguardaba meditabundo el amanecer…
... continuará
Elenthyl Quart´Hadast
//En este hilo Vcho y Elenthyl intentarán escribir sobre los sucesos que llevarán a los aventureros a la gran confrontación de Felbarr. De momento sólo ha existido la primera reunión y, la verdad, no me he extendido mucho sobre ella... además olvido seguro a algún pj. Perdonad mi mala memoria... Si así ha sido, enviadnos un privado con algunas líneas sobre vuestro pj (dadme detalles de su personalidad, datos de su ropa y armas... esas cosas) y su implicación en la escena. En esta o en cualquiera de las que le sucederán en nuestra narración, que nace con vocación de ser una buena (quizá larga) historia. Me encantará editar los post si es necesario para incluir a cuanta más gente mejor.
Intentaremos escribir al ritmo de los acontecimientos siempre que sea posible. Esperamos que os guste al menos la mitad de lo que nos va a gustar a nosotros escribir estas líneas. Quizá alguien más quiera sumarse a la redacción, en ese caso nos gustaría que nos informárais por privado antes de colgar, a fin de hacer coherente el relato de principio a fin y darle una estructura de conjunto.
Y sin más, le cedo el turno a Vcho, que se va a hacer responsable del primer capítulo. ¿Habrá seleccionado ya el título? ¡Que impaciencia! ¡Ánimo, campeón!
Un saludo a todos y... ¡victoria para la Marca!
Mil estrellas sobre Felbarr
Moderadores: DMs de tramas, DMs
I. Bueyes y enanos al alba.
Un gran estrépito comenzó a irrumpir en un bosque escondido. El sol todavía no había terminado de salir cuando un pequeño tejón miraba sorprendido un extraño grupo de animales y seres que se movían erguidos que acaba de romper la paz y el silencio de aquel último reducto aislado del mundo. El tejón, guiado por su instinto, tardó poco en salir de allí.
Al frente de todo aquello, un bárbaro de pelo rojo trataba de organizar todo aquel aparente caos. Era necesario empezar la recolección de madera para armar un ejército que jamás había sido visto sobre La Marca y la mejor madera posible se encontraba en este peculiar bosque. La entrada en aquella atmósfera especial, le trajo a Vcho recuerdos de como su destino se había unido al de aquel reducto de árboles de Maderadique. Después de un encuentro poco amistoso con un gnolls, Elenthyl y él decidieron retirarse (su orgullo les impedía pensar que fue una huída pavorosa y que habían sobrevivido por poco) a un grupo de pinos. Por casualidad, siguieron avanzando entre los árboles, cuando un claro se abrió ante ellos. Desde el primer momento advirtieron que se encontraban ante algo peculiar. Se respira una tranquilidad poco habitual en aquellas tierras inhóspitas, y aquellos árboles… Vcho tardó poco en identificarlos como Maderadiques. Tras mucho buscar entre libros y preguntar a sabios, aldeanos y viejos exploradores, por fin se encontraba ante ellos. Su primer impulso fue comprobar su legendaria resistencia al fuego. Cogió una pequeña rama y la acercó a su antorcha. Con gran alegría en su interior vio como ese trozo de madera se mantenía impasible ante la ondulante llama. “¡Sí!” se le escapó, con gran ilusión gritó a Elenthyl: “Los maderadiques, ¡al fin! ¡los encontramos!”.
Un desagradable incidente le hizo volver a la realidad. Un buey lo había embestido por detrás, haciéndole perder el equilibrio y caer bajo el pesado carromato que arrastraba. Aterrado vió como una inmensa rueda giraba amenazadora a menos de un palmo de su cabeza. Con una pirueta (todavía mantenía una agilidad sorprendente pese a los años pasados), consiguió ponerse en pie y con el espadón en alto se puso frente al enano responsable de aquel animal. De buena gana le hubiera arrancado la cabeza (aquella expresión estúpida de indiferencia todavía le molestaba más que el incidente ocurrido), pero se tuvo que conformar con fulminarlo con la mirada. Por desgracia aquel torpe era necesario para la misión. Ahora se empezaba a cuestionar haber contratado a aquellos enanos. Su gente de confianza de encontraba ocupada con un trasporte urgente, y dada la premura de la situación, se había visto obligado a contratar a unos enanos de Adbar. Intentó sólo escoger a unos cuantos que le constaban ser serios y responsables, pero la cantidad a transportar requería una caravana mayor, por lo que tuvo que tener manga ancha y al final contrató a todos los disponibles en la ciudadela. Y por eso se encontraba así, lleno de barro y conservando la cabeza integra por poco. “¡Maldición!”
Se adelantó un poco para empezar a organizar la zona de carga de la madera. No podía dejar de ver aquella rueda sobre su cara y la cara de aquel indeseable que casi reia con lo que acababa de pasar. “Thorquen se llama, nos veremos las caras cuando esto acabe, y seré yo el que ría…”, murmuró Vcho. Escoltado por dos jóvenes elfos, recientes incorporaciones a la Flecha, les daba explicaciones sobre estos árboles y su peculiar madera. Aunque todavía no eran capaces de extraer la maderadique, les hizo indicaciones para que revisaran todos los árboles y calcularan cuanta madera se podía sacar de cada árbol sin causarle daño. Aquel bosque no era demasiado extenso ni frondoso y no pasaba por su mejor momento. Vcho empezaba a dudar de poder obtener de allí toda la madera necesaria. Los árboles todavía no se habían recuperado de varios acontecimientos de los últimos tiempos. Un combate entre dos dragones hacía casi un año había terminado con muchos troncos arrancados y destrozados y una extraña plaga de insectos poco después, no había sido lo mejor para la recuperación del bosque. Pero bueno, eso ahora ya no importaba, tendría que hacer su trabajo lo mejor posible.
Mientras preparaba sus hoces y hachas, se dirigió al primer árbol. Observando, palpando, escuchando al árbol comenzó a extraer la madera. Sus aprendices agrupaban las ramas según se tamaño y escuchaban atentos a las explicaciones que daba el bárbaro. Una vez terminado el primer árbol, comenzaron a preparar un peculiar mejunje. Vcho lo llamaba “el emplasto revitalizador”, y consistía en una mezcla de ramas secas de maderadique, Aloevera y otras hierbas que se hacían hervir en una cacerola. Una vez reposado el emplaste aunque debía estar todavía caliente, se aplicaba al tronco y muñones del árbol tratado. Después de muchas pruebas, Vcho había descubierto que era la mejor para que el árbol crecía todavía más fuerte. Y así árbol tras árbol mientras el sol ascendía. Cortar, agrupar, empaquetar, cocer y emplastar. Y esos enanos y sus bueyes montando ruido mientras bebían cerveza despreocupados de lo que estaban formado parte. “Espero que los gnolls no oigan todo este follón y se acerquen, sería un grave traspiés”.
Aplicado en su faena, Vcho continúa sin descanso cortando y cuidando los árboles. Esta tarea requería de una gran disciplina y destreza. Un corte más profundo de la cuenta o en un lugar equivocado podía provocar la muerte del árbol, y eso era lo último que deseaba el bárbaro. Si era malo para el bosque, era malo para la Compañía y el negocio se podía resentir. Poco a poco se fueron agrupando gran cantidad de fardos de madera en el suelo y los carros fueron cargados por los enanos que ahora si parecían más duchos e interesados en el trabajo. Vcho respiró tranquilo y por fín sonrió. Una caravana de 40 carros representaba un cargamento francamente importante, y este pequeño bosque había sido capaz de aportar toda esta madera. “Los maderadiques expulsarían a esos apestados orcos”.
El sol estaba a punto de caer por el horizonte y la madera prácticamente cargada. Era tiempo de preparar la salida de allí. Tras tomar un bocado y descansar unos minutos, Vcho y los 2 elfos salieron sigilosos del bosque. No querían que ninguna desagradable sorpresa les arruinara el trabajo bien hecho. Un grupo de trasgos no supuso ningún problema, pero poco después encontraron rastros de unos gnolls que se agrupaban junto a un fuego. Con un gesto, Vcho les indicó a los elfos que se prepararan para el combate. Él se acercaría invisible hasta la cuadrilla de gnolls y abatiría al chamán del grupo mientras los elfos apoyaban con sus flechas incendiarias al ataque. En pocos minutos todo hubo acabado. Aquella maniobra, cientos de veces realizada, salió a la perfección. Su nuevo espadón hacía a Vcho todavía más letal en el combate cuerpo a cuerpo y la puntería y velocidad de los elfos hizo el resto. Todavía exaltado por el encuentro el bárbaro gritaba y se reía con sus compañeros mientras volvían para preparar la caravana.
A su llegada, la madera estaba ya cargada y los enanos dispuestos e impacientes para empezar la marcha. Ya era de noche y el frío comenzaba a apremiar en aquellas tierras. Vcho revisó cada carromato, comprobando que los fardos estaban firmes y bien sujetos. Aprovechó para anotar la carga de cada carro. No se podía permitir la pérdida de nada. Levantó la mano y a su señal, la caravana se puso en marcha.
Vcho Klennall
//continuará....
Testigo tomado y devuelto
Un gran estrépito comenzó a irrumpir en un bosque escondido. El sol todavía no había terminado de salir cuando un pequeño tejón miraba sorprendido un extraño grupo de animales y seres que se movían erguidos que acaba de romper la paz y el silencio de aquel último reducto aislado del mundo. El tejón, guiado por su instinto, tardó poco en salir de allí.
Al frente de todo aquello, un bárbaro de pelo rojo trataba de organizar todo aquel aparente caos. Era necesario empezar la recolección de madera para armar un ejército que jamás había sido visto sobre La Marca y la mejor madera posible se encontraba en este peculiar bosque. La entrada en aquella atmósfera especial, le trajo a Vcho recuerdos de como su destino se había unido al de aquel reducto de árboles de Maderadique. Después de un encuentro poco amistoso con un gnolls, Elenthyl y él decidieron retirarse (su orgullo les impedía pensar que fue una huída pavorosa y que habían sobrevivido por poco) a un grupo de pinos. Por casualidad, siguieron avanzando entre los árboles, cuando un claro se abrió ante ellos. Desde el primer momento advirtieron que se encontraban ante algo peculiar. Se respira una tranquilidad poco habitual en aquellas tierras inhóspitas, y aquellos árboles… Vcho tardó poco en identificarlos como Maderadiques. Tras mucho buscar entre libros y preguntar a sabios, aldeanos y viejos exploradores, por fin se encontraba ante ellos. Su primer impulso fue comprobar su legendaria resistencia al fuego. Cogió una pequeña rama y la acercó a su antorcha. Con gran alegría en su interior vio como ese trozo de madera se mantenía impasible ante la ondulante llama. “¡Sí!” se le escapó, con gran ilusión gritó a Elenthyl: “Los maderadiques, ¡al fin! ¡los encontramos!”.
Un desagradable incidente le hizo volver a la realidad. Un buey lo había embestido por detrás, haciéndole perder el equilibrio y caer bajo el pesado carromato que arrastraba. Aterrado vió como una inmensa rueda giraba amenazadora a menos de un palmo de su cabeza. Con una pirueta (todavía mantenía una agilidad sorprendente pese a los años pasados), consiguió ponerse en pie y con el espadón en alto se puso frente al enano responsable de aquel animal. De buena gana le hubiera arrancado la cabeza (aquella expresión estúpida de indiferencia todavía le molestaba más que el incidente ocurrido), pero se tuvo que conformar con fulminarlo con la mirada. Por desgracia aquel torpe era necesario para la misión. Ahora se empezaba a cuestionar haber contratado a aquellos enanos. Su gente de confianza de encontraba ocupada con un trasporte urgente, y dada la premura de la situación, se había visto obligado a contratar a unos enanos de Adbar. Intentó sólo escoger a unos cuantos que le constaban ser serios y responsables, pero la cantidad a transportar requería una caravana mayor, por lo que tuvo que tener manga ancha y al final contrató a todos los disponibles en la ciudadela. Y por eso se encontraba así, lleno de barro y conservando la cabeza integra por poco. “¡Maldición!”
Se adelantó un poco para empezar a organizar la zona de carga de la madera. No podía dejar de ver aquella rueda sobre su cara y la cara de aquel indeseable que casi reia con lo que acababa de pasar. “Thorquen se llama, nos veremos las caras cuando esto acabe, y seré yo el que ría…”, murmuró Vcho. Escoltado por dos jóvenes elfos, recientes incorporaciones a la Flecha, les daba explicaciones sobre estos árboles y su peculiar madera. Aunque todavía no eran capaces de extraer la maderadique, les hizo indicaciones para que revisaran todos los árboles y calcularan cuanta madera se podía sacar de cada árbol sin causarle daño. Aquel bosque no era demasiado extenso ni frondoso y no pasaba por su mejor momento. Vcho empezaba a dudar de poder obtener de allí toda la madera necesaria. Los árboles todavía no se habían recuperado de varios acontecimientos de los últimos tiempos. Un combate entre dos dragones hacía casi un año había terminado con muchos troncos arrancados y destrozados y una extraña plaga de insectos poco después, no había sido lo mejor para la recuperación del bosque. Pero bueno, eso ahora ya no importaba, tendría que hacer su trabajo lo mejor posible.
Mientras preparaba sus hoces y hachas, se dirigió al primer árbol. Observando, palpando, escuchando al árbol comenzó a extraer la madera. Sus aprendices agrupaban las ramas según se tamaño y escuchaban atentos a las explicaciones que daba el bárbaro. Una vez terminado el primer árbol, comenzaron a preparar un peculiar mejunje. Vcho lo llamaba “el emplasto revitalizador”, y consistía en una mezcla de ramas secas de maderadique, Aloevera y otras hierbas que se hacían hervir en una cacerola. Una vez reposado el emplaste aunque debía estar todavía caliente, se aplicaba al tronco y muñones del árbol tratado. Después de muchas pruebas, Vcho había descubierto que era la mejor para que el árbol crecía todavía más fuerte. Y así árbol tras árbol mientras el sol ascendía. Cortar, agrupar, empaquetar, cocer y emplastar. Y esos enanos y sus bueyes montando ruido mientras bebían cerveza despreocupados de lo que estaban formado parte. “Espero que los gnolls no oigan todo este follón y se acerquen, sería un grave traspiés”.
Aplicado en su faena, Vcho continúa sin descanso cortando y cuidando los árboles. Esta tarea requería de una gran disciplina y destreza. Un corte más profundo de la cuenta o en un lugar equivocado podía provocar la muerte del árbol, y eso era lo último que deseaba el bárbaro. Si era malo para el bosque, era malo para la Compañía y el negocio se podía resentir. Poco a poco se fueron agrupando gran cantidad de fardos de madera en el suelo y los carros fueron cargados por los enanos que ahora si parecían más duchos e interesados en el trabajo. Vcho respiró tranquilo y por fín sonrió. Una caravana de 40 carros representaba un cargamento francamente importante, y este pequeño bosque había sido capaz de aportar toda esta madera. “Los maderadiques expulsarían a esos apestados orcos”.
El sol estaba a punto de caer por el horizonte y la madera prácticamente cargada. Era tiempo de preparar la salida de allí. Tras tomar un bocado y descansar unos minutos, Vcho y los 2 elfos salieron sigilosos del bosque. No querían que ninguna desagradable sorpresa les arruinara el trabajo bien hecho. Un grupo de trasgos no supuso ningún problema, pero poco después encontraron rastros de unos gnolls que se agrupaban junto a un fuego. Con un gesto, Vcho les indicó a los elfos que se prepararan para el combate. Él se acercaría invisible hasta la cuadrilla de gnolls y abatiría al chamán del grupo mientras los elfos apoyaban con sus flechas incendiarias al ataque. En pocos minutos todo hubo acabado. Aquella maniobra, cientos de veces realizada, salió a la perfección. Su nuevo espadón hacía a Vcho todavía más letal en el combate cuerpo a cuerpo y la puntería y velocidad de los elfos hizo el resto. Todavía exaltado por el encuentro el bárbaro gritaba y se reía con sus compañeros mientras volvían para preparar la caravana.
A su llegada, la madera estaba ya cargada y los enanos dispuestos e impacientes para empezar la marcha. Ya era de noche y el frío comenzaba a apremiar en aquellas tierras. Vcho revisó cada carromato, comprobando que los fardos estaban firmes y bien sujetos. Aprovechó para anotar la carga de cada carro. No se podía permitir la pérdida de nada. Levantó la mano y a su señal, la caravana se puso en marcha.
Vcho Klennall
//continuará....
Testigo tomado y devuelto

Última edición por maethorgaraf el Vie Jul 06, 2007 7:57 pm, editado 2 veces en total.
II. Del fulgor de las gemas al arte sombrío.
Tras la reunión en la flecha del destino Lynn habia tomado la determinación de retomar su trabajo como encantador de gemas, no en vano era uno de los maestros de la villa de Nevesmortas, la campaña para retomar Felbarr bien lo merecía, si bien aún había muchos cabos sueltos, pero paso a paso.
Sabiendo bien que era posible que nunca volviese de la antigua ciudadela enana y siendo plenamente consciente de ello dados lo malos presagios de Xae, la sacerdotisa de Sehaine parecía tener un sexto sentido para esas cosas, empez a intensificar la enseñanaza de sus dos alumnas, debían estar preparadas antes de la partida, saber lo que significa ser un hechicero, como el orgullo puede perderte, el uso correcto de la magia y el dogma de Mystra, el respeto por la vida y la naturaleza, el secreto de encantamiento de gemas...tantas cosas y tan poco tiempo.
También debería hablar con sus amigos los artistas de las sombras, con Eliaë, ella le escucharía, con su pequeña Claudia, con Quarrel, gracais a que el les había sacado de Felbarr en la última incursion aún seguía vivo, como no con Eorlin, quizás tambien Kente se volviese a unir. La conversación con Eliaë y Quarrel fué de lo más rápida, la sigilos y despierta elfa simplemente comentó -tranquilo, tu espalda estará cubierta- , Quarrel a su vez también se veía dispuesto y Elni, no dejó de ofrecer su ayuda en nombre de la Garra, el valeroso y animoso gnomo.
Unos días más tarde se encontraba con Elenna, su amiga y compañera de La Orden mágica de la villa, pedía un encantador, fiel a su costumbre le preparó solo una pequeña cantidad a cambio de engarzar el arco que le había dado Vcho en la Flecha del Destino, trás una conversación con elenna consiguió su ayuda para trabajar en los engarces de las armas que se usarían en la campaña, así como en un encuentro con Nae a las afuras d ela villa, se ofreció junto con su marido Laitnuss para ayudar en el aprovisionamiento y encantamiento de gemas.
La reunión con la Gran Maestra Amara ya se habia producido, así como el informe para la reunión en la que se decidiría la estrategia a seguir, también Nerea, quien decía ser capaz de derrotar a los terribles guerreros orcos uno contra uno, la poderosa clériga de Tempus con la fuerza e impetuosidad de los dragones se mostraba deseosa de participar en la gran batalla que tendra lugar.
Él mismo se entrenaba duramente tratando de desarrollar más aun su poder latente y toda la capacidad de la magia que arde en el, si había de morir lo haría en la cumbre de su poder preparado, consciente de ello y orgulloso por haber vivido y dado lo mejor de sí mismo en la mayor batalla del Norte.
Lynn
Tras la reunión en la flecha del destino Lynn habia tomado la determinación de retomar su trabajo como encantador de gemas, no en vano era uno de los maestros de la villa de Nevesmortas, la campaña para retomar Felbarr bien lo merecía, si bien aún había muchos cabos sueltos, pero paso a paso.
Sabiendo bien que era posible que nunca volviese de la antigua ciudadela enana y siendo plenamente consciente de ello dados lo malos presagios de Xae, la sacerdotisa de Sehaine parecía tener un sexto sentido para esas cosas, empez a intensificar la enseñanaza de sus dos alumnas, debían estar preparadas antes de la partida, saber lo que significa ser un hechicero, como el orgullo puede perderte, el uso correcto de la magia y el dogma de Mystra, el respeto por la vida y la naturaleza, el secreto de encantamiento de gemas...tantas cosas y tan poco tiempo.
También debería hablar con sus amigos los artistas de las sombras, con Eliaë, ella le escucharía, con su pequeña Claudia, con Quarrel, gracais a que el les había sacado de Felbarr en la última incursion aún seguía vivo, como no con Eorlin, quizás tambien Kente se volviese a unir. La conversación con Eliaë y Quarrel fué de lo más rápida, la sigilos y despierta elfa simplemente comentó -tranquilo, tu espalda estará cubierta- , Quarrel a su vez también se veía dispuesto y Elni, no dejó de ofrecer su ayuda en nombre de la Garra, el valeroso y animoso gnomo.
Unos días más tarde se encontraba con Elenna, su amiga y compañera de La Orden mágica de la villa, pedía un encantador, fiel a su costumbre le preparó solo una pequeña cantidad a cambio de engarzar el arco que le había dado Vcho en la Flecha del Destino, trás una conversación con elenna consiguió su ayuda para trabajar en los engarces de las armas que se usarían en la campaña, así como en un encuentro con Nae a las afuras d ela villa, se ofreció junto con su marido Laitnuss para ayudar en el aprovisionamiento y encantamiento de gemas.
La reunión con la Gran Maestra Amara ya se habia producido, así como el informe para la reunión en la que se decidiría la estrategia a seguir, también Nerea, quien decía ser capaz de derrotar a los terribles guerreros orcos uno contra uno, la poderosa clériga de Tempus con la fuerza e impetuosidad de los dragones se mostraba deseosa de participar en la gran batalla que tendra lugar.
Él mismo se entrenaba duramente tratando de desarrollar más aun su poder latente y toda la capacidad de la magia que arde en el, si había de morir lo haría en la cumbre de su poder preparado, consciente de ello y orgulloso por haber vivido y dado lo mejor de sí mismo en la mayor batalla del Norte.
Lynn
III. Forjando estrellas.
La noche estaba siendo tan fría como cabía de esperar. Tras un tremendo bostezo de esos que obligan a mirar a los cielos, Mike “Puñoflojo”, guardia de Nevesmortas, comprobaba que tan sólo le restaban unos minutos de guardia en el acceso norte del enclave aventurero. Mirando a su compañero, tieso como él bajo el frío polar, se preguntaba por qué tendría esa fama de gafe. Durante las ocho horas de servicio no había ocurrido nada particularmente fuera de…
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Un leve temblor de tierra acompañado de un ritmo lejano interrumpió sus cavilaciones. Conteniendo la respiración para escuchar mejor la pareja de milicianos se cercioraba de que algo ocurría… algo se aproximaba, cada vez se oía más claro. Podía sentirse bajo los pies.
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Cuando el casco comenzó a repiquetearles sobre la cabeza, sacudido por el continuo temblor, no tuvieron ninguna duda. Era como si un gigantesco ejército se aproximase a la villa. El sol se levantaba ya por detrás de los altos árboles que flanqueaban el camino y el ruido crecía en intensidad.
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- Sombra de Chalzaster…
Murmurando maldiciones Mike se dirigía a su compañero para dar la alarma cuando un repiqueteo alegre se destacó del retumbar. Al parecer los invasores enviaban un heraldo. El mensajero era un joven elfo que avanzaba sobre su caballo a gran velocidad a través de la espesura, recorriendo con rapidez caminos serpenteantes que sólo él veía en la trama vegetal. Se acercaba silbando y gritando, y parecía de realmente buen humor. Tras parase frente a los estupefactos guardias, les hablaba así.
- No os asustéis, buenas gentes, pues aquella nube de escarcha y polvo que iluminan los primeros rayos del astro solar no es sino la mayor caravana que la región jamás haya visto. Sabed que se trata de un asunto de la Flecha del Destino, y allí nos encaminamos por las vías de la Dama Lanzagélida.
Alejándose entre cabriolas sobre su corcel sin ensillar, Aënur volvía con el grupo principal al cual servía de explorador. Un enorme bárbaro lo encabezaba, portando un gigantesco espadón a lomos de una agotada montura. Le seguía una recua de casi cien bueyes de carga, custodiados por dos docenas de caravaneros enanos. La comparación entre Vcho y sus empleados resultaba realmente cómica y los guardias irrumpieron en una sonora carcajada que les alivió la tensión acumulada.
Un pequeño grupo de habitantes de Nevesmortas había saltado de la cama a hora tan temprana para contemplar tremendo espectáculo. Los bueyes no iban cargados hasta arriba, observaban curiosos entre cuchicheos, sino que montaban pequeños fardos envueltos en tela. Paquetes de ramas clasificadas por tamaños cuidadas como si de gemas se tratase. La fila de bueyes ocupó su interés durante media hora, el tiempo que tardaban en terminar de pasar frente a la puerta Norte. Inmediatamente después tuvieron ocasión de presenciar otro insólito desfile.
Tero Goodmane avanzaba a la cabeza de un pequeño grupo de escuderos. Cada uno dirigía un carro, marchando en una perfecta fila de a dos. Cargaban mineral en bruto, lingotes ya fundidos, miles de kilos de carbón. La formación de carros seguía a la recua de bueyes hacia la sede de la Flecha del Destino.
Amanecía sobre la Marca argéntea y los primeros rayos de sol marcaban el ritmo a la inusitada actividad que batía sobre el Patio de los Artesanos. Vcho Klenall entraba polvoriento y cansado en su querida sede y observaba la concurrencia camino a su despacho, seguido por el cabecilla de los enanos. Al fondo del patio Elenthyl ayudaba a Saamar a fabricar flechas de Leñocaso, y la joven carpintera progresaba rápidamente en el oficio bajo la tutela del anciano elfo salvaje. El asombro ante lo que sus manos conseguían hacía brillar los ojos de la elfa, y el gigantesco corazón del bárbaro compartía su alegría. Junto a ellos un concienzudo Sével engarzaba con destreza pequeñas esquirlas de gema encantada en los proyectiles confeccionados por Saamar, dotándolos de sorprendentes cualidades que no podían llamarse de otra forma sino mágicas.
Antes de llegar a su viejo sillón de cuentas pudo ver cómo dos poderosas figuras meditaban en silencio en la esquina ocupada por el pequeño templete élfico de la Flecha. Rick Heavensword y Alan Bensbanner realizaban sus oraciones matinales semidesnudos, enfundados ya en sus delantales de duro cuero curtido, preparándose para el trabajo en los yunques y fundiciones de la compañía comercial.
- Pagaré al grupo de Adbar e iré a ayudar a mis compañeros.
Tras musitar estas palabras el delegado comercial de la Flecha desaparecía en el edificio principal.
La jornada pasó deprisa entre alegres charlas y sana camaradería. El fragor de los trabajos se escuchó durante largas horas en toda la comarca, y Dick “Alzajarras” desapareció unos días con su locura etílica para esconderse bajo una mesa en casa de su madre, convencido de que el cielo se derrumbaba sobre su cabeza. Vcho sirvió una de sus comidas épicas, consiguiendo una nueva marca: llegó a sobrar algo, a pesar de la ingente cantidad. Tras descansar un rato bajo la sombra de los Pináculos Arbóreos, la actividad volvió incesante y los compañeros continuaron con sus trabajos. Sèvel estaba preocupado por que empezaban a escasear sus gemas encantadas y necesitarían a un encantador. Estaban preguntando por alguno conocido cuando una voz familiar se escuchó venir desde el acceso al patio. Lynn llegaba como caído del cielo y se unía a los trabajos.
Llegó la noche y los encargos estaban muy avanzados. Exceptuando quizá a la labor del elfo salvaje que montaba con gran rapidez sus famosas “Hojas de Weldazh”, incombustibles saetas mortales. Estaba empeñado en fabricar al menos 10.000 de esas flechas para equipar a lo que él daba en llamar “Las Mil Estrellas”, la gran alianza argéntea, y continuó trabajando bajo la luz de las antorchas mientras sus compañeros se retiraban a descansar. Poco a poco iba transformando el cargamento de la caravana, buey a buey, flecha a flecha.
El nuevo día recibió a los artesanos con el sonido ya familiar de las labores del maestro carpintero. Continuaba trabajando con férrea determinación, decidido a cumplir su palabra pues consideraba que era lo que debía hacer para contribuir a la causa. Vcho asistía a su fiel amigo obligándole a comer y beber algo para que no desfalleciera. Conmovido por el sacrificio del anciano elfo, Alan Bensbanner llamó a un aparte al arcano Lynn.
Elenthyl había solicitado el día anterior que se forjara un escudo para él, ya que en caso de cuerpo a cuerpo su ligera armadura lo hacía vulnerable a los temibles filos orcos. Alan había confeccionado una ligera estructura de titanio que se asía a la muñeca, lo que permitiría al arquero realizar rápidos movimientos defensivos. El maestro herrero consultó con Lynn la posibilidad de conferirle alguna propiedad mágica en agradecimiento por su tenaz esfuerzo.
Lynn llevó el escudo al altar de encantamientos. Durante treinta minutos permaneció en silencio, concentrado, inspirándose en la voluntad reunida que contemplaba a su alrededor y en el ideal que los empujaba. Elevó una plegaria a los dioses de la magia, concentrando su esencia en la petición. Sus palabras llegaron lejos, mucho más de lo que nunca soñó. Nada más ver la transformación del objeto, al contemplar por primera vez lo que había creado, supo que jamás podría volver a repetirlo. Mystra en persona había contestado, y aquél era su escudo. El escudo de Mystra emitía un ligero fulgor verdoso que se ganó en intensidad al ser cedido al elfo salvaje. Estupefacto ante la belleza del regalo, Elenthyl apenas supo qué decir cuando Alan se lo entregó envuelto en paño fino.
Aquel fue el primero de muchos objetos, armas y escudos que se forjaron durante aquellos días de compañerismo y trabajo para ayudar a las Mil Estrellas. Nombres que se escucharían durante largo tiempo, cantados por los bardos junto al nombre de los héroes en todos los rincones de la Marca Argéntea…
... continuará
Elenthyl Quart´Hadast
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Un saludo!
La noche estaba siendo tan fría como cabía de esperar. Tras un tremendo bostezo de esos que obligan a mirar a los cielos, Mike “Puñoflojo”, guardia de Nevesmortas, comprobaba que tan sólo le restaban unos minutos de guardia en el acceso norte del enclave aventurero. Mirando a su compañero, tieso como él bajo el frío polar, se preguntaba por qué tendría esa fama de gafe. Durante las ocho horas de servicio no había ocurrido nada particularmente fuera de…
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Un leve temblor de tierra acompañado de un ritmo lejano interrumpió sus cavilaciones. Conteniendo la respiración para escuchar mejor la pareja de milicianos se cercioraba de que algo ocurría… algo se aproximaba, cada vez se oía más claro. Podía sentirse bajo los pies.
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Cuando el casco comenzó a repiquetearles sobre la cabeza, sacudido por el continuo temblor, no tuvieron ninguna duda. Era como si un gigantesco ejército se aproximase a la villa. El sol se levantaba ya por detrás de los altos árboles que flanqueaban el camino y el ruido crecía en intensidad.
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- Sombra de Chalzaster…
Murmurando maldiciones Mike se dirigía a su compañero para dar la alarma cuando un repiqueteo alegre se destacó del retumbar. Al parecer los invasores enviaban un heraldo. El mensajero era un joven elfo que avanzaba sobre su caballo a gran velocidad a través de la espesura, recorriendo con rapidez caminos serpenteantes que sólo él veía en la trama vegetal. Se acercaba silbando y gritando, y parecía de realmente buen humor. Tras parase frente a los estupefactos guardias, les hablaba así.
- No os asustéis, buenas gentes, pues aquella nube de escarcha y polvo que iluminan los primeros rayos del astro solar no es sino la mayor caravana que la región jamás haya visto. Sabed que se trata de un asunto de la Flecha del Destino, y allí nos encaminamos por las vías de la Dama Lanzagélida.
Alejándose entre cabriolas sobre su corcel sin ensillar, Aënur volvía con el grupo principal al cual servía de explorador. Un enorme bárbaro lo encabezaba, portando un gigantesco espadón a lomos de una agotada montura. Le seguía una recua de casi cien bueyes de carga, custodiados por dos docenas de caravaneros enanos. La comparación entre Vcho y sus empleados resultaba realmente cómica y los guardias irrumpieron en una sonora carcajada que les alivió la tensión acumulada.
Un pequeño grupo de habitantes de Nevesmortas había saltado de la cama a hora tan temprana para contemplar tremendo espectáculo. Los bueyes no iban cargados hasta arriba, observaban curiosos entre cuchicheos, sino que montaban pequeños fardos envueltos en tela. Paquetes de ramas clasificadas por tamaños cuidadas como si de gemas se tratase. La fila de bueyes ocupó su interés durante media hora, el tiempo que tardaban en terminar de pasar frente a la puerta Norte. Inmediatamente después tuvieron ocasión de presenciar otro insólito desfile.
Tero Goodmane avanzaba a la cabeza de un pequeño grupo de escuderos. Cada uno dirigía un carro, marchando en una perfecta fila de a dos. Cargaban mineral en bruto, lingotes ya fundidos, miles de kilos de carbón. La formación de carros seguía a la recua de bueyes hacia la sede de la Flecha del Destino.
Amanecía sobre la Marca argéntea y los primeros rayos de sol marcaban el ritmo a la inusitada actividad que batía sobre el Patio de los Artesanos. Vcho Klenall entraba polvoriento y cansado en su querida sede y observaba la concurrencia camino a su despacho, seguido por el cabecilla de los enanos. Al fondo del patio Elenthyl ayudaba a Saamar a fabricar flechas de Leñocaso, y la joven carpintera progresaba rápidamente en el oficio bajo la tutela del anciano elfo salvaje. El asombro ante lo que sus manos conseguían hacía brillar los ojos de la elfa, y el gigantesco corazón del bárbaro compartía su alegría. Junto a ellos un concienzudo Sével engarzaba con destreza pequeñas esquirlas de gema encantada en los proyectiles confeccionados por Saamar, dotándolos de sorprendentes cualidades que no podían llamarse de otra forma sino mágicas.
Antes de llegar a su viejo sillón de cuentas pudo ver cómo dos poderosas figuras meditaban en silencio en la esquina ocupada por el pequeño templete élfico de la Flecha. Rick Heavensword y Alan Bensbanner realizaban sus oraciones matinales semidesnudos, enfundados ya en sus delantales de duro cuero curtido, preparándose para el trabajo en los yunques y fundiciones de la compañía comercial.
- Pagaré al grupo de Adbar e iré a ayudar a mis compañeros.
Tras musitar estas palabras el delegado comercial de la Flecha desaparecía en el edificio principal.
La jornada pasó deprisa entre alegres charlas y sana camaradería. El fragor de los trabajos se escuchó durante largas horas en toda la comarca, y Dick “Alzajarras” desapareció unos días con su locura etílica para esconderse bajo una mesa en casa de su madre, convencido de que el cielo se derrumbaba sobre su cabeza. Vcho sirvió una de sus comidas épicas, consiguiendo una nueva marca: llegó a sobrar algo, a pesar de la ingente cantidad. Tras descansar un rato bajo la sombra de los Pináculos Arbóreos, la actividad volvió incesante y los compañeros continuaron con sus trabajos. Sèvel estaba preocupado por que empezaban a escasear sus gemas encantadas y necesitarían a un encantador. Estaban preguntando por alguno conocido cuando una voz familiar se escuchó venir desde el acceso al patio. Lynn llegaba como caído del cielo y se unía a los trabajos.
Llegó la noche y los encargos estaban muy avanzados. Exceptuando quizá a la labor del elfo salvaje que montaba con gran rapidez sus famosas “Hojas de Weldazh”, incombustibles saetas mortales. Estaba empeñado en fabricar al menos 10.000 de esas flechas para equipar a lo que él daba en llamar “Las Mil Estrellas”, la gran alianza argéntea, y continuó trabajando bajo la luz de las antorchas mientras sus compañeros se retiraban a descansar. Poco a poco iba transformando el cargamento de la caravana, buey a buey, flecha a flecha.
El nuevo día recibió a los artesanos con el sonido ya familiar de las labores del maestro carpintero. Continuaba trabajando con férrea determinación, decidido a cumplir su palabra pues consideraba que era lo que debía hacer para contribuir a la causa. Vcho asistía a su fiel amigo obligándole a comer y beber algo para que no desfalleciera. Conmovido por el sacrificio del anciano elfo, Alan Bensbanner llamó a un aparte al arcano Lynn.
Elenthyl había solicitado el día anterior que se forjara un escudo para él, ya que en caso de cuerpo a cuerpo su ligera armadura lo hacía vulnerable a los temibles filos orcos. Alan había confeccionado una ligera estructura de titanio que se asía a la muñeca, lo que permitiría al arquero realizar rápidos movimientos defensivos. El maestro herrero consultó con Lynn la posibilidad de conferirle alguna propiedad mágica en agradecimiento por su tenaz esfuerzo.
Lynn llevó el escudo al altar de encantamientos. Durante treinta minutos permaneció en silencio, concentrado, inspirándose en la voluntad reunida que contemplaba a su alrededor y en el ideal que los empujaba. Elevó una plegaria a los dioses de la magia, concentrando su esencia en la petición. Sus palabras llegaron lejos, mucho más de lo que nunca soñó. Nada más ver la transformación del objeto, al contemplar por primera vez lo que había creado, supo que jamás podría volver a repetirlo. Mystra en persona había contestado, y aquél era su escudo. El escudo de Mystra emitía un ligero fulgor verdoso que se ganó en intensidad al ser cedido al elfo salvaje. Estupefacto ante la belleza del regalo, Elenthyl apenas supo qué decir cuando Alan se lo entregó envuelto en paño fino.
Aquel fue el primero de muchos objetos, armas y escudos que se forjaron durante aquellos días de compañerismo y trabajo para ayudar a las Mil Estrellas. Nombres que se escucharían durante largo tiempo, cantados por los bardos junto al nombre de los héroes en todos los rincones de la Marca Argéntea…
... continuará
Elenthyl Quart´Hadast
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