Amaneció como un día normal en el Valle del Viento Helado, el gélido viento no dejaba de soplar con fuerza y la ventisca impedía ver a mas de veinte metros. Bervak, el jefe de la tribu del Oso Polar, estaba organizando una cacería donde su hijo, Ravlak, de catorce años, participaría. Ravlak era un adolescente que a pesar de ser tan joven era bastante musculoso y alto, el pelo rubio le llegaba hasta los hombros y tenía los ojos azules como el cielo en un día despejado. A todo esto, Ravlak destacaba en el tiro de hacha arrojadiza y era uno de los mejores de su edad. Tambien sabía empuñar su hacha, aunque, y todos lo sabían, tenía que practicar mucho para empuñarla como su padre.
Media hora mas tarde, despues de que el chamán hubiera bendecido la cacería y les hubiese dado varios potingues de curación que fabricaba con ingredientes muy exóticos, salieron del campamento y se dirigieron hacia el oeste, hacia donde habían visto una tribu de alces un día atras. El grupo estaba foramdo por doce bárbaros, la mayoría eran jovenes de unos dieciocho años y Bervak los había elegido para que practicaran. Los bárbaros mas veteranos se habían quedado en el campamento por si algunos yetis les atacaban, pues no era una novedad sufrir ataques de yetis.
Ravlak se arrodilló y escudriñó el suelo, en busca de huellas.
-Diría que son una manada de unos quince...se dirigien hacia el noroeste.- dijo mientras se levantaba. -Vamos o los perderemos.
Los bárabros se pusieron a correr, no muy rápido pero sin pausa y una hora mas tarde avistaron a la manada de alces.
Había empezado la cacería.
Ravlak cogió sus hachas arrojadizas que llevaba atadas al cinturón y cogió a la primera. La levantó sobre su cabeza y la arrojó contra el alce mas proximo. Su hacah se incrustó en el cuello y el alce cayó al suelo con un ruido sordo, para no volverse a levantar jamás. Los demas bárbaros dispararon con sus hondas o arrojaron hachas. Cuando la lluvia de proyectiles hubo acabado, habían matado a ocho alces, tres estaban moribundos y el resto se había escapado corriendo rápidamente.
-Muy bien- les felicitó Bervak sonriendo.
Los bárbaros salieron de detras el el montón de piedras de donde habían lanzado los proyectiles y se encaminaron hacia los alces muertos, donde les cortaron las pieles y la carne buena.
Diez minutos mas tardes, los bárbaros ya volvían al campamento, con la carne y las pieles sobre sus hombros. Habían realizado una buena caza y cuando llegaran al campamento se dirigirían al Hengorot, la Sala del Aguamiel, donde beberían cerveza y brindarían por la buena casa que ahbían realizado.
Se equivocaban.
Cuando subieron a una colina donde se podía ver ,a menos de cien metros el campamento de la tribu del Oso Polar, lo que vieron les dejó sorprendidos: el campamento estaba rodeado de yetis de la tundra, había unos treinta y los bárbaros se defendían como podían, ya habían matado a unos diez yetis pero aún así por cada uno que mataban había cinco que le substituían. Les superaban en numero.
-¿Pero que...? ¡Vamos a ayudar a nuestros hermanos!- gritó Bervak mientras soltaba su carne al suelo y empezaba a correr colina abajo con su hacha en la mano y gritando.
-¡Vamos!- dijo Ravlak mientras cogía su hacha de la espalda y corría detras de su padre.
Los demás bárbaros partieron con Bervak y Ravlak con gritos de guerra en los labios y con sus hachas en la mano, preparados para matar yetis.
Bervak llegó junto al primer yeti, y con un rápido movimiento de su enorme hachale cortó una pierna. El yeti cayó a escasos metros de Ravlak, el cual estaba de puntas con su hacha lavantada dobre su cabeza. El hacha de Ravlak, cuando cayó sobre la cara del yeti, le cortó la mandíbula inferior, dejando ver la lengua que le caía sobre el cuello. Ravlak se separó del yeti moribuendo y empezó a dar hachazos como quien tala un pino en la pierna e un yeti. El yeti se volvió rápidamente con una mueca de dolor y rabía en su cara, la cual le duró poco ya que Ravlak le clavó su hacha en medio de los ojos.
El joven bárbaro miró al rededor, buscando a un nuevo enemigo. Vió a Bervak decapitando a un yeti y a los bárabros que habían venido de caza ayudando a un grupo de bárbaros que estaban acosados por seis yetis. De pronto Ravlak, divió a un gigante de escarcha, estaba conjurando un hechizo. De repente, un rayo salió de sus manos y se dirigió hacia un bárbaro de unos treinta años. El desgraciado hombre cayó al suelo chamuscado.
-¡Padre! ¡Hay un hechicero allí! ¡Es un gigante de escarcha!- gritó Ravlak mientras remataba a un yeti que un bárbaro había tumbado. -¡Debemos matarlo!
Bervak se giró, y vió al gigante de escarcha lanzar otro rayo. Otro bárbaro cayó al suelo.
Bervak mató a otro yeti y se encaminó hacia el gigante de escarcha, que estaba encima de unas rocas desde donde podía controlar bien la batalla. Cuando llegó, escoltado con tres hombres veteranos que habían participado en inumerables batallas, se dirigió al gigante por detras. Alzó su enorme hach por encima de su cabeza y la descargó sobre la espalda del gigante de escarcha. El gigante auló de dolor y se giró, justo para ver la hacha de el jefe de la tribu clavandose en su muslo. El gigante volvió a gritar y empezó a conjurar un hechizo mientras apuntaba con su mano a Bervak.
-¡Tu estar muerto, canijo!- dijo mientras un rayo relampagueante saliá de la palma de su mano y se dirigía hacia Bervak.
El rayo le dió en el pecho, electrocutándolo. Bervak cayó de rodillas y se llevó la mano al pecho ensangrentado. Luego miró hacia el gigante y con un grito se lanzó hacia el, dispuesto a morir por intentar matarlo. El gigante alzó su garrote y le dió un porrazo en el hombro a Bervak, el brazo derecho le quedó colgando. De pronto, otro rayó salió de su palma y se dirigió sobre el bárbaro, el cual cayó de espaldas inerte.
Ravlak lo vió todo, vió como aquel gigante había matado a su padre. Con una mueca de rabia y furia cogió sus hachas arrojadizas y se preparó para su disparo. Alzó su hacha hacia atras y la arrojó con todas sus fuerzas con un grito. La hacha giró mientras volaba, pasó cerca de la cabeza de un yeti y siguió su recorrido.
El gigante de escarcha se giró sonriendo para matar a mas bárbaros.
Justo cuando se giró, la hacha que había arrojado Ravlak se le clavó en medio de los ojos. Por el impulso, el gigante hecho la cabeza atras y un bárbaro que estaba cerca le atacó con su hacha doble y le cortó la cabeza.
Ravlak juró vengarse de la muerte de su padre y cogió su hacha. Empezó a correr hacia el grupo de yetis mas proximos y empezó a lanzar hachazos a diestro y siniestros mientras las lagrimas corrían por sus megillas.
-¡Replegaos!- gritó un hombre de unos cuarenta años, era la mano derecha de Bervak.
Los bárbaros foramron un círculo en torno al hombre y juntos mataron a muchos yetis mas. Aún así los yetis ls superaban en numero y en media hora solo quedaban doce bárbaros, que se escapaban corriendo a traves del valle, con los yetis pisandoles los talones.
-¡Refugiémonos en esa cueva!-gritó Ravlak mientras señalaba una cueva con su hacha- ¡Así los yetis solo podrán entrar de dos en dos!
Los bárbaros subieron por la ladera hasta llegar a una cueva, donde se metieron rápidamente. Para su alivio, no había ningun oso en la cueva.
El grupo de supervivientes se dirigieron al fondo de la cueva, donde descubrieron una entrada, el tunel estaba apuntalado con mader y había un rail. Se trataba de unas minas abandonadas de los enanos.
-¡Por las minas!- gritó un joven bárbaro.
Los bárbaros se metieron rápidamente en las minas, pero el que cerraba la marcha no tuvo tanta suerte. Un yeti lo cogió por una pierna y lo estampó contra la pared, rebentándole la cabeza.
Los yetis no podían entrar en las minas pero e canvio los bárbaros podían arrojar hachas. Rvlak se dispuso a arrojar hachas y en cinco minutos mató a tres yetis. Las hachas se le habían acabado. Ravlak maldijo por lo bajo y miró uno por uno a los supervivientes.
-No pienso quedarme aqui.- anunció- pienso ir ahí afuera y morir si es necesario. ¿Quien viene?
Todos los bárbaros fueron con Ravlak, dispuestos a morir vengando a sus hermanos muertos en batalla. Ravlak salió del tunel de las minas y se lanzó a la carga contra el primer yeti, saltó y l clavó la hacha en un hombro, mientras que otro bárbaro le cortaba el brazo izquierdo de un tremendo hachazo. Otro bárbaro remató al yeti clavanco su espadón en el pecho de la criatura.
La batalla, mejor dicho la carnincería duró diez minutos, los yetis atacaban de dos en dos y los bárbaros de cinco en cinco así que poco a poco reducieron el numero de enemigos. Aún así, seis bárbaros murieron y solo sobrevivó Ravlak. El joven bárbaro miró al último yeti que quedaba, agarró con fuerza su hacha y se lanzó a la carga. El yeti alzó su garrote para atacar pero cuando bajó el arma, el garrote golpeó contra el suelo, en el lugar donde había estado Ravlak segundos despues. Ravla aprobechó para cercenarle el brazo a la maldita criatura. El yeti aulló de dolor y cogió al Ravlak con el otro brazo, y lo estrechó con todas sus fuerzas.
Se oyó el ruido de un hueso al quebrarse, y Ravlak supo que le había roto una costilla. Si no mataba al yeti ,moriría. El joven bárbaro extendió los brazos y los cerró con fuerza en torno al cuello del yeti. Gritando por el esfuerzo, le dobló la cabeza poco a poco hacia la derecha. De nuevo se volvió a oir el ruido de un hueso al quebrarse. Le había roto otra costilla, pero de repente de oyó otro ruido, el ruido de otro hueso. Le había roto el hueso.
Ravlak cayó al suelo con un ruido sordo y se llevó la mano al pecho. Poco a poco se levantó y se dirigió hacia las minas enanas, saltando entre los cuerpos de sus hermanos y de los yetis.
Caminó durante dos horas, hasta que las minas llegaban a otra cueva, donde Ravlak salió de la montaña. Salió de la cueva y vió un campamento al pie de la montaña. Era otra tribu de bárbaros. Se dirigió hacia allí y cuando llegó, se dejó caer al suelo.
Historia de Ravlak, hijo de Bervak.
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Durante las proximas semanas, el joven bárbaro se recuperó gracias a los cuidados de la tribu que había encontrado. La tribu donde se encontraba era mas grande que la destruida tribu del Oso Polar, y el campamento era bastante grande. Las tiendas estaban hechas con pieles, mayoritariamente de venado y en medio del campamento, había una tienda enorme y alta y Ravlak supo que era el Hengorot.
Ravlak salió de su tienda con un petate a la espalda, este no era su tribu ni su hogar y los bárbaros de aqui no lo trataban demasiado bien, al parecer, según le contó el curandero que le había curado, en un pasado la tribu del Oso Polar y la tribu del Ciervo -la tribu en que se encontraba- se habían enzarzado en una batalla por el territorio y ninguna salió vencedora hasta que se establió un trato y la paz volvió a reinar en el valle. Por eso no le trataban muy bien. A todo esto, Ravlak había decidido largarse de aquella tribu, no le gustaba y desearía unirse a alguna otra tribu mas al oeste o simplemente ir a Diez Ciudades y vivir allí tranquilo.
Ravlak había decidido dirigirse hacia el oeste y desde allí, tratar de unirse a alguna tribu.
Como era de noche, Ravlak no tuvo problemas para largarse del campamento, se dirigió hacia el norte del campamento, ya que en el sur se encontraba el Hengorot y la mayoría del campamento estaba bebiendo cerveza en la gran choza. Así pues, cuando llegó a las túltimas tiendas, descubrió que los bárbaros que montaban guardia estaban durmiendo y no tuvo problemas para pasar entre ellos y meterse en el bosque que había justo al lado del campamento.
Caminó durante varias horas y dejó atras el valle dende se encontraba la tribu del Ciervo. Aunque tenía sueño, no se paró a descansar, pues sabía lo peligroso que era el Valle del Viento Helado, y siguió caminando durante toda la noche.
Cuando amaneció, el joven bárbaro subió a una colinamiró hacia el oeste, no se veía ninguna ciudad, solo montañas heladas así que decidió dirigirse hacia el sur y tratar de subir a una carreta de entre Luska y Mirabar. Así lo hizo y al fin, cuando divisó la carretera vió a un comboi de carabanas. El comboi estaba siendo atacada por un grupo de unos doce orcos así que, como necesitaba ir en carabana y seguro que si defendía a los mercaderes de los orcos le dejarían ir, se dirigió corriendo mientras empuñaba su hacha.
Ravlak llegó a las primer filas de orcos y atacó a uno por la espalda, pues no se había dado cuenta de que el bárbaro iba a atacarlos. La hacha le cortó la cabeza limpiamente y el orco cayó al suelo, primero de rodillas y luego del todo hacia adelante. El orco de al lado se giró sorprendido al ver a su compañero caido, y se encontró al bárbaro que estaba luchando con otro orco. El orco, convencido de que lo ganaría, se olvidó de los guerreros que defendían lña carabana y cuando se dirigió hacia Ravlak, una flecha se le calvó en un ojo y cayó al suelo de bruces.
Ravlak, entre tanto ya había matado a otro orco y ahora se enfrentaba a uno bastante musculoso. Ravlak que llevaba dos días sin dormir, a penas podía defenderse del orco y ya no contaba con el factor sorpresa. El orco atacó con su alabarda hacia su cadera y Ravlak no pudo hacer mas que gritar de dolor cuando no logró parar la alabarda. De pronto, un guerrero del combo saltó de la carabana hacia el orco y le clavó su espada en la clavicula y se hundió hasta la empuñadura. La espada le perforó los pulmones y el orco no pudo hacer otra cosa que caer al suelo en medio de un charco de su propia sangre.
La llegada de ravlak había dado esperanzas a los guerreros y habían matado a la mayoría de orcos. Ravlak debilitado por la perdida de sangre y por el casnancio, no se atrevió a entrar en caombate cuerpo a cuerpo y decidió coger su hachas arrojadizas y arrojarselas por la espalda a los estúidos orcos.
Cinco minutos después los orcos seguían allí, pero la diferencia era que ahora estaba muertos entre charcos de sangre. Aún así, la tribu de orcos había conseguido matar a tres guardias de la caraban y uno estaba muy grave. Durante los diez minutos se dedicaron a curar a los heridos y a enterrar a los guardias fallecidos. De pronto un guardia, que parecía el jefe, se giró hacia Ravlak.
-Gracias.-dijo entre jadeos- Muchas gracias...
Ravlak asintió con la cabeza y se llevó la mano a la cadera ensangrentada, cuando el hombre vió que Ravlak sangraba ordenó que vendasen a Ravlak y así lo hicieron.
Ahora Ravlak estaba dentro de una carabana, tumado y durmiendo pues tenía que descansar y recuperarse de la herida que le había hecho el orco.
Cuando despertó, se encontró al mismo hombre de antes, el jefe de los soldados que vigilaban el comboi.
-¿Que te llevó a ayudarnos?- preguntó.
Ravlak se incorporó un poco.
-Me dirigo al oeste, y cuando os vi asaltados por los orcos decidí ayudaros y a cambio vosotros me dejarias ir con vosotros. -contestó sin pensarlo.
El hombre asintió.
-Seguramente hubiese habido mas muertos si tu no hubieses aparecido- dijo el hombre.
Ravlak le miró sin saber que contestar. De ponto el hombre se levantó y miró a Ravlak a los ojos.
-Descansa, muchacho...-una vez dicho esto, salió de la carabana y se reunió con sus soldados.
Ravlak cerró los ojos y quedó dormido enseguida.
Dos días mas tarde, Ravlak aún seguía en la misma carabana y tumbado. Sus heridas estaban cicatrizando rápidamente gracias a las pocimas que le dió un soldado. De pronto, el comboi se detuvo y Ravlak salió de la carabana. Aún se encontraban en la carretera y Ravlak no sabía porque se habían parado.
-¿Porque nos hemos parado?- preguntó a un soldado.
-Porque estamos llegando a Mirabar y bueno...digamos que la mercancia que llevamos no es muy...legal.
Ravlak soltó una risita.
-¿Y a donde nos dirigiremos?- preguntó de nuevo.
El soldado se encogió de hombros. Ravlak suspiró y se dirigió hacia la carabana principal, donde estaba el mercader que llevaba todas esas mercancias.
-Jake- dijo Ravlak mientras entraba en la carbana- me separaré de vosotros. Muchas gracias por llevarme pero tengo me dirigiré hacia el oeste.
-¿Te vas? ¿A donde?
Ravlak se encogió de hombros.
-Supongo que a Mirabar para coger provisiones y luego hacia el oeste.-contestó.
Jake asintió y le dió una bolsa de dinero.
-Coge esto, lo necesitaras- dijo mientras ponía una mano en su hombro - ve con cuidado muchacho, las tierras son peligrosas para un joven como tu.
Ravlak asintió y bajó de la carabana, se gaurdó la bolsa de dinero y se dirigió a Mirabar para buscar una posada donde descansar y comprar comida.
Siguió caminando durante una hora hasta que llegó a las puertas de Mirabar. Luego, suspiró. ¿A donde iría despues?
Ravlak salió de su tienda con un petate a la espalda, este no era su tribu ni su hogar y los bárbaros de aqui no lo trataban demasiado bien, al parecer, según le contó el curandero que le había curado, en un pasado la tribu del Oso Polar y la tribu del Ciervo -la tribu en que se encontraba- se habían enzarzado en una batalla por el territorio y ninguna salió vencedora hasta que se establió un trato y la paz volvió a reinar en el valle. Por eso no le trataban muy bien. A todo esto, Ravlak había decidido largarse de aquella tribu, no le gustaba y desearía unirse a alguna otra tribu mas al oeste o simplemente ir a Diez Ciudades y vivir allí tranquilo.
Ravlak había decidido dirigirse hacia el oeste y desde allí, tratar de unirse a alguna tribu.
Como era de noche, Ravlak no tuvo problemas para largarse del campamento, se dirigió hacia el norte del campamento, ya que en el sur se encontraba el Hengorot y la mayoría del campamento estaba bebiendo cerveza en la gran choza. Así pues, cuando llegó a las túltimas tiendas, descubrió que los bárbaros que montaban guardia estaban durmiendo y no tuvo problemas para pasar entre ellos y meterse en el bosque que había justo al lado del campamento.
Caminó durante varias horas y dejó atras el valle dende se encontraba la tribu del Ciervo. Aunque tenía sueño, no se paró a descansar, pues sabía lo peligroso que era el Valle del Viento Helado, y siguió caminando durante toda la noche.
Cuando amaneció, el joven bárbaro subió a una colinamiró hacia el oeste, no se veía ninguna ciudad, solo montañas heladas así que decidió dirigirse hacia el sur y tratar de subir a una carreta de entre Luska y Mirabar. Así lo hizo y al fin, cuando divisó la carretera vió a un comboi de carabanas. El comboi estaba siendo atacada por un grupo de unos doce orcos así que, como necesitaba ir en carabana y seguro que si defendía a los mercaderes de los orcos le dejarían ir, se dirigió corriendo mientras empuñaba su hacha.
Ravlak llegó a las primer filas de orcos y atacó a uno por la espalda, pues no se había dado cuenta de que el bárbaro iba a atacarlos. La hacha le cortó la cabeza limpiamente y el orco cayó al suelo, primero de rodillas y luego del todo hacia adelante. El orco de al lado se giró sorprendido al ver a su compañero caido, y se encontró al bárbaro que estaba luchando con otro orco. El orco, convencido de que lo ganaría, se olvidó de los guerreros que defendían lña carabana y cuando se dirigió hacia Ravlak, una flecha se le calvó en un ojo y cayó al suelo de bruces.
Ravlak, entre tanto ya había matado a otro orco y ahora se enfrentaba a uno bastante musculoso. Ravlak que llevaba dos días sin dormir, a penas podía defenderse del orco y ya no contaba con el factor sorpresa. El orco atacó con su alabarda hacia su cadera y Ravlak no pudo hacer mas que gritar de dolor cuando no logró parar la alabarda. De pronto, un guerrero del combo saltó de la carabana hacia el orco y le clavó su espada en la clavicula y se hundió hasta la empuñadura. La espada le perforó los pulmones y el orco no pudo hacer otra cosa que caer al suelo en medio de un charco de su propia sangre.
La llegada de ravlak había dado esperanzas a los guerreros y habían matado a la mayoría de orcos. Ravlak debilitado por la perdida de sangre y por el casnancio, no se atrevió a entrar en caombate cuerpo a cuerpo y decidió coger su hachas arrojadizas y arrojarselas por la espalda a los estúidos orcos.
Cinco minutos después los orcos seguían allí, pero la diferencia era que ahora estaba muertos entre charcos de sangre. Aún así, la tribu de orcos había conseguido matar a tres guardias de la caraban y uno estaba muy grave. Durante los diez minutos se dedicaron a curar a los heridos y a enterrar a los guardias fallecidos. De pronto un guardia, que parecía el jefe, se giró hacia Ravlak.
-Gracias.-dijo entre jadeos- Muchas gracias...
Ravlak asintió con la cabeza y se llevó la mano a la cadera ensangrentada, cuando el hombre vió que Ravlak sangraba ordenó que vendasen a Ravlak y así lo hicieron.
Ahora Ravlak estaba dentro de una carabana, tumado y durmiendo pues tenía que descansar y recuperarse de la herida que le había hecho el orco.
Cuando despertó, se encontró al mismo hombre de antes, el jefe de los soldados que vigilaban el comboi.
-¿Que te llevó a ayudarnos?- preguntó.
Ravlak se incorporó un poco.
-Me dirigo al oeste, y cuando os vi asaltados por los orcos decidí ayudaros y a cambio vosotros me dejarias ir con vosotros. -contestó sin pensarlo.
El hombre asintió.
-Seguramente hubiese habido mas muertos si tu no hubieses aparecido- dijo el hombre.
Ravlak le miró sin saber que contestar. De ponto el hombre se levantó y miró a Ravlak a los ojos.
-Descansa, muchacho...-una vez dicho esto, salió de la carabana y se reunió con sus soldados.
Ravlak cerró los ojos y quedó dormido enseguida.
Dos días mas tarde, Ravlak aún seguía en la misma carabana y tumbado. Sus heridas estaban cicatrizando rápidamente gracias a las pocimas que le dió un soldado. De pronto, el comboi se detuvo y Ravlak salió de la carabana. Aún se encontraban en la carretera y Ravlak no sabía porque se habían parado.
-¿Porque nos hemos parado?- preguntó a un soldado.
-Porque estamos llegando a Mirabar y bueno...digamos que la mercancia que llevamos no es muy...legal.
Ravlak soltó una risita.
-¿Y a donde nos dirigiremos?- preguntó de nuevo.
El soldado se encogió de hombros. Ravlak suspiró y se dirigió hacia la carabana principal, donde estaba el mercader que llevaba todas esas mercancias.
-Jake- dijo Ravlak mientras entraba en la carbana- me separaré de vosotros. Muchas gracias por llevarme pero tengo me dirigiré hacia el oeste.
-¿Te vas? ¿A donde?
Ravlak se encogió de hombros.
-Supongo que a Mirabar para coger provisiones y luego hacia el oeste.-contestó.
Jake asintió y le dió una bolsa de dinero.
-Coge esto, lo necesitaras- dijo mientras ponía una mano en su hombro - ve con cuidado muchacho, las tierras son peligrosas para un joven como tu.
Ravlak asintió y bajó de la carabana, se gaurdó la bolsa de dinero y se dirigió a Mirabar para buscar una posada donde descansar y comprar comida.
Siguió caminando durante una hora hasta que llegó a las puertas de Mirabar. Luego, suspiró. ¿A donde iría despues?