El otro día, Eríu se compró una armadura nueva de cuero y se deshizo de la antigua, ya que llevaba demasiado metal y le pesaba demasiado. No le acabó de gustar como le quedaba su nueva armadura así que decidió ir a Sundabar a que el sastre le hiciera un os arreglos. Se encontró por el camino a la elfa que más quería y le pidió que lo acompañara ya que su gusto por las vestimentas no era muy bueno. Iruss lo acompañó, sabía que un hombre jamás sabe elegir ropa. Eríu estaba muy contento, emprendieron el camino hacia Sundabar pero se vieron sorprendidos a pocos metros por el ser más terrible que habita el bosque de Nevesmortas: La bocazas de Wuivre. A regañadientes aceptaron la compañía de tan pesada elfa. Wuivre los interrogó sobre sus procedencias y acabaron dándose cuenta que los tres eran del bosque Alto, para más inri,Wuivre e Iruss eran de la misma ciudad, Nordahaeril. Wuivre estuvo hablando y hablando hasta que a medio camino decidió que no tenia ganas de ir a Sundabar y los dejó de nuevo solos.
Eriu tardo largo rato en decidirse pero la paciencia de la pobre elfa era bastante alta. Esperó y esperó hasta que convenció a Eriu de qué ropas eran más elegantes. Al fin, Iruss le dijo que estaba muy guapo y se le escapó un “me gustas” que desencadenó en un terrible nerviosismo en Eriu. Eríu no pudo evitarlo y reconoció su amor por Iruss. La besó apasionadamente como nunca lo había hecho a otra mujer. (y es que nunca lo había hecho) Se confesaron su amor más mutuo. Eríu se consideró a si mismo el elfo más agraciado de todo el mundo.

Se fueron a las afueras de la ciudad y se sentaron en la hierba. Tenían muchas ganas de poder confesarse lo que sentían el uno por el otro. Eríu le tuvo que reconocer que le había llamado mucho la atención desde que la conoció porque se llamaba igual que una niña de la que se enamoró cuando era pequeño, en Nordahaeril. Iruss le tuvo que comentar que en Nodahaeril solo había una Iruss…Iruss. Le regaló un colgante hecho con un trozo de cristal de la lámpara rota que había robado Eríu. Ella había cogido un pedazo del suelo. El colgante tenía la forma de un rombo sujeto a un círculo. En el cristal estaba escrito el nombre de ella. Aquello hizo tambalear los cimientos mentales de Eríu. Se había pasado muchos años recordando a aquella niña en sus solitarias noches en el círculo druídico y ahora la tenía entre sus brazos… aquello era demasiado. Encima, era la hija de Biddel. Aquella niña que lo cautivó lo estaba amando. Era feliz. La elfa no lo había pasado muy bien. Le contó el desdichado secuestrro que padeció junto a su padre y las torturas que le hicieron. La pobre había sido secuestrada por su cuñado y encerrada durante años en una mazmorra. Iruss no supo más de su padre. Eríu le hizo una promesa, jamás nadie le haría daño. El joven druida se descolgó su colgante y se lo dio a su amada. Lo que vieron no tenía explicación lógica. Ambos colgantes se parecían demasiado. Juntándolos se acoplaban a la perfección, formando un dibujo de un rombo verde sobre fondo rojo. Se podía leer los dos nombres. En el fondo rojo estaba inscrito Eriu y en el verde Iruss. Aquello no era muy normal. Algo más fuerte que sus corazones estaba detrás de todo aquello.



