Aquella batalla fue una buena batalla.
El poblado humano casi no había ofrecido ninguna resistencia. Al fin y al cabo sólo eran unas cuantas decenas de campesinos, que poco podían hacer contra la poderosa horda orca de Graksh.
Sin embargo, aquella humana... ¡cómo osaba a seguir allí, de pie ante él, el Gran Graksh! Sólo era una mocosa, no tendría más de cuatro o seis lunas, ¡pero allí estaba, desafiándole, sin miedo de él!.
Quién sabe. Quizás fue esa osadía que mostró, o el brillante pelo rojo, el caso es que Graksh, en lugar de matar a la humana allí mismo, se la llevó arrastrando casi a la cueva de las montañas donde acampaban. Quizás pensó que sería un buen juguete para su hijo Grums...
Pero parecía que hasta los dioses orcos sonreían a la pequeña, pues Grums, el hijo del poderoso orco jefe de la tribu (que tendría una edad similar a la pequeña), en lugar de matarla instantáneamente, le perdonó la vida y ¡se puso a jugar con ella! Inexplicable, pero cierto al fin y al cabo.
Graksh, algo decepcionado, poco podía hacer. Se la había entregado a su hijo y ahora éste era su dueño, y podría hacer lo que quisiera con ella. Además, el hecho de ser el hijo del orco más fuerte y sanguinario de la tribu garantizaba que ninguno de sus congéneres se acercase a la pequeña, so pena de recibir la ira de Graksh...
Las pocas vidas que conocen esta historia, apenas dan crédito a lo que sucedió, aunque lo cierto es que tanto la pequeña como Grums fueron creciendo juntos, ella sin salir de la choza de Grums, él en fuerza y autoridad ante el resto de la manada...
Hasta que un día, cercana aún la niñez, en plena adolescencia, el afecto que parecía haber entre ambos había crecido también tanto que sucedió lo impensable: que un orco y una humana se enamorasen...
A veces, los dioses son caprichosos.
Crónicas de Tragg y Trogg
Moderadores: DMs de tramas, DMs
Los dos niños corrieron buscando a su abuelo. Corría el año 2534 en plena primavera, y las tardes eran muy largas...
- ¡¡¡Abuelo abuelo!!! ¡Sigue contándonos la historia de esos dos hérores anda!
- Vaaaale, sentaos y estaos quietos que continúo...
¿Por dónde iba? Ah, sí, decía que, a pesar de lo increible que parecía, aquella pequeñaja (que ya no lo era tanto) se enamoró del orco Grums. ¿Quién sabe? Igual estaba medio ciega, sin sentido del olfato, o quizás el hecho de que llevaba viviendo más del doble de años con los orcos que los que había pasado con los humanos tuviesen algo que ver.
El caso es que la primera visita de ella al exterior de la cueva la hizo cogida de la mano de Grums. Él le enseñó las cercanías del bosque que les rodeaban, y la llevó a un pequeño lago que había cerca. La chica sonriendo se acercó y se quitó la ropa (si es que a las pieles que llevaba se les podía llamar así) y, ni corta ni perezosa, se metió de lleno en el agua.
Grums estaba cuando menos aterrorizado. ¡Cuándo se había visto que alguien se metiese en el agua por propia voluntad! Cuando ella salió, quizás el contemplarla tal y como los dioses la trajeron al mundo, quizás el olor (a limpio) tan extraño que despedía, el caso es que pasó lo que tenía que pasar.
- Y ¿qué pasó abuelo?
- Eso ya os lo contará vuestro padre cuando seáis mayores. Digamos que cuando un hombre y una mujer se quieren pues ella un tiempo después engorda llevando un niño como vosotros dentro.
- Abuelo abuelo, ¿y un orco y una mujer también?
- Siii. Lo único que el niño suele ser más grandote que vosotros. Pero dejadme continuar...
Tres o cuatro meses después ella tenía una tripa inmensa. Aún más de lo normal incluso para una orca... Aquello sólo podía significar una cosa: gemelos.
Grums se entristeció bastante al intuir lo que pasaría (era bastante espabilado para ser un orco). Ninguna mujer orca había superado el parto de gemelos. En una humana no cabía esperar mejor comportamiento...
Con cariño, trató a la chica lo más dulcemente que pudo en el resto del periodo de embarazo. Finalmente, nueve meses tras la visita al lago, nacieron los gemelos.
Fuen un parto bastante difícil (casi tanto como el del ternerito de la semana pasada, ¿lo recordáis?). A ella sólo le dio tiempo a coger a ambos (enormes) bebés y sonreir una vez, susurrando los que serían sus nombres.
Grums, con una única lágrima corriendo por su fea cara (algunas veces dudo un poco de la historia, yo nunca he visto un orco llorar, quizás se ha exagerado un poco con el paso de los años desde la muerte de esos héroes), sonrió y repitió las dos últimas palabras de su amada humana:
Tragg y Trogg...
Y esa última sonrisa de la madre quedó en el aire....
- ¡¡¡Abuelo abuelo!!! ¡Sigue contándonos la historia de esos dos hérores anda!
- Vaaaale, sentaos y estaos quietos que continúo...
¿Por dónde iba? Ah, sí, decía que, a pesar de lo increible que parecía, aquella pequeñaja (que ya no lo era tanto) se enamoró del orco Grums. ¿Quién sabe? Igual estaba medio ciega, sin sentido del olfato, o quizás el hecho de que llevaba viviendo más del doble de años con los orcos que los que había pasado con los humanos tuviesen algo que ver.
El caso es que la primera visita de ella al exterior de la cueva la hizo cogida de la mano de Grums. Él le enseñó las cercanías del bosque que les rodeaban, y la llevó a un pequeño lago que había cerca. La chica sonriendo se acercó y se quitó la ropa (si es que a las pieles que llevaba se les podía llamar así) y, ni corta ni perezosa, se metió de lleno en el agua.
Grums estaba cuando menos aterrorizado. ¡Cuándo se había visto que alguien se metiese en el agua por propia voluntad! Cuando ella salió, quizás el contemplarla tal y como los dioses la trajeron al mundo, quizás el olor (a limpio) tan extraño que despedía, el caso es que pasó lo que tenía que pasar.
- Y ¿qué pasó abuelo?
- Eso ya os lo contará vuestro padre cuando seáis mayores. Digamos que cuando un hombre y una mujer se quieren pues ella un tiempo después engorda llevando un niño como vosotros dentro.
- Abuelo abuelo, ¿y un orco y una mujer también?
- Siii. Lo único que el niño suele ser más grandote que vosotros. Pero dejadme continuar...
Tres o cuatro meses después ella tenía una tripa inmensa. Aún más de lo normal incluso para una orca... Aquello sólo podía significar una cosa: gemelos.
Grums se entristeció bastante al intuir lo que pasaría (era bastante espabilado para ser un orco). Ninguna mujer orca había superado el parto de gemelos. En una humana no cabía esperar mejor comportamiento...
Con cariño, trató a la chica lo más dulcemente que pudo en el resto del periodo de embarazo. Finalmente, nueve meses tras la visita al lago, nacieron los gemelos.
Fuen un parto bastante difícil (casi tanto como el del ternerito de la semana pasada, ¿lo recordáis?). A ella sólo le dio tiempo a coger a ambos (enormes) bebés y sonreir una vez, susurrando los que serían sus nombres.
Grums, con una única lágrima corriendo por su fea cara (algunas veces dudo un poco de la historia, yo nunca he visto un orco llorar, quizás se ha exagerado un poco con el paso de los años desde la muerte de esos héroes), sonrió y repitió las dos últimas palabras de su amada humana:
Tragg y Trogg...
Y esa última sonrisa de la madre quedó en el aire....