El Príncipe de las Mentiras

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Elenthyl

El Príncipe de las Mentiras

Mensaje por Elenthyl »

I. Extrañas Alianzas


La luna cruzaba el cielo sobre el bosque de Nevesmortas. Una extraña quietud se había apoderado de la foresta, acunándola en un sueño de frío y silencio. Sin embargo... no siempre había sido así.

Agachada tras un árbol, una sombra examinaba las hojas de unos helechos. Sangre fresca. Tallos rotos. Un grupo numeroso de aventureros había pasado por allí recientemente, tapando con sus huellas las de los osgos que pululaban por la zona. Osgos que habían perdido mucha sangre. Muchos osgos al parecer. Y algo extraño... parecía que un ogro acompañara a los aventureros. ¿Sería aquel semiogro que ayudaba a su socio Will en la forja? Org.

Intrigado, un elfo salvaje avanzaba silencioso e invisible atravesando matorrales como un viento del Norte, un susurro en la noche glacial. Los rastros se hacían más claros según se internaba en la espesura. Elenthyl aceleró el paso.

Al llegar al refugio de los osgos, no le cupo duda de que encontraría una explicación allá abajo. Los cadáveres del tosco puesto de observación osgo así lo atestiguaban. El barro se hacía presente a lo largo de toda la peligrosa escala que descendía a la madriguera.

Tras un par de susurros, la pantera macho que lo acompañaba desde su niñez alcanzó una de las ramas mas cercanas al acceso. Siempre hay que dejar una vía de escape más o menos asegurada, se decía así mismo el elfo salvaje. Noche se la procuraría. Preparándose para lo desconocido, Elenthyl se internó en el hedor de la cueva.

Sorteando con facilidad una patrulla osga que cubría el acceso, se internó en las profundidades de la tierra. Más que oir, percibía algo allá, al fondo... un nuevo grupo de osgos fué franqueado. Finalmente llegó a lo que podría llamarse campamento osgo. Una extraña escena se desarrollaba ante sus ojos habituados a la semioscuridad.

Un grupo de aventureros se recuperaba de la reciente lucha. El piso de la cueva aparecía bañado en sangre, cubierto de cuerpo de osgos. Muchos osgos. Más de lo habitual. Al parecer sólo uno seguía con vida, sin duda para ser interrogado. Elenthyl pensó en mil maneras de hacer chillar a un osgo... hasta que recordó las patrullas de la cueva y el extrañamente elevado número de ellos que había encontrado aquella noche. Se decidió por el sigilo y, en silencio, rodeó la escena hasta situarse tras una estalagmita que se elevaba desde el piso hacia la oscuridad, al fondo de la oquedad. Nadie esperaría que una flecha volara desde aquel rincón. Se dispuso a escuchar, con el arco montado, una muerte rápida escondida en las sombras si aquel osgo se propasaba o intentaba alguna de sus sucias artimañas.

Lo que allí averiguó resultaba realmente preocupante. ¿Osgos y bandidos aliados? Al parecer un humano, un seguidor de Ciryc, el príncipe de las mentiras, había contratado a los bandidos para que éstos, a su vez, pagaran a los osgos e intensificaran la presión sobre aquella zona, con el fin de devaluar el valor de las tierras. El objetivo final permanecía oculto a los aventureros, que intentaban ahora que el estúpido osgo aún en pie les llevara hasta su jefe.

El osgo quería una hembra a cambio de información. Nada de oro ni baratijas, el depravado ser lo tenía muy claro, su objetivo: perpetuar su especie. Y allí había una joven elfa. Elenthyl, que hasta ese momento apuntaba a la garganta del osgo, bajó su punto de mira significativamente. Si se acercaba a ella ya nunca mas tendría necesidad de una hembra, se dijo a si mismo con media sonrisa cruzando las innumerables cicatrices de su rostro. Sin duda aquella flecha de Fhándar lo esterilizaría efectivamente. De una tajada. Nunca permitiría algo así.

Afortunadamente no fué necesario, ya que el bueno de Hoe estaba presente. Hoerath Almaellante consiguió persuadir al osgo para salir de allí y, convocando una súcubo, le dió instrucciones para que lo sedujera y así olvidara a la joven. Sin duda parecía una buena idea, al menos para desviar su atención de la elfa. La súcubo le sonsacaría la información solicitada. O ese era el plan, al menos. El sadismo natural de la invocación elegida, sin embargo, dió al traste con los planes del inteligente arcano. Una sombra les precedía mientras salían de las profundidades de la cueva. Un felino observaba al grupo trepar por la peligrosa escalera.

En una cabaña cercana se consumaron los hechos. Tras un interminable rato de gritos y gemidos, durante el cual el suelo de medio bosque tembló, la súcubo salió del humilde cobertizo. Sus manos estaban pintadas en rojo osgo. Un bonito color para la punta de sus flechas, pensó Elenthyl.

Solo entonces, con el último osgo muerto, el elfo salvaje decidió descubrirse. Ya no sería necesaria una aparición sorpresa, se dijo, ya todos estaban seguros.

Sin embargo no se había conseguido la información necesaria. Además en el grupo de encontraba presente Elvandor, un joven explorador que sin duda había registrado los cuerpos en busca de algo significativo. Interrogado en este sentido por Elenthyl, le confirmo su temor. Ni un rastro, no había pistas.

Aquel humano de desconocidas intenciones hacía bien su trabajo.

La Flecha del Destino debía ser movilizada, el bosque no sería un lugar seguro para nadie hasta que aquel misterio fuera resuelto. Anotando mentalmente todos los detalles empezó a pensar en cómo les contaría aquello a Artemis, Vcho y Will, en el siguiente paso. Necesitaban reunir información, una imagen de la biblioteca de la Casa Lanzagélida se materializó en su mente. Quizá una visita a aquellos bandidos, un buen interrogatorio a su jefe... pero sin levantar sospechas, sin dar la alarma. Había que llegar hasta el "jefe", como lo llamó el osgo, sin ser advertidos. Cortar el problema de raíz y evitar la devaluación de las tierras con desconocidas intenciones. Sin dudas malas intenciones.

Un fina ventisca comenzaba a cubrir las cicatrices que aquella noche había dejado en el bosque, devolviéndolo a su aparente y fría calma. El grupo de aventureros se separó, cada cual con un pensamiento en la cabeza.

La luna se batía en retirada del bosque de Nevesmortas, dando paso al sol del Norte.


Continuara...

Elenthyl Quart´Hadast, explorador.

//Me he dejado a varios pj presentes y además empiezo la historia desde donde Elenthyl es consciente de ella. Sería genial que todos los presentes postearan algo, ¿verdad? Un saludo!
Chauntea

Mensaje por Chauntea »

//Buena historia. A ver si es verdad y se anima el resto, que hasta aquí promete bastante. :idea: //
vientoligero

Mensaje por vientoligero »

El día había sido fructuoso, el saquito de fieltro donde guardaba las plantas estaba repleto, pronto podría investigar si era cierto lo que decían del jugo de belladona. Perdido en sus pensamientos sobre las nuevas pociones Hoerath se encaminaba a la ciudad, más concretamente a la botica.
Le esperaba una sorpresa, el pequeño establecimiento estaba abarrotado, Amara, Moirin, Nawen y Elvandor departían cuando el mago llegó. Saludo a todo el mundo, como hacía siempre y esperó a que llegara su turno. El olor de las plantas inundaba el aire y el calor del destilador cargaba el aire cuando un campesino apareció. Antonio se llamaba el trabajador que estaba visiblemente alterado. Hablaba con Morwenna tan rápido que se le trababan las palabras. Los allí preentes se interesaron por su desdicha."Unos osgos han atacado esta madrugada nuestra granja y se han llevado a mi amigo" hizo una pausa para aclararse la garganta, congestionada al intentar evitar las lágrimas. "Se han llevado a Marc." Su voz era como un graznido.
Los conocidos del archimago se miraron, Hoerath ofreció unas monedas para que el campesino pasara los días venideros de manera tranquila y todos ofrecieron su ayuda para rescatar a Marc. Salieron de la ciudad raudos, en busca de la cabaña del hombre.

Encontraron la granja de Antonio en el bosque de Nevesmortas, una zona agreste y peligrosa, territorio de varios clanes osgos. La casa había ardido aunque no estaba mmuy dañada, las lluvias ahogaron las llamas y solo quedaban un par de rescoldos. Elvandor buscó algun rastro de osgos, cuando nos atacaron. Organizados en pequeños grupos de hostigadores. ¿Los osgos se habían organizado? ¿Tenían algún plan? ¿Representaban peligro para la ciudad? Las preguntas tendrían que esperar, pues la lucha era encarnizada, los brutos nos superaban en número de una manera catastrófica. Los conjuros volaban con la misma rapidez que las flechas. Poco a poco el enemigo fue retrocediendo, reagrupandose en direccion a su guarida. No contentos con haber parado el ataque, los aventureros siguieron presionando a las huestes osgas, entrando finalmente en su guarida. El cansancio que provoca una batalla de desgaste se había apoderado de los guerreros más inexpertos. La magia de Hoerath comenzaba a menguar, tendría que ahorrar conjuros para cuando sean realmente necesiarios.
La guarida guardaba otra sorpresa, humanos, medianos y enanos se habían aliado con los trasgoides y organizaban sus filas para hacer una línea defensiva coherente. La batalla fue encarnizada, varios aventureros cayeron inconscientes sobre un manto de cadáveres. Por suerte para ellos, los aventureros habían triunfado y pronto curaron sus heridas.

Habían llegado al centro neurálgico de la horda y ante sus ojos apareció el cuerpo sin vida de Marc. O eso creía el grupo al ver una horca con una "M" grabada en ella.


//Más o menos en este momento apareció Elenthyl.
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