Breve historia de Eluril
Nacido en el pueblo de Vado de la Daga, a las orillas del río Delimbayr, hijo de Vortigern Aers y la bella elfa Elestriel, en una noche de luna llena, cuyos plateados rayos iluminaron la llegada de este mestizo a la tierra de Faerun.
Ni humilde ni rico, tuvo la educación que su padre, comerciante, podía inculcarle, y la ayuda de algún que otro maestro que anduviera de visita por el pueblo. Recordemos que vado de la Daga está ubicado sobre el Camino del Comercio, el cual conecta por ejemplo ciudades tan esplendorosas como Aguas profundas con Puerta de Baldur, y recibe de tanto en tanto visitantes que hacen de este pueblo su escala.
Una noche, en uno de sus recorridos nocturnos, avistó Eluril, una sombra que se movía a tropezones por los árboles distantes...sorprendido y asustado a la vez, su curiosidad superó a su miedo y decidió descubrir que era eso que se movía a lo lejos. Siempre se había considerado una persona ágil, y tenía una extraña habilidad para ver aún casi sin luz en el entorno, cosa que siempre apreció...
Al acercarse lo suficiente, la sombra lo sorprendió con una voz, calmada, que le decía: "Detecté tu presencia hace rato, no te preocupes, no te haré daño". Dudando si creerle o no a esta extraña voz, finalmente rompiendo con las reglas que su padre le enseñara, decidió darle una oportunidad a su suerte y averiguar que sucedía...
Descubrió que se trataba de un hombre, ya envejecido por los años, cansado pero todavía con cierto vigor, pero con un brillo en los ojos que se apagaba...
Se presentó a si mismo ante esta figura, que yacía con la espalda en el tronco de un viejo árbol de raíces gruesas que sobresalían de la tierra y que parecía formar grandes dedos de madera, los dedos de un gigante de la naturaleza. La curiosidad terminó de ganar terreno al miedo, y la confianza empezaba a asomar mientras los dos se presentaban y sobre todo cuando este hombre, llamado Herald, reveló con un movimiento de su capa un profunda herida que lo atravesaba de lado a lado, una herida, explicó él, de una lanza, que pertenecía a una tribu de osgos, que había invadido el bosque Arhôndo. Sobrepasado en número y fuerza, este guardían del bosque, fue herido mortalmente y con sus últimos esfuerzos decidió buscar en el poblado más cercano a alguien que lo pudiera ayudar.
Eluril le preguntó que porqué no buscar a alguien en Aguas profundas, que también estaba cercana a este bosque, y mirándolo a los ojos le confesó que no creía que hubiera personas de corazón tan puro como aquí, y que además ya estaba demasiado desconectadas de la naturaleza, y que no servían para a su propósito. Eluril ofreció ayudarlo, pero primero trató de parar la hemorragia, esfuerzo vano si los había, ya que la vida de este viejo explorador casi se había desvanecido...con sus últimas palabras, le entregó ss pocas pertenencias, un arco simple pero certero, una espada larga y el pedido de que pudiera defender al bosque, de esa amenaza que crecía como una plaga entre los árboles.
Decidido a tomar parte en el asunto, y sabiendo que su padre jamás lo perdonaría por apartarse del negocio familiar, escapó hacia Arhôndo, donde con la ayuda del espíritu del explorador aprendió todo lo que tenía que aprender de su nuevo hogar, que a través de apariciones en sus sueños le mostraba como llevar su nuevo estilo de vida y asi ayudar a todas las criaturas del bosque del exterminio. Recordó en esa época las enseñanzas de su madre, acerca de los dioses élficos y el equilibrio con la naturaleza, lecciones que él había dejado pasar y que ahora volvían a él con tanta fuerza, que pareciera que su destino estaba prefijado desde hace ya mucho tiempo.
Finalmente, al cabo de un tiempo logró vencer a la amenaza trasgoide, y creyó oportuno volver al pueblo, a hacer una última visita a sus padres y a buscar un reemplazo para el puesto de Guardían de Arhôndo.
Lo que sigue es su retiro hacia una vida de aventuras en el norte, según los rumores que había escuchado, el lugar más propicio para empezar era la región de la Marca Argéntea, qué le depararía allí, no lo sabía, pero algo en su espíritu lo impulsaba a seguir adelante, a no quedarse con lo preestablecido...
Eluril Aers
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