Alystra.

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Lunien

Alystra.

Mensaje por Lunien »

Aquel que tiene un "porqué" para vivir se puede enfrentar a todos los "cómos". -Friedrich Nietzsche.


La lluvia golpea la tela de araña y el agua hace que se tambalee, aunque jamás logrará debilitarla. Su creadora, una viuda negra, se mueve agitada por todo su imperio colgante. La mano de Umrae nunca temió a las arañas. Jamás tuvo miedo de que le quitaran la vida, o de que le torturaran hasta perder el sentido, o de que le contaran verdades de esas que duelen infinito. Al acercar su mano acorazada, la araña se muestra reacia al contacto y huye al otro extremo de su tela. Umrae la engaña poniendo su otra mano en el borde contrario y el arácnido acaba sobre el guantelete de plata. Ahora la tiene a su merced, sólo una ínfima parte de su fuerza para aplastarla entre la carne y la plata. Pero esa mañana la araña no morirá... Está amaneciendo en la Marca, el rocío dejó paso a la lluvia que deja paso al sol que dejará paso a los pájaros; los primeros ya cantan su canción de vida. Umrae devuelve la araña a su palacio de fino hilo y ésta vuelve al trabajo: después de la lluvia siempre hay mucho que tejer. La elfa oscura se incorpora y comienza a quitarse la armadura. El bosque le envuelve de paz y el tiempo parece detenerse cuando su cuerpo, ahora desnudo, se baña en el lago. Umrae se toca el vientre y sonríe: ya puede sentir a su hija dentro, aun inexistente, pero ya viva. Salat le daría una elfa oscura menuda e inquieta. Con los ojos de su padre y los sueños de su madre. Se llamaría Korvanna...
Última edición por Lunien el Lun Jul 05, 2010 2:11 pm, editado 1 vez en total.
Lunien

Re: Alystra.

Mensaje por Lunien »

En el submundo, en la ciudad de las telarañas brillantes, una partida de caza drow regresa de la superficie. Nuevos esclavos humanos, objetos de exótica magia y elfos que serán torturados y sacrificados a la Reina Araña. La matrona recibe a los cazadores envuelta en rojo y negro, los colores de la casa. Su hijo trae la victoria y el fracaso en los ojos. La sacerdotisa, al no ver a su hija encabezando el séquito, sabe que ha caído. Su voz suscita el más temeroso silencio a su alrededor cuando habla.
-Dime hijo mío ¿cómo has permitido que tu hermana, sacerdotisa de Lolth, caiga?
El varón titubea, el castigo por tal fracaso suele ser la muerte. Es el momento de implorar piedad, y de hacerlo con todas sus fuerzas, o de esperar una muerte rápida.
-Os he fallado, mi señora, y no hay castigo que diluya el polvo de mi derrota. Merezco la muerte y a ella me abrazo, os ruego dispongáis vos del como y el cuando.
El elfo oscuro, postrado, luce una cota de mallas roja como las mil sangres que ese viaje ha derramado. Su madre avanza hacia él, látigo en mano y con la furia de un dragón en la mirada: no será una muerte lenta. Pero un llanto de vida perturba el ambiente, el llanto de un crío. La acústica de la gruta convierte aquel sonido en omnipresente. La clériga detiene su paso, su látigo y su castigo.
-¿Qué demonios es eso? ¿Un niño? ¿De quién es esa cría que se atreve a interrumpirme?
La furia del dragón se convierte en el odio de Lolth; nadie se atreve a contestar. Sólo el drow osa levantar la mirada hacia su madre y hablar, seguramente porque su destino ya está escrito.
-Es una niña drow, mi señora, arrancada de los traidores que moran el mundo brillante. Destruimos una de sus colonias, sólo esta recién nacida quedó viva. Os la traigo como pago por mi fracaso, junto con mi muerte, una suculenta partida de esclavos y preciosos objetos de la superficie. Disponed de todo ello como plazcáis.
-¡Traed a mis presencia a esa cría! -ordena la matrona.
Al momento, un par de soldados se abren paso entre las filas de disciplina drow. Uno de ellos trae en sus brazos a una niña envuelta en seda negra que muestra a la sacerdotisa.
-Una hembra -la matrona sonríe con un brillo de satisfacción en los ojos, toma a la pequeña Korvanna y se retira látigo en mano.
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