Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Torzai

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Torzai »

...


O.O


...

Im...presionante.


Que descripciones dios!!! me ha puesto el pelo de punta xDD Que grande eres escribiendo tata. Que grande eres. aisss. =) Felicidades! ^^
Keira84

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Keira84 »

Décimo acto

Esa noche hubo luna llena. Quizá los astros fueron conscientes del luto de aquel día e incluso Selune quiso hacer su propio homenaje, quién sabe. Lo único que importaba era que la luna se alzaba más grande y más brillante que cualquiera de las noches anteriores que mis ojos habían podía disfrutar.

Los pináculos estaban solitarios… lo prefería. Mi pequeña oración debía ser privada y con el alboroto constante de la compañía era difícil encontrar un momento de soledad.
Me acerqué al saliente y me senté sobre la hierba húmeda, dejando que mis pies colgasen por el precipicio, sacando el pequeño laúd, cerrando los ojos y regalando al infinito una melodía improvisada, suave, triste y melancólica, impregnando los alrededores de la magia que surge al fusionar música y alma… dejando volar mi mente, buscando en lo más profundo de mi memoria, mi mejor recuerdo de él.

Lo que más me marcó de Ethan.

Lo que siempre llevaría conmigo.



- ¡¡Ithiria!!
Salí del agua a toda prisa mientras buscaba, desnuda, el lugar dónde había dejado mi ropa.

- ¡¡Ithiiiiiiiiiiria!!
La encontré justo a tiempo para taparme y dejar a Dâniel con la boca y los ojos abiertos, mientras el rojo se hacía dueño de sus mejillas y se giraba con violencia tapándose la cara.

- ¡¡Aaaaah! ¡Lo siento, lo siento, lo siento!
- Ya está, da igual.
- ¿Si?
- ¡¡NO TE GIRES!!!
- ¡¡Aaaaah! ¡Lo siento, lo siento!
- Humano idiota.
- Elfa engreída…

Lo golpeé con suavidad la cabeza cuando terminé de vestirme y ambos echamos a correr hacia la iglesia. La luna impregnaba aquella noche el horizonte, tan brillante y espléndida que iluminaba hasta el más oscuro rincón.
Apenas llevaba seis meses allí, junto a padre Ethan y el idiota de Dâniel, un aprendiz de sacerdote que vivía en aquella iglesia desde que era un niño. Cada día que pasaba los dos estudiábamos el dogma de la Dama de Plata, escuchábamos las palabras de Ethan, practicábamos su doctrina con las gentes del pueblo, aprendíamos historias y canciones… cada día era igual al anterior, pero aquella vida me llenaba, me sentía importante.

El vacío que mi padre había dejado lo llenaba ahora mi amada Selune y, a pesar de que me gustaba, padre Ethan pensaba que mi nombre estaba cargado de dolor y sufrimiento, por eso aquella noche iban a darme otro. Uno acorde a mis enseñanzas de ahora, uno, según padre Ethan, elegido por la mismísima luna.

Sabía cuál sería mi apellido, Lathaniel, al igual que era el de Dâniel. ¿El motivo? Padre Ethan nos contó que hace muchos años, un anciano siervo de la Dama Argéntea llegó a esas tierras y levantó esa misma iglesia allí, en medio de la nada, porque la luna iluminaba cada noche aquel claro vacío. Fue conocido por muchos durante largos años, el Sacerdote Lathaniel, así se llamaba. A su muerte, hubo un juramento. Todos y cada uno de los novicios llevarían su apellido, honrándolo así en las generaciones venideras, concediéndole la vida eterna impidiendo que su nombre cayese en el olvido.

Padre Ethan carecía de ese apellido porque llegó ya siendo un sacerdote experto, pero Dâniel y ahora yo, llevaríamos eternamente el apellido de aquel gran hombre que levantó la luz de la esperanza dónde los demás no fueron capaces de ver nada.


- ¡Espera, espera! – me giré justo antes de entrar en la iglesia y miré a Dâniel. Me arregló el pelo, me estiró la túnica por algunas zonas levemente arrugadas, me besó la nariz y abrió la gran puerta.

Ambos entramos despacio, recorriendo el largo pasillo de bancos que recorrían la sala, tan solo llena con la presencia de padre Ethan y cuatro sacerdotes más. Llegamos al final, Dâniel se sentó en uno de los bancos y yo permanecí en el centro, justo en medio de un aro de luz producido por el reflejo de la luna en la cristalera superior.

Padre Ethan se acercó y me sonrió posando una mano sobre mi cabeza.

- Cierra los ojos, Ithiria.
Los cerré.

- Deja que todos aquellos sobre los que cae la luz de Selune sean bienvenidos, si así lo desean. La vida crece y mengua igual que lo hace la luna argéntea. Confía en el resplandor de Selune, y recuerda que todo el amor que vive bajo su luz recibirá su bendición. Vuélvete hacia la luna y ella será tu autentica guía. Promueve la aceptación y la tolerancia. Mira a todas las demás criaturas como iguales. Ayuda a tus compañeros selunitas como si fueran tus mejores amigos.

Permanecí inmóvil escuchando sus palabras, dejando que su voz penetrase en mi interior, recorriendo mi cuerpo, invadiéndome una sensación de paz y bienestar absoluto. Me sentí llena, me sentí querida y, realmente, sentí que volvía a nacer.

- Esta noche de luna llena, ante los ojos inmensos de nuestra señora y bajo la luz de su inagotable amor, entregamos una vida de fe. Dime, joven, ¿estás lista para dejar que su luz ilumine tu oscuridad, para que su amor vele por tus sueños y su sabiduría guíe tu camino?
- Estoy lista, padre Ethan – él sonrió, aunque obviamente yo eso no lo vi.
- Bien, entonces solo hay una cosa más que decir.

Escuché el ruido de los sacerdotes levantarse y la risilla nerviosa de Dâniel. Le odié por ello pues me contagió los nervios y tuve que controlarme para no saltar encima de padre Ethan, sacudirle y exigirle mi nombre.

Respiré hondo, concentrándome de nuevo y simplemente me limité a escuchar.

- Abre los ojos, Aluriel.




La música cesó en mis dedos y en los pináculos volvió a reinar el silencio. Miré la luna llena y sonreí inclinando con respeto la cabeza. Padre Ethan estaría ahora a su lado, quizá alguna de aquellas brillantes estrellas sería él, y allí viviría por toda la eternidad, observándome, aprobando muchas de mis decisiones y desaprobando otras muchas.

Colgué el laúd, crucé las manos tras la espalda y comencé a balancearme hacia delante y hacia detrás, ayudándome de las puntas de los pies.
Hacia delante y hacia detrás… hacia delante y hacia detrás.







Fue curioso descubrir que, a pesar del terrible dolor que sentí en ese momento, cuando sus ojos azules, fríos y oscuros me miraron con severidad, mientras de su mano salía despedido el medallón de Ethan, el único sentimiento que me recorría ahora era el de paz.
Keira84

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Keira84 »

Undécimo acto


- Concéntrate. Siente tu respiración, siente lo que te rodea. Concéntrate. Nota la urdimbre fluir por tus dedos, besar el contacto con la flecha, envolverla en un abrazo único e irrompible. Concéntrate. Y ahora, dispara.

Mis dedos se separaron con lentitud dejando libertad a la flecha tensada en el arco. Sentí como si el tiempo fuese más despacio, la escuché romper el mismísimo aire y quebrantar el silencio.

- ¡Hazlo!

Abrí los ojos con decisión clavando la mirada en la flecha mientras susurraba las palabras adecuadas que, horas antes, Dharion me había transmitido.
La flecha se quebró, sacudiéndose con violencia varias veces, dividiéndose en cuatro partes más, cada una de las cuales se clavó en distintas dianas repartidas por entre los árboles, mientras la original, la que yo había disparado en un principio, se clavó justo en el centro de la diana más escondida y camuflada.

Sentí la mano de Dharion sobre mi hombro y seguidamente en mi cabeza.
- Bien hecho muchacha. Aún tienes que practicar pero para ser la primera vez está más que aceptable – Le sonreí emocionada –. Se nota que estás hecha para esto.
- ¿Más que aceptable? – señalé la diana – ¡Es un blanco perfecto!
- No es tu puntería lo que estamos midiendo, chiquilla. Sino tu habilidad.
- Bueno, la dividí en cuatro. Eso son cuatro enemigos menos de una flecha.
- Cuando un ejército entero te rodee y lo único que tengas sea tu arco y un par de flechas, créeme que con cuatro divisiones no tendrás ni para empezar.
- Bueno, tampoco es como si pudiera dividirla en mil partes… - Dharion alzó una ceja clavando sus ojos en mí.
- Muchacha, no me hagas arrepentirme – Le miré sin entender.

Dharion sonrió con frialdad, descolgó su arco, un arco rojizo tallado en una madera que yo jamás había visto, seguramente lejos de estas tierras, con símbolos jeroglíficos de un color oscuro recorriéndolo dándole un toque misterioso y enigmático. Hasta dónde sabía, Dharion había pertenecido al ejército de Bosque Alto, sirviendo como arquero arcano prácticamente toda su vida, pero dudaba muchísimo que aquel arco lo hubieran confeccionado allí.

Sacó de mi carcaj una flecha, que tensó con una tranquilidad y elegancia envidiable y la disparó sin necesidad de concentrarse ni un solo segundo. Ni siquiera le vi despegar los labios y la flecha ya se estaba desmenuzando, convirtiéndose en decenas de flechas que impactaron en todas y cada una de las dianas que habían desperdigadas por los árboles que nos rodeaban, todas en el centro, todas con una perfección que dejaba mi disparo al nivel de las cloacas.

Dharion se giró hacia mí mientras colgaba su arco a la espalda, me palmeó el hombro y caminó con dificultad hacia uno de los árboles, donde reposaba con tranquilidad su bastón. Lo tomó entre sus manos y comenzó a caminar hacia la casa.
- Nunca digas que hay algo que un arquero arcano no puede hacer.

Suspiré mientras le veía alejarse, una nueva lección aprendida por mi lengua larga. Miré las dianas, una por una, observando el blanco perfecto, y sonreí. Dharion era mayor, a pesar de ser elfo la vida comenzaba a escapársele, pero nunca perdería lo que le hacía ser el mejor. Fue, era y sería siempre, un arquero.


Solo entonces me di cuenta. El bello de todo mi cuerpo se electrificó, provocándome un escalofrío que duró un par de segundos. Mi corazón se detuvo un instante y tras eso, la adrenalina se disparó en mi cuerpo y sentí un hormigueo en las puntas de los dedos.
No hizo falta más aviso, cuando me di la vuelta lo vi, allí plantado a escasos metros de mí, clavando sus ojos azules en los míos, mirándome con total serenidad, cómo si nuestros encuentros fueran ya tan normales y predecibles que no había cavidad para la sorpresa.

A Edharae le sangraba el brazo, el líquido rojo carmesí le resbalaba hasta las puntas de los dedos, goteando suavemente sobre la hierba. Eso provocó en mí la repentina sensación de ventaja, pero él no desenvainó, tan solo me miró, quizá esperando que preguntase por su herida, quizá esperando que tensase mi arco… Con él nunca se sabía.

- Has mejorado – Entrecerré los ojos clavando mi mirada oscura en sus destellos azulados. Su voz estaba cansada, como si de pronto los años le hubieran pasado factura.
- Creo que no puedo decir lo mismo de ti.
- ¡Je! Princesa, aún te dejas engañar por las apariencias.
- ¿Qué quieres? – Edharae miró en dirección a la casa de Dharion.
- Nada. Solo venía a hacerle una visita a tu arquero.
- ¿Otro más que quieres quitar de en medio?
- Tranquila – volvió su mirada fría hacia mí –. Ya nos has dejado claro que eres bien capaz de devolvernos la jugada.

Apreté lo puños, sabía de sobra a qué se refería. Aquella pobre chiquilla que consiguió hacerme perder la cabeza y sumirme en un frenesí de sangre. Algo que solo una persona sabía… y lo único que vi en sus ojos al contárselo fue la decepción.

Sujeté con decisión la empuñadura de uno de los estoques al verle acercarse. Él no vaciló, por alguna razón yo sabía que no me haría nada y él que no desenvainaría.
Alzo la mano hasta tocar mi mejilla con las yemas de los dedos y se retiró la capucha con la mano ensangrentada.

Aquello me pilló por sorpresa.

Su pelo castaño le caía por los hombros y varios mechones invadieron su frente. No había ni una sola arruga en su rostro, aquel humano tendría al menos sesenta años y todo lo que mis ojos veían era un hombre de apenas treinta.

Me pasó el dorso de los dedos por la mejilla y sonrió.
- ¿Cuántos años han pasado, Ithiria?
- Veintiseis – Alzó las cejas sorprendido por recordarlo – ¿Te sorprende? Es difícil olvidar cuando asesinan a tu padre ante tus ojos.
- ¿Quieres vengarlo?
- No me provoques.
- También asesiné a tu madre.
- Basta – le ordené con serenidad.
- Y a tu mentor.
- Basta – repetí.
- Y hace poco que he localizado a tu querido Dâniel – aparté su mano de mi rostro y decidí simplemente ignorarlo. Di dos pasos hacia la casa de Dharion, pasando por su lado sabiendo que me detendría justo en el mismo instante en que lo hizo.
- Por una vez en tu vida, Edharae – entrecerró los ojos, no le gustaba que pronunciasen su nombre - ¿Qué quieres?
- Ya lo sabes, hace mucho que lo sabes – se acercó hasta que sus labios rozaron mi cabello susurrando lo que nunca quise escuchar – Ven conmigo.

Le aparté y le miré furiosa. Él alzó ambos brazos dándome a entender lo sencilla que era la situación en la que nos encontrábamos.
- Te gustaría, créeme. Una vida eterna, más eterna que la que los elfos podéis tener. Una vida conmigo… para siempre.
- Una vida en la oscuridad, en un mundo de mentiras, engaños y traiciones.
- Princesa, el mundo en que tú vives ya es así. Solo que no quieres darte cuenta. Miras, pero no ves.
- No soy yo la que está ciega si alguna vez pensaste que aceptaría.
- ¡Oh princesa!, no lo he pensado. Lo sé – sonrió con arrogancia –. Lo he visto – Me aparté varios pasos de él y mi mano libre sujetó la otra empuñadura –. Llegará el momento, más pronto de lo que te imaginas, una noche sin luna, en que me buscarás. Todo lo que desearás en ese instante será encontrarme. Y esa noche, cuando tus preciosos ojos negros me miren… serás mía.

Desapareció ante mis ojos, dejando solo el vago recuerdo de su figura ante mí. ¿Qué lo había visto? Estaba más loco de lo que pensaba si creía de verdad que iba a creerme tal insensatez.
Solo había un motivo en esta vida por el que le buscase, solo uno. Y no era precisamente el de ser suya.


El grito aburrido de Dharion me devolvió a la realidad. Estaba allí, de pie junto a la casa, apoyado en el bastón cargando con quién sabe cuántos años, esperándome.
Suspiré y solté las empuñaduras de los estoques, devolviendo a mis nudillos su color natural pues lo habían perdido por la tensión con que sujetaba mis armas.

Corrí hacia el viejo arquero que me miraba con tanta impaciencia que si no hubiese sido un elfo con tanta educación seguramente me hubiese golpeado con el bastón por hacerle esperar tanto.
Se metió en la casa contento y comenzó, como tantas otras veces, a relatarme alguna historia de sus años en el ejército. Yo, antes de entrar, no pude evitar mirar hacia el bosque, hacia donde la figura de Edharae había estado inmóvil mirándome.
- Tarde o temprano… esto se va a tener que acabar…
- ¿Eh? ¿Dices algo muchacha?
- No Dharion, no.
- Pues entra ya ¡por Corellon!
Torzai

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Torzai »

Por la nalga derecha de Tyr! Me encanto el final de la ultima! xD muy chulo si señor! :P
Keira84

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Keira84 »

Duodécimo Acto

- Entonces, ¿vas a dejar la compañía o no?
- No…
- Bueno, entonces ya no hay ningún problema.
- Sigo pensando todas las cosas que he dicho.

Suspira y me mira. Doblo las piernas y las rodeo con los brazos, apoyando la barbilla en las rodillas.
- ¿Tanto la odias?
- Es complicado…
- ¿Estás celosa? – el silencio se apodera de nosotros durante unos segundos en los que no puedo soportar su mirada y tengo que desviarla hacia la hierba.
- Es complicado…

Vuelve a suspirar, seguramente molesto por tener que sacarme toda la información a la fuerza. Desde hace unos días es con quien más me gusta estar y supongo que no es justo ponerle esas barreras…
- Si… pero no por lo que puedas pensar.
- ¿Tanto cambió cuando ella regresó?
- Antes hacíamos cosas, hablábamos, viajábamos juntos… ahora ya no queda nada de todo eso.
- Es normal, muchos años juntos.
- Si lo entiendo, pero… Después de nuestra última conversación yo entendí muchas cosas, me di cuenta de la situación y decidí hablar con él.
- Y dijiste algo que no debías – no lo pregunta, esta vez no.
- Dije muchas cosas que no debí… - clava su mirada en la mía, con intensidad.
- Entonces no me lo expliques… lo imagino.
- Yo… no esperaba una respuesta, no quería nada. Solo que lo supiese… - hundo la cara entre las rodillas y las lágrimas vuelven a brotar de mis ojos, humillándome nuevamente ante él – Es solo que no esperaba que se ofendiese tanto…

Le escucho levantarse y acercarse a mí. Me rodea con su cuerpo y, por primera vez desde que nos conocemos, me abraza, atrayéndome hacia él apretándome con fuerza.
- Calla, ya está.

Me apoyo en su pecho y lloro en silencio, desahogando la presión que tengo en el pecho desde hace demasiado tiempo. Cuánto necesitaba esto, cuánta falta me hacía un abrazo sincero y las palabras de alguien cercano.

No sé cuánto tiempo permanecemos en silencio ni lo que pasa por su cabeza mientras duran mis lágrimas, pero me doy cuenta que no quiero que piense cosas que no son, así que limpio mis mejillas y le miro sonriendo algo avergonzada.
- No quiero que pienses que es por esto por lo que estaba pensando en dejarlo.
- ¿Entonces qué motivos tienes?
- No me gusta que me oculten cosas cuando arriesgo mi vida por ellas, sin saberlo – sonríe.
- Si, eso puedo entenderlo.
- Hay demasiados secretos en esta compañía, Xaelerys y Göyth viven en su propia burbuja y no me gusta sentirme un mero peón que solo está para acatar órdenes.
- Nadie es un mero peón en la compañía, Aluriel.
- ¿Entonces por qué hay tantos secretos?
- Con todo lo que está sucediendo, con los Zhentarim atacando y amenazando ¿no serías cauta tú también?

Le miro frustrada, no puedo rebatirle eso pero sigue sin parecerme justo.
- Si no vas a confiar en tus guardianes, no los tengas.
- Somos muchos en la compañía, más de los que hemos sido nunca. Es normal que prefieran ir con pies de plomo.
- Si desconfiamos entre nosotros, son ellos los que ganan - Me mira en silencio durante unos segundos y siento su mano acariciar la mía, envolviéndola.
- No habrá desconfianza entre nosotros…

Un leve movimiento, casi imperceptible para cualquier ojo que nos estuviese observando desde la lejanía, pero no para nosotros, que estamos tan cerca el uno del otro. Una ligera inclinación mientras sus labios se separan de una forma ínfima, acercándose a los míos.
El movimiento es tan pequeño, tan imperceptible, que siento que puedo aprovechar el hacerme la loca, aunque mi cuerpo me traiciona y mis mejillas arden rojizas, costándome apartar la mirada.

Pero lo logro, y de la manera más sutil que conozco me aparto un poco y hago trabajar a mi cerebro al máximo para encontrar una frase que quite tensión al momento.

Pero él habla antes.
- Yo… emm… perdona, no debí… - ¡Diablos! Quizá no he sido todo lo sutil que pensaba.
- ¿El qué? – me hago la despistada rezando a todos los Dioses para que no se dé cuenta. Suspira aliviado un segundo y sonríe.
- Bueno, acercarme tanto, ¿quién sabe lo que podrían pensar? – esta vez ha colado.
- Sí… los osos son muy cotillas, tendremos que tener cuidado - Me disculpo después por contarle mis penas y me dice que para eso están los amigos – Vaya, ¿somos amigos? Pensaba que me odiabas por ser mejor arquera que tú.
- Te dejaré un par de días más para que sigas soñando.


La tensión quedó atrás, en mi mente y posiblemente en su olvido. Los dos días siguientes que pasamos juntos nos reímos, competimos a enemigos derribados, hablamos de tonterías y de cosas serias, hasta que nuestros pasos nos llevan a Sundabar.
Un par de risas, una cerveza, un beso en la mejilla de despedida y lo único que queda de ese viaje es la puerta cerrada de la habitación de la posada y mi mente divagando por las semanas transcurridas.

Él es una elección mucho más lógica y acertada, es amable, extrovertido, me hace reír y disfruto con su compañía. Últimamente estoy descubriendo un lado de él que nunca hubiese imaginado, no parece tan incivilizado…

Pero por alguna razón siempre tiendo a equivocarme y elegir la opción más complicada…






..y quizá por eso ya no vuelva a escuchar mi nombre salir de sus labios…
InaBlackwood
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Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por InaBlackwood »

Hosties, logras que el lector sienta aversión por los malos (Edharae y sus sonrisas lascivas me provocan náuseas xD) y haces unas descripciones cojonudas (el asesinato de la pelirroja merece un premio Tolkien, si es que existe xDD)

Lo que mola es que la continúas en base a lo que ocurre en la marca, y eso hace que haya más ganas de leerla n_n
Eenna Blackwood

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Silvanus

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Silvanus »

Editados números ordinales erróneos by Silvanus
Torzai

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Torzai »

pues a mi Edharae me parece un pobre incomprendido xDDD muy chula, Alu. ^^
Keira84

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Keira84 »

Decimotercer acto

Esa fue una noche sin luna. La busqué por cada rincón pero ni uno solo de los árboles brillaba bajo su luz impoluta. El cielo ennegrecido por la oscuridad se cernía sobre mí y lo único que me rodeaba era el silencio. Nada, ni siquiera los animales o el rozar de las flores, se escuchaba aquella noche.

Caminé malhumorada buscando algo con lo que canalizar mi enfado. Las palabras de Relenar habían calado hondo, habían dolido y, sobretodo, habían despertado en mí sentimientos desagradables. ¿Quién se creía que era para decirme aquello? No tenía derecho, no después de tanto tiempo, no después de todo lo que habíamos hablado.

Me adentré en el paso de Argluna buscando el camino a Sundabar. Los gigantes sufrirían mi puntería.
En una de las habitaciones del Roble Dorado, sobre la mesilla, descansaba un sobre dirigido a Connor.

“Perdona por no estar cuando despiertes, necesito pensar”

Una fina flecha negra se movía con destreza y elegancia entre mis dedos, mareada seguramente de tanta vuelta. La conexión y el poder que emanaba de ella solo se debía al tiempo empleado en forjar el lazo entre arquero y flecha. Las palabras de Dharion resonaban en mi mente cada vez que la disparaba.
“Esta flecha es tuya y solo tuya. No la pierdas pues no habrá otra. No la uses innecesariamente pues no debes abusar de su poder. Todo lo que eres, todo lo que sientes, está impregnado en ella.
Ya no hay nada que pueda enseñarte más allá de esto. Ahora estas completa Aluriel, aprende y sigue el camino sola.”


A pesar del discurso, a pesar de romper nuestras ataduras, se que puedo acudir a él cuando lo estime oportuno, o cuando, simplemente, me apetezca disfrutar de un buen té y su compañía. Dharion ha sido un gran maestro, él me lo ha enseñado todo y nunca, jamás me ha dado la espalda.


En mi cabeza repiqueteaban tantos pensamientos que tuve que sujetármela para analizarlos con claridad. Demasiada era la locura que estaba viviendo en los últimos días. Demasiados los sentimientos enfrentados, demasiadas las sorpresas y sobresaltos.

Blackwood se había desvanecido, nadie sabía nada del montaraz desde hacía un par de dekhanas, ni una nota, ni un mensaje… nada. Seguramente, impulsado por su enfado, se habría alejado buscando alguna ruta nueva de mercancías… razón no le faltaba si ya no deseaba verme.

Göyth era otro desaparecido. Nuestro último encuentro fue en Argluna, varias lunas atrás. Mi corazón había vuelto a latir con fuerza al escucharle de nuevo pronunciar mi nombre, quizá aquella conversación había quedado olvidada o apartada… seguramente lo mejor para ambos. El elfo pelirrojo había recorrido conmigo el Paso que ahora mismo cruzaba sola, hablando de trivialidades, analizando una vez más mis aptitudes, para terminar diciéndome que nada había más para enseñarme de aquello que le había pedido. Fue increíble verle mirarme con aquel toque de respeto. Quizá las cosas entre nosotros podían ir a mejor, después de todo.


El tercer estoque atado en mi cintura brilló un segundo sin ninguna explicación. Lo miré extrañada y confundida. Era mucho el misterio que giraba torno a él e ignoraba si alguna vez lo desentrañaría al completo. Rael y yo habíamos viajado al pasado por su culpa, el condenado de Astarte me había confesado que era él quien me lo había dado, y ahora no tenía ni idea de qué hacer a continuación. Quizá viajar a Bosque Alto fuese buena idea…

En ese instante deseé el consejo del veterano guardián… él seguro sabría qué hacer, aunque seguramente me lo haría descubrir a mí con alguno de sus acertijos bélicos.

Caminé bastante rato sin interrupción alguna, y solo después de media hora inmersa en mis pensamientos me percaté de que estaba sola. Completamente sola. Ni un solo gigante, ni un elemental… nada… El silencio me golpeó con fuerza y por alguna razón, por algo que no pude entender, tuve miedo.

Mi cuerpo se paralizó, lo sentí anclarse en el suelo. Mis piernas no reaccionaron y mis manos se quedaron entumecidas rozando las empuñaduras de los estoques, sin sentirlos. Un susurro llegó a mis oídos acompañado de una oscuridad absoluta, que me envolvió y me sacudió con fuerza lanzándome varios metros atrás.

Me incorporé sobresaltada y busqué mi arco sin encontrarlo. Mis estoques seguían atados en la cintura, tintineando ante el movimiento, y la oscura flecha seguía entre mis dedos, palpitando con fuerza como si de mi alma se tratase.
Agudicé la vista y observé varias figuras. ¿Licántropos de nuevo? No lo creí posible. ¿Aquella a la que llamaban “Dama Oscura”? No veía el motivo por el que viniera a por mí. Entonces… ¿qué era?

Las figuras se hicieron perceptibles, salieron de la oscuridad y se dejaron ver. Se miraron un segundo observándome desarmada y sonrieron siniestros. No hizo falta demasiado para ver el destello de la insignia de sus capas. La sangre hirvió en mi interior y les devolví la misma sonrisa.

Sharitas…

Los dos desenvainaron. Uno de ellos una alabarda inmensa y el otro dos kukris que brillaron en la oscuridad. Me miraron sedientos de sangre y yo supe que debería esforzarme como nunca lo había hecho. Retrasé mis manos guardando la flecha en el carcaj y desenvainé ambos estoques, dejando el extraño regalo de Damián colgado del cinto.

No hicieron falta las palabras, ellos venían explícitamente a por mí y yo no necesitaba otra excusa que su insignia para devolverles los golpes.
Mi destreza con las armas gemelas había mejorado, pero no eran mi especialidad, sin embargo ellos eran diestros con las suyas y por ellos cortaron mi carne más de una vez.

Por aquellos pasillos de piedra, donde el silencio reinaba, solo se escuchaban nuestras armas golpearse y los gemidos momentáneos que alguno de los tres exclamaba.
Conseguí desprender un kukri de la mano de su dueño y golpear con fuerza, con la empuñadura de mi estoque, el rostro del otro atacante.
La alabarda cayó con todo su peso sobre mi espalda haciendo un corte profundo, ahogué el grito en mis labios y rodé por el suelo hasta alejarme de ellos, sangrando sin casi fuerzas.
No dieron tregua alguna, se fundieron en las sombras y tan solo mis sentidos me salvaron de la muerte, me aparté justo en el instante en que ambos se abalanzaban sobre mí, quizá de una forma demasiado estúpida, pues el kukri que aún era empuñado se incrustó en el estómago del compañero, ante sus ojos sorprendidos y enfadados.

Yo reí, no sé muy bien por qué.

El dueño de la alabarda golpeó con fuerza a su compañero lanzándolo varios metros lejos de él, se arrancó el kukri arrojándolo junto a su dueño y se acercó decidido hacia mí, atacándome sin descanso. Yo apenas esquivaba alguno de sus ataques, pero siempre me devolvía y él no parecía muy interesado en esquivar mis armas. Las fuerzas se mellaban a cada segundo, su sangre y la mía manchaban el suelo a nuestro alrededor y su mirada enloquecida me atravesaba con más fiereza que cualquier bestia salvaje.

Un golpe seco en las rodillas con el astil del arma me hizo caer; una patada en la cara me tumbó en el suelo; y solo hubo un único pensamiento.

Hoy aún me sorprendo de que así fuera. No comprendo por qué lo deseé con tanta fuerza, ni por qué, entre todos los que conozco, su nombre surgió de mis labios. Ahora solo recuerdo su voz melodiosa susurrando entre los árboles que un día le buscaría… y temo que, después de todo, tuviera razón.

- Edharae…

Quizá mi agresor quedó tan sorprendido como yo, pues su golpe de gracia quedó extinto y lo único que reflejaron sus ojos fue el miedo. Más temor del que había sentido yo cuando aquella nube me envolvía. Más temor que el día que me dieron la noticia del fallecimiento de padre Ethan. Más temor que la noche que me degollaron…

Dio un paso atrás, vacilando, mirándome preocupado. Desvió la mirada a su compañero, que había recuperado sus armas y se acercaba a mí confuso. Me arrastré como buenamente pude, de una forma demasiado humillante cómo para recordarla. Les miré y supe que estaba allí.

Mi piel se erizó, mi corazón se detuvo un segundo y frente a mí, como si las mismas sombras moldeasen su figura, comenzó a aparecer, esbelto, corpulento, frío… despiadado.

Cerré los ojos… se había acabado. Con el sacerdote allí no importaba cuantos golpes más pudiese dar. Después de todo, después de tantas luchas, tantos insultos, tanta rivalidad…



Al final, Edharae había ganado...
Última edición por Keira84 el Dom Jul 11, 2010 2:57 pm, editado 1 vez en total.
Zborze
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Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música

Mensaje por Zborze »

Clap, clap, clap. Me quito el sombrero, aunque no tenga.

Muy bien, sí señor. La saga continua.

:wink:
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Si no puedes remediarlo, por lo menos ¡FLIPALO!
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