Keila con unos pocos meses de vida fue llevaba a una casa en Puerto Calim, donde se acogían niñas. La estancia no era gratuita, había que pagar una suma por dejar a las pequeñas allí, algunas permanecían unos meses, otras unos años, y había otros cosas como el de Keila, en el que nunca pasaron a recogerlas.
En ese lugar se instruía a las niñas dándoles una buena educación y promocionando las actitudes de cada una. En el caso de la semielfa, desde bien pequeña se vió claro que su camino era la música. Había allí varias profesoras que impartían las diferentes materias, pero había una en especial que influyó más que ninguna otra en la infancia de Keila, una elfa llamada Aziza. Ella la instruyó en la música y en el baile, y le enseñó a hablar élfico, ya que decía que por su descendencia debía conocer dicho idioma, y lo más importante le inculcó el culto a Oghma. Keila la veía más como una madre que cómo a una simple profesora, velaba por ella y le daba los mejores consejos conforme iba creciendo.
La semielfa era feliz, tenía muchas amigas, y cada día aprendía más y más cosas. A Keila nunca le importó que nadie fuese a por ella, supo con el tiempo, que debían de haber dado un buen dinero cuando fue entregada allí, pues de otro modo la directora del lugar se habría deshecho de ella, como había hecho ya con algunas otras cuando llegaban a cierta edad. Una vez que se agotaba el dinero y dependiendo de las cualidades de las jovencitas, la directora las “colocaba” en diferentes lugares, según fuera la oferta mejor. Las que tenían talento artístico, como ocurría con Keila, en el mejor de los casos acababan en algún harem y en el peor en algún burdel. Era algo que la mayoría sabía que podía pasar en el momento que se agotase el dinero y no tuvieran edad suficiente para buscarse otro porvenir.
Keila soñaba con ser de mayor como Aziza, una gran trovadora que atraía la atención de todos cuando contaba alguna historia. La soñadora semielfa pensaba que si se esforzaba en aprender podría llegar a viajar al Norte para vivir historias como las que contaba su querida maestra. Siempre le llamó la atención el Norte, tenía que ser tan diferente a Calimshán que estaba deseando poder viajar y conocerlo.
Y la niña soñadora creció y el día que no esperaba llegó. Aziza le dijo que se reuniera con ella en la sala donde tenían guardados los instrumentos para enseñarle un arpa de oro que sólo tocaban en ocasiones especiales. Y allí acudió Keila con una sonrisa de oreja a oreja, sonrisa que se volvió lamento al escuchar las palabras de la elfa. Se habían fijado en ella en una de las actuaciones que hacían las chicas de esa casa, y la directora la iba a vender. Aziza no quería ese futuro para su pequeña semielfa y le dio un atillo con una muda, algo de comida y unas monedas para que se fuera de allí de inmediato. A penas le dio tiempo a Keila de abrazar a su querida maestra cuando ésta había salido de la sala y avanzaba por el pasillo sin mirar atrás. La semielfa se secó las lágrimas y partió de allí hacia el puerto, a penas era una chiquilla.
El dinero fue suficiente para llegar a Amm en una embarcación. Era un barco mercante, pero si pagabas cierta cantidad, sin hacer preguntas te dejaban embarcar. Había varias personas allí, quizás algunos estaban huyendo como ella, otros tal vez sólo querían viajar, no lo sabía, el caso es que hizo amistad con algunos de ellos, sobretodo con un mediano que hacia reir mucho a Keila. Ambos permanecieron juntos al llegar al puerto de Athkatla, la capital de Amm, la Ciudad de la Moneda.
El mediano tenía grandes aspiraciones decía que iba a ser muy rico y que llevaría ropas tan elegantes como los nobles. La verdad es que en esa ciudad había de todo, grandes riquezas y grandes miserias y debías tener cuidado de por donde andabas. En Amm pasó cierto tiempo junto a su amigo el mediano, aprendió muchas cosas, iba a menudo a un templo de Oghma donde devoraba los libros con afán y ayudaba a los oghmitas en lo que podía, también conoció el amor, pero ella quería seguir viajando más al Norte y llegar a conocer la Marca Argéntea. Y así lo hizo, se despidió de su más fiel amigo, el mediano que la acompañó siempre mientras estuvo en ese país, y el que finalmente llegó a tener mucho dinero siendo comerciante según decía. Keila no sabía muy bien como había conseguido amansar tal cantidad de oro, pero no le importaba pues su amigo había conseguido cumplir sus sueños y ahora era el turno de ella.
Rumbo al Norte pudo viajar con el dinero que su querido amigo le había dado, sabía que si le iba mal, tenía un lugar al que volver pues así se lo había dicho el mediano. Y de este modo Keila llegó a la Villa de Nevesmortas, con poco oro en el bolsillo pero llena de sueños, esperanzas e ilusiones.
Keila
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Re: Keila
Veremos si sus sueños se vuelven realidad o se convierten en pesadillas... Comentaba el humano al cerrar la puerta de su morada. Calimport... Apostilló.
Buen ralato y suerte con el pj.
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