Tengo una larga melena,
soy fuerte y muy veloz.
Abro una boca muy grande
y doy miedo con mi voz.
De tirano me dibujan
los más bravos acusadores,
nada más lejos de la realidad;
siempre pago los favores,
aquellos que me benefician
y los que me causan dolores.
¿Qué me diríais si os hablara de un lugar donde el color blanco es en realidad el color gris? Sí, donde las luces creen que pueden alumbrar todo lo que en los muros entra, y aquellos lugar donde no llegan, simplemente saber lo que ocurre. ¿Qué opinaríais de un lugar donde reside el mal más temible de todos, aquel que vive a la sombra de grandes personalidades y que no sólo sobreviven, sino que pueden sacar provecho de ello? ¿Existe un lugar así? Os preguntaréis.
Damas y caballeros, bienvenidos a Argluna, La Gema del Norte.
La boda de Lord Finian y Lady Agalariel era próxima, y la ciudad a cada momento se mostraba más saturada; desde La Costa de la Espada hasta las cálidas tierras de Amn aparecían cantidad de caravanas que transportaban tanto invitados como ostentosos presentes. y la ocasión no merecía menos, pues aquellos que contraían matrimonio no eran personajes cualesquiera. Lord Finian era uno de los mayores terratenientes de la ciudad, quien había heredado por parte de ambos padres una gran cantidad de tierras que mantenía arrendadas y, sin mover un dedo, adquiría jugosos beneficios; por otro lado Lady Agalariel era hija de un comerciante nacido en Argluna que viajaba constantemente por todo el Norte haciendo adquisiciones a gran escala que después distribuía en todas las tierras que él pisaba. Como resultado de ello, el nuevo matrimonio se postulaba como uno de los más poderosos de la ciudad, y digno de habladuría en toda La Marca Argéntea. Los hijos de ambos serían gente con mucha suerte.
Pero lejos de querer inmiscuirnos en esos asuntos, los Caballeros de Plata ejercían un trabajao importante aquellos días, pues las patrullas se doblaban y los turnos se alargaban, mientras que las vigías de las caravanas que a todas horas pedían cobijo en la ciudad se hacían interminables. No obstante, no todos los caballeros de los aproximadamente setencientos que contaban se lo tomaban como un exceso de trabajo y cansancio. Diamharyen había recibido con mucha sorpresa y alegría que un viejo amigo suyo había acudido a Arlguna para el evento. Rimium Geirnam era un guardia proveniente de la localidad de Eternlund a quien Diamharyen había conocido años atrás a causa de una visita, y con quien había establecido una relación de amistad que, a pesar de no haberse visto desde entonces, aún perduraba. Al parecer, Rimium tenía cierto parentesco lejano con Lady Agalariel, y por ello había quedado invitado a la ceremonia.
Rimium se había quedado viudo hacía varios años, aunque como fruto de su antiguo matrimonio aún perduraba su hija, Sindria, con quien había acudido a Argluna. Por cortesía del futuro matrimonio, ambos tenían pagada una habitación en una posada durante todo el tiempo que necesitasen estar, pero Diamharyen se ofreció a hospedarlos en su hogar, y ellos aceptaron. Todos los hogares de los Caballeros de Plata eran similares, con tres habitaciones escuetas, una cámara común y otra dedicada a la cocina, y dependiendo de su ubicación, podían o no poseer una pequeña cuadra. Aún así, ser Caballero de Plata era valorado en exceso, y no sólo por el cargo que representaba en una ciudad como Argluna, sino porque la gente era consciente de que aquellos que pertenecían a ese cuerpo estaban obligados a mantener una imagen que requería de ellos grandes cantidades de presión.
No obstante, el León estaba jubiloso por aquella eventualidad. Diamharyen era llamado así por herencia, ya que desde que recordaban todos tanto su padre como su abuelo y anteriores poseían una melena castaña y salvaje, y les nacía una barba que les asemejaba con el felino en cuestión. Rimium tenía el pelo negro y corto, y su cara redonda destacaba a causa de su ligero sobrepeso. Su hija Sindria, sin embargo, era alta y rubia, y su cuerpo era esbelto y cuidado.
Llegaron al hogar a la hora del almuerzo con las posesiones que habían traído, las cuales denotaban que su estancia se alargaría durante varios días, dado que seguramente querrían aprovechar para adquirir ciertas cosas que en Eterlund no se pudiesen encontrar. Se sentaron los tres en la mesa seguidos de Arharyen, el hijo único de el León. Ambos guardaban un parecido notable en rasgos, obviando la melena castaña y la barba que daba el apodo a su familia. Mientras la mujer de Diamharyen comenzaba a llenar la mesa de comida y bebida, el rumor de la conversación se hizo patente.
- Has sido muy amable al acogernos en tu casa.- dijo Rimium agradecido.- Yo no tengo ningún problema en vivir en una habitación de posada, pero Sindria es más reticente con ese asunto.
- Es comprensible.- respondió Diamharyen con una sonrisa amable.- Las mujeres jóvenes necesitan algo más hogareño si no es extremadamente ostentoso.
Ambos carcajearon ante la mirada de Sindria, quien no debía de estar pensando nada bueno sobre ellos en aquel instante.
- Y dime, León, ¿cómo van las cosas entre los Caballeros de Plata?- preguntó Rimium cambiando a un tono mucho más interesado.
- Si me disculpáis, padre, y caballero Diamharyen.- irrumpió al instante Sindria mientras se alzó.- Dada nuestra estancia en la Gema del Norte, me gustaría pasear por sus calles y contemplar sus rarezas.
- Como desees, hija.- resolvió su padre con rapidez.
- Arharyen, ¿por qué no vas con ella?- dijo el León a su hijo.- Sería descortés dejar que pasease por las calles ella sóla.
- Sí, padre.- respondió el joven con sumisión, aunque sin mucha conformidad, dado su interés sobre el tema de la guardia, ya que se había criado entre esas conversaciones en las que se hablaba de anécdotas sobre redadas en los bajos fondos y reuniones en pos de mejorar la seguridad.
Ambos salieron del hogar, donde comenzó a soplar una brisa norteña que no tuvieron en cuenta.
- ¿Qué hay realmente de interesante en esta ciudad?- dijo Sindria con un tono insolente que sorprendió a Arharyen.
- Sobre todo las mercancías de los mercaderes, aunque los jardines de Alústriel y la Universidad son dignos de ver, o eso dicen nuestros visitantes.
- ¿Entonces me guiaréis através de este adoquinado tan bello y cuidado?- tomó el brazo del hombre con una confianza desconcertante.- Mi padre me dijo que la consigna de vuestra familia es que siempre pagáis los favores. Yo también los pago.- le guiñó un ojo, y con suavidad tiró de él, alzando la vista y sonriendo ampliamente. Algo nada bueno estaba planeando esa fría mente.
El rugido del león herido.
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El rugido del león herido.
Última edición por Cyrohn el Mar Nov 16, 2010 9:54 am, editado 2 veces en total.