Espero que os guste y os animéis a rolear por la antípoda oscura

Un saludo!!
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La tenue luz de la estancia bañaba su rostro así como los objetos que yacían a su alrededor.
A medida que metía sus cosas en el petate, la drow recordaba con odio las humillaciones sufridas a manos de sus hermanas, especialmente por parte de Nyxillia, la segunda de ellas.
Su madre era un ser distante, frío y poderoso. Como toda hembra drow que se preciase, había formado una familia y amasado poder para ascender en la escala social de la ciudad, pero también se había ganado enemigos, quienes intentarían destruirla para quedarse con su posición, esclavos y riquezas.
En el proceso, La Matrona de la Quellar había despachado a un par de varones, pues eran prescindibles como tales que eran. Servían durante un tiempo, la fecundaban y después eran reemplazados, así sin más.
De su padre, Tharaxea no sabía apenas. Tampoco le importaba, pues todo aquello que fuera importante, como el poder, era cosa de mujeres. Tanto si estaba muerto, como si estaba lejos, no le importaba. Su padre, el Mago de la Casa, mantenía con su misma ignorancia la situación.
La vida podía ser estupenda. Formaba parte de la Raza Superior: los Drow. Destinados a gobernar con mano de hierro sobre el resto de criaturas, quienes eran meras formas de vida patéticas cuanto menos. Ninguna merecía respeto ni consideración. Ni los esclavos de la casa. Todo era usado hasta que dejaba de ser útil, incluso los varones, incluso los drow…
Los fuertes ordenan, los débiles obedecen. Ese es el orden de las cosas y aunque Tharaxea lo había vivido desde el día en que nació, empezaba a hartarse. Sus dos hermanas mayores la trataban como querían y Tharaxea consideraba que no era inferior a ellas, por lo que los conflictos no tardaron en aparecer.
La mayor de sus hermanas era una hembra drow de rasgos hermosos, apenas se la oía hablar y menos aún levantar la voz, pero era una criatura fría, despiadada y traicionera. Conocidos eran sus sacrificios a Lloth. Buscaba varones “débiles” como ella solía llamarlos y los entregaba a la oscura diosa de su raza. Si pasaban la Prueba, era una Sacerdotisa quien decidía qué hacer con el varón; si no lo conseguía, ella se deleitaba con el tormento del pobre infeliz, sabiendo además, que había sido ella quien lo había atraído hacia su sufrimiento, como una araña que atrapa a su víctima en su tela y goza viéndole debatirse inútilmente.
De esta forma, Sharkuor, primogénita de la Quellar, hacía méritos para iniciarse en el Templo y ganar “votos” a favor para la posteridad. Así le pedían que hiciera las Sacerdotisas y ella les demostraba su oscura fe.
La siguiente en la escala familiar, Nyxillia, demandaba toda la atención posible y despreciaba a sus dos hermanas. Quería ser la Matrona a cualquier precio. Las mentiras eran su mejor arma y tejía enrevesadas trampas para su satisfacción. Sus juegos arteros eran muy valorados por su madre, quien a menudo se veía obligada a “atarla en corto”.
Era ella quien deseaba más que nadie ver a Tharaxea sumida en la vergüenza, el dolor y la muerte, aunque esto último no podía decirlo abiertamente ante su madre.
Un inocente juego de niños, pues Tharaxea era sólo 3 años menor que Nyxillia y 15 menor que Sharkuor, había causado una herida en el rostro de Nyxillia. Pese a que los drow, como cualquier elfo, sanaban las heridas sin dejar cicatriz, para la hermana mayor fue una afrenta y puesto que la pequeña Tharaxea era una niña revoltosa, indisciplinada y con un afán destructivo superior al suyo, merecía un castigo ejemplar. No importaba que hubiera sucedido en su infancia, el rencor devoraba a la drow por dentro.
¿Y qué mejor castigo que una tortura? Pensó Nyxillia. Por lo que tranquilamente estuvo vigilando y observando a la pequeña durante años, buscando sus puntos débiles, cualquier apego a alguien o algo. Colocando las fichas del dominó que algún día haría caer para desgracia de su hermana menor.
La llave del puzzle era el padre de Tharaxea y Mago de la Casa: Vraer-dross. La Matrona había mantenido en secreto la paternidad de Tharaxea, pues era una forma de protegerlo a él, un valioso siervo, como decía a menudo la Matrona, y un excelente amante, algo que no revelaba a nadie.
Era Vraer-dross quien había visto a la niña chamuscar sus deditos al lanzar un conjuro involuntariamente y quien en secreto le había dicho lo que sucedía. Era una innata, y eso estaba mal visto. Debía guardarlo en secreto, era “su secretito”. Padre e hija, sin saber ninguno de su relación con el otro, habían profundizado en los conceptos básicos de la magia.
Para el drow era peligroso alimentar las ilusiones de la innata, quien acabaría indefectiblemente como un paria entre los suyos, como una vulgar ramera de posada o tal vez muerta. Para ella, el drow era una herramienta para alcanzar conocimiento y sobretodo, poder.
La Matrona, que sabía todo lo que sucedía, mantenía su silencio, aguardando para jugar sus cartas como mejor le conviniese. Siempre guardaba un “as” bajo manga y una mentira o dos para enredar la situación.
Cuando Nyxillia supo de las habilidades de Tharaxea, ya tenía lo que necesitaba. Una razón para destruir a su hermana. El único inconveniente para la Matrona sería meter a su Mago en la pequeña rencilla entre hermanas y en el peor de los casos, que se supiera de su relación con el arcano, pues su actual consorte no tenía buena relación con él y esto complicaría las cosas demasiado.
Todo esto podría debilitar su posición y ser una invitación a sus enemigos… no podía permitir que el asunto se le fuera de las manos, por lo que mandó llamar a Tharaxea y tras un juicio amañado con un par de testigos, ordenó a la menor abandonar la Quellar, renunciar al apellido, a todos sus derechos y marcharse desterrada a otra ciudad, pues había traído la vergüenza a la familia.
Nyxillia estaba fuera de la ciudad y cuando volviera, se alegraría de haber eliminado del mapa a su hermanita y más aún sin haber tenido que decir nada, pero sabía el origen familiar de ésta y jugaría sus cartas para derrocar algún día a su madre. Su madre tendría bien vigilada a su vil hija, al tiempo que mantenía a su primogénita ocupada, pues dos rivales era algo que no le divertía en exceso.
Si Nyxallia decidía concentrarse en seguir con sus ardides en la Quellar o perseguir a su hermana era algo que no se sabía. Tal vez mandaría a algún asesino a hacer el trabajo mientras ella preparaba una futura ascensión en el poder.
Mientras tanto, Vraer-dross tenía la sensación de que la recién desterrada era su hija, cosa que no podía revelar libremente y que sólo sabía con certeza la Matrona. Tal vez podía sacar provecho de ello, pero con mucha cautela, pues un varón no podía jugar de tú a tú con las despiadadas hembras. Sus enemigos podría usar esto en su contra…
A todo esto, la primogénita, Sharkuor avanzaba imparable en el Templo de Lloth y ya formaba parte del 4º círculo al tiempo que secretamente, organizaba a los esclavos y daba información a una casa rival para derrocar a su madre, en una estratagema a dos bandas que era peligrosa pero le acarrearía poder político y no sólo religioso.
La actual pareja de la Matrona sabía que su tiempo era limitado y secretamente tenía un acuerdo con una casa mercante para sacar tajada cuando todo se fuera a pique, pues sólo era cuestión de tiempo en esa Quellar, como en la sociedad drow, que estallase el conflicto. Sólo necesitaba estar en el lugar ideal en el momento preciso con los aliados necesarios.
Los enemigos de la Casa, no obstante y pese a no conocer con exactitud la complejidad de esta tela de araña tejida entre varios miembros de la misma, esperaban como siempre al menor signo de flaqueza para atacar. Pues si hay algo que nunca les sobraba, era poder.
Ajena a todas estas insidias, Tharaxea terminó su petate y salió escoltada de la Casa por cuatro guardias. Tomó la gruta con rumbo a Bel’aragh y girándose un momento, se juró a sí misma volver para vengarse de todos los que la habían traicionado, incluyendo a su hermana, quien posiblemente estaba detrás de todo esto. Tomaría el poder que le correspondía, pues su “don” era un regalo de Lloth y ella no merecía el trato de la chusma, sino los honores de una Matrona.
Con sus ojos rojos brillando de furia y rencor, se alejó de la urbe con un sólo pensamiento: venganza…