El pelirrojo vagaba perdido por las cercanías de la villa hacia el ya tan recorrido bosque en busca de esa gota de paz que nunca termina de llegar, hasta que un rostro familiar se cruzo en su camino.
La elfa, siempre joven, lo observaba con esos ojos, una mirada curiosa y picara que no podía esconder lo aprendido en todos sus años de vida.
El muchacho freno en seco y media sonrisa se dibujo involuntariamente en su rostro.
-Creo que a ti te conozco, joyero- dijo la mujer con un tono juguetón.
-Neh, yo no tengo esa suerte, las chicas hermosas pasan de mi- respondió rápidamente, sin perder la oportunidad.
Ambos sonrieron a su acostumbrado intercambio de saludos hasta que el pícaro arremetió raudo.
-Llévame a dar un paseo por el bosque, tengo que despejarme un poco- dijo soltando un suspiro que parecía tener años esperando salir.
-Bien, pero debes prometerme que no molestaras a las manadas ni a los animales salvajes- recito entre unas risas traviesas.
-¡Tsk, tu siempre quitándome toda la diversión!- respondió en un tono burlón, la elfa siempre se las arreglaba para robarle una sonrisa.
Y en silencio marcharon, el peligroso bosque parecía un patio de juegos acompañado por la druida, aunque algo mas ocupaba la cabeza de Alud, algo que lo atormentaba hace ya bastante tiempo, otro suspiro rompió el silencio y encomendándose a los dioses lo dejo caer.
-Ar… Aranel- un hilo de duda se dibujaba en su voz- Ayúdame a recuperar la memoria.
-Claro, ¿es tuya verdad? Te mereces recuperarla si es lo que quieres –dijo tan tranquila que un escalofrío recorrió la columna del ingenuo pícaro –Pero, imagino que lo sabes, luego de recuperarla no hay vuelta atrás.
El asentimiento a la ultima afirmación fue tan leve que no se distinguía, así de fácil había escarbado la doncella en los miedos mas profundos del vagabundo dejándolos a flor de piel.
-Co… Conozco todas las consecuencias, estoy preparado, lo decidí hace mucho.
El temor se hacia mas claro a cada tartamudeo, diciendo una cosa y expresando otra, su cuerpo paralizado por la falta de costumbre, la sinceridad cual herida que no paraba de sangrar.
-¡Hey cachorro! No estés tan tenso o será mas difícil, ven, vamos al refugio.
Tan jovial y vivaras como siempre emprendió una marcha tranquila hacia el norte, no parecía mostrar ni un ápice preocupación- ¿Dime, que recuerdas de tu pasado jovencito?
Un tercer suspiro se escapo de los labios secos del joven joyero, llevándose con el todo el horror acumulado, lo peor había pasado, ¿que mas quedaba que una conversación entre amigos? Tomándose unos minutos para poner la mente en blanco, sus pasos se dirigieron sumisos tras los de la joven elfa, e instintivamente recito la historia que ya había repasado tantas veces antaño.
–Mi padre er… es un asesino de poca monta, un hombre sin escrúpulos que logro reunir a otros como el, formando así una pequeña cofradía –caminando con los ojos cerrados, se dejaba llevar por el ruido de las pisadas de Aranel- un grupo de personas que se encargan de hacer estragos en los barrios bajos de Calimport, Althor Kcohs es su nombre, las monedas su medio, el poder su fin… y haría cualquier cosa para lograr su fin, robos, extorsiones y asesinatos, un día mas en nuestra vida, la mía y la de mi hermana, el tipo nos entreno desde nuestro nacimiento, quería que siguiéramos con el negocio familiar siendo los mejores en ello.
Una leve pausa, necesitaba una bocanada de aire, ese nudo en su pecho, el mismo que entorpecía las palabras, no se deshacía.
-Pero ya sabes, no siempre las cosas salen como uno quiere, y yo me revele, a eso de los diecisiete años me escape de la casa de papi, por lo que pude averiguar, el me mando a hacer una misión que no me gusto nada.
Caminaron unos cuantos minutos más en silencio, ¿o fueron horas? El tiempo no tenía medida en la mente atormentada del hombre.
El silencio reconfortaba, pero no podía durar para siempre, fue ella quien lo rompió.
-Me imagino que no me harás preguntarte “¿Qué misión?” ¿Verdad?
Para la elfa era un juego, o eso quería hacer creer, el tintinear de unas llaves, ¿Cómo no reconocer ese sonido? El chirrido de una oxidada cerradura, el estruendo de una pesada puerta de madera al abrirse. El refugio de druidas y exploradores en todo su rustico esplendor.
Fue una mesa tallada en piedra la elegida para el “ritual”.
–Siéntate, concéntrate y cierra los ojos, contestaras a todo lo que yo te pregunte sin chistar, me harás caso en todo lo que yo te diga y, por favor, no tengas miedo.
¿Cómo lo hacia? ¿Como pasaba de ser una hermana a ser una madre? ¿como su tono tan gentil se convirtió en uno tan firme de un segundo para el otro? Quizás algún día lo sabría, pero no era el tiempo de pensar en eso, el nudo del pecho ahora pesaba más que nunca, era el momento que tanto se atraso, que tanto se quiso atrasar, era tiempo de volver a despertar. Ni siquiera escucho las palabras de la elfa en ese antiguo idioma que hacia acordar a un canto, la mente de Alud estaba en blanco.
-Cuéntame de tu madre.
-Ella murió cuando nosotros nacimos.
-Bien, entonces cuéntame de tu hermana.
-Vino hasta aquí para avisarme que las ratas de dos patas que siguen a papi están acercándose a Nevesmortas, no puede ser tan mala, o quizás me quiere demasiado.
Un nuevo suspiro, pero por primera vez en el día no fue el quien lo profirió.
–Alud, no quiero los recuerdos de los demás, quiero los tuyos, déjame de contarme la historia que te contaron y comienza a reescribir la tuya propia.
-Neela, ella es mi hermana.
El muchacho entendió al instante lo que Aranel pretendía, encontrar una brecha, el eslabón más débil de la cadena, un lugar donde comenzar a escarbar.
– Pero no puedo recordar como nos criamos, nuestros juegos de niños, nuestra infancia…
La voz pesaba, cada palabra luchaba por salir como si fuera la ultima, el esfuerzo era verdadero, pero inútil.
Cualquiera notaria el cambio brusco de la elfa, cualquiera menos el que en ese momento estaba sentando en la incomoda silla de piedra, una cachetada inesperada marco la piel casi albina del sureño.
–Cuéntame de Calimport, de los barrios bajos, de donde te criaste, de los hombres de tu padre, de tu entrenamiento- su voz paso de la seriedad a la agresión – ¡Concéntrate! Recuerda el color del cielo, el olor a pescado podrido, la voz de los marineros, recuerda con todos tus sentidos, quiero el rostro de tu padre Alud, ¡el hombre que tanto miedo te mete, el hombre que aun juega con tu vida, el hombre que se interpone entre tu y tu felicidad! Recuerda su cara, sus arrugas, sus gestos, sus sonrisas, quiero tus recuerdos muchacho y más te vale que me des lo que te pido.
Las gotas de sudor se hacían notar, no estaba acostumbrado a la presión, no a este tipo de presión, y aun así, sus labios estaban mudos.
-¡Reacciona estupido! ¡No me mires así, di algo, te obligare a responderme lo que te pregunto! ¡Así tenga que sacártelo con tus ultimas palabras!
Nunca supo de donde lo saco, un cuchillo tallado en marfil ahora rodeaba el cuello de un Alud ahogado en miedo, el estigma en su pecho cada vez se hacia notar mas. Al fin reacciono, un fuerte puñetazo a la mesa de piedra.
- ¡No puedo recordarlo!
La sangre que corría de su mano ahora abierta inundo en segundos los huecos de la mesa.
-Pues entonces, adiós cachorro.
De nuevo ese cambio de tono, la agresividad se esfumo en segundos, solo quedaba la tristeza mas pura, la tristeza de una madre al perder a su hijo, la de un hermano al perder a su igual, la tristeza que siente un alumno al perder a su maestro, un hilo de color carmesí brotaba de su cuello a medida que la druida apretaba el cuchillo contra su garganta.
-Shad- se limito a decir el pelirrojo, la imagen se congelo por horas, o al menos así lo creía el, todo volvía, cada uno de sus recuerdos revivían desde el fondo de su pecho, todos a la vez a medida que el nudo desaparecía.
–Mi padre me mando a matar a Shad. . . el tipo que me enseño todo lo que se, al que le debo todo lo que soy, a mi maestro, a mi hermano, a mi amigo… Era un traidor, un doble agente, trabajaba para los guardias de Calimport, vendía información. Me negué a acabar con el, cuando te niegas a la orden del jefe, tu cabeza es la mas valiosa… Escape de Calimport hacia el norte, Calimshan, Tethyr, Amn, La costa del Dragon, Cormyr, estuve en todo esos lugares, pero no me sentí seguro en ninguno. Hasta que llegue a la marca… un ataque por la espalda, nunca me entere de quien fue, ni como me salve… Solo recuerdo despertar en la Atalaya, con una gran herida en mi hombro.
Cualquiera hubiera jurado que el muchacho envejeció diez años de golpe, sus arrugas se marcaron, sus ojeras afloraron en segundos, su rostro se volvió aun más pálido si cabía, esas fueron sus últimas palabras antes de caer desmayado.
Despertar
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Re: Despertar
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Re: Despertar
// Así que Aranel es de las que tiene mal genio si hace falta... hum hum hum...
buen relato!


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Re: Despertar
hola, soy un caradura y ahora que hay concurso de historias le doy un UP a la mia, bueno chau!
(acepto criticas constructivas y destructivas, y yo tambien voy a votar, no se preocupen que todavia me queda un minimo de decencia para no votar por mi mismo)
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Re: Despertar
¿Y la continuación?¿No hay más? Pues yo me he quedado con ganas de leer más 

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Re: Despertar
*revisa sus votos*seba172 escribió:hola, soy un caradura y ahora que hay concurso de historias le doy un UP a la mia, bueno chau!
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Re: Despertar
*lee como maltratan a Alud*
Quiero buscar a Aranel y decirle que soy su fan numero uno.
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