
Lobos de Mar
Vargas lo dijo antes, pero Dann ya los había visto.
- Lobos.
- Y parecen hambrientos – contestó-. Vamos a intentar rodearlos.
El camino a Sundabar había resultado sencillo hasta el momento, pero una manada de lobos era arriesgarse demasiado.
- Esto es arriesgarse demasiado.
El chico estaba de pie en la cubierta del barco, mirando fijamente a su capitán. El navío luskanita era capaz de abordar barcos poco preparados, pero este barco mercante estaba obviamente protegida por mercenarios. El capitán sonrió socarronamente.
- ¿Que pasa, negrito? ¿Te has dejado las agallas en tierra? Si quieres cuando abordamos escondete y llora como una niña. Pero luego no reclames tu parte del botín.
Una carcajada colectiva sonó en el barco y Dann se sintió humillado. Apretando los dientes miró el barco que se preparaban para abordar y supo que no tenían ninguna posibilidad.
No tenían ninguna posibilidad. Uno de los lobos les había seguido el rastro y toda la manada estaba atacándoles, hambrientos, desesperados. Vargas se batía como un demonio con su ropera al lado mientras él había renunciado a su espada corta y paraba las acometidas con el escudo. Un lobo le clavó sus dientes como agujas en la pantorrilla y calló con un grito al suelo. Lo último que sintió fue un fuerte pinchazo en la yugular y como ya con las armas en el suelo, intentaba sin éxito tapar la herida con sus manos.
Intentó sin éxito tapar la herida con sus manos mientras el clérigo atendía al resto de heridos de la barca. El abordaje fue una locura y apenas una docena de la tripulación habían conseguido escapar. Entonces supo que esa vida no era para él. Odiaba Luskan. Odiaba el barco. Odiaba estar siempre a las ordenes de un capitán más preocupado en su gloria que en sus hombres. Odiaba las tormentas, la piratería, todo lo que su odiado padre había querido que fuese. Desde entonces, seguiría con su propia vida.
A pesar de todo, seguía con vida. El clérigo de Lathander le explicó como Vargas había traído su cuerpo desangrado y había pedido la resurrección. Dann volvió a la vida después de un largo proceso y aún tuvo que estar mucho tiempo convaleciente. Se despidió de los clérigos con una sonrisa, a pesar de que sabía que no habían gastado muchos recursos en él y no paraban de reprocharle su falta de fe. Seguía vivo, y eso era lo único que importaba.