Sobre Katy - historias varias
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Sobre Katy - historias varias
Para quien desee saber algo más de Katy, aquí dejo los escritos que no posteé en su momento ^^
Kadjalli Jwahir
INTRODUCCIÓN AL PERSONAJE.
Raza: Humana, de raza negra
Ciudad de nacimiento: Alaghon (Túrmish)
Edad: 16 años
Altura: 1,74 cm.
Piel oscura color ébano y ojos de un pálido miel.
Clases: bardo/clérigo de Loviatar
Las sacerdotisas caminaban descalzas con sus látigos en la mano sobre un suelo lleno de espinas y cristales. Sus esbeltos cuerpos desnudos se retorcían mientras danzaban y alzaban sus voces en un cántico sagrado, y la sangre y el sudor se mezclaban haciendo brillar sus pieles a la luz de las velas. Kadjalli se detuvo observando el ritual sagrado, regocijándose al ver a las mujeres sufrir y disfrutar a la vez, imaginando que era una de ellas. A su derecha, una figura femenina embutida en una ornamentada armadura en tonos oscuros la miraba fijamente. Kadjalli le devolvió la mirada con un guiño de regalo.
Un latigazo desgarró su piel. La joven continuó hacia adelante y se situó frente a un altar, donde la Alta Clériga la esperaba luciendo una túnica negra con ribetes de seda en tono escarlata. Las sacerdotisas comenzaron a rodearla, sin dejar de bailar y canturrear sus oraciones. Sus látigos restallaban y castigaban el cuerpo desnudo de Kadjalli, que se deleitaba con cada latigazo. Las mujeres se detuvieron cuando la Alta Clériga comenzó a hablar.
- ¡¡Al suelo, perra, arrodíllate y sufre!! ¡¡Hoy lamerás el suelo que pise, pues yo soy Aquella a la que adoras y temes, Aquella que llena tu vida de sufrimiento y de placer!!
La Alta Sacerdotisa rodeó con su flagelo de dos cabezas el cuello de Kadjalli y tiró fuerte, consiguiendo que cayera al suelo de rodillas sobre los afilados cristales rotos. El grito de dolor de la joven iniciada se transformó en un gemido de placer. Nuevos latigazos en la espalda le hicieron proferir otros tantos gemidos. La Alta Sacerdotisa prosiguió.
- La Doncella del Tormento te ha elegido como tú lo has hecho con ella. Sientes el dolor, ¿verdad? Sientes cómo tu cuerpo sufre y llora, y eso te gusta ¡¡quieres más!! ¡¡Deseas devolvernos ese sufrimiento, compartirlo!! Loviatar, y yo en su nombre, te enseñaremos cómo conseguirlo.
El castigo fue brutal. Sin descanso, sin remordimientos, las sacerdotisas fustigaron con sus flagelos el cuerpo de la iniciada. En sus rostros perlados con la sangre de Kadjalli y con la suya propia se mostraba la alegría y la lascivia. Algunas de ellas, llevadas por la emoción del momento, llegaron incluso a usar sus dagas ceremoniales sobre la negra piel de la joven.
Horas más tarde, cuando la ceremonia finalizó, varias sacerdotisas se acercaron al cuerpo maltrecho e inconsciente de Kadjalli y conjuraron el poder de la Diosa para sanar sus heridas. Todas ellas eran expertas en provocar dolor físico sin llegar a marcar el cuerpo, y menos el de una joven tan bonita y que podía ser tan útil. La mujer que portaba la armadura oscura se acercó para comprobar el estado de Kadjalli. Le hubiera gustado participar y golpearla, incluso por unos segundos pensó en qué se sentiría al arrancarle uno de los dientes de su perfecta dentadura o una oreja. Deshechó esos pensamientos y se dirigió a hablar con la Alta Clériga de Loviatar.
- Mi Señora, Gran Dama del Látigo, todo está listo. Kadjalli partirá mañana mismo hacia la Marca Argéntea y yo la seguiré un tiempo después.
La Alta Sacerdotisa asintió, complacida, mientras observaba a Kadjalli y lamía el dorso de su mano, saboreando unas gotas de sangre.
Kadjalli Jwahir
INTRODUCCIÓN AL PERSONAJE.
Raza: Humana, de raza negra
Ciudad de nacimiento: Alaghon (Túrmish)
Edad: 16 años
Altura: 1,74 cm.
Piel oscura color ébano y ojos de un pálido miel.
Clases: bardo/clérigo de Loviatar
Las sacerdotisas caminaban descalzas con sus látigos en la mano sobre un suelo lleno de espinas y cristales. Sus esbeltos cuerpos desnudos se retorcían mientras danzaban y alzaban sus voces en un cántico sagrado, y la sangre y el sudor se mezclaban haciendo brillar sus pieles a la luz de las velas. Kadjalli se detuvo observando el ritual sagrado, regocijándose al ver a las mujeres sufrir y disfrutar a la vez, imaginando que era una de ellas. A su derecha, una figura femenina embutida en una ornamentada armadura en tonos oscuros la miraba fijamente. Kadjalli le devolvió la mirada con un guiño de regalo.
Un latigazo desgarró su piel. La joven continuó hacia adelante y se situó frente a un altar, donde la Alta Clériga la esperaba luciendo una túnica negra con ribetes de seda en tono escarlata. Las sacerdotisas comenzaron a rodearla, sin dejar de bailar y canturrear sus oraciones. Sus látigos restallaban y castigaban el cuerpo desnudo de Kadjalli, que se deleitaba con cada latigazo. Las mujeres se detuvieron cuando la Alta Clériga comenzó a hablar.
- ¡¡Al suelo, perra, arrodíllate y sufre!! ¡¡Hoy lamerás el suelo que pise, pues yo soy Aquella a la que adoras y temes, Aquella que llena tu vida de sufrimiento y de placer!!
La Alta Sacerdotisa rodeó con su flagelo de dos cabezas el cuello de Kadjalli y tiró fuerte, consiguiendo que cayera al suelo de rodillas sobre los afilados cristales rotos. El grito de dolor de la joven iniciada se transformó en un gemido de placer. Nuevos latigazos en la espalda le hicieron proferir otros tantos gemidos. La Alta Sacerdotisa prosiguió.
- La Doncella del Tormento te ha elegido como tú lo has hecho con ella. Sientes el dolor, ¿verdad? Sientes cómo tu cuerpo sufre y llora, y eso te gusta ¡¡quieres más!! ¡¡Deseas devolvernos ese sufrimiento, compartirlo!! Loviatar, y yo en su nombre, te enseñaremos cómo conseguirlo.
El castigo fue brutal. Sin descanso, sin remordimientos, las sacerdotisas fustigaron con sus flagelos el cuerpo de la iniciada. En sus rostros perlados con la sangre de Kadjalli y con la suya propia se mostraba la alegría y la lascivia. Algunas de ellas, llevadas por la emoción del momento, llegaron incluso a usar sus dagas ceremoniales sobre la negra piel de la joven.
Horas más tarde, cuando la ceremonia finalizó, varias sacerdotisas se acercaron al cuerpo maltrecho e inconsciente de Kadjalli y conjuraron el poder de la Diosa para sanar sus heridas. Todas ellas eran expertas en provocar dolor físico sin llegar a marcar el cuerpo, y menos el de una joven tan bonita y que podía ser tan útil. La mujer que portaba la armadura oscura se acercó para comprobar el estado de Kadjalli. Le hubiera gustado participar y golpearla, incluso por unos segundos pensó en qué se sentiría al arrancarle uno de los dientes de su perfecta dentadura o una oreja. Deshechó esos pensamientos y se dirigió a hablar con la Alta Clériga de Loviatar.
- Mi Señora, Gran Dama del Látigo, todo está listo. Kadjalli partirá mañana mismo hacia la Marca Argéntea y yo la seguiré un tiempo después.
La Alta Sacerdotisa asintió, complacida, mientras observaba a Kadjalli y lamía el dorso de su mano, saboreando unas gotas de sangre.
Última edición por JRJ el Mar Sep 04, 2012 12:55 am, editado 1 vez en total.
Re: Sobre Katy - historias varias
Las semillas de Loviatar
El apuesto caballero sonrió y apoyó una rodilla sobre la hierba, cogiendo la mano de la mujer con delicadeza. El Sol iluminaba el prado, los pájaros gorjeaban con vibrantes cantos y las flores desprendían una fragancia suave y cálida, confiriendo a ese momento una magia especial. La mujer se fijó en aquel joven, el hombre de sus sueños, que en ese momento se declararía a ella, lo sabía. Esperaba con nerviosismo oír esas palabras, un “te quiero y deseo pasar toda mi vida contigo...”.
De pronto, oyó unos sonoros golpes y la mujer miró alrededor. Todo se desvanecía, como cuando la lluvia cae sobre una cuadro recién pintado y los pigmentos se mezclan y las formas desparecen. Los golpes continuaron y cerró los ojos con fuerza, temerosa. Al abrirlos sólo había oscuridad...
-¡Mierda, joder!
La comadrona musitó nuevas palabras malsonantes mientras se levantaba de la cama y se vestía. Acostumbrada a este tipo de eventualidades, sus movimientos eran precisos, mecánicos, y tenía ya su instrumental preparado. Últimamente era muy frecuente ser despertada de madrugada para ocuparse de algún embarazo no deseado, sobre todo con estos calores veraniegos. Niñas pijas y tontas... ya podrían comprar algo de raíz de Nara antes de abrirse de piernas. Aunque, pensándolo bien, si no fuera por ellas no habría podido comprarse ese traje elegante, caro y de enorme escote que pudo lucir en las últimas fiestas de Guildenclaro, haciendo que esos elfos se escandalizaran con sólo echarle un vistazo.
-¡Ya va, ya va!
La puerta de madera tembló de nuevo y la comadrona se dio prisa en abrir. Una mujer de mediana edad esperaba al otro lado del umbral y su rostro maquillado en exceso se veía preocupado. La comadrona la reconoció como una de las chicas de madamme Yalanna.
-Así que Taneesha está ya de parto.
La fulana asintió en silencio y ambas mujeres se dirigieron con rapidez al lupanar. Calles oscuras y vacías dieron paso a iluminados pasillos y a una habitación donde Taneesha gemía y gritaba, acostada en una sucia cama. El olor a sudor invadió las fosas nasales de la comadrona y enseguida echo de menos aquellas fragancias florales de su sueño. Pero era una profesional y en segundos comenzó a dar órdenes a las prostitutas que rodeaban a la parturienta.

-Traed agua caliente y muchos paños limpios... y por los juanetes de Bane y las gónadas de Ilmater, ¡¡sacad a estas dos niñas de aquí!!
Hadiya y Johari, de cuatro y tres años respectivamente, asomaban sus caritas desde detrás de uno de los muebles baratos que adornaban la alcoba. La comadrona no llegaba a comprender cómo esas niñas podían ser criadas en semejante lugar y viendo y oyendo lo que verían y oirían allí. Suspirando, se arremangó y se acercó a Taneesha para iniciar el trabajo. Tras varias horas de sufrimiento, gritos y dolor, la pequeña Kadjalli dormía en los brazos de su madre.
-Es muy bella... como todas mis niñas.
La comadrona asintió y se despidió tras comprobar que todo estaba en orden. Al girarse para salir de la habitación, se dio cuenta de que Hadiya y Johari habían presenciado el parto. Quizás las fulanas no se las llevaron de allí, o posiblemente las niñas habían vuelto a entrar furtivamente. Sus sonrisas y la expresión de sus rostros mostraba alegría y felicidad. La comadrona se fue y las niñas siguieron allí, su vista fija en las sábanas manchadas de sangre, recordando los chillidos de dolor de su madre, aún sin comprender por qué se habían sentido tan bien. Si les hacía sentirse bien, es que no debía de ser algo muy malo.
El apuesto caballero sonrió y apoyó una rodilla sobre la hierba, cogiendo la mano de la mujer con delicadeza. El Sol iluminaba el prado, los pájaros gorjeaban con vibrantes cantos y las flores desprendían una fragancia suave y cálida, confiriendo a ese momento una magia especial. La mujer se fijó en aquel joven, el hombre de sus sueños, que en ese momento se declararía a ella, lo sabía. Esperaba con nerviosismo oír esas palabras, un “te quiero y deseo pasar toda mi vida contigo...”.
De pronto, oyó unos sonoros golpes y la mujer miró alrededor. Todo se desvanecía, como cuando la lluvia cae sobre una cuadro recién pintado y los pigmentos se mezclan y las formas desparecen. Los golpes continuaron y cerró los ojos con fuerza, temerosa. Al abrirlos sólo había oscuridad...
-¡Mierda, joder!
La comadrona musitó nuevas palabras malsonantes mientras se levantaba de la cama y se vestía. Acostumbrada a este tipo de eventualidades, sus movimientos eran precisos, mecánicos, y tenía ya su instrumental preparado. Últimamente era muy frecuente ser despertada de madrugada para ocuparse de algún embarazo no deseado, sobre todo con estos calores veraniegos. Niñas pijas y tontas... ya podrían comprar algo de raíz de Nara antes de abrirse de piernas. Aunque, pensándolo bien, si no fuera por ellas no habría podido comprarse ese traje elegante, caro y de enorme escote que pudo lucir en las últimas fiestas de Guildenclaro, haciendo que esos elfos se escandalizaran con sólo echarle un vistazo.
-¡Ya va, ya va!
La puerta de madera tembló de nuevo y la comadrona se dio prisa en abrir. Una mujer de mediana edad esperaba al otro lado del umbral y su rostro maquillado en exceso se veía preocupado. La comadrona la reconoció como una de las chicas de madamme Yalanna.
-Así que Taneesha está ya de parto.
La fulana asintió en silencio y ambas mujeres se dirigieron con rapidez al lupanar. Calles oscuras y vacías dieron paso a iluminados pasillos y a una habitación donde Taneesha gemía y gritaba, acostada en una sucia cama. El olor a sudor invadió las fosas nasales de la comadrona y enseguida echo de menos aquellas fragancias florales de su sueño. Pero era una profesional y en segundos comenzó a dar órdenes a las prostitutas que rodeaban a la parturienta.

-Traed agua caliente y muchos paños limpios... y por los juanetes de Bane y las gónadas de Ilmater, ¡¡sacad a estas dos niñas de aquí!!
Hadiya y Johari, de cuatro y tres años respectivamente, asomaban sus caritas desde detrás de uno de los muebles baratos que adornaban la alcoba. La comadrona no llegaba a comprender cómo esas niñas podían ser criadas en semejante lugar y viendo y oyendo lo que verían y oirían allí. Suspirando, se arremangó y se acercó a Taneesha para iniciar el trabajo. Tras varias horas de sufrimiento, gritos y dolor, la pequeña Kadjalli dormía en los brazos de su madre.
-Es muy bella... como todas mis niñas.
La comadrona asintió y se despidió tras comprobar que todo estaba en orden. Al girarse para salir de la habitación, se dio cuenta de que Hadiya y Johari habían presenciado el parto. Quizás las fulanas no se las llevaron de allí, o posiblemente las niñas habían vuelto a entrar furtivamente. Sus sonrisas y la expresión de sus rostros mostraba alegría y felicidad. La comadrona se fue y las niñas siguieron allí, su vista fija en las sábanas manchadas de sangre, recordando los chillidos de dolor de su madre, aún sin comprender por qué se habían sentido tan bien. Si les hacía sentirse bien, es que no debía de ser algo muy malo.
Re: Sobre Katy - historias varias
Juegos de niños
Tres niñas de piel oscura y de largas cabelleras morenas corrían por los pasillos de uno de los burdeles que se alzaba en una de las muchas calles de Alaghon, la capital del reino de Túrmish. Felices, sin preocupaciones, esquivaban a las prostitutas que les salían al paso en busca de su madre. Era casi mediodía y aún faltaba mucho para la hora en la que el local se llenase de clientes, unos ávidos por satisfacer sus más bajos instintos, otros simplemente deseosos de ser escuchados y sentirse acompañados.
Taneesha sonrió a las niñas cuando entraron en su cuarto. Apenas iba vestida con un batín semitransparente, dejando entrever mucho más de lo que cualquier mujer decente haría. Para ella había amanecido hacía no mucho, y las pronunciadas ojeras, visibles incluso a pesar de lo oscuro de su piel, denotaban el cansancio que sentía. Había sido una noche de trabajo larga y especialmente dura, pero provechosa en muchos sentidos. En su mano sujetaba un cigarrillo, en la otra, el sempiterno vaso de ginebra con el borde manchado de carmín estaba ya casi vacío.
-¡Mami, mami querida! - la suave voz de Johari, la hermana mediana, resonó en la estancia - ¡nos vamos a jugar un rato, y cuidaremos muy muy bien de Kadjalli, prometido!
Lo primero que se le vino a la mente a Taneesha fue lo preciosas y listas que eran sus niñas, sin aún contar ninguna con dos cifras de edad. Y se parecían tanto físicamente... la Diosa había querido que así fuera, y teniendo en cuenta que eran hijas de distintos padres (a saber quiénes eran), era casi un milagro. Hadiya, Johari y Kadjalli, hijas bastardas pero muy bien avenidas.
Tras acabar con el alcohol y dar una nueva calada, se acercó a sus hijas y les plantó tres sendos besos que dejaron una marca carmesí en cada una de las tres caritas infantiles. Acompañó su despedida con tres fuertes pellizcos en las mejillas de las tres niñas.
-No dejéis que la peguen esos crueles niños que le rompieron un diente la deckana pasada ¿vale? - sus palabras iban dirigidas sobre todo a Hadiya, la mayor y más fuerte de las tres -. Dadles una buena patada entre las piernas, ese sonido de huevos rotos es celestial ¡jajaja!
Hadiya y Johari asintieron y se miraron sonrientes. Luego, besaron a la pequeña Kadjalli y, agarrándola cada una de una mano, la llevaron en volandas fuera de la alcoba. Sus risas se iban alejando mientras Taneesha se llenaba de nuevo el vaso de ginebra y se tendía sobre la cama sin hacer.

...............................................................................................................................................................
Las tres hermanas no tardaron en llegar a su destino. Como todos los niños, les gustaba tener sus lugares secretos donde dar rienda suelta a su imaginación y sentirse especiales. Para ellas, ese lugar secreto de juegos era un pequeño claro a las afueras de la ciudad, situado entre arbustos, zarzas y ortigas, y cerca de un angosto riachuelo. Un lugar poco concurrido que les permitía jugar sin ser molestadas.
Gateando, atravesaron el umbral de ese espacio personal e íntimo, un estrecho túnel cuyas paredes y techo eran ramas llenas de espinas. Al llegar al claro, Hadiya le dio un fuerte empujón a Kadjalli, y la obligó a sentarse.
-Vamos a jugar, hermanitas - la voz de Hadiya era agresiva y estaba llena de significado, y su mirada no se apartaba de Kadjalli, aunque hablara en plural. - Necesitaremos un trapo y un cubo para coger agua fresca y rica... lo vamos a pasar taaan bien...
Las risas de Hadiya y Johari inundaron el claro por unos momentos, y el juego no tardó en comenzar. Kadjalli fue obligada a arrodillarse y sus manos fueron atadas a la espalda. La pequeña de apenas cinco años empezó a sollozar, sin comprender bien de qué iba el juego, sollozos que se transformaron en gritos de pavor cuando Hadiya le tapó la cabeza con un trapo, que había sido sumergido instantes antes en las aguas del riachuelo cercano, y la sujetó con fuerza para que se estuviera quieta. Johari entonces llenó un cubo con agua y lo derramó sobre la pequeña Kadjalli, que comenzó a toser, intentando llenar sus pulmones con el aire vital.
La finalidad de este juego no era la muerte de Kadjalli. Hadiya y Johari querían a su hermanita pequeña, pero aquello era realmente divertido y excitante. El juego se alargó durante más de una hora, alternando los cubos de agua con patadas o puñetazos, dirigidos de manera cada vez más precisa a aquellos lugares donde su madre no se fuera a dar cuenta. Iban aprendiendo poco a poco a no dejar marcas evidentes, aunque por otra parte su madre estaba demasiado ocupada con sus problemas para enterarse de esas nimiedades. La vida de ramera era complicada.
Finalmente, Kadjalli quedó sin sentido, momento en el que las hermanas decidieron detenerse. Hadiya cargó con ella y salieron de allí en silencio pero jubilosas.

Camino del lupanar, la vocecilla de Kadjalli rompió ese silencio.
- Me encantaría seguir jugando... mañana...
Tres niñas de piel oscura y de largas cabelleras morenas corrían por los pasillos de uno de los burdeles que se alzaba en una de las muchas calles de Alaghon, la capital del reino de Túrmish. Felices, sin preocupaciones, esquivaban a las prostitutas que les salían al paso en busca de su madre. Era casi mediodía y aún faltaba mucho para la hora en la que el local se llenase de clientes, unos ávidos por satisfacer sus más bajos instintos, otros simplemente deseosos de ser escuchados y sentirse acompañados.
Taneesha sonrió a las niñas cuando entraron en su cuarto. Apenas iba vestida con un batín semitransparente, dejando entrever mucho más de lo que cualquier mujer decente haría. Para ella había amanecido hacía no mucho, y las pronunciadas ojeras, visibles incluso a pesar de lo oscuro de su piel, denotaban el cansancio que sentía. Había sido una noche de trabajo larga y especialmente dura, pero provechosa en muchos sentidos. En su mano sujetaba un cigarrillo, en la otra, el sempiterno vaso de ginebra con el borde manchado de carmín estaba ya casi vacío.
-¡Mami, mami querida! - la suave voz de Johari, la hermana mediana, resonó en la estancia - ¡nos vamos a jugar un rato, y cuidaremos muy muy bien de Kadjalli, prometido!
Lo primero que se le vino a la mente a Taneesha fue lo preciosas y listas que eran sus niñas, sin aún contar ninguna con dos cifras de edad. Y se parecían tanto físicamente... la Diosa había querido que así fuera, y teniendo en cuenta que eran hijas de distintos padres (a saber quiénes eran), era casi un milagro. Hadiya, Johari y Kadjalli, hijas bastardas pero muy bien avenidas.
Tras acabar con el alcohol y dar una nueva calada, se acercó a sus hijas y les plantó tres sendos besos que dejaron una marca carmesí en cada una de las tres caritas infantiles. Acompañó su despedida con tres fuertes pellizcos en las mejillas de las tres niñas.
-No dejéis que la peguen esos crueles niños que le rompieron un diente la deckana pasada ¿vale? - sus palabras iban dirigidas sobre todo a Hadiya, la mayor y más fuerte de las tres -. Dadles una buena patada entre las piernas, ese sonido de huevos rotos es celestial ¡jajaja!
Hadiya y Johari asintieron y se miraron sonrientes. Luego, besaron a la pequeña Kadjalli y, agarrándola cada una de una mano, la llevaron en volandas fuera de la alcoba. Sus risas se iban alejando mientras Taneesha se llenaba de nuevo el vaso de ginebra y se tendía sobre la cama sin hacer.

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Las tres hermanas no tardaron en llegar a su destino. Como todos los niños, les gustaba tener sus lugares secretos donde dar rienda suelta a su imaginación y sentirse especiales. Para ellas, ese lugar secreto de juegos era un pequeño claro a las afueras de la ciudad, situado entre arbustos, zarzas y ortigas, y cerca de un angosto riachuelo. Un lugar poco concurrido que les permitía jugar sin ser molestadas.
Gateando, atravesaron el umbral de ese espacio personal e íntimo, un estrecho túnel cuyas paredes y techo eran ramas llenas de espinas. Al llegar al claro, Hadiya le dio un fuerte empujón a Kadjalli, y la obligó a sentarse.
-Vamos a jugar, hermanitas - la voz de Hadiya era agresiva y estaba llena de significado, y su mirada no se apartaba de Kadjalli, aunque hablara en plural. - Necesitaremos un trapo y un cubo para coger agua fresca y rica... lo vamos a pasar taaan bien...
Las risas de Hadiya y Johari inundaron el claro por unos momentos, y el juego no tardó en comenzar. Kadjalli fue obligada a arrodillarse y sus manos fueron atadas a la espalda. La pequeña de apenas cinco años empezó a sollozar, sin comprender bien de qué iba el juego, sollozos que se transformaron en gritos de pavor cuando Hadiya le tapó la cabeza con un trapo, que había sido sumergido instantes antes en las aguas del riachuelo cercano, y la sujetó con fuerza para que se estuviera quieta. Johari entonces llenó un cubo con agua y lo derramó sobre la pequeña Kadjalli, que comenzó a toser, intentando llenar sus pulmones con el aire vital.
La finalidad de este juego no era la muerte de Kadjalli. Hadiya y Johari querían a su hermanita pequeña, pero aquello era realmente divertido y excitante. El juego se alargó durante más de una hora, alternando los cubos de agua con patadas o puñetazos, dirigidos de manera cada vez más precisa a aquellos lugares donde su madre no se fuera a dar cuenta. Iban aprendiendo poco a poco a no dejar marcas evidentes, aunque por otra parte su madre estaba demasiado ocupada con sus problemas para enterarse de esas nimiedades. La vida de ramera era complicada.
Finalmente, Kadjalli quedó sin sentido, momento en el que las hermanas decidieron detenerse. Hadiya cargó con ella y salieron de allí en silencio pero jubilosas.

Camino del lupanar, la vocecilla de Kadjalli rompió ese silencio.
- Me encantaría seguir jugando... mañana...
Re: Sobre Katy - historias varias
Recuerdos de niñez
Taneesha abrió los ojos a un nuevo día. Respiró profundamente, notando en el ambiente los restos de humo de tabaco de la noche anterior, y abandonó con parsimonia su lugar de trabajo cubriéndose, con un pudor fingido, con las sábanas sutilmente decoradas con la sangre de su último cliente. Al acercarse al amplio espejo colgado en una de las paredes de su alcoba, Taneesha se detuvo y observó la imagen que le mostraba. La espesa melena oscura llena de rizos presentaba finos hilos plateados que la hacían aún más interesante. Su tez mantenía el tono de oscuro ébano de siempre, un color saludable y bello, aunque ya nacían algunos surcos en torno a sus ojos de un miel claro y brillante, y también cerca de sus labios, que a pesar de ello seguían sugiriendo placeres insospechados. Su cuerpo comenzaba a sufrir los estragos del tiempo, pero a sus casi cuatro décadas de vida aún se conservaba ágil y muy atractiva. Y sabia. Loviatar le había otorgado su gracia y su sensualidad y la genética Jwahir había hecho el resto.

Pero el premio más importante que la Diosa le había entregado eran sus hijas, tres bellas mujeres nacidas porque Loviatar así lo quiso. Y ella, a diferencia de sus padres, adoraba a sus Bastardas y daría la vida por ellas.
Su mente comenzó a rememorar tiempos pasados, bonitos recuerdos que surgían de entre las grises cortinas que las vaharadas del humo de un cigarrillo formaban delante de su rostro.
…
Tres niñas de largas melenas rizadas y morenas y de tez oscura se encuentran en el porche de la mansión Jwahir en Selgaunt, Sembia. Llevan consigo una misiva.

Darweshi y Rasheeda Jwahir, el padre y la madre de Taneesha, apenas dan crédito a lo que leen y ven. Las niñas que tienen delante, sentadas juntas en uno de los caros sofás de madera de roble y embutidas en lindos vestidos infantiles repletos de lazos y volantes, balancean las piernecitas sin dejar de sonreír. No hay duda, esas criaturas son Jwahir, son el vivo retrato de su descarriada hija. Hace años que no saben nada de ella, desde que escapó de su encierro hará lo menos 10 años, y dan gracias a los dioses por ello. No la querían por lo que significaba, por los recuerdos, por la pérdida. Y para qué negarlo, también por “el qué dirían”.
Pero esas niñas… tres criaturas inocentes y puras aún por formar, toda una vida por delante para enseñarlas, para convertirlas en completas herederas Jwahir.
Los ancianos deciden conocerlas y, quién sabe, quizás hasta aceptarlas en la familia. Ya son viejos y necesitan herederos.
Se las arrebatarían a su díscola hija.
Craso error.
Darweshi sigue a Kadjalli hasta uno de los dormitorios del piso superior. Las niñas se han empeñado en jugar al escondite a pesar de las quejas de los abuelos. Sería necesario disciplinarlas, y a golpes todo se aprende. Entra en la habitación pero no ve a la niña. Al acercarse al amplio lecho que domina la alcoba siente un dolor en la parte inferior de la pierna derecha y una humedad viscosa y caliente que se derrama en el suelo. Un ligero mareo hace que el anciano caiga al suelo con un golpe sordo.

Algo aturdido, abre los ojos y se encuentra la carita angelical de Kadjalli que le observa sonriente desde debajo de la cama. En su mano hay un filo de unos 15 cm. que está manchado de rojo. La niña se arrastra por el suelo de losetas de mármol de la alcoba acercándose a Darweshi sin dejar de sonreír. Lame el cuchillo con cuidado. El anciano intenta apartarse, pero el golpe recibido le ha vuelto más lento de lo habitual. Abre la boca para decir algo. La mano que empuña el afilado acero se mueve con rapidez, sajando la carne de las comisuras en un corte limpio. La sangre comienza a manar por las nuevas aberturas, colmando la cavidad bucal del anciano Jwahir y ahogándole poco a poco. Horribles gorgoteos ambientan las palabras que Kadjalli dedica a su querido abuelo.
- Eres taaaan divertido, abuelito… Madre nos dijo que nos divertiríamos conociéndoos, pero no pensaba que sería taaan… taaaaan inteeeeenso. Ahora… el besito de buenas noches.
El horror se refleja en el rostro del anciano momentos antes de que Kadjalli acerque su boca al cuello del anciano y le muerda en la yugular con fiereza.
Rasheeda no logra escuchar el sonido que produce la caída de su marido en el piso superior. La mansión es muy amplia y está más atenta a las risitas de las dos niñas a las que intenta encontrar. Parece que proceden de la cocina, así que se dirige hacia allí. Pero una sorpresa le espera al cruzar el umbral. Johari, la mediana de las Bastardas, está subida a una silla y golpea a la vieja con un plato de loza en la cabeza. Rasheeda cae al suelo semiinconsciente junto con los restos del plato. Hadiya, la mayor y más fuerte de las niñas, aprovecha para asir los cabellos de la anciana y arrastrarla por el suelo de la mansión. Cuando Rasheeda despierta, se encuentra atada a una silla con las dos niñas de más edad observándola con curiosidad. No dejan de sonreír en ningún momento, disfrutando con las súplicas y ruegos que surgen de la boca de la anciana.
- Honrarás a la Diosa, abuelita, como la has honrado siempre con tu sufrimiento. Madre así lo quiere.
- Pero hoy será algo sublime. Lo prometemos, jodida perra.
Y comienza el juego. Las niñas clavan agujas en distintos lugares del cuerpo de Rasheeda. Observando. Aprendiendo. Luego llegan los cuchillos y el despelleje. Las tiras de piel de la espalda de la mujer son guardadas cuidadosamente para los juegos de la pequeña Kadjalli, que aún no se ha reunido con ellas. Poco a poco los gritos de sufrimiento de la mujer se van transformando en jadeos y leves gemidos a medida que las fuerzas van abandonando su cuerpo. Antes de que caiga inconsciente, Kadjalli aparece lamiéndose las manchas de sangre de los labios y con una tea encendida.
- Tengo frío, queridas hermanas mías. ¿Encendemos una hogueraaaaa?
Las risitas infantiles dan paso a nuevos gritos de terror cuando la cabellera de Rasheeda prende al acercar Kadjalli su antorcha a ella. La anciana muere pronto y la diversión dura poco. Johari da por concluida la visita.
- Hora de irse, queridas mías. Madre nos espera. Tenemos que hacerle saber lo generosas que hemos sido con los abuelos.
Antes de que las niñas abandonen el lugar, las llamas ya se extienden por media mansión.

…
- Pensándolo mejor, los abuelos también dieron su vida por mis queridas niñas.
Riendo a carcajadas, Taneesha se desprendió de la sábana manchada de sangre para disfrutar, como todas las mañanas, de la visión de su espléndido cuerpo desnudo.
Taneesha abrió los ojos a un nuevo día. Respiró profundamente, notando en el ambiente los restos de humo de tabaco de la noche anterior, y abandonó con parsimonia su lugar de trabajo cubriéndose, con un pudor fingido, con las sábanas sutilmente decoradas con la sangre de su último cliente. Al acercarse al amplio espejo colgado en una de las paredes de su alcoba, Taneesha se detuvo y observó la imagen que le mostraba. La espesa melena oscura llena de rizos presentaba finos hilos plateados que la hacían aún más interesante. Su tez mantenía el tono de oscuro ébano de siempre, un color saludable y bello, aunque ya nacían algunos surcos en torno a sus ojos de un miel claro y brillante, y también cerca de sus labios, que a pesar de ello seguían sugiriendo placeres insospechados. Su cuerpo comenzaba a sufrir los estragos del tiempo, pero a sus casi cuatro décadas de vida aún se conservaba ágil y muy atractiva. Y sabia. Loviatar le había otorgado su gracia y su sensualidad y la genética Jwahir había hecho el resto.

Pero el premio más importante que la Diosa le había entregado eran sus hijas, tres bellas mujeres nacidas porque Loviatar así lo quiso. Y ella, a diferencia de sus padres, adoraba a sus Bastardas y daría la vida por ellas.
Su mente comenzó a rememorar tiempos pasados, bonitos recuerdos que surgían de entre las grises cortinas que las vaharadas del humo de un cigarrillo formaban delante de su rostro.
…
Tres niñas de largas melenas rizadas y morenas y de tez oscura se encuentran en el porche de la mansión Jwahir en Selgaunt, Sembia. Llevan consigo una misiva.

Darweshi y Rasheeda Jwahir, el padre y la madre de Taneesha, apenas dan crédito a lo que leen y ven. Las niñas que tienen delante, sentadas juntas en uno de los caros sofás de madera de roble y embutidas en lindos vestidos infantiles repletos de lazos y volantes, balancean las piernecitas sin dejar de sonreír. No hay duda, esas criaturas son Jwahir, son el vivo retrato de su descarriada hija. Hace años que no saben nada de ella, desde que escapó de su encierro hará lo menos 10 años, y dan gracias a los dioses por ello. No la querían por lo que significaba, por los recuerdos, por la pérdida. Y para qué negarlo, también por “el qué dirían”.
Pero esas niñas… tres criaturas inocentes y puras aún por formar, toda una vida por delante para enseñarlas, para convertirlas en completas herederas Jwahir.
Los ancianos deciden conocerlas y, quién sabe, quizás hasta aceptarlas en la familia. Ya son viejos y necesitan herederos.
Se las arrebatarían a su díscola hija.
Craso error.
Darweshi sigue a Kadjalli hasta uno de los dormitorios del piso superior. Las niñas se han empeñado en jugar al escondite a pesar de las quejas de los abuelos. Sería necesario disciplinarlas, y a golpes todo se aprende. Entra en la habitación pero no ve a la niña. Al acercarse al amplio lecho que domina la alcoba siente un dolor en la parte inferior de la pierna derecha y una humedad viscosa y caliente que se derrama en el suelo. Un ligero mareo hace que el anciano caiga al suelo con un golpe sordo.

Algo aturdido, abre los ojos y se encuentra la carita angelical de Kadjalli que le observa sonriente desde debajo de la cama. En su mano hay un filo de unos 15 cm. que está manchado de rojo. La niña se arrastra por el suelo de losetas de mármol de la alcoba acercándose a Darweshi sin dejar de sonreír. Lame el cuchillo con cuidado. El anciano intenta apartarse, pero el golpe recibido le ha vuelto más lento de lo habitual. Abre la boca para decir algo. La mano que empuña el afilado acero se mueve con rapidez, sajando la carne de las comisuras en un corte limpio. La sangre comienza a manar por las nuevas aberturas, colmando la cavidad bucal del anciano Jwahir y ahogándole poco a poco. Horribles gorgoteos ambientan las palabras que Kadjalli dedica a su querido abuelo.
- Eres taaaan divertido, abuelito… Madre nos dijo que nos divertiríamos conociéndoos, pero no pensaba que sería taaan… taaaaan inteeeeenso. Ahora… el besito de buenas noches.
El horror se refleja en el rostro del anciano momentos antes de que Kadjalli acerque su boca al cuello del anciano y le muerda en la yugular con fiereza.
Rasheeda no logra escuchar el sonido que produce la caída de su marido en el piso superior. La mansión es muy amplia y está más atenta a las risitas de las dos niñas a las que intenta encontrar. Parece que proceden de la cocina, así que se dirige hacia allí. Pero una sorpresa le espera al cruzar el umbral. Johari, la mediana de las Bastardas, está subida a una silla y golpea a la vieja con un plato de loza en la cabeza. Rasheeda cae al suelo semiinconsciente junto con los restos del plato. Hadiya, la mayor y más fuerte de las niñas, aprovecha para asir los cabellos de la anciana y arrastrarla por el suelo de la mansión. Cuando Rasheeda despierta, se encuentra atada a una silla con las dos niñas de más edad observándola con curiosidad. No dejan de sonreír en ningún momento, disfrutando con las súplicas y ruegos que surgen de la boca de la anciana.
- Honrarás a la Diosa, abuelita, como la has honrado siempre con tu sufrimiento. Madre así lo quiere.
- Pero hoy será algo sublime. Lo prometemos, jodida perra.
Y comienza el juego. Las niñas clavan agujas en distintos lugares del cuerpo de Rasheeda. Observando. Aprendiendo. Luego llegan los cuchillos y el despelleje. Las tiras de piel de la espalda de la mujer son guardadas cuidadosamente para los juegos de la pequeña Kadjalli, que aún no se ha reunido con ellas. Poco a poco los gritos de sufrimiento de la mujer se van transformando en jadeos y leves gemidos a medida que las fuerzas van abandonando su cuerpo. Antes de que caiga inconsciente, Kadjalli aparece lamiéndose las manchas de sangre de los labios y con una tea encendida.
- Tengo frío, queridas hermanas mías. ¿Encendemos una hogueraaaaa?
Las risitas infantiles dan paso a nuevos gritos de terror cuando la cabellera de Rasheeda prende al acercar Kadjalli su antorcha a ella. La anciana muere pronto y la diversión dura poco. Johari da por concluida la visita.
- Hora de irse, queridas mías. Madre nos espera. Tenemos que hacerle saber lo generosas que hemos sido con los abuelos.
Antes de que las niñas abandonen el lugar, las llamas ya se extienden por media mansión.

…
- Pensándolo mejor, los abuelos también dieron su vida por mis queridas niñas.
Riendo a carcajadas, Taneesha se desprendió de la sábana manchada de sangre para disfrutar, como todas las mañanas, de la visión de su espléndido cuerpo desnudo.
Re: Sobre Katy - historias varias
Nuevas e interesantes amistades
El ámbito de poder de Loviatar es amplio aunque muchas veces ha de permanecer oculto. La incomprensión y la poca tolerancia ante la ideología de sus fieles conlleva que en ciertos reinos y naciones los seguidores de la Más Dolorosa deban mantener sus creencias en secreto. Eso es lo que ocurre precisamente en Amn, y allí es precisamente donde Kadjalli y Ainur se vieron por primera vez.
Una gran fiesta iba a celebrarse en Purskul, el granero de Amn, cuyos habitantes eran en gran parte mestizos fruto de raptos y violaciones llevados a cabo por las cercanas tribus de orcos. O eso le comentó a Kadjalli su compañera de viaje, su apreciada Maestra Silara, durante la larga travesía en carruaje desde Túrmish hasta las tierras amnianas. Estas teorías y otros temas macabros satisfacían las ansias loviataritas de ambas mujeres, que reían y disfrutaban torturándose mutuamente, siempre sin dejar excesivas huellas visibles en sus cuerpos. Pellizcos, leves cortes en los muslos o alguna pequeña aguja de madera que horadaba la piel de la rodilla hasta casi llegar al hueso fueron sus acompañantes para que el viaje no se hiciera aburrido y al mismo tiempo mantener contenta a la Diosa.
Silara conocía a Katy casi tanto como sus hermanas o su propia Madre. Como trabajadora del burdel en el que las niñas nacieron y seguidora de Loviatar como era, la semielfa había recibido la tarea de dedicarse a enseñar los principios de la Fe a Kadjalli, además de procurar que aprendiera Historia, Arte, Magia, buenos modales, e incluso idiomas tan dispares como el élfico o el orco. Y Katy la apreciaba como si fuera parte de su familia. Era parte de su familia.
- Mi querida niña, debes de entender el honor que supone ser invitada a una fiesta de este tipo – comentó Silara entre juego y juego, pocos días antes de llegar a su destino. - Posees el Don que no todas las adoradoras de la Diosa poseen y eso te hace especial. Vas a conocer a gente muy influyente de nuestra Fe. Observa, y aprende.
Entre tierras de cultivo y caminos de arena pisada se alzaba la residencia de la familia Thonok, una de las más influyentes de Purshkul, cuyas tendencias religiosas un tanto inadecuadas quedaban ocultas para la mayor parte de sus vecinos. El mismísmo señor de la casa, Rhinnom Thonok, salió a recibirlas. Su joroba fue lo que más llamó la atención de la joven Katy de apenas 13 años. Sin duda era un fiel sirviente de la Diosa, un doliente incluso en el aspecto físico.
- Permitidme acompañaros personalmente al interior, mi joven elegida de oscura piel. Apenas sois una mujer... ¡pero qué belleza! – la gutural y ligeramente libidinosa voz de Rhinnom sacó de sus pensamientos a Katy, que observó el brazo del hombre extendido hacia ella. Ahogó un comentario hilarante que de repente había nacido en su mente y aceptó el ofrecimiento, colocando su mano sobre la formida extremidad del loviatarita. No era de buen gusto herir al anfitrión. No, al menos, en ese momento.
La celebración ya había comenzado cuando Thonok y las dos invitadas irrumpieron en el gran salón. Los preciosos y caros vestidos que Katy y Silara habían mantenido intactos con tanto cuidado durante todo el trayecto y los abanicos decorados con motivos florales cayeron al suelo dejando al descubierto los trajes ceremoniales y los látigos rituales. Entonces dejaron de desentonar frente al resto de asistentes, ellos vestidos únicamente con apretados calzones de cuero negro y ellas embutidas en corsés oscuros de tirantes cordeles y altas botas negras.
La decoración del gran salón atrajo de inmediato la atención de Katy. Los invitados ya ocupaban sus puestos en los diversos aparatos de tortura, desde potros hasta damas de hierro, todos ellos gozando y sufriendo, mostrando su adoración a Loviatar mediante gemidos, jadeos de placer, gritos de dolor y agonía. Uno de los invitados alojaba sus enormes posaderas en un sitial repleto de puntas mientras dos jóvenes armadas con tenazas trabajaban su dentadura. Junto a él, una mujer de unos sesenta años permitía a otra joven loviatarita divertirse con los colgajos de piel que se formaban en su espalda desnuda, cosiendo con hilos de distintas tonalidades para crear lo que parecía ser una bucólica escena campestre teñida de carmesí. Al otro lado de la habitación, varias súcubos acariciaban con sus garras el vientre de un joven, dibujando símbolos en su piel con cada corte que realizaban. Especialmente interesantes eran las cruces levantadas a lo largo de la habitación, donde los penitentes pendían de sus descoyuntados brazos y sentían los latigazos constantes sobre sus cuerpos despojados de toda ropa hasta que la base de las cruces brillaba reluciente por el baño de sangre.

Paseando su vista por el amplio habitáculo, Katy se fijó en dos de los invitados cuyos trajes elegantes aún cubrían su piel y en sus manos en vez del látigo sostenían copas llenas de bebida.
-¿Esos dos no honran a la Diosa? - preguntó curiosa Kadjalli a su Mentora.
-Sirven a La Mano Negra – Silara adornó su respuesta con una divertida sonrisa.
Katy estudió las dos figuras que conversaban algo apartadas en un rincón. El hombre aparentaba estar en la cuarentena. Alto, de cabellos lacios de un rubio pajizo, buena apariencia en general. Mirada autoritaria y vivaz. La joven que estaba a su lado no llegaría a los tres lustros. Sus media melena oscura enmarcaba un rostro serio y ciertamente intimidante, aunque sería bastante agradable si se atreviera a sonreír. Vestía pantalones y chaquetilla ajustados de cuero, y una espada bastarda dentada colgaba de su cinturón.
Katy no dudó en acercarse a ellos. Su desparpajo ya era evidente incluso apenas siendo una adolescente.
- ¿Sois amantes y sólo disfrutáis de vuestras caricias en privadoooo?
El látigo restalló, manchando el elegante traje del banita. A una mirada del hombre, la jovencita morena arremetió con el puño cerrado sobre la mejilla de Katy, con tal fuerza que le reventó el labio inferior. La copa de la muchacha cayó al suelo, deshaciéndose en mil pedazos. Katy simplemente sonrió, disfrutando, y se colocó delante de ella. Así como estaba, descalza, sintió con gozo cómo los cristales se le introducían en la planta del pie. La joven banita le escupió en el rostro.
- Maldita perra, si no honraras a Loviatar te habría arrancado los ojos y te los habría metido, uno por uno, por ese enorme culo que gastas. Pero como sé que te gustaría, prefiero decírtelo para que pienses en el gozo que no tendrás.
A esto Katy sólo contestó, sin perder la sonrisa, mientras lamía la sangre que le brotaba desde el labio – Me caes bien – y acto seguido se unió a los juegos y placeres de la fiesta con el resto de invitados.
....
Tras horas de golpes, latigazos, dolor y sangre, el anfitrión llamó la atención de todos los presentes.
- ¡Un momento, por favor! Hay una sorpresa que me gustaría ofreceros a todos vosotros, fieles seguidores de la Doncella del Dolor, y a nuestros ilustres invitados, los miembros de la Iglesia de Bane – a un gesto de Thonok, varios sirvientes abandonaron el salón, mientras una joven repartía entre los presentes bolitas con un número grabado en su superficie - Esta noche hemos ensalzado a Aquella a la que debemos pleitesía, pero el súmmum de nuestras plegarias necesita de...
Las puertas dobles que permitían el acceso al gran salón se abrieron en ese momento. Una plataforma con ruedas era transportada al interior. Sobre ella, una mujer inmovilizada de pies y manos sollozaba lastimosamente, y a su lado se erguía una guillotina preparada para ser activada.
- ... un sacrificio.
Los gritos de júbilo de los asistentes a la fiesta opacaron el aullido de angustia y miedo que la mujer emitió al escuchar que el momento de su muerte estaba muy cerca. La suerte no estaba con ella, pero sí sonrió a dos jóvenes que oyeron gritar los números grabados en sus bolas. ¿Dos bolas con el mismo número? Quién sabe si fue un error o el destino el que las unió.
La víctima fue colocada en la presa de la guillotina entre gritos de desesperación. Las jovencitas colocaron sus manos sobre la palanca de activación. Se miraron.
- Yo soy Katy, un placer, cariño.
- Llámame Wings.
Un asesinato siempre une, o eso es lo que dicen.
El ámbito de poder de Loviatar es amplio aunque muchas veces ha de permanecer oculto. La incomprensión y la poca tolerancia ante la ideología de sus fieles conlleva que en ciertos reinos y naciones los seguidores de la Más Dolorosa deban mantener sus creencias en secreto. Eso es lo que ocurre precisamente en Amn, y allí es precisamente donde Kadjalli y Ainur se vieron por primera vez.
Una gran fiesta iba a celebrarse en Purskul, el granero de Amn, cuyos habitantes eran en gran parte mestizos fruto de raptos y violaciones llevados a cabo por las cercanas tribus de orcos. O eso le comentó a Kadjalli su compañera de viaje, su apreciada Maestra Silara, durante la larga travesía en carruaje desde Túrmish hasta las tierras amnianas. Estas teorías y otros temas macabros satisfacían las ansias loviataritas de ambas mujeres, que reían y disfrutaban torturándose mutuamente, siempre sin dejar excesivas huellas visibles en sus cuerpos. Pellizcos, leves cortes en los muslos o alguna pequeña aguja de madera que horadaba la piel de la rodilla hasta casi llegar al hueso fueron sus acompañantes para que el viaje no se hiciera aburrido y al mismo tiempo mantener contenta a la Diosa.
Silara conocía a Katy casi tanto como sus hermanas o su propia Madre. Como trabajadora del burdel en el que las niñas nacieron y seguidora de Loviatar como era, la semielfa había recibido la tarea de dedicarse a enseñar los principios de la Fe a Kadjalli, además de procurar que aprendiera Historia, Arte, Magia, buenos modales, e incluso idiomas tan dispares como el élfico o el orco. Y Katy la apreciaba como si fuera parte de su familia. Era parte de su familia.
- Mi querida niña, debes de entender el honor que supone ser invitada a una fiesta de este tipo – comentó Silara entre juego y juego, pocos días antes de llegar a su destino. - Posees el Don que no todas las adoradoras de la Diosa poseen y eso te hace especial. Vas a conocer a gente muy influyente de nuestra Fe. Observa, y aprende.
Entre tierras de cultivo y caminos de arena pisada se alzaba la residencia de la familia Thonok, una de las más influyentes de Purshkul, cuyas tendencias religiosas un tanto inadecuadas quedaban ocultas para la mayor parte de sus vecinos. El mismísmo señor de la casa, Rhinnom Thonok, salió a recibirlas. Su joroba fue lo que más llamó la atención de la joven Katy de apenas 13 años. Sin duda era un fiel sirviente de la Diosa, un doliente incluso en el aspecto físico.
- Permitidme acompañaros personalmente al interior, mi joven elegida de oscura piel. Apenas sois una mujer... ¡pero qué belleza! – la gutural y ligeramente libidinosa voz de Rhinnom sacó de sus pensamientos a Katy, que observó el brazo del hombre extendido hacia ella. Ahogó un comentario hilarante que de repente había nacido en su mente y aceptó el ofrecimiento, colocando su mano sobre la formida extremidad del loviatarita. No era de buen gusto herir al anfitrión. No, al menos, en ese momento.
La celebración ya había comenzado cuando Thonok y las dos invitadas irrumpieron en el gran salón. Los preciosos y caros vestidos que Katy y Silara habían mantenido intactos con tanto cuidado durante todo el trayecto y los abanicos decorados con motivos florales cayeron al suelo dejando al descubierto los trajes ceremoniales y los látigos rituales. Entonces dejaron de desentonar frente al resto de asistentes, ellos vestidos únicamente con apretados calzones de cuero negro y ellas embutidas en corsés oscuros de tirantes cordeles y altas botas negras.
La decoración del gran salón atrajo de inmediato la atención de Katy. Los invitados ya ocupaban sus puestos en los diversos aparatos de tortura, desde potros hasta damas de hierro, todos ellos gozando y sufriendo, mostrando su adoración a Loviatar mediante gemidos, jadeos de placer, gritos de dolor y agonía. Uno de los invitados alojaba sus enormes posaderas en un sitial repleto de puntas mientras dos jóvenes armadas con tenazas trabajaban su dentadura. Junto a él, una mujer de unos sesenta años permitía a otra joven loviatarita divertirse con los colgajos de piel que se formaban en su espalda desnuda, cosiendo con hilos de distintas tonalidades para crear lo que parecía ser una bucólica escena campestre teñida de carmesí. Al otro lado de la habitación, varias súcubos acariciaban con sus garras el vientre de un joven, dibujando símbolos en su piel con cada corte que realizaban. Especialmente interesantes eran las cruces levantadas a lo largo de la habitación, donde los penitentes pendían de sus descoyuntados brazos y sentían los latigazos constantes sobre sus cuerpos despojados de toda ropa hasta que la base de las cruces brillaba reluciente por el baño de sangre.

Paseando su vista por el amplio habitáculo, Katy se fijó en dos de los invitados cuyos trajes elegantes aún cubrían su piel y en sus manos en vez del látigo sostenían copas llenas de bebida.
-¿Esos dos no honran a la Diosa? - preguntó curiosa Kadjalli a su Mentora.
-Sirven a La Mano Negra – Silara adornó su respuesta con una divertida sonrisa.
Katy estudió las dos figuras que conversaban algo apartadas en un rincón. El hombre aparentaba estar en la cuarentena. Alto, de cabellos lacios de un rubio pajizo, buena apariencia en general. Mirada autoritaria y vivaz. La joven que estaba a su lado no llegaría a los tres lustros. Sus media melena oscura enmarcaba un rostro serio y ciertamente intimidante, aunque sería bastante agradable si se atreviera a sonreír. Vestía pantalones y chaquetilla ajustados de cuero, y una espada bastarda dentada colgaba de su cinturón.
Katy no dudó en acercarse a ellos. Su desparpajo ya era evidente incluso apenas siendo una adolescente.
- ¿Sois amantes y sólo disfrutáis de vuestras caricias en privadoooo?
El látigo restalló, manchando el elegante traje del banita. A una mirada del hombre, la jovencita morena arremetió con el puño cerrado sobre la mejilla de Katy, con tal fuerza que le reventó el labio inferior. La copa de la muchacha cayó al suelo, deshaciéndose en mil pedazos. Katy simplemente sonrió, disfrutando, y se colocó delante de ella. Así como estaba, descalza, sintió con gozo cómo los cristales se le introducían en la planta del pie. La joven banita le escupió en el rostro.
- Maldita perra, si no honraras a Loviatar te habría arrancado los ojos y te los habría metido, uno por uno, por ese enorme culo que gastas. Pero como sé que te gustaría, prefiero decírtelo para que pienses en el gozo que no tendrás.
A esto Katy sólo contestó, sin perder la sonrisa, mientras lamía la sangre que le brotaba desde el labio – Me caes bien – y acto seguido se unió a los juegos y placeres de la fiesta con el resto de invitados.
....
Tras horas de golpes, latigazos, dolor y sangre, el anfitrión llamó la atención de todos los presentes.
- ¡Un momento, por favor! Hay una sorpresa que me gustaría ofreceros a todos vosotros, fieles seguidores de la Doncella del Dolor, y a nuestros ilustres invitados, los miembros de la Iglesia de Bane – a un gesto de Thonok, varios sirvientes abandonaron el salón, mientras una joven repartía entre los presentes bolitas con un número grabado en su superficie - Esta noche hemos ensalzado a Aquella a la que debemos pleitesía, pero el súmmum de nuestras plegarias necesita de...
Las puertas dobles que permitían el acceso al gran salón se abrieron en ese momento. Una plataforma con ruedas era transportada al interior. Sobre ella, una mujer inmovilizada de pies y manos sollozaba lastimosamente, y a su lado se erguía una guillotina preparada para ser activada.
- ... un sacrificio.
Los gritos de júbilo de los asistentes a la fiesta opacaron el aullido de angustia y miedo que la mujer emitió al escuchar que el momento de su muerte estaba muy cerca. La suerte no estaba con ella, pero sí sonrió a dos jóvenes que oyeron gritar los números grabados en sus bolas. ¿Dos bolas con el mismo número? Quién sabe si fue un error o el destino el que las unió.
La víctima fue colocada en la presa de la guillotina entre gritos de desesperación. Las jovencitas colocaron sus manos sobre la palanca de activación. Se miraron.
- Yo soy Katy, un placer, cariño.
- Llámame Wings.
Un asesinato siempre une, o eso es lo que dicen.
Re: Sobre Katy - historias varias
Reflexiones.
En cuanto escuché pronunciar las palabras “demonio” y “pacto” en esa conversación supe que en los días que seguirían iba a divertirme mucho. Aunque lo que no entiendo es la razón por la que esa genasí de aire me contó que había pactado con un demonio. Puede que piense que soy la mujer de más confianza que conoce, lo que me indica, y con razón, que no es una mujer muy sociable. De todos modos me ha dicho que el pacto lo estableció delante de no sé cuánta gente más... qué insensatez. Delante de la Cronista de la villa ni más ni menos. Cuando ese demonio ande suelto por la Marca ya sabrán a quién culpar aunque no haya sido culpa suya. Lo que sí que tengo muy claro es que yo estaré apartada del tema en cuestión... al menos como Katy.
Será divertido, totalmente. Y honraré a la Diosa, absolutamente.
Mi disfraz es muy convincente, nadie sabe que oculto mi identidad bajo la máscara de otra mujer, la enigmática Rousse. Sólo Ainur, mi queridísima Ainur, pero ella está lejos de la Marca en estos momentos. Espero que su vínculo con el estúpido ex-paladín crezca cada vez más hasta que le conduzca a la locura por amor. Trátale como a los perros, le dije, la correa bien sujeta, dejándole espacio para hacer sus necesidades pero tirando con fuerza de la correa de vez en cuando, para que sepa quién manda. Espero que me haya hecho caso, pero Ainur es tan... tan... bueno, es banita, con eso lo digo todo.
“Airosa”, mi preciosa maga genasí, no parece reacia a aceptar los consejos de una desconocida como Rousse. Incluso me siguió hasta las entrañas del fuerte maldito de Ghorin. O es muy osada o no me temía. Supongo que el ser arcana le da una autoestima y una altanería de la que otros carecen, y si no que les pregunten a algunas magas que se pasean por la villa como si fuera suya, la autosuficiencia marcada a fuego en sus rostros mientras te explican algo como si fueras tonta.
Bien, sigamos con lo que nos ocupa. Yo, o más bien Rousse, iba a explicar a ”Airosa” los rituales que realizamos para liberar a Iren el Castigador de su celda planar, y va el maldito Iren y, no sé cómo (o sí, a saber si esa marca es un Geas de esos...) me otorga el placer de sentir el mayor dolor que haya sentido en toda mi loviatarita vida. Y encima habla a través de mí.
Lo disfruté, lo confieso. Pero yo sólo sirvo a Una Señora.
Que fuera a la ciudad en la que no entra la luz si quería saber más, nos dice, porque a mí no me permitió contar nada nada más. ¡Ascore, cómo no! Uno de los lugares más agradables que hay por los alrededores, como pudo comprobar ”Airosa” cuando sucumbió chamuscada por una trampa mortal de fuego. Espero que el dolor fuera tan intenso como me pareció al mirar la expresión de su rostro ennegrecido. Loviatar la reanimó a través de mí, qué más podía hacer si ella es la que ha de realizar el trabajo demoniaco. Al final encontramos una gran columna de humo negro en una de las ruinosas salas de la ciudad umbra, una columna que nos habló.
¡Sorpresa, es Iren el Castigador en carne y hueso! O en humo y... algo más.
Vale, reconozco que me fascinó contemplar cuando ese demonio utilizó su forma incorpórea y gaseosa y penetró en el cuerpecito de ”Airosa”. Era el pago por la información, dijo. Y ahora la sorpresa se la llevó Iren ¡jajaja! Un Geas colocado en la arcana por ese otro demonio le impedía acceder a su mente.
Aún así, Iren nos explicó un sencillo ritual para que ”Airosa” se pudiera poner en contacto con su demonio particular: extrae de un litro y medio a dos litros de sangre de alguien de cuerpo y alma puros y bébetelo, de un trago a ser posible.
Mi preciosa ”Airosa” tiene mucho trabajo por delante. Me temo que esto no saldrá tan bien como nos fue con Iren, pero de un modo u otro sé que alguien sentirá el toque de Loviatar. Y eso es lo que a mí me interesa.
En cuanto escuché pronunciar las palabras “demonio” y “pacto” en esa conversación supe que en los días que seguirían iba a divertirme mucho. Aunque lo que no entiendo es la razón por la que esa genasí de aire me contó que había pactado con un demonio. Puede que piense que soy la mujer de más confianza que conoce, lo que me indica, y con razón, que no es una mujer muy sociable. De todos modos me ha dicho que el pacto lo estableció delante de no sé cuánta gente más... qué insensatez. Delante de la Cronista de la villa ni más ni menos. Cuando ese demonio ande suelto por la Marca ya sabrán a quién culpar aunque no haya sido culpa suya. Lo que sí que tengo muy claro es que yo estaré apartada del tema en cuestión... al menos como Katy.
Será divertido, totalmente. Y honraré a la Diosa, absolutamente.
Mi disfraz es muy convincente, nadie sabe que oculto mi identidad bajo la máscara de otra mujer, la enigmática Rousse. Sólo Ainur, mi queridísima Ainur, pero ella está lejos de la Marca en estos momentos. Espero que su vínculo con el estúpido ex-paladín crezca cada vez más hasta que le conduzca a la locura por amor. Trátale como a los perros, le dije, la correa bien sujeta, dejándole espacio para hacer sus necesidades pero tirando con fuerza de la correa de vez en cuando, para que sepa quién manda. Espero que me haya hecho caso, pero Ainur es tan... tan... bueno, es banita, con eso lo digo todo.
“Airosa”, mi preciosa maga genasí, no parece reacia a aceptar los consejos de una desconocida como Rousse. Incluso me siguió hasta las entrañas del fuerte maldito de Ghorin. O es muy osada o no me temía. Supongo que el ser arcana le da una autoestima y una altanería de la que otros carecen, y si no que les pregunten a algunas magas que se pasean por la villa como si fuera suya, la autosuficiencia marcada a fuego en sus rostros mientras te explican algo como si fueras tonta.
Bien, sigamos con lo que nos ocupa. Yo, o más bien Rousse, iba a explicar a ”Airosa” los rituales que realizamos para liberar a Iren el Castigador de su celda planar, y va el maldito Iren y, no sé cómo (o sí, a saber si esa marca es un Geas de esos...) me otorga el placer de sentir el mayor dolor que haya sentido en toda mi loviatarita vida. Y encima habla a través de mí.
Lo disfruté, lo confieso. Pero yo sólo sirvo a Una Señora.
Que fuera a la ciudad en la que no entra la luz si quería saber más, nos dice, porque a mí no me permitió contar nada nada más. ¡Ascore, cómo no! Uno de los lugares más agradables que hay por los alrededores, como pudo comprobar ”Airosa” cuando sucumbió chamuscada por una trampa mortal de fuego. Espero que el dolor fuera tan intenso como me pareció al mirar la expresión de su rostro ennegrecido. Loviatar la reanimó a través de mí, qué más podía hacer si ella es la que ha de realizar el trabajo demoniaco. Al final encontramos una gran columna de humo negro en una de las ruinosas salas de la ciudad umbra, una columna que nos habló.
¡Sorpresa, es Iren el Castigador en carne y hueso! O en humo y... algo más.
Vale, reconozco que me fascinó contemplar cuando ese demonio utilizó su forma incorpórea y gaseosa y penetró en el cuerpecito de ”Airosa”. Era el pago por la información, dijo. Y ahora la sorpresa se la llevó Iren ¡jajaja! Un Geas colocado en la arcana por ese otro demonio le impedía acceder a su mente.
Aún así, Iren nos explicó un sencillo ritual para que ”Airosa” se pudiera poner en contacto con su demonio particular: extrae de un litro y medio a dos litros de sangre de alguien de cuerpo y alma puros y bébetelo, de un trago a ser posible.
Mi preciosa ”Airosa” tiene mucho trabajo por delante. Me temo que esto no saldrá tan bien como nos fue con Iren, pero de un modo u otro sé que alguien sentirá el toque de Loviatar. Y eso es lo que a mí me interesa.
Re: Sobre Katy - historias varias
Reflexiones II. Los preparativos.
La figura embutida en la rojiza y oscura armadura y la arcana de piel azulada se encontraron frente a los portones cerrados a cal y canto de Sundabar, como habían previsto. Los guardias enanos las observaron con recelo, pronto anochecería y nadie tenía permitido el acceso, pero los intereses de las dos mujeres no se encontraban en el interior de la ciudadela. No al menos de momento.
Rousse saludó con estudiada educación a Cefira y enseguida descendió la pendiente de acceso a Sundabar en busca de un lugar menos concurrido. La genasí de aire siguió sus pasos sin decir nada, como era su costumbre. Sólo hablaba cuando realmente era necesario, sin malgastar tiempo ni palabras.
Unos minutos mas tarde y tras comprobar que nadie se ocultaba o vigilaba en los alrededores, comenzó una interesante conversación.
-Debes buscar al sujeto idóneo para poder contactar con Él. El tiempo corre.
-¿Por dónde quieres que empecemos, Rousse?
-Buscaremos una joven elfa, es la mejor manera de cubrir nuestras huellas.
-Una elfa, entiendo – la genasí asintíó satisfecha, recordando al asesino de la villa. - ¿Qué propones?
Rousse se quedó unos momentos pensativa. Fijó su vista en el río, que discurría plácidamente a su izquierda. A lo lejos se podían distinguir las velas de los barcos anclados en el puerto, en los rápidos de Jarmun.
-Viajemos en barco. Hasta Eternlund. En esa ciudad habitan muchos elfos. Tendremos la oportunidad de elegir, y si erramos... al menos nos servirá de práctica para continuar la búsqueda. Antes...
Rousse se alejó unos minutos y, al regresar, ya no era Rousse sino una oronda comerciante cualquiera. Cefira vestía también un atavío distinto.
-La caza ha comenzado.
Eternlund mostró los peligros a los que se enfrentaba su plan nada más desembarcar. Poderosas murallas rodeaban la ciudad protegiéndola de los ataques de bandidos, orcos y, últimamente, del asedio de los servidores de Málar. La Guardia patrullaba de manera constante las amplias calles y plazas para garantizar la seguridad, la paz y el buen comercio. En parte eso les podía beneficiar, ya que la gente de Eternlund se sentiría mucho más segura, y por ende, menos cauta.
Apenas había amanecido, pero se pusieron a trabajar de inmediato. El primer paso fue adquirir un mapa de entre los muchos comerciantes que había en el puerto.

Vías y más vías se sucedían, pero no acertaban a decidirse entre las posibles víctimas. A mediodía cruzaron el Puente del Enano y pisaron por primera vez la parte norte de la ciudad. Beshaba debía de estar observando en ese mismo momento, pero no a las dos extranjeras sino a la elfa que en ese momento recorría una plazoleta construida junto a la ribera del Rauvin.
-Un buen ejemplar.
-Sin duda, arcana. Sin duda.
Se separaron para vigilarla. Para seguirla. Durante horas, durante varios días, estudiaron su devenir por las calles de Etenlund. Memorizaron sus hábitos, las rutinas de su vida, las amistades que visitaba, el lugar donde meditaba por las noches. Cada día un disfraz nuevo cubría las facciones de Rousse para pasar inadvertida a posibles miradas indiscretas, nuevas ropas vestían su cuerpo tanto como el de Cefira, aunque ella carecía de la sutileza y la maestría de Rousse para el engaño visual.

Finalmente una tarde, encerradas en la habitación de la posada que ambas ocupaban, comenzaron los preparativos del plan...
La figura embutida en la rojiza y oscura armadura y la arcana de piel azulada se encontraron frente a los portones cerrados a cal y canto de Sundabar, como habían previsto. Los guardias enanos las observaron con recelo, pronto anochecería y nadie tenía permitido el acceso, pero los intereses de las dos mujeres no se encontraban en el interior de la ciudadela. No al menos de momento.
Rousse saludó con estudiada educación a Cefira y enseguida descendió la pendiente de acceso a Sundabar en busca de un lugar menos concurrido. La genasí de aire siguió sus pasos sin decir nada, como era su costumbre. Sólo hablaba cuando realmente era necesario, sin malgastar tiempo ni palabras.
Unos minutos mas tarde y tras comprobar que nadie se ocultaba o vigilaba en los alrededores, comenzó una interesante conversación.
-Debes buscar al sujeto idóneo para poder contactar con Él. El tiempo corre.
-¿Por dónde quieres que empecemos, Rousse?
-Buscaremos una joven elfa, es la mejor manera de cubrir nuestras huellas.
-Una elfa, entiendo – la genasí asintíó satisfecha, recordando al asesino de la villa. - ¿Qué propones?
Rousse se quedó unos momentos pensativa. Fijó su vista en el río, que discurría plácidamente a su izquierda. A lo lejos se podían distinguir las velas de los barcos anclados en el puerto, en los rápidos de Jarmun.
-Viajemos en barco. Hasta Eternlund. En esa ciudad habitan muchos elfos. Tendremos la oportunidad de elegir, y si erramos... al menos nos servirá de práctica para continuar la búsqueda. Antes...
Rousse se alejó unos minutos y, al regresar, ya no era Rousse sino una oronda comerciante cualquiera. Cefira vestía también un atavío distinto.
-La caza ha comenzado.
Eternlund mostró los peligros a los que se enfrentaba su plan nada más desembarcar. Poderosas murallas rodeaban la ciudad protegiéndola de los ataques de bandidos, orcos y, últimamente, del asedio de los servidores de Málar. La Guardia patrullaba de manera constante las amplias calles y plazas para garantizar la seguridad, la paz y el buen comercio. En parte eso les podía beneficiar, ya que la gente de Eternlund se sentiría mucho más segura, y por ende, menos cauta.
Apenas había amanecido, pero se pusieron a trabajar de inmediato. El primer paso fue adquirir un mapa de entre los muchos comerciantes que había en el puerto.

Vías y más vías se sucedían, pero no acertaban a decidirse entre las posibles víctimas. A mediodía cruzaron el Puente del Enano y pisaron por primera vez la parte norte de la ciudad. Beshaba debía de estar observando en ese mismo momento, pero no a las dos extranjeras sino a la elfa que en ese momento recorría una plazoleta construida junto a la ribera del Rauvin.
-Un buen ejemplar.
-Sin duda, arcana. Sin duda.
Se separaron para vigilarla. Para seguirla. Durante horas, durante varios días, estudiaron su devenir por las calles de Etenlund. Memorizaron sus hábitos, las rutinas de su vida, las amistades que visitaba, el lugar donde meditaba por las noches. Cada día un disfraz nuevo cubría las facciones de Rousse para pasar inadvertida a posibles miradas indiscretas, nuevas ropas vestían su cuerpo tanto como el de Cefira, aunque ella carecía de la sutileza y la maestría de Rousse para el engaño visual.

Finalmente una tarde, encerradas en la habitación de la posada que ambas ocupaban, comenzaron los preparativos del plan...
Re: Sobre Katy - historias varias
Reflexiones III. La caza.
Las sombras apenas comenzaban a extenderse sobre las construcciones y el adoquinado de la ciudad, pero Rousse y Cefira ya recorrían sus calles luciendo sendos disfraces. Tras el primer intento fallido por culpa de la ineptitud de la arcana al desconocer uno de los inconvenientes de su conjuro de portal, los planes trazados tuvieron que cambiar.
- Esta vez utilizaremos una de las puertas de la ciudad. La puerta norte es la más cercana al barrio donde ella vive. Quiero que la lleves allí y nos esperes.
El vampiro convocado en uno de los callejones oscuros y solitarios de la urbe asintió con cierta desgana a las órdenes de la clériga de Loviatar. Si por él hubiera sido, habría desgarrado el cuello de la mujer y de su acompañante de piel azul allí mismo y en ese mismo instante. Pero el poder de una diosa lo sometía, así que se alejó vistiendo los elegantes ropajes que su dueña le había confeccionado y que servirían de disfraz.
La caza había comenzado por segunda vez.
Hacia la medianoche, los campos al norte de Eternlund contemplaron en silencio cómo una doncella de raza élfica era degollada sin ningún remordimiento por otra mujer de aristocráticas vestiduras, mientras una tercera fémina recogía en unos frascos la sangre que despedía despacio la herida en la arteria del cuello. La herida no era profunda y la elfa agonizó lentamente, yéndose su vida entre gemidos y temblores, su cuerpo tendido laxo sobre la hierba.

Esta vez el conjuro de portal tuvo el efecto deseado, y la magia transportó a Rousse y a Cefira hasta el interior de una cueva perdida en los bosques de Nevesmortas, junto con el vampiro que cargaba al hombro con el cadáver de la elfa. El lugar parecía tranquilo, sólo se oía de vez en cuando el leve rumor de los murciélagos y el murmullo de alguna patrulla osga en las cercanías.
Apenas le dieron importancia a esos sonidos concentradas como estaban en iniciar el ritual. La arcana comenzó a beber el rojizo líquido con rapidez, con ansia casi, y Rousse observaba la escena con marcado interés, fijándose con detenimiento en su cara de angustia. Acabados los primeros frascos de líquido, Cefira empezó a tener arcadas.
- Está asquerosa... no puedo beber más - comentó la maga entre arcada y arcada y señaló el cuarto de litro que faltaba por ingerir- Con lo que he tomado ya debería servir.
- ¿Dejarás que un simple trámite se interponga entre tú y tus deseos y ambiciones? - una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios de Rousse – Piensa en lo que vas a perder si no te lo bebes y en lo que vas a obtener si sí lo haces. Y el demonio dijo que te bebieras todo, no dijo la mitad, no dijo casi todo. Dijo todo.
Cefira comprendía la importancia de aquel ritual y las palabras de Rousse la convencieron aún más de su trascendencia. Con nuevas fuerzas, la arcana engulló el resto del plasma. La sangre estaba cada vez más fría, templándose por el frio ambiental, y su consistencia era cada vez más empalagosa y su sabor dulzón. Esa sangre había sido bombeada por un corazón latiendo fuerte a través de la fisura de la arteria, había goteado, mancillado el suelo del bosque que la chupaba como si la necesitara para su subsistencia, sangre que había significado vida, y ahora..
Vomitó. Finalmente, la genasí vomito, expulsando del estómago todo su contenido sobre un charco nauseabundo mezcla de bilis y sangre. Rousse respetaba a su aliada, pero su Fe y sus Creencias se imponían a todo lo demás. Disfrutó con la visión del rostro derrotado de la arcana y con la no menos divertida sensación de nuevo fracaso, que podría perfectamente usar a modo de reproche. Tuvo una idea.
- Aún no está todo perdido, arcana – la loviatarita señaló con el arma homicida que aún mantenía en su mano el charco de sangre - Bebe de ahí.
- Espero que no hables en serio, no estoy para bromas.
No era momento de bromear.
-¿No ves lo cerca de estás de alcanzar la meta? ¿no comprendes que ese charco es lo que te separa de la victoria? Podrás buscar venganza, obtener riquezas... serás una Diosa Oscura, Poderosa, Peligrosa.
La duda bailó en los ojos de la arcana durante unos momentos, pero Loviatar había concedido a Rousse el don de la oratoria. Pronto, la sangre volvía a estar encerrada en varios frascos. Esta vez, la arcana diluyó la sangre con agua, bebiendo pausadamente y deteniéndose si los espasmos regresaban.
- He termina... - Cefira no terminó la frase. Un extraño coma se apoderó de ella durante horas, horas en las que Rousse cuidó de su cuerpo dormido como si de un bebé se tratara. Al despertar, una simple advertencia.
- Vigila el cielo estos días.
El cadáver de la elfa que les ofreció su sangre fue envuelto en ámbar para favorecer su conservación y enterrado en el bosque, cerca de dos árboles de altas copas. Las mujeres ya hablarían días más tarde. Una rosa roja en el lugar indicado sería la señal, como siempre.

..continuará...
Las sombras apenas comenzaban a extenderse sobre las construcciones y el adoquinado de la ciudad, pero Rousse y Cefira ya recorrían sus calles luciendo sendos disfraces. Tras el primer intento fallido por culpa de la ineptitud de la arcana al desconocer uno de los inconvenientes de su conjuro de portal, los planes trazados tuvieron que cambiar.
- Esta vez utilizaremos una de las puertas de la ciudad. La puerta norte es la más cercana al barrio donde ella vive. Quiero que la lleves allí y nos esperes.
El vampiro convocado en uno de los callejones oscuros y solitarios de la urbe asintió con cierta desgana a las órdenes de la clériga de Loviatar. Si por él hubiera sido, habría desgarrado el cuello de la mujer y de su acompañante de piel azul allí mismo y en ese mismo instante. Pero el poder de una diosa lo sometía, así que se alejó vistiendo los elegantes ropajes que su dueña le había confeccionado y que servirían de disfraz.
La caza había comenzado por segunda vez.
Hacia la medianoche, los campos al norte de Eternlund contemplaron en silencio cómo una doncella de raza élfica era degollada sin ningún remordimiento por otra mujer de aristocráticas vestiduras, mientras una tercera fémina recogía en unos frascos la sangre que despedía despacio la herida en la arteria del cuello. La herida no era profunda y la elfa agonizó lentamente, yéndose su vida entre gemidos y temblores, su cuerpo tendido laxo sobre la hierba.

Esta vez el conjuro de portal tuvo el efecto deseado, y la magia transportó a Rousse y a Cefira hasta el interior de una cueva perdida en los bosques de Nevesmortas, junto con el vampiro que cargaba al hombro con el cadáver de la elfa. El lugar parecía tranquilo, sólo se oía de vez en cuando el leve rumor de los murciélagos y el murmullo de alguna patrulla osga en las cercanías.
Apenas le dieron importancia a esos sonidos concentradas como estaban en iniciar el ritual. La arcana comenzó a beber el rojizo líquido con rapidez, con ansia casi, y Rousse observaba la escena con marcado interés, fijándose con detenimiento en su cara de angustia. Acabados los primeros frascos de líquido, Cefira empezó a tener arcadas.
- Está asquerosa... no puedo beber más - comentó la maga entre arcada y arcada y señaló el cuarto de litro que faltaba por ingerir- Con lo que he tomado ya debería servir.
- ¿Dejarás que un simple trámite se interponga entre tú y tus deseos y ambiciones? - una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios de Rousse – Piensa en lo que vas a perder si no te lo bebes y en lo que vas a obtener si sí lo haces. Y el demonio dijo que te bebieras todo, no dijo la mitad, no dijo casi todo. Dijo todo.
Cefira comprendía la importancia de aquel ritual y las palabras de Rousse la convencieron aún más de su trascendencia. Con nuevas fuerzas, la arcana engulló el resto del plasma. La sangre estaba cada vez más fría, templándose por el frio ambiental, y su consistencia era cada vez más empalagosa y su sabor dulzón. Esa sangre había sido bombeada por un corazón latiendo fuerte a través de la fisura de la arteria, había goteado, mancillado el suelo del bosque que la chupaba como si la necesitara para su subsistencia, sangre que había significado vida, y ahora..
Vomitó. Finalmente, la genasí vomito, expulsando del estómago todo su contenido sobre un charco nauseabundo mezcla de bilis y sangre. Rousse respetaba a su aliada, pero su Fe y sus Creencias se imponían a todo lo demás. Disfrutó con la visión del rostro derrotado de la arcana y con la no menos divertida sensación de nuevo fracaso, que podría perfectamente usar a modo de reproche. Tuvo una idea.
- Aún no está todo perdido, arcana – la loviatarita señaló con el arma homicida que aún mantenía en su mano el charco de sangre - Bebe de ahí.
- Espero que no hables en serio, no estoy para bromas.
No era momento de bromear.
-¿No ves lo cerca de estás de alcanzar la meta? ¿no comprendes que ese charco es lo que te separa de la victoria? Podrás buscar venganza, obtener riquezas... serás una Diosa Oscura, Poderosa, Peligrosa.
La duda bailó en los ojos de la arcana durante unos momentos, pero Loviatar había concedido a Rousse el don de la oratoria. Pronto, la sangre volvía a estar encerrada en varios frascos. Esta vez, la arcana diluyó la sangre con agua, bebiendo pausadamente y deteniéndose si los espasmos regresaban.
- He termina... - Cefira no terminó la frase. Un extraño coma se apoderó de ella durante horas, horas en las que Rousse cuidó de su cuerpo dormido como si de un bebé se tratara. Al despertar, una simple advertencia.
- Vigila el cielo estos días.
El cadáver de la elfa que les ofreció su sangre fue envuelto en ámbar para favorecer su conservación y enterrado en el bosque, cerca de dos árboles de altas copas. Las mujeres ya hablarían días más tarde. Una rosa roja en el lugar indicado sería la señal, como siempre.

..continuará...
Re: Sobre Katy - historias varias
Confesándose a la almohada.
No me siento bien. Nada bien.
¿Quién iba a pensar que esos estúpidos malaritas no desearían la ayuda de dos aliadas tan valiosas como Cefira y yo misma? No, estúpidos no son, pero poderosos ya lo creo que sí. Aún conservo el estigma que la visita al Bosque Alto ha dejado en mi alma. No recuerdo los detalles ni tampoco qué pasó allí, pero sí recuerdo el dolor y las heridas que los golpes de esos licántropos dejaron en mi piel. Y está... bueno, está lo “otro”.
¿Que qué es lo “otro”? Pocas veces me he sentido tan desamparada como estos días. Si bien la maga perdió su acceso a la Urdimbre por unas horas, yo... mi vínculo con la Más Dolorosa ha desaparecido, se ha desvanecido como si nunca hubiera estado ahí. Por más que rezo, por más que me flagelo durante las noches, por más que asesino lentamente a bandidos y alimañas por los caminos... Ella no responde. Y su poder divino tampoco. Y esa falta persiste.
¿Cuánto tiempo se me privará de mi don? ¿será una prueba de Loviatar para comprobar la fuerza de voluntad de sus servidoras? No lo sé, pero aguantaré y seguiré sonriendo por los días y disfrutando de mis noches de tortura hasta que despunte el alba en el Este.
Una cosa más. Informaré a mis hermanas de Fe en Turmish para que sepan de este agravio por parte de los sirvientes de Málar e intentaré contactar con los fieles loviataritas de estas tierras que, según se me ha informado, poseen un Monasterio en las alturas de las cimas más altas de las Montañas Nether. Airosa seguramente me acompañe.
Y por otra parte... ¿Iren y ese otro demonio de la genasí arcana estarán al tanto de todo lo que ocurre con los malaritas? Sinceramente, necesito desquitarme con aquellos de los que he sufrido tal agravio y esos demonios tal vez puedan devolverme los favores que han recibido de Cefira y de mí.
Como bien nos enseña nuestro dogma... “el mundo está lleno de dolor y tormento, y lo mejor que uno puede hacer es sufrir estos golpes que no pueden ser evitados e infligir todo el dolor que se puede de vuelta a los que nos ofenden”.
Y eso es lo que haré.
Amén.
No me siento bien. Nada bien.
¿Quién iba a pensar que esos estúpidos malaritas no desearían la ayuda de dos aliadas tan valiosas como Cefira y yo misma? No, estúpidos no son, pero poderosos ya lo creo que sí. Aún conservo el estigma que la visita al Bosque Alto ha dejado en mi alma. No recuerdo los detalles ni tampoco qué pasó allí, pero sí recuerdo el dolor y las heridas que los golpes de esos licántropos dejaron en mi piel. Y está... bueno, está lo “otro”.
¿Que qué es lo “otro”? Pocas veces me he sentido tan desamparada como estos días. Si bien la maga perdió su acceso a la Urdimbre por unas horas, yo... mi vínculo con la Más Dolorosa ha desaparecido, se ha desvanecido como si nunca hubiera estado ahí. Por más que rezo, por más que me flagelo durante las noches, por más que asesino lentamente a bandidos y alimañas por los caminos... Ella no responde. Y su poder divino tampoco. Y esa falta persiste.
¿Cuánto tiempo se me privará de mi don? ¿será una prueba de Loviatar para comprobar la fuerza de voluntad de sus servidoras? No lo sé, pero aguantaré y seguiré sonriendo por los días y disfrutando de mis noches de tortura hasta que despunte el alba en el Este.
Una cosa más. Informaré a mis hermanas de Fe en Turmish para que sepan de este agravio por parte de los sirvientes de Málar e intentaré contactar con los fieles loviataritas de estas tierras que, según se me ha informado, poseen un Monasterio en las alturas de las cimas más altas de las Montañas Nether. Airosa seguramente me acompañe.
Y por otra parte... ¿Iren y ese otro demonio de la genasí arcana estarán al tanto de todo lo que ocurre con los malaritas? Sinceramente, necesito desquitarme con aquellos de los que he sufrido tal agravio y esos demonios tal vez puedan devolverme los favores que han recibido de Cefira y de mí.
Como bien nos enseña nuestro dogma... “el mundo está lleno de dolor y tormento, y lo mejor que uno puede hacer es sufrir estos golpes que no pueden ser evitados e infligir todo el dolor que se puede de vuelta a los que nos ofenden”.
Y eso es lo que haré.
Amén.
-
- Sin vida social fuera del monitor.
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- Registrado: Vie Jul 16, 2010 7:52 pm
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Re: Sobre Katy - historias varias
¡Ea, al fin todo el mundo entenderá el cómo era Katy/Rousse!. Procedo yo a compartir (Ya se hizo para los Dms) la historia completa de Ainur Helsun, alias Wings
La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad.