Re: Noche… Luna… Oscuridad.
Publicado: Vie Jul 01, 2011 11:00 am
Manada
Meses? Quizás años?
Por una u otra razón se había quedado solo en las extensas tierras de la Marca.
De tanto en tanto se había encontrado con manadas sueltas que merodeaban un territorio y se abalanzaban sobre sus machetes.
Tiempo. Mucho tiempo.
Los machetes habían sido afilados en incontables ocasiones. La sangre se había vertido y empapado sus filos.
Las garras habían destrozado carne, músculo y hueso. Las mandíbulas se habían cerrado con fuerza sobre numerosas Presas.
Hacia un par de meses la afluencia de los licántropos provenientes del Rauvin, había sido acompañada por una sensación de furia que se extendía sutilmente por los bosques y caminos.
Presa, Cazador, Caza…
Ahora los tiempos nuevamente cambiaban.
Hacía unas lunas había estado a punto de dar caza a una hembra. Para su agrado o desagrado resulto ser relativamente importante su supervivencia.
Pero ahora todo giraba rápido. Demasiado rápido para el gusto del explorador.
Primero Larms… luego Marcus… y si Marcus había regresado la niña, Isazara, también lo haría.
Lo que supondría más de una disputa.
Manada. Una palabra que sonaba bastante vacía en los últimos tiempos.
Los machetes afilados, cuidados y pulidos, reflejaron la luz de la luna.
Shein, Ethan y Norisse cruzaron el portal abierto por la arcana de regreso a Nevesmortas tras salir del castillo.
Ante él se abría nuevamente el bosque sagrado y entrechocó los machetes.
Osos, lobos… manadas atacando y defendiéndose.
Los machetes cortaron profundo. Las garras y colmillos hicieron lo propio en el cuerpo del explorador.
Fuerza. La fuerza de la manada. Las palabras de Larms resonaron en su mente mientras observaba las grandes presas y sus heridas comenzaban a sanarse.
Manada…
La fuerza de uno, la fuerza de todos.
El explorador gruñó en medio del bosque y sacudió los machetes esparciendo las gotas de sangre por las cercanías.
- Manada – murmuró para luego chasquear la mandíbula.
Un águila dorada a lo lejos atrajo su atención.
- “Con tantas plumas que hemos dejado atrás no podías haber cambiado esa tuya del sombrero”
Phineas sonrió al recordar el comentario de Norisse.
Pocos minutos después el explorador pasaba por delante del Descanso de los Paramos y en el sombrero, una dorada pluma de águila.
Manada.
Quizás…
Meses? Quizás años?
Por una u otra razón se había quedado solo en las extensas tierras de la Marca.
De tanto en tanto se había encontrado con manadas sueltas que merodeaban un territorio y se abalanzaban sobre sus machetes.
Tiempo. Mucho tiempo.
Los machetes habían sido afilados en incontables ocasiones. La sangre se había vertido y empapado sus filos.
Las garras habían destrozado carne, músculo y hueso. Las mandíbulas se habían cerrado con fuerza sobre numerosas Presas.
Hacia un par de meses la afluencia de los licántropos provenientes del Rauvin, había sido acompañada por una sensación de furia que se extendía sutilmente por los bosques y caminos.
Presa, Cazador, Caza…
Ahora los tiempos nuevamente cambiaban.
Hacía unas lunas había estado a punto de dar caza a una hembra. Para su agrado o desagrado resulto ser relativamente importante su supervivencia.
Pero ahora todo giraba rápido. Demasiado rápido para el gusto del explorador.
Primero Larms… luego Marcus… y si Marcus había regresado la niña, Isazara, también lo haría.
Lo que supondría más de una disputa.
Manada. Una palabra que sonaba bastante vacía en los últimos tiempos.
Los machetes afilados, cuidados y pulidos, reflejaron la luz de la luna.
Shein, Ethan y Norisse cruzaron el portal abierto por la arcana de regreso a Nevesmortas tras salir del castillo.
Ante él se abría nuevamente el bosque sagrado y entrechocó los machetes.
Osos, lobos… manadas atacando y defendiéndose.
Los machetes cortaron profundo. Las garras y colmillos hicieron lo propio en el cuerpo del explorador.
Fuerza. La fuerza de la manada. Las palabras de Larms resonaron en su mente mientras observaba las grandes presas y sus heridas comenzaban a sanarse.
Manada…
La fuerza de uno, la fuerza de todos.
El explorador gruñó en medio del bosque y sacudió los machetes esparciendo las gotas de sangre por las cercanías.
- Manada – murmuró para luego chasquear la mandíbula.
Un águila dorada a lo lejos atrajo su atención.
- “Con tantas plumas que hemos dejado atrás no podías haber cambiado esa tuya del sombrero”
Phineas sonrió al recordar el comentario de Norisse.
Pocos minutos después el explorador pasaba por delante del Descanso de los Paramos y en el sombrero, una dorada pluma de águila.
Manada.
Quizás…