Re: A Capa y espada
Publicado: Lun May 09, 2011 1:40 pm
La Danza del Agua I
La cerradura emitió un chasquido, señal inequívoca de que se había abierto.
“¿Ves? La clave está en mantener la calma” El niño de pelo castaño guardaba las ganzúas mientras aleccionaba a su compañero de correrías. “¿Siguen los guardas en la puerta?”
“Si, no me pudo creer que sean tan estúpidos” Sonrió el chaval pelirrojo.
“Sí” rió el más bajo de los dos “Son unos idiotas, pero con calma ¿eh? Como se enteren nos cortan en cachitos pequeñitos” Señaló con el índice al grandullón.
“¡Eres un pesado Cuervo!” parecía disgustado “No me fastidies ¿vale? Ya sé que pasó la última vez, no eres mi madre” añadió mientras se anudaba una cuerda a la cintura.
“No tenemos padres Ratón” en el rostro de Cuervo se dibujó una mueca de incomprensión.
“Es igual... ¿Vas a bajar o que?” respondió el pelirrojo.
“Vale, vale... pero despacio” el chaval castaño se dio por vencido.
Ratón abrió mucho las piernas adoptando la postura más estable que podía, mientras rodeaba su cadera con la cuerda.
“Listo” Afirmó.
“Voy” contesto el pequeño de los dos.
Cuervo se dejó caer despacio por la abertura, Ratón le doblaba en estatura y en peso, así que a pesar del tirón inicial no hubo mucho zarandeo. Despacio y con calma Cuervo se deslizaba hacia el suelo de la estancia.
“Despacio” Siseó. Si el grandullón respondió no se escuchó. “¡Para!” Exclamó contenido.
Ahí estaba, la madre de todos los cofres, de negra caoba ribeteado en oro, sólo Tymora sabría que riquezas contendría. El muchacho colgante se dispuso a cogerlo rápido y dar los dos tirones convenidos. Con un movimiento rápido de manos el cofre ya estaba en el saco y cuando estaba dando el segundo tirón la cerradura de la puerta comenzó a chirriar con apresurada velocidad. ¡Los habían pillado! ¿Pero cómo? Cuervo miró al pedestal “¡Magia! Maldita sea” Pensó mientras daba frenéticos tirones a la cuerda, enseguida comenzó a escalar mientras Ratón lo izaba al mismo tiempo.
Los guardias entraron vociferando y dando la alarma en el momento que Cuervo se encaramaba al respiradero y salía a la azotea.
“¡Cagando leches!” Dijo el chico con la cuerda a aún en la cintura mientras el grandullón pelirrojo le ayudaba a incorporarse. Los dos asintieron en silencio y comenzaron a correr por los tejados en direcciones opuestas como habían ensayado y practicado cientos de veces. Los guardas no tardaron en disponer una escala de bambú para perseguirlos a través de los tejados. Pero Ratón no esperó un segundo para dejarse caer a nivel de calle, su especialidad, desaparecería entre el gentío o bajaría a las cloacas si era necesario.
Por su parte Cuervo corrió a través de tejados de pizarra y azoteas ajardinadas, saltando entre grúas y pasarelas elevadas, casi podía volar.
Algún guardia resbaló detrás de sí con el consecuente estruendo de metal y sangre “¡Latas! No podrán alcanzarme” Sonrío satisfecho de si mismo el muchacho, otro salto y otra caída perfecta, algunos guardias a nivel de calle le lanzaban piedras pero Cuervo era un blanco difícil, pequeño y en movimiento. Un sencillo cambio de dirección bastó para perder de vista a los guardias del suelo.
Sólo dos le seguían de cerca saltando por las azoteas, no vestían pesadas armaduras tan solo un jubón ligero de cuero y una espada corta. Igualmente eran más pesados y grandes que el chiquillo y la distancia que este interponía entre él y sus perseguidores cada vez era mayor. “Acabaré con esto de una vez” Pensó confiado y cambiando de nuevo la dirección se dirigió a una de las pocas calles que podría decirse que era ancha en Marsémber.
Enfiló la recta que otras tantas veces había recorrido y se dispuso a repetir el salto que tantas veces había realizado, un salto que sólo él por su agilidad y peso podía realizar sin caer al vacío. Pudo ver por el rabillo del ojo como los guardias detenían su carrera al ver a donde se dirigía el muchacho, probablemente convencidos de que sólo tendrían que esperar para recoger el cofre del cadáver aplastado del chaval en el suelo.
La cerradura emitió un chasquido, señal inequívoca de que se había abierto.
“¿Ves? La clave está en mantener la calma” El niño de pelo castaño guardaba las ganzúas mientras aleccionaba a su compañero de correrías. “¿Siguen los guardas en la puerta?”
“Si, no me pudo creer que sean tan estúpidos” Sonrió el chaval pelirrojo.
“Sí” rió el más bajo de los dos “Son unos idiotas, pero con calma ¿eh? Como se enteren nos cortan en cachitos pequeñitos” Señaló con el índice al grandullón.
“¡Eres un pesado Cuervo!” parecía disgustado “No me fastidies ¿vale? Ya sé que pasó la última vez, no eres mi madre” añadió mientras se anudaba una cuerda a la cintura.
“No tenemos padres Ratón” en el rostro de Cuervo se dibujó una mueca de incomprensión.
“Es igual... ¿Vas a bajar o que?” respondió el pelirrojo.
“Vale, vale... pero despacio” el chaval castaño se dio por vencido.
Ratón abrió mucho las piernas adoptando la postura más estable que podía, mientras rodeaba su cadera con la cuerda.
“Listo” Afirmó.
“Voy” contesto el pequeño de los dos.
Cuervo se dejó caer despacio por la abertura, Ratón le doblaba en estatura y en peso, así que a pesar del tirón inicial no hubo mucho zarandeo. Despacio y con calma Cuervo se deslizaba hacia el suelo de la estancia.
“Despacio” Siseó. Si el grandullón respondió no se escuchó. “¡Para!” Exclamó contenido.
Ahí estaba, la madre de todos los cofres, de negra caoba ribeteado en oro, sólo Tymora sabría que riquezas contendría. El muchacho colgante se dispuso a cogerlo rápido y dar los dos tirones convenidos. Con un movimiento rápido de manos el cofre ya estaba en el saco y cuando estaba dando el segundo tirón la cerradura de la puerta comenzó a chirriar con apresurada velocidad. ¡Los habían pillado! ¿Pero cómo? Cuervo miró al pedestal “¡Magia! Maldita sea” Pensó mientras daba frenéticos tirones a la cuerda, enseguida comenzó a escalar mientras Ratón lo izaba al mismo tiempo.
Los guardias entraron vociferando y dando la alarma en el momento que Cuervo se encaramaba al respiradero y salía a la azotea.
“¡Cagando leches!” Dijo el chico con la cuerda a aún en la cintura mientras el grandullón pelirrojo le ayudaba a incorporarse. Los dos asintieron en silencio y comenzaron a correr por los tejados en direcciones opuestas como habían ensayado y practicado cientos de veces. Los guardas no tardaron en disponer una escala de bambú para perseguirlos a través de los tejados. Pero Ratón no esperó un segundo para dejarse caer a nivel de calle, su especialidad, desaparecería entre el gentío o bajaría a las cloacas si era necesario.
Por su parte Cuervo corrió a través de tejados de pizarra y azoteas ajardinadas, saltando entre grúas y pasarelas elevadas, casi podía volar.
Algún guardia resbaló detrás de sí con el consecuente estruendo de metal y sangre “¡Latas! No podrán alcanzarme” Sonrío satisfecho de si mismo el muchacho, otro salto y otra caída perfecta, algunos guardias a nivel de calle le lanzaban piedras pero Cuervo era un blanco difícil, pequeño y en movimiento. Un sencillo cambio de dirección bastó para perder de vista a los guardias del suelo.
Sólo dos le seguían de cerca saltando por las azoteas, no vestían pesadas armaduras tan solo un jubón ligero de cuero y una espada corta. Igualmente eran más pesados y grandes que el chiquillo y la distancia que este interponía entre él y sus perseguidores cada vez era mayor. “Acabaré con esto de una vez” Pensó confiado y cambiando de nuevo la dirección se dirigió a una de las pocas calles que podría decirse que era ancha en Marsémber.
Enfiló la recta que otras tantas veces había recorrido y se dispuso a repetir el salto que tantas veces había realizado, un salto que sólo él por su agilidad y peso podía realizar sin caer al vacío. Pudo ver por el rabillo del ojo como los guardias detenían su carrera al ver a donde se dirigía el muchacho, probablemente convencidos de que sólo tendrían que esperar para recoger el cofre del cadáver aplastado del chaval en el suelo.