Tristan De Luna -Historia y Reflexiones de un Inmortal-
Publicado: Mié Dic 02, 2015 3:11 pm
CAPITULO I: El abrazo.
Ocurrió en el año 1110 según el cómputo de Los Valles, había cumplido 25 años y nada podía ir peor en mi patética vida. Mi familia había caído en desgracia y estaba arruinado, mi mujer e hijos estaban muertos debido a las plagas recientes que diezmaron la población en aquellos tiempos.
Cada día, deseaba mi muerte, la vida ya no tenía sentido para mi, ni siquiera mi preciada magia, con la que disfrutaba antes de que todo cambiara y con la cual me hice un lugar como mandaba la tradición familiar en el cónclave de magos de .Poco a poco me volví mas temerario, buscaba pelea en cualquier taberna, esperando que algún bribón borracho acabara con mi vida, mi corazón tan solo encontraba algo de reposo en presencia de las tumbas de mis seres queridos en el Partenón familiar. Y fue allí donde mi vida tomo un giro inesperado, donde encontré a la mujer que cambiaria el curso del resto de mis días como mortal, ahora se que fue ella quien me encontró a mi.
Apareció como una sombra, deslizándose como un susurro entre la niebla del panteón. Sus rasgos eran estilizados y delicados, su piel tersa y blanca como la nieve, con una melena azabache que le bañaba la espalda hasta la cintura. Sus ojos, de un azul tan intenso y profundo como el de dos zafiros, lo escrutaban todo con una frialdad calculadora y abrumadora, el solo echo de mirar a ellos, hacía que se te congelara la sangre. Desde el primer momento que la mire, estuve condenado. Mis músculos no respondían a mis deseos, ni siquiera podía parpadear para apartarle la mirada. De pronto la mujer habló.
- ¿Por qué sufres Tristan? -Dijo con voz melosa y aterciopelada- ¿Qué me dirías si te dijera que tu sufrimiento no tiene que prolongarse mas, que podría acabar con solo un gesto mío?
Yo no entendía que quería decir con esas palabras esa mujer, como podría ella acabar con mi desdicha tan fácilmente como decía.
- O si lo prefieres, puedo darte aquello que ansias, la dulce tranquilidad de la muerte…
No podía moverme, una extraña fuerza me lo impedía y cuanto mas contemplaba a la mujer, menor era mi deseo de oponer resistencia.
La mujer hizo un gesto con la mano y sentí el impulso de acercarme a ella, mi cuerpo se movió solo como por arte de magia hasta verme a su lado.
- Tu Dios te ha abandonado, mírate, eres tan solo un espectro de lo que fuiste y la magia con la que tanto disfrutabas descubriendo sus entramados ya no representa nada para ti. Pero yo puedo cambiarlo todo, hacer que todo vuelva a tener ese misterio con el que tanto disfrutas, pero aún no Tristan, aún no.......duerme ahora Tristan, duerme…nos volveremos a ver con la siguiente luna… -La mujer se abalanzó sobre mi cuerpo inerte, para dejarme allí tirado con mis demonios interiores-
Como si de una poción de sueño se tratara, sus palabras consiguieron el efecto deseado y allí dormí toda la noche, entre sueños de orgías de sangre y delirios, pasé aquella velada en la cripta, solo, con mis demonios y temores entremezclados con extraños rituales de un tiempo perdido y alabanzas a un Dios malévolo.
El día llego como cualquier otro, solo cambiaba el echo de que no podía olvidar las palabras de aquella extraña y misteriosa mujer ¿Cómo podía ella acabar con mi sufrimiento si no era con el dulce abrazo de la muerte? Mi mente no podía pensar en otra cosa que en la promesa de que todo acabara de una vez por todas. Vagué por las calles de la ciudad como un alma errante, caminando sin rumbo esperando el amanecer de nuevas esperanzas con la llegada del manto de la noche…
Como cada noche después de la muerte de mi familia, me dirigí al cementerio, a ese lugar de pútrida calma que era el único sitio donde mi alma encontraba cierto sosiego.
Todo parecía igual que siempre, pero al mismo tiempo, no lo era, la noche cerrada, era quizás mas cerrada, más oscura más…
Igual que la anterior vez, no reparé en su presencia, su figura se abalanzó contra mí como una pantera que lo hace sobre su presa.
-Espero que te hallas despedido de la vida y, del día, Tristan…
Aquella mujer cernió su diestra alrededor de mi cuello mientras con la zurda echó mi cabeza hacia atrás con una fuerza y velocidad sobre humanas. La nubes se movían rápidas y los árboles se agitaban por el viento, fue entonces, cuando hubo un claro de nubes qué dejo bañar el terreno con la luz de la luna, cuando dos relucientes y blancos colmillos como el marfil, se mostraron para atravesar la carne de mi cuello, de la que noté brotar el cálido líquido que era mi sangre. La mujer bebió, bebió hasta dejarme en algún punto entre la vida y la muerte, dejándome tirado en el suelo, moribundo y agonizante durante un tiempo que pareció una eternidad. Mientras, ella se relamía la comisura de la boca donde aún quedaban salpicaduras de sangre, mi sangre. Cuando acabó, habló…
- ¿Aún deseas la muerte, Tristan? – Con un sutil movimiento, una uña larga y afilada creció de uno de sus dedos, con la que practicó un corte en su muñeca de la que brotó una sangre oscura y espesa. La mujer se aproximó donde estaba y acerco la muñeca a mis labios- Bebe y el dolor se acabará, no habrá más tristeza en tu corazón y dejaras de sentir dolor por tus perdidas, el mundo, volverá a tener ese color que tanto echas de menos…
Quien sabe porque lo hice, si por poner fin a mi sufrimiento o por miedo a la muerte. Bebí de su brazo como hombre sediento que ha vagado por el desierto durante días y por fin llega al deseado oasis. Jamás había experimentado lo que sentí al dejar fluir su esencia por mi garganta, notaba como las fuerzas volvían a mi maltrecho cuerpo, como le daba energías y sed…una sed abrasadora que me desgarro desde lo más profundo de mi ser, era mi alma abandonando mi cuerpo, con cada trago, se escapaba un poco más, hasta que ya no fue mía…un dolor atroz me golpeó y me sumí en la negrura, en la dulce inconsciencia. La vampiresa, echó una rápida mirada a lo que había creado, y se marchó para nunca jamás volver a saber de ella.
Cuando desperté, todo había cambiado, todo era distinto, los olores, los sonidos, todo tenía un color distinto y el dolor…había desaparecido, tal y como la mujer había dicho, allí estaba yo, solo en la oscuridad de la noche, solo, condenado a la no vida, para siempre…
Ocurrió en el año 1110 según el cómputo de Los Valles, había cumplido 25 años y nada podía ir peor en mi patética vida. Mi familia había caído en desgracia y estaba arruinado, mi mujer e hijos estaban muertos debido a las plagas recientes que diezmaron la población en aquellos tiempos.
Cada día, deseaba mi muerte, la vida ya no tenía sentido para mi, ni siquiera mi preciada magia, con la que disfrutaba antes de que todo cambiara y con la cual me hice un lugar como mandaba la tradición familiar en el cónclave de magos de .Poco a poco me volví mas temerario, buscaba pelea en cualquier taberna, esperando que algún bribón borracho acabara con mi vida, mi corazón tan solo encontraba algo de reposo en presencia de las tumbas de mis seres queridos en el Partenón familiar. Y fue allí donde mi vida tomo un giro inesperado, donde encontré a la mujer que cambiaria el curso del resto de mis días como mortal, ahora se que fue ella quien me encontró a mi.
Apareció como una sombra, deslizándose como un susurro entre la niebla del panteón. Sus rasgos eran estilizados y delicados, su piel tersa y blanca como la nieve, con una melena azabache que le bañaba la espalda hasta la cintura. Sus ojos, de un azul tan intenso y profundo como el de dos zafiros, lo escrutaban todo con una frialdad calculadora y abrumadora, el solo echo de mirar a ellos, hacía que se te congelara la sangre. Desde el primer momento que la mire, estuve condenado. Mis músculos no respondían a mis deseos, ni siquiera podía parpadear para apartarle la mirada. De pronto la mujer habló.
- ¿Por qué sufres Tristan? -Dijo con voz melosa y aterciopelada- ¿Qué me dirías si te dijera que tu sufrimiento no tiene que prolongarse mas, que podría acabar con solo un gesto mío?
Yo no entendía que quería decir con esas palabras esa mujer, como podría ella acabar con mi desdicha tan fácilmente como decía.
- O si lo prefieres, puedo darte aquello que ansias, la dulce tranquilidad de la muerte…
No podía moverme, una extraña fuerza me lo impedía y cuanto mas contemplaba a la mujer, menor era mi deseo de oponer resistencia.
La mujer hizo un gesto con la mano y sentí el impulso de acercarme a ella, mi cuerpo se movió solo como por arte de magia hasta verme a su lado.
- Tu Dios te ha abandonado, mírate, eres tan solo un espectro de lo que fuiste y la magia con la que tanto disfrutabas descubriendo sus entramados ya no representa nada para ti. Pero yo puedo cambiarlo todo, hacer que todo vuelva a tener ese misterio con el que tanto disfrutas, pero aún no Tristan, aún no.......duerme ahora Tristan, duerme…nos volveremos a ver con la siguiente luna… -La mujer se abalanzó sobre mi cuerpo inerte, para dejarme allí tirado con mis demonios interiores-
Como si de una poción de sueño se tratara, sus palabras consiguieron el efecto deseado y allí dormí toda la noche, entre sueños de orgías de sangre y delirios, pasé aquella velada en la cripta, solo, con mis demonios y temores entremezclados con extraños rituales de un tiempo perdido y alabanzas a un Dios malévolo.
El día llego como cualquier otro, solo cambiaba el echo de que no podía olvidar las palabras de aquella extraña y misteriosa mujer ¿Cómo podía ella acabar con mi sufrimiento si no era con el dulce abrazo de la muerte? Mi mente no podía pensar en otra cosa que en la promesa de que todo acabara de una vez por todas. Vagué por las calles de la ciudad como un alma errante, caminando sin rumbo esperando el amanecer de nuevas esperanzas con la llegada del manto de la noche…
Como cada noche después de la muerte de mi familia, me dirigí al cementerio, a ese lugar de pútrida calma que era el único sitio donde mi alma encontraba cierto sosiego.
Todo parecía igual que siempre, pero al mismo tiempo, no lo era, la noche cerrada, era quizás mas cerrada, más oscura más…
Igual que la anterior vez, no reparé en su presencia, su figura se abalanzó contra mí como una pantera que lo hace sobre su presa.
-Espero que te hallas despedido de la vida y, del día, Tristan…
Aquella mujer cernió su diestra alrededor de mi cuello mientras con la zurda echó mi cabeza hacia atrás con una fuerza y velocidad sobre humanas. La nubes se movían rápidas y los árboles se agitaban por el viento, fue entonces, cuando hubo un claro de nubes qué dejo bañar el terreno con la luz de la luna, cuando dos relucientes y blancos colmillos como el marfil, se mostraron para atravesar la carne de mi cuello, de la que noté brotar el cálido líquido que era mi sangre. La mujer bebió, bebió hasta dejarme en algún punto entre la vida y la muerte, dejándome tirado en el suelo, moribundo y agonizante durante un tiempo que pareció una eternidad. Mientras, ella se relamía la comisura de la boca donde aún quedaban salpicaduras de sangre, mi sangre. Cuando acabó, habló…
- ¿Aún deseas la muerte, Tristan? – Con un sutil movimiento, una uña larga y afilada creció de uno de sus dedos, con la que practicó un corte en su muñeca de la que brotó una sangre oscura y espesa. La mujer se aproximó donde estaba y acerco la muñeca a mis labios- Bebe y el dolor se acabará, no habrá más tristeza en tu corazón y dejaras de sentir dolor por tus perdidas, el mundo, volverá a tener ese color que tanto echas de menos…
Quien sabe porque lo hice, si por poner fin a mi sufrimiento o por miedo a la muerte. Bebí de su brazo como hombre sediento que ha vagado por el desierto durante días y por fin llega al deseado oasis. Jamás había experimentado lo que sentí al dejar fluir su esencia por mi garganta, notaba como las fuerzas volvían a mi maltrecho cuerpo, como le daba energías y sed…una sed abrasadora que me desgarro desde lo más profundo de mi ser, era mi alma abandonando mi cuerpo, con cada trago, se escapaba un poco más, hasta que ya no fue mía…un dolor atroz me golpeó y me sumí en la negrura, en la dulce inconsciencia. La vampiresa, echó una rápida mirada a lo que había creado, y se marchó para nunca jamás volver a saber de ella.
Cuando desperté, todo había cambiado, todo era distinto, los olores, los sonidos, todo tenía un color distinto y el dolor…había desaparecido, tal y como la mujer había dicho, allí estaba yo, solo en la oscuridad de la noche, solo, condenado a la no vida, para siempre…