El hijo de Arvandor

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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m34th00k

El hijo de Arvandor

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El hijo de Arvandor

1. La vida del padre

Einelbar Inarfin fue uno de los elfos de más tardía vejez que se conozcan, hasta tal punto que retrasó su partida hacia Arbórea tanto como pudo soportar, ni más ni menos que a sus 800 años.

Si bien el cuerpo de un elfo envejece con exagerada parsimonia, el espíritu de Einelbar tampoco tenía prisa por madurar y parecía gozar del don de la eterna juventud. Sus ojos nunca se cansaron de contemplar la belleza de Toril, sus oídos nunca se aburrieron de viajar a través de los sonidos del mundo, su piel nunca se hastió de las caricias de la brisa, ni del calor del sol, ni de la lumbre de la hoguera, ni del fresco abrazo de la noche.

Einelbar no tenía intención de abandonar la cuna de la vida, nunca. Si sentía la llamada de la segunda raíz del árbol del mundo, jamás fue consciente de ello. Aun así, viajó. No por convicción, ni por deseo, sino por el vacío en su corazón. Cuando todos aquellos a los que amaba hubieron partido y se vio solo, sin hijos a los que cuidar (nunca los tuvo), sin mujer a la que amar (nunca amó de esta manera) y sin amigos con los que compartir las eventualidades de la vida (todos habían partido ya); hizo un último viaje.

En el transcurso de su última marcha recorrió todos los lugares del mundo, tratando de memorizar sus paisajes, dibujando sus mapas y sus ilustraciones con el ansia viva del que sabe que no volverá y teme olvidar más que perder la vida.

Cuando hubo terminado, partió.




2. El retiro del padre

Tras su primer milenio en Arvandor el corazón de Einelbar seguía teniendo un gran agujero, a menudo tenía la sensación de haberse dejado la mitad de su alma en Abeir-Toril. Disfrutaba de la hermosura de los frondosos arces, robles y abedules que poblaban el plano, se sentía dichoso de sentir la caricia del musgo y los helechos en sus pies y en verdad que apreciaba el sabor de las frutas silvestres que crecían sanas y deliciosas en los maravillosos campos de Arbórea.

Sin embargo, la chispa genuina de la belleza que otrora cautivó su corazón, no era más que una sombra de lo que una vez sintió. En el fondo de su ser, una pequeña oscuridad que pareciera no poder ser iluminada de ninguna manera, se resistía a cualquier atisbo de luz, negándose a desvanecerse, oponiendo una resistencia que ni siquiera un dios podría vencer.

Fue entonces cuando la vio. Una peculiar elfa, con ciertos rasgos que parecían tener algo en común con los descendientes de los ilizhairi. Sus modos tímidos, su actitud asustadiza, su exagerada cortesía y su soledad, una soledad que sólo podía ser percibida por aquellos que albergasen un hueco semejante en sus almas, lo cual no era precisamente común en un lugar de dicha para los elfos, tal y como es Arvandor.

Vaershal Calim, su nombre resonó como una tormenta de sensaciones que sacudía las entrañas del elfo. Largos años de noviazgo compartiendo paseos ignorando el paisaje, perdiéndose en los profundos horizontes que la magia de sus miradas entrecruzadas dibujaba en sus mentes, silenciando el vacío y acallando el silencio, encontrando la paz y completando la dicha de la que habían sido privados sus corazones. Compartiendo un amor escrito en el destino del mundo antes de que sus ojos se hubiesen abierto por primera vez.

Y como el amor, al amor lleva, en las entrañas de Vaershal surgió una vida, de los bailes en que los cuerpos comparten su alma.




3. Nacimiento

La vida que crecía en el interior de Vaershal era la obra culmen del mestizaje élfico. Por parte del padre heredaba la sangre de los más gentiles, por parte de la madre una pequeña porción de los más odiados y otra de los alados se sumaba en la ecuación. En balance, un elfo, pero uno muy especial. El fruto recogido de la herencia de todos los pueblos élficos, a la espera -todavía- de conocer su destino.

No experimentaron, al menos no todavía, días más dichosos y amor más puro que aquellos en los que compartieron el surgimiento de una nueva vida fruto de la unión de dos corazones antiguos pero jóvenes, que nunca habían llegado a madurar pese a haber realizado El Viaje hace ya largo tiempo.

El evento, no obstante, no pasó desapercibido. ¿Un embarazo en Arbórea? Pronto todos los elfos de Arvandor se pusieron al corriente de la situación. La emoción embriagaba a cuantos descubrían la nueva y, pese a lo entrañable de la situación, algunos sintieron cierta inquietud por primera vez desde El Viaje. Sin embargo… ¿Qué podría salir mal en aquel paraíso?

Cuando faltaba poco para el día del nacimiento, la pareja de elfos recibió un mensaje a través de un emisario del mismísimo Corellon:

(En élfico)
«Estimados Einelbar Inarfin y Vaershal Calim:

Con motivo del nacimiento de una nueva vida aquí, en el reino de Arvandor, me permito transmitiros personalmente mi enhorabuena.

Así mismo, os ruego me permitáis la osadía de pediros que el alumbramiento se produzca aquí, en Gwyllachaightaeryll, en la torre de mármol.

Me aseguraré personalmente de que dispongáis de la mejor atención posible.

De nuevo os transmito mi enhorabuena,
Arvanaith»

¿Cómo decir que no a una petición del mismísimo Corellon Larethian? No se podía y no se puede, ningún elfo de corazón puro se opondría a la voluntad del señor de los Seldarine.

Al llegar la hora del parto, la pareja fue escoltada hacia la torre de mármol, donde recibieron las debidas atenciones en una estancia reservada exclusivamente para el alumbramiento. Mas los padres nunca llegaron a conocer a su hijo, el niño tenía otro destino.

Cuando la criatura asomaba al mundo, fue envuelta por un halo de luz que estalló y se desvaneció, al término del suceso, el cuerpo del recien nacido no se encontraba por ninguna parte. Lo único que unió a los padres y el hijo fue el grito que el señor Inarfin profirió mientras la luz estallaba:

- ¡Meldibar!
m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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4. Crianza (Primera visión)

Meldibar Inarfin fue el nombre que recibió el niño. Los Seldarine tenían reservado un destino especial para él, un cometido por el cual habría de permanecer en Abeir-Toril sin poder realizar El Viaje hasta haberlo cumplido.

Sin embargo, el panteón élfico no alberga maldad en su seno y, puesto que habían decidido delegar en el elfo una gran responsabilidad, decidieron que lo más adecuado sería darle una infancia dulce y permitir a sus padres verle crecer desde Arvandor, feliz y bien cuidado, para que se desarrollase libre de traumas y desgracias.

El bebé fue puesto al cuidado de un grupo que veneraba al Bromista Feérico, entre los que se encontraba algún aventurero que había pasado gran parte de su vida en el célebre grupo de los Granujas de la Página Perdida.

Así, los primeros 70 años de vida de Meldibar transcurrieron de aquí para allá, pues los adoradores de Erevan Ilesere evitan rezar dos veces en el mismo sitio, siempre que les sea posible. El vástago de los Inarfin conoció el mundo a través de viajes y libros, desarrolló un peculiar sentido del humor y, aunque comparte, acepta y celebra el camino de los Seldarine, adquirió una perspectiva amoral (que no malvada) de la vida basándose en una percepción abrumadoramente intelectual del mundo, sus habitantes y las acciones de estos.

Fueron años felices, cargados de experiencias vividas, hasta que un día, en uno de los juegos intrascendentes en que participaba el elfo, algo cruzó su mente anulando sus sentidos durante unos instantes, perdiendo así la concentración el tiempo suficiente como para olvidarse de esquivar una más que anunciada pedrada que impactó en su cabeza y lo dejó inconsciente.

En su desmayo, Meldibar vio una figura humanoide hecha de luz pura y escuchó una magnificente voz que pareciera ser la de un dios. «Encuéntralo y ve con él», decía la voz. La figura de luz adquirió colores y definió con más precisión su forma, ahora podía observarse claramente a un venerable elfo engalanado con una túnica de extrema y elegante belleza.

Cuando despertó, había novedades. Un más que anciano mago de su especie había topado con el grupo y estos habían acordado acompañarle hasta su torre, para adquirir unos artículos realmente interesantes. Aquel elfo parecía anciano, muy anciano, tanto que era de extrañar que todavía no se hubiese embarcado en El Viaje. Meldibar lo reconoció, correspondía a la silueta que había contemplado en su fantasía.

A mitad de la tarde llegaron al refugio del mago, una gran torre de piedra protegida por los más poderosos medios que un arcano experimentado puede conjurar. Comieron y bebieron, comerciaron y luego festejaron hasta que cayó la noche. Los seguidores del Camaleón decidieron partir al amparo de la oscuridad, para ellos era más divertido de esta manera. Pero en esta ocasión, Meldibar no les acompañó. El joven elfo se escondió y, como si la mismísima providencia hubiese intervenido, sus juerguistas benefactores parecieron no percatarse de su ausencia, algo harto improbable en realidad.

Habiendo transcurrido la primera hora tras la marcha de sus antiguos compañeros, el venerable anfitrión entró en la estancia donde permanecía escondido Meldibar sin saber muy bien que hacer y, evitando mirar hacia donde se encontraba el joven, habló como dirigiéndose al aire:

- ¡Señor Inarfin! Por favor, no pretenderá seguir escondido toda la noche. - El venerable elfo tomó una pausa antes de seguir hablando. - Así es, Meldibar, yo también te conozco. ¿Acaso creías que eras el único al corriente? No te preocupes, joven amigo, estoy aquí para guiarte. Tú serás mi último servicio a los Seldarine antes de partir y yo seré tu maestro.
m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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5. Madurez (Segunda visión)

Hacía ya largo tiempo que Undelion Anfalanar, un venerable elfo que había dedicado su larga vida al estudio de lo arcano, debería haber partido hacia Arbórea. Sin embargo, el cometido de instruir a Meldibar Inarfin, el hijo de Arvandor, le había sido encomendado por las voces de los Seldarine, que le hablaban en sueños.

Así fue como durante algo más de 40 años el anciano formó a Meldibar en los secretos de la magia, mostrándole los medios y procedimientos más eficaces para desentrañar los misterios de lo arcano, compartiendo con él lecturas que la mayoría de seres vivos de Abeir-Toril jamás conocerían y convirtiéndose, más que en un maestro, en buen amigo y lo más parecido al padre que nunca conoció.

También fue Undelion quien tuvo que poner orden en la confusión del joven elfo sobre su origen, puesto que este siempre sospechó que la historia que los granujas admiradores del Bromista Feérico le habían contado se trataba de una especie de cruel y elaborada broma. Mas no fue así, el señor Anfalanar confirmó la historia y puso orden en la secuencia cronológica de los hechos. A Meldibar le tomó más de una dekhana asumir la realidad y, cuando por fin lo hubo hecho, su cabeza se lleno de preguntas y más preguntas que sólo podían se respondidas con nuevos interrogantes que a su vez daban lugar a otras incógnitas. Pero como su maestro solía decir: «Todo a su debido tiempo, señor Inarfin, todo a su debido tiempo»

Si los 70 años que pasó con sus anteriores compañías fueron los más despreocupados y alegres de la vida de Meldibar, en los siguientes 40 y tantos que vivió junto a Undelion conoció la verdadera dicha de compartir sus días con alguien con quien tenía tanto en común y a quien respetaba tanto como aquel que se había convertido en su maestro. Ambos disfrutaban de largas lecturas, les gustaba enormemente discutir sobre los misterios de lo arcano y podían emplear largas horas en debatir sobre historia, filosofía o intercambiando acertijos; cualquier excusa era buena para desafiar sus mentes y afilar su ingenio.

No obstante, todo tiene un final y el venerable elfo sentía la llamada con una creciente intensidad, que parecía duplicarse a cada día que pasaba. Así, como no podía ser de otra manera, llegó el día en que tuvieron que separarse. Undelion pidió a Meldibar que lo acompañase en su último viaje sobre la faz de Toril, y así lo hizo este. En deferencia a su alumno, el señor Anfalanar realizó el camino deteniéndose en cada pequeño rincón, en cada posada, en cada biblioteca, en cada bosque y -en definitiva- en cada oportunidad de compartir un momento especial y transmitir pequeñas migajas de conocimiento al joven elfo; instruyéndolo más que nunca en la senda del aventurero, pues sospechaba que le haría mucha falta en un futuro no muy lejano.

Cuando hubieron llegado al punto de partida, la despedida fue larga y emotiva, pero para el joven vástago de Inarfin todo pareció ocurrir tan rápido como una diestra y certera puñalada de hielo atravesando su corazón y matándolo de soledad. Ni los abrazos, ni las palabras amables, ni el recuerdo de su maestro, ni la belleza del mundo, ni los secretos de la urdimbre, ni los misterios de la vida y sus caminos, nada importaba ya. Por primera vez en su vida Meldibar conoció un deseo horrible, uno que nunca antes había sentido pero cuyas raíces ahondaban en lo más profundo de su ser, como si su semilla hubiese sido plantada el mismo día de su nacimiento: Quería morir. La cálida luz del sol era una broma repugnante, la belleza de la luna era una inoportuna intromisión que le impedía sucumbir a las tinieblas; la odiaba, lo odiaba todo y, por encima de todo, se odiaba a si mismo y a su lamentable destino.

Durante tres días se quedó clavado en el suelo donde se despidió de su maestro por última vez, deseando que la soledad se aburriese de atormentarlo y mandase pronto a la muerte a buscarlo. Finalmente, perdió el conocimiento con una sonrisa, pensando que aquello sería por fin el final. No podía ni imaginar lo equivocado que estaba.

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Una tenue luz blanca adquiría cada vez más brillo, despertándolo con cada pequeño destello creciente. Cuando hubo abierto los ojos, la luz le habló: «Meldibar, no sabes cuanto lamento que tengas que pasar por esto. Si tienes que odiar a alguien, no te odies a ti mismo, ódiame a mi.»

El joven elfo cerró los puños tratando de arrancar la tierra, pero el suelo estaba hecho de una cremosa y brillante oscuridad, el mundo que lo rodeaba parecía una paradoja, el aire que respiraba era cálido pero fresco, su cuerpo liviano pero fuertemente anclado a un suelo volátil y omnipresente. Estaba en un sueño, una alucinación o -tal vez- en una visión, era demasiado inteligente como para no darse cuenta, aquello no era real.

Quiso preguntarle a la luz quién era, para saber a quien debía odiar. Pero antes de que pudiese pronunciar palabra, como si ese mundo onírico respondiese a sus pensamientos, la luz tomó la forma de un varón elfo de cabellos dorados con un traje exquisito que portaba un arco con lujosos ornamentos a la espalda y llevaba consigo una espada enfundada en una más que lujosa vaina. La voz sonó en todas partes y en ninguna a la vez: «Debes encontrar belleza allí donde nadie la encuentra. A ti te encomendamos, solitario hijo del amor, la tarea de sanar las heridas de tu pueblo. Contempla la dicha que te aguarda, que no es sino la que habrás de traer a los mundos por los que transcurra tu camino.»

La luz se apagó y la oscuridad se arremolino clareando en algunas zonas e intensificándose en otras. Durante un minuto exacto, Meldibar pudo contemplar las figuras de sus padres y su maestro, juntos en el reino de Arvandor, sonreían felices y parecían mirarlo mientras intercambiaban palabras que no alcanzaba a distinguir. No entendía lo que estaba ocurriendo, pero su corazón se llenó de un impulso y una determinación que pocas almas han llegado a conocer en sus vidas. Lejos de odiar al dios, Meldibar se sintió en deuda con la deidad a la que había reconocido como Corellon Larethian, líder de los Seldarine, y se juró a si mismo que no fracasaría en su cometido, el cual todavía no comprendía muy bien, aunque sí sabía que estaría dispuesto a hacer lo que fuese necesario, incluso llegar donde ningún otro elfo se atrevería a llegar.

Lo último que vio antes de despertar fueron unas grandes puertas.
m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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6. Nevesmortas

Meldibar juraría haber visto esas puertas antes, no en persona pero si en alguno de los muchos tomos que estudió cuando vivía junto a su maestro. Buscó la posada más cercana y tras una buena cena que, debido a las circunstancias, no le supo muy distinto de lo que le habría sabido meterse un puñado de polvo y pergamino en la boca, alquiló una habitación.

Una vez en la intimidad del cuarto se dispuso a meditar, rebuscando entre todo el conocimiento asimilado a lo largo de los últimos más de 40 años. Rara vez le tomaba tanto tiempo poner en orden sus ideas, pero en esta ocasión necesitaba estar seguro y se tomó más horas de las que necesita un humano para dormir. Finalmente lo vio claro, aquellas puertas correspondían a una villa en el norte, la villa de Nevesmortas, ese sería su destino.

El camino sería largo, así que alquiló su habitación durante un día entero para estudiar la estrategia a seguir y encontrar la mejor manera de llegar a destino sano y salvo. La mayor parte del tiempo se dedicó a analizar sus mapas y estudiar su libro de conjuros. Finalmente optó por utilizar conjuros de invisibilidad para evitar los posibles contra tiempos del camino.

El plan funcionó y Meldibar llegó por fin a Nevesmortas. Ni siquiera tuvo tiempo de plantearse qué motivos le habrían llevado hasta allí ni por qué los Seldarine habrían decidido que ese fuese su destino. Al poco de cruzar las puertas de la villa, mientras recorría por primera vez la vía principal de la localidad, topó con un peculiar bárbaro norteño en la fuente, uno que se hacía conocer por el nombre de Nöj.

El carismático y aguerrido personaje invitó a Meldibar a una cerveza en una noche en que la taberna terminó por estar ampliamente concurrida. Allí, en su primera noche en la villa de Nevesmortas, no hubo tiempo para el descanso ni para asentarse, el elfo fue puesto inmediatamente tras la pista de una criatura a la que unos simpáticos medianos habían bautizado como Bragamanta.

También fue allí cuando conoció al señor McDelawer, un veloz y disciplinado mediano que ansiaba lograr que su nombre fuese reconocido por todo el mundo. En el transcurso del viaje también conoció a otros personajes interesantes como el bardo Lucian, un excelente intérprete y simpático elfo con el que haría buenas migas y que posteriormente sería su colega de iniciación en la Orden de Magos; el señor Pepe, un jovial e hiperactivo mediano lleno de vida, pasión y energía; Felaern, un entusiasmado aspirante a convertirse en hojacantante y muchos otros sujetos que tendrían un interesante papel en la vida de Meldibar en los días por llegar.

Siguiendo la pista de Bragamanta, Meldibar se fue poniendo al corriente de la situación, se trataba de un dragón negro conocido también como La Muerte Negra, cuyo verdadero nombre no era Bragamanta sino Voraghamanta y que parecía haber estado en tratos con lo que -por la descripción que escuchó- pareciera ser un contemplador. Dicho dragón parecía tener cierta obsesión con el titanio, un valioso material de artesanía.

El viaje continuó hasta que el grupo llegó a la entrada de una cueva medio sumergida, la cual se presuponía era la guarida de Voraghamanta. Lo que allí vieron fue harto extraño, además de la gran cantidad de cadáveres (lo cual cabía esperar), se encontró también un extraño cuerpo conservado en una especie de constructo cristalino o cualquiera que fuera el sistema, desconocido para el elfo. Además, toparon con un cofre protegido por una peligrosa trampa que resultó contener en su interior un extraño libro escrito en la lengua de los dragones. Meldibar tuvo el placer de poder echarle un vistazo, la lectura fue bastante rápida pues se trataba de una suerte de libro de inventario cuyo análisis resulta bastante mecánico para cualquiera acostumbrado a los libros ya que su estructura formal facilita enormemente la interpretación de los datos allí contenidos.


Sin embargo, el libro tenía de por sí un comportamiento curioso. No era sino hasta leída la segunda página que comenzaban a dibujarse las siguientes, un sistema que el elfo encontró fascinante, desde luego, una sutileza que revelaba el carácter místico de quien lo hubiese escrito o encantado. El contenido fue simple de procesar, en él se mencionaba un registro de cargamentos de titanio y la contabilidad de lo que, según los cálculos del elfo, eran unas 689 armas posiblemente fabricadas con titanio y en su mayoría de manufactura exótica.

La incursión en la supuesta guarida de La Muerte Negra terminó cuando un extraño temblor les alertó de lo que bien podría ser la presencia del dragón y decidieron abandonar el lugar en vez de seguir tentando a la suerte. Una vez hubieron regresado, un peculiar elfo embozado de negro, conocido como Akhilleys, encargó a Meldibar que analizase un pergamino que había encontrado en la guarida. Las investigaciones fueron rápidas, el pergamino chamuscado estaba escrito en dracónico y su contenido correspondía con un conjuro de respiración acuática que había quedado inutilizado por el fuego.

Finalmente, tras la intensa aventura en la que el elfo, quien ahora era conocido con el sobrenombre de «El Mago del Rauvin» (en honor al lugar donde se encontró la presunta guarida del dragón) por parte de algunos habitantes de la zona, se vio arrastrado nada más llegar a la villa, disfrutó de un merecido descanso en La Rosa y el Martillo.
Última edición por m34th00k el Mar May 29, 2018 6:59 pm, editado 1 vez en total.
m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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7. Charlotte Puñalsangriento

Cierto día, sin saber muy bien como, Meldibar se vio arrastrado a un reunión «secreta» con Lothar y Daedelath, en la casa de este último. El anfitrión, cortés, les invitó a una botella de una especie de gran reserva que tenía guardado para una ocasión especial. Meldibar declinó la oferta, pues trata de evitar la ingesta de sustancias que alteren su facultades mentales cuando se tienen que tratar asuntos serios, no fue el caso de Lothar, que apuraba los tragos con gran presteza.

Precisamente en esa reunión ocurrió que Meldibar escuchó mencionar a una tal Charlotte Puñosangriento, una peligrosa criminal buscada por la justicia de Tyr. Según Daedelath les había comentado, la recompensa hablaba de una vulgar asaltacaravanas que en realidad resultó ser algo más que una simple aficionada al bandidaje. Atendiendo al relató del señor Dae, había visto a la susodicha adoptar la forma de una bestia gigante con rostro de mujer, torso de serpiente y 6 brazos. Además del monstruoso aspecto, también mencionó que esta se había reconocido presa de una cacería malarita.

Antes de abandonar el hogar de Daedelath, este aprovechó para entregar una curiosa carta encriptada a Meldibar relacionada con los asuntos que se traían a tenor de lo de Voraghamanta. Dicha carta sería uno de los principales dolores de cabeza del mago durante las próximas dekhanas, pero eso es otra historia que se tratará a su debido tiempo.

Tal fue la fascinación del mago por lo que le había comentado Daedelath que en los próximos días no dejó de darle vueltas al asunto mientras disfrutaba de largos paseos en soledad por los alrededores de la villa, recogiendo hierbas más por el placer de deleitarse en la relajante actividad, que por la fabricación de pociones que en ocasiones practicaba.

Una noche, cuando el elfo regresaba a la villa y se disponía a rellenar sus dos cantimploras en el pozo local, se encontró al señor McDelawer (del cual estaba convencido algún día sería famoso no sólo en La Marca sino -posiblemente- en todo Abeir-Toril, cuando consiguiese dar la vuelta al mundo corriendo en 80 días; o eso pensaba el elfo que terminaría haciendo el mediano). Como Meldibar conocía el gran interés de Lajato McDelawer por la exploración y por conocer mundo, decidió preguntarle acerca de la descripción de la criatura, aunque para su desgracia, esta no le sonaba de nada. Tal fue la suerte del elfo que resultó pasar por allí el señor Eves, archimago de La Orden de Magos, quien les invitó a acudir a su domicilio para ver si podía ayudarles con el asunto.

Una vez allí, el elfo quedó maravillado con las delicias que en aquel hogar había para un mago. Lo mejor de todo fue la descomunal biblioteca, custodiada por los constructos mágicos de Eves, donde había una colección de saber tal que daría para instruir como erudito a cualquiera que invirtiese sus horas en la lectura de aquellos tomos.

El archimago optó por realizar un extraño ritual de búsqueda, equipándose para ello unas extrañas joyas. Ni siquiera tuvo que llegar a leer un solo libro físicamente, sino que utilizó algún tipo de magia que le permitía consultar los contenidos de estos sin necesidad de manipularlos con sus manos. Meldibar encontró el procedimiento fascinante.

Una vez concluido el trabajo del señor Eves, este sugirió que debía tratarse de una criatura conocida como naga, que encajaba en la descripción que el otro arcano tenía. También mencionó que dichas criaturas podían ser de distinta naturaleza y con comportamientos y motivaciones de muy diversa índole, hasta tal punto que unas podían ser rematadamente malvadas mientras que otras podían resultar sorprendentemente bondadosas.
Cuando ya hubieron terminado con sus asuntos y se disponían a despedirse, se dio la casualidad de que alguien llamó a la puerta de Eves. Se trataba del señor Pepe, el jovial mediano cargado de vitalidad y siempre dispuesto para una aventura. Vino a consultar el asunto del libro que habían encontrado en la guarida de Voraghamanta con Eves. Tras realizar un ritual de adivinación en que Meldibar tuvo el placer de colaborar con el archimago, tuvieron una extraña visión:

Primero, una enorme extensión de arena se dibujó en sus mentes. Una vez esta estuvo definida, sobre ella apareció una formación montañosa en forma de media luna. Luego, en algún lugar escondido por aquella zona pudieron ver una fragua enorme encendida en la que varios herreros orcos trabajaban dirigidos por una figura encapuchada vestida de rojo y negro.

Cuando la visión hubo concluido, el libro se deshizo consumiéndose en unas extrañas llamas verdes que despertaron la curiosidad del elfo. De esta visión, surgió una valerosa incursión de desafortunado final por el desierto del Anaurokh que dejaremos para el siguiente capítulo.

APÉNDICE: Un día, tiempo después de estos sucesos, Meldibar se informó por su cuenta consultando las órdenes de búsqueda y captura de la Justicia de Tyr y descubrió que Charlotte Puñosangriento, como la habían mencionado hasta entonces, era en realidad Charlotte Puñalsangriento, según la defensora de la justicia del templo de Tyr de Sundabar.
m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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8. Incursión en el Anaurokh

Tras todo lo acontecido en las últimas dekhanas, había llegado el momento de realizar la incursión en el Anaurokh. Un numeroso grupo de aventureros se reunió a las afueras de la posada de la bifurcación, precisamente la misma en que pocos días atrás Meldibar había encontrado un extraño pergamino que permitía abrir un portal que se comunicaba con una habitación de ese mismo local. Este objeto fue el causante de unos terribles dolores de cabeza para el mago, era demasiada casualidad haberse encontrado -precisamente en aquella posada- un inscrito mágico tan adecuado para la situación a la que se enfrentaban. ¿Se trataba de una trampa o tal vez de un insospechado aliado? Por más vueltas que le daba no era capaz de discernir, sin embargo, finalmente resultó ser un hallazgo de suma utilidad.

Para llegar al desierto fue necesario cruzar Ascore, un extraño lugar custodiado por unos perversos arcanos que erizaron el bello de la nuca del joven elfo. Por suerte, el pequeño grupo que servía de avanzadilla pudo escoltar al elfo, quien consiguió llegar al otro lado, no sin haberse llevado algún que otro susto. Meldibar se prometió a si mismo que algún día volvería y estudiaría la zona, puesto que tanta magia y tanto arcano reunido en el mismo lugar -para más inri en lo que parecían ser unas ruinas místicas- había sido más que suficiente para atraer la atención del mago.

Una vez hubieron llegado a lo que parecía un lugar adecuado en el desierto, apoyándose en otro de los arcanos que había viajado con el grupo y que asistió a Meldibar trazando un círculo sobre la arena con su bastón, el elfo efectuó el conjuro para invocar el portal. Finalmente, el resto del grupo pudo cruzar, pero los problemas no habían hecho más que empezar. Para moverse por el desierto del Anaurokh resultaba imprescindible disponer de la habilidad de orientarse en medio del salvaje y despiadado desierto, a través de sus afilados y cortantes vientos, de varias tormentas tanto eléctricas como de arena y de un montón de criaturas a cada cual más peligrosa.

Así pues, aquellos que carecían de experiencia para moverse por el desierto, se ataron unos a otros con cuerdas y, de alguna manera absolutamente inexplicable, como si hubiesen sido bendecidos por la Diosa de la Fortuna, consiguieron llegar al Oasis de la Luna. Una vez allí, pudieron descansar, y comprar víveres. Algunos aventureros aprovecharon también para darse uno, dos y hasta tres baños en el oasis central, Meldibar se conformó con remojar sus pies y beber muchos y largos tragos de aquellas maravillosas aguas que habían caído como una bendición sobre el grupo.

Cómo la parada fue larga, el elfo aprovechó para escaquearse y dar una vuelta alrededor del Oasis. Tuvo que combatir contra unas serpientes, que no supusieron un grave problema para sus habildades y, para su sorpresa, se encontró unos interesantes arbustos que ofrecían unos aún más interesantes frutos: Bayas ígneas. Meldibar recogió unas pocas para estudiarlas, pues si bien las conocía de sus libros, era la primera vez que las tenía entre sus manos. Su incursión individual pronto se vio truncada cuando un aguijoneador lo persiguió incansablemente por el desierto y el pobre elfo se salvó de milagro. Tras esto, regresó con el grupo y descansó una vez más, antes de que se reanudase la marcha por el terrible desierto.

Los pasos del grupo les llevaron a recorrer la vasta extensión del desierto, por suerte había capaces batidores que supieron guiar y orientar la expedición para llevarla a buen puerto. Durante el viaje por el desierto se toparon con unos peculiares guerreros que combatían montados en jabalí, miembros del Zhentarim y unos orcos que Meldibar reconoció clérigos de Yurtrus, miembros de la tribu de la Runa Malvada. Yurtrus, también conocido como Manos Blancas, Señor de los Gusanos o El Corruptor, se trataba de una deidad orca menor que encarnaba los principios destructores de la vida. La presencia de los siervos del señor de la corrupción sugirió al elfo que podrían estar tratando de gestar una plaga o un azote para traer muerte y desolación a todos los seres vivos.

Tras continuar el camino, el grupo llegó a lo que parecía un campamento en el diserto, con altares de encantamiento, varias tiendas, unos barriles explosivos y algún depósito de agua. El mago examinó la tienda principal y descubrió que pertenecía a los Zhentarim del Camino Negro y que estaba protegida por un conjuro de alarma. Si bien dicha protección no sería difícil de desactivar en absoluto, estaba claro que el mago que hubiese conjurado aquello y tuviese a un nutrido grupo del Zhentarim a su servicio, era capaz de algo mucho mejor. Temiendo que, de alguna manera, el sortilegio protector estuviese conectado a los barriles explosivos, Meldibar sugirió al grupo que dejasen la tienda en paz y fuesen cautos si no querían que la expedición terminase con la muerte de varios de ellos. Por suerte, le hicieron caso. Además, el elfo intuía que el mago que hubiese conjurado aquello, no debía estar muy lejos del lugar.

Así fue que, próximo a aquel campamento, se encontraba la forja oculta que habían conocido en la visión que contemplaron en la casa de Eves, el archimago. Por desgracia, el grupo -tal vez henchido por el éxito de la expedición hasta aquel momento- se aventuró en aquella guarida, donde resultó haber un mago, posiblemente el mismo que había preparado la trampa del campamento, que logró la ruina de los temerarios aventureros.

La muerte se adueño de sus cuerpos, el fracaso se fugó con sus vidas y sus cadáveres fueron desechados en el desierto. Para fortuna del grupo, los bedin toparon con sus restos y tuvieron la feliz idea de rescatarlos. Aquello supuso un punto de inflexión en muchos de los miembros del grupo que enfrentaba los planes de Voraghamanta, La Muerte Negra, pues sirvió de advertencia de que aquello no era un juego y de que su enemigo era más poderoso de lo que pudiesen llegar a imaginar. El elfo comprendió que debía obrar con más cautela y, todavía sumido por el abatimiento de saberse tan próximo a un fin inesperado, comenzó a analizar a todos los que habían intervenido en la última parte de la expedición: Nöj, Delediel, Daedelath, Amber, Pepe, Aku, Krönn, Mara, Erand y Lajato.

Especialmente satisfecho quedó el elfo con los servicios de Erand y Mara, quienes le cubrieron los flancos con suma eficacia. Tendría que considerarlos para futuras empresas de riesgo, pues habían resultado de una inestimable ayuda para el transcurso de la travesía, hasta el fatídico momento. No obstante, por lo de ahora, lo que más necesitaba Meldibar era descansar y reponerse de sus heridas, no tanto de las físicas que rápido sanaban, sino de las mentales y espirituales, pues aquel fracaso supuso el más duro golpe para el elfo desde su llegada a La Marca.

Málar edit
m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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9. Primera visita a Argluna

Fue un día relajado aquel en que Meldibar coincidió con la señora Liliana y los señores Galen Bendekar y Tellhar (también conocido como Mago de Batalla por unos y Azote de Aliados por otros), mientras estos aguardaban, a la salida de Sundabar, para emprender un viaje hacia la ciudad de Argluna. Al final terminaron viajando con la magia de teleportación de Liliana, quien tenía su marca puesta en las afueras de la ciudad destino.

Del viaje a Argluna, el recuerdo más dulce del elfo, fue el curioso local con jardín por suelo donde el amable señor Galen les invitó a una exquisita bebida: Siempreaguamiel. Reposar plácidamente sobre el suelo, degustando un exquisito y refinado trago como aquel, en presencia de tan ilustres compañías, fue un alto en el camino que Meldibar agradeció para poder sosegarse y disfrutar de algo de paz tras los desafortunados sucesos que le habían ocurrido en las últimas dekhanas.

En aquella conversación ocurrió que, tras mencionar el asunto de La Muerte Negra, Galen mencionó a un tal Silmarure, un elfo noble del Gran Valle -según este comentó-, que residía en la Torre Brilunar en Eternlund. Por algún motivo, Galen cree que Voraghamanta podría estar detrás de algo relacionado con el lugar. También parecía estar convencido de que quien estuviese forjando el titanio habría de ser un maestro Zhentarim que había huido. Según le pareció entender a Meldibar, parecía haber sido visto por última vez en Cumbre.

Lo más interesante que trajeron las pesquisas de Galen, fue la revelación de que Voraghamanta podría haber secuestrado o capturado a un maestro del Zhentarim para obligarle a colaborar con él, lo cual encajaba perfectamente con la información que el elfo manejaba, a tenor de la no tan lejana incursión en el Anaurokh, que terminó en un rotundo fracaso.

Sobre el resto del encuentro, poco más cabe mencionar, la velada transcurrió sin contratiempos y los miembros del variopinto grupo pudieron disfrutar de una jornada de relax entre tantas aventuras y tantos problemas. Si bien es cierto, que por un momento, casi surge una aventura en que el corazón de Meldibar bien pudo haber sido hechizado por el seductor Galen Bendekar. Finalmente la cosa no pasó a mayores, al menos por ahora...
m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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10. El demonio… ¿Malarita?

Tiempo ha, en una jornada en que Meldibar y Lucian compartían camino, se toparon con Artemis, una peculiar montaraz que vivía en el refugio que se encontraba en el bosque de Nevesmortas, junto a su marido -ahora desparecido- y Glotón, una curiosa y peculiar mascota bien conocida por los viajeros que deciden realizar un alto en el camino a la altura del refugio.

Lucian mantuvo una extraña conversación con Artemis, algo sobre su marido desaparecido y como esto guardaba relación con un arco que parecía muy especial. Sin embargo, el arcano carecía de conocimiento sobre tal asunto y apenas participó en dicha conversación. Aun así, como todos los caminos conducen a Sundabar, pareció que Artemis también estaba metida en el ajo y que estaba al tanto de ciertas novedades sobre el asunto de La Muerte Negra, los temas conectaron irremediablemente.

Pese a los intentos de Lucian y Meldibar por persuadir a Artemis para que evitase actuar por iniciativa propia, advirtiéndola de los peligros que terminaría por encontrar si insistía en ir a la guarida del dragón, La Montaraz decidió partir igualmente. Al mago le llamó la atención verla tan segura de si misma, especialmente tras conocer la situación de paradero desconocido en que se hallaba quien Meldibar había entendido era su pareja.

Para reducir las probabilidades de muerte, más que para aumentar las de éxito, Meldibar y Lucian decidieron acompañar a Artemis en su viaje hacia el Rauvin. Sin embargo, dicho viaje nunca llegó a su destino pues, cuando andaban estos recorriendo el camino hacia Sundabar antes de desviarse hacia el Rauvin, una extraña jauría de canes infernales apareció y los atacó.

Ante su atónita mirada, Meldibar contempló como Artemis se deshacía de aquellas criaturas con suma facilidad, lo cual despertó -como no podía ser de otra manera- su interés por aquella extraña sujeto que acababa de conocer hacía apenas unas horas.

Una vez los canes fueron un problema solucionado, la situación se volvió más extraña todavía cuando un misterioso demonio de piel roja como la sangre de un jabalí, se apareció ante el grupo. Sin embargo, como bien aprendió Meldibar tras sus primeras dekhanas en La Marca, aquel suceso tampoco se trataba de un evento aislado carente de relación con otros asuntos que el ocupado elfo se traía entre manos. En un despiste, tal vez intencional y fingido o tal vez cierto y genuino, el demonio mencionó a una tal Charlotte. Meldibar reconoció inmediatamente dicho nombre, preguntándose si aquello era una de las más enrevesadas casualidades que le habían ocurrido en su corta vida (al menos corta desde la perspectiva de un elfo), o bien se trataba de otra curiosa variable que añadir a la ecuación del caso Charlotte Puñalsangriento.

Finalmente, el mago decidió no contenerse más y mencionar el nombre al demonio, este reaccionó de manera exagerada, fingiendo haberse confundido o pretendiendo tapar quién sabe que. Pero el elfo no dejo pasar el detalle y, cuando tuvo oportunidad, informó de vuelta al señor Daedelath (cosa que no ocurriría hasta varias dekhanas después). Tras el extraño suceso dos caminantes que por allí pasaban, así como el grupo original formado por Lucian, Artemis y el propio Meldibar, decidió regresar al refugio de La Montaraz y allí tuvieron una reunión.

En dicho encuentro, acordaron que la información sobre el demonio parecía cierta y que posiblemente se tratase de alguien implicado en la supuesta cacería malarita de la que la propia Charlotte se había reconocido presa.

Aprovechando lo bien recibido que había sido en el interior del refugio, el curioso elfo no pudo evitar cotillear la enorme biblioteca de Artemis y se percató de un libro que llamó su atención por encima de todos los demás, su título era: La Tienda de Tulrun.

Fue gracias a aquel libro que Meldibar aprendió sobre la guarida del mago, un tiflin de gran poder, al menos según el libro y según al elfo le pareció entender por la reacción de Eves ante la mención de Tulrun por parte del señor Pepe.

Todo parecía indicar que escurridizo mago vivía en un refugio extradimensional que sólo podía ser alcanzado a través de una puerta situada en una cabaña en las profundidades de Bosque Frío. Además, podría ser que dicha cabaña estuviese sellada y que la única manera de acceder a ella fuese mediante el uso de una gema mágica que sólo resultaría posible a media noche. Inmediatamente el mago ató cabos, esa gema debía tratarse de aquella curiosa piedra blanca que pareciera palpitar cuando se observa de cerca, la misma que el señor Pepe portaba.

Tras los sucesos acontecidos, el mago se dispuso raudo a encontrarse con Pepe para informarle acerca de las novedades, puesto que ambos andaban planeando un viaje con la Cofradía Gélida que ya había sido apalabrado con Drum y en el que se había acordado que posiblemente el señor Lothar acudiese en virtud de escolta. Con este último hallazgo, todo quedaba predispuesto para el buen transcurrir del viaje.
m34th00k

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11. Realhem, primer nigromante de Nevesmortas

Cierto día que Meldibar había alquilado una habitación en la posada para tener tranquilidad y dedicarse al asunto de la misteriosa carta, escrita con lo que parecía una especie de sistema de ocultación de mensajes, la misma que Daedelath había encontrado en el cuerpo de un varón humano adulto de cabellos oscuros junto a unas 20 mil piezas de oro -que según este bien podrían corresponder con un pago que portaba el desafortunado hombre-, ahorcado en la misma cueva que se suponía guarida de Voraghamanta y en que se había descubierto el curioso libro que parecía contener el registro e inventario de las operaciones realizadas con el titanio que tanto parecía codiciar el dragón; el elfo se topó con el señor Pepe.

El jovial mediano siempre lleno de vida le había comentado al arcano su última travesura; había conseguido endosarle al tabernero de La Rosa y El Martillo un curioso pertrecho, quien sabe con que clase de artimaña. Ante la compañía recién encontrada, Meldibar decidió que le vendría bien hacer un alto y tomar algo junto al mediano, para descansar la mente y tomarse un respiro en el arduo trabajo de lidiar con esa carta, que bien podría tratarse de valiosa información, como de una especie de trampa que podría terminar con la vida de su lector, si este no era lo suficientemente cauteloso.

Justo cuando estaban encargando su cena al camarero, apareció el señor Erand, sumándose a la peculiar pareja y conformando un aún más peculiar trío. Pronto se dispusieron a modificar la comanda y pedir cena para tres, no obstante, tras terminar su pedido, apareció por la puerta la archidruida Vildiara, quien también se sumo al trío, convertido ahora en cuarteto. Finalmente, los famélicos participantes de esta espontánea reunión pudieron encargar su cena. Sin embargo, apenas tuvieron tiempo de dar dos o tres bocados, puesto que mientras cenaban apareció una extraña y desconocida mujer -al menos lo era para Meldibar porque, a juzgar por el galán trato que le dio Erand, parecía tener cierta confianza con esta- que fue acomodada en la mesa, como quinta integrante de esta peculiar banda, ahora transformada en quinteto.

El siempre atento con las damas Erand atendió cortesmente a la recién llegada, una mujer que se presentó como Agatha y que fue acomodada por el galán en su asiento. Durante el transcurso de la velada, Meldibar descubrió que la mujer había sido rescatada de una cripta, aparentemente desmayada en medio de un extraño ritual; de eso la conocía el señor Erand. Según el relato de la propia Agatha su prometido, un tal Realhem, intentó ingresar en la orden arcana hace mucho tiempo, en los inicios de esta, pero la entrada le fue negada por tener lo que Agatha había descrito como «intereses distintos» a los de los demás magos. Según relató la mujer, el mago no pudo soportar esto y abandonó la villa, yéndose a vivir a una cripta. Poco después de la partida de su prometido comenzaron a ocurrir misteriosas desapariciones en Nevesmortas, generalmente valerosos corazones que partían en pos de la aventura pero nunca regresaban. Según relató la propia Agatha, ella misma logró dar con Realhem y se adentró en la cripta, donde encontró los cuerpos sin vida de los aventureros desaparecidos.

Tras la narración de la mujer, el grupo abandonó el piso inferior de La Rosa y subió las escaleras, dirigiéndose a la sala de reuniones que se encuentra al fondo de la planta alta. Una vez allí, Agatha continuó con su elaborado relato, mencionando que había descendido a la cripta por su propio pie. En ese momento, en una astuta jugada, Erand lanzó su espada a Agatha, comprobando que esta apenas podía empuñar un arma y mucho menos utilizarla para abrirse camino a través de incontables huestes de resistentes muertos vivientes. Algo no encajaba.

Mientras Vildiara mostraba su descontento por la alteración que suponen los muertos vivientes respecto del equilibrio, el santo varón colocaba unas runas en el suelo trazando un perfecto círculo en cuyo centro quedaba situada la sospechosa. Así, quedó conjurado un círculo de la verdad y se pudo descubrir el embuste de Agatha. Ciega por amor, por locura o plenamente consciente de sus actos, había colaborado con su prometido en el secuestro de aventureros para posterior uso de sus cuerpos en actos absolutamente despiadados de más que cuestionable moral.
Fue entonces cuando una figura ataviada con una túnica de un negro profundo, mucho más cargado incluso que la oscura capa del elfo, hizo acto de aparición y trató de interceder para rescatar a su amada. Hasta ese momento Meldibar había permanecido hundido en un profundo conflicto interno, donde se debatía entre su afán de saber y su miedo a terminar cayendo tan bajo como aquel nigromante. Los miembros del grupo se dispusieron a actuar pero, en lugar de tratar de reducir al nigromante, Meldibar se acerco a este y utilizó un pequeño truco arcano para tratar de entablar comunicación privada con el susodicho. Para sorpresa del elfo, el nigromante mencionó que hablarían y dejo caer una mención a la cripta de Nevesmortas.

Poco después, la archidruida Vildiara redujo a Realhem encharcando sus pulmones, de manera que este quedó aparentemente fuera de combate. Aprovechando el estado de indefensión del enemigo, el señor Pepe le proporcionó un golpe por detrás, contribuyendo a la reducción del peligroso arcano. Posteriormente se lo interrogó, previa rotura de los huesos de las manos de este para evitar que pudiera conjurar, mientras que Pepe lo vigilaba haciendo girar su honda cargada con una bala dotada de la capacidad de silenciar.

El encuentro se saldó con la fuga de Agatha y con la aparente muerte de Realhem, el que fuera primer nigromante de Nevesmortas, decapitado por Erand, quien no pudo resistir el impulso tras escuchar los horrendos relatos de este en respuesta al interrogatorio al que fue sometido.

No obstante, Realhem Cainen dejó un último mensaje para Meldibar: «Agatha irá a la cripta, nos reuniremos allí después». El elfo decidió no comentar nada de esto a nadie salvo a Vildiara, a quien por su templada actuación consideraba la única del grupo con la suficiente sabiduría como para no cometer una imprudencia y tratar el asunto con la delicadeza que merecía. Para el mago aquello suponía una doble oportunidad: Por un lado, la posibilidad de aprender de tan docto -perverso, sí, pero docto- personaje y por el otro, si en verdad no había muerto, poder seguirle la pista para obrar en consecuencia si este decidiese cometer actos de una felonía más abyecta de la tolerable para un óptimo desarrollo de los asuntos que el elfo se traía entre manos en la villa de Nevesmortas.

Una vez los hechos se hubieron resuelto, Erand pretendió interrogar a Meldibar sin utilizar sus poderes divinos, sin embargo, el elfo insistió en que respondería a una única pregunta dentro del círculo de la verdad, pues afirmaba que él no tenía por costumbre mentir y no tenía nada que esconder. No obstante, sólo sería una, pues tampoco tenía intención de desentramar todos sus secretos ni revelar detalles íntimos.

Así lo hicieron y Meldibar se sentó tranquilamente en el centro del círculo, mientras Erand lo reactivaba. Este le preguntó acerca de sus pretensiones y el poder, a lo que Meldibar dio una larga y extensa respuesta desarrollando los tres pilares en que se fundamentan todas sus pretensiones: Conocimiento y sapeciencia, libertad e independencia y capacidad para proteger aquello que le es querido a cualquier coste. También dejó claro que no le interesaba infundar temor en el corazón de todos cuanto se cruzasen en su camino y que su concepción del poder se centraba más en su libertad individual que en coartar la de otros.

Finalmente, la respuesta de Meldibar pareció despertar algún tipo de sentimiento de aprobación en Erand, quien permitió a Meldibar salir libremente del círculo y le recomendó que no se dejase pisar nunca; en lo que el elfo interpretó como gesto de reconocimiento o, tal vez, incluso de amistad.

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m34th00k

Re: El hijo de Arvandor

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12. Drum también se ha quedado sin sombra

Transcurría un día tranquilo en la villa de Nevesmortas que Meldibar aprovechó para dar un paseo y descansar de sus quehaceres. Fue en el transcurso de este paseo que el elfo topo con Lothar en la fuente central del lugar, quien -como de costumbre- se disponía a comenzar con una botella. Portando el elfo consigo una gran tentación que amenazaba con robarle horas de estudio en pos del vicio, decidió ofrecérsela al alcohólico: una botella de Siempreaguamiel, llena por un poco más de la mitad.

Lothar insistió en agradecérselo y le mostró una vasta colección de pergaminos que el arcano declinó con educación (tal vez en otro momento), porque lo que buscaba por aquel entonces -por raro que fuese- no era desentrañar nuevos secretos del arte sino información. Información sobre cierto libro que andaba buscando para el bibliotecario de Sundabar, información que sospechaba tendría alguien relacionado con la casa Lanzagélida, a cuya propiedad no se le consentía entrar.

Por suerte para Meldibar, Drum pasaba por allí y escuchó su petición. Fue precisamente Drum quien aprovechó para colar a Meldibar en la casa Lanzagélida, donde pudo hablar con el servicio de la casa hasta encontrar a la señora que tenía información sobre el libro que andaba buscando. No obstante, dado lo comprometido de su situación, se negó a dársela hasta que este estuviese mejor visto por la señora de la casa. El elfo lo comprendió, ¿quién en su sano juicio se jugaría el tipo, el trabajo y el sustento por ayudar a un desconocido? Aquello, lejos de molestarlo, le hizo tener una mejor idea de esa señora, alguien sensato por la villa siempre es de agradecer.

Una vez abandonaron la casa, Drum mencionó algo sobre tener buenas relaciones con la guardia para conseguir entrar, también se ofreció a ayudar a Meldibar con ciertos métodos que no convencían de todo al elfo, aunque tampoco se negaba en rotundo (no se trataba de una cuestión de escrúpulos, sino más bien de evitar problemas innecesarios). Sin embargo, su conversación a las afueras de la casa se vio interrumpida cuando Drum creyó haber visto algo extraño escondido tras un árbol. Aunque el elfo no pudo verlo, sí que se fijo en que Drum ya no tenía consigo su habitual sombra y la miró extrañado, aunque se trataba de un síntoma que ya conocía, no era la primera vez que lo veía.

Drum insistió en perseguir a la sombra pero parecían no conseguir alcanzarla. Fue entonces que el mago propuso ir en sentido contrario para hacerle una envolvente, pero la hábil sombra salto el muro. Drum fue tras ella mientras Meldibar miraba como realizaba con facilidad y habilidad tan fantástica acrobacia. Sabiendo que el asunto era más serio de lo que su temeraria compañera debía imaginarse, el elfo corrió a buscar ayuda a la fuente donde se hallaba reunido un grupo variopinto. Algunos amigos como Lothar o Pepe corrieron inmediatamente al muro y, mientras lo inspeccionaban, Meldibar decidió dar un rodeo saliendo por la puerta sur de la ciudad (el elfo prefería evitar las acrobacias en aquel momento).

Tras llegar al otro lado del muro dando el rodeo, Drum no estaba, como era de esperar. Por más que buscó en la zona, el elfo no pudo encontrar ninguna pista. Fue entonces cuando llamó a Ulkas, su cuervo familiar, para que sobrevolase la zona mientras él veía por sus ojos. Así pudo Meldibar ver que al norte del área había dos figuras entrelazando espadas. Inmediatamente corrió, oculto tras un sortilegio de invisibilidad, a la zona. Al no ver por los ojos del cuervo, lo único que alcanzaba a percibir el elfo era a Drum haciendo unos extraños aspavientos, como si tratase de golpear el aire.

Cuando el extraño espectáculo cesó, el arcano decidió acompañar a la afectada de regreso a la villa, extrañamente sorprendido por los acontecimientos y con una sensación de malestar en el cuerpo. Los asuntos relacionados con las sombras ausentes hacía tiempo que venían dándole una muy mala espina.

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