DESCRIPCION

Un hombre de constitución atlética y porte noble. Posee un rostro atractivo y sereno, de mandíbula fuerte y nariz griega. Lleva el cabello largo, cayendo hasta sus hombros en bucles dorados que sólo en ocasiones recoge con una cinta de cuero. Sus ojos son azules, pálidos y analíticos. Su expresión tiende a ser cortés, serenamente calmada. 
Va por lo general vestido con ropas claramente diseñadas para un clima más cálido, aunque cabe presumir que algún tipo de magia lo mantiene caliente. Lleva sandalias de cuero y una simple túnica blanca con bordados rojos. Sobre esta coloca, si se prepara para la batalla, una coraza reluciente con decoraciones doradas, así como algunas otras piezas de armadura. Completan su vestimenta algunas joyas y una capa granate.
Carga consigo un pesado escudo, tan reluciente como su armadura, donde se puede distinguir el símbolo de un cuerno roto. Aquellos versados en religiones faerunianas reconocerán sin dificultad el símbolo de Gárgozh, el Señor Oculto, deidad generalmente conocida por promover la corrupción política y moral. De su túnica cuelgan, en cartuchos fácilmente accesibles, pergaminos con runas en Abisal.
MORAL Y PERSONALIDAD

Eos tiene convicciones sinceras y serenas. Que otros canten las bondades de la decencia y la moral. La verdad es simple: el mundo es duro, cada cual lucha por su propio beneficio y la supervivencia es lo primero. Esto no significa que todo esté perdido. Los individuos se reúnen en comunidades, que se reúnen en regiones que se reúnen en reinos. Uno puede promover aún mejor su propio beneficio promoviendo los beneficios de quien le rodean. 
Desde su punto de vista, esa es la labor del clérigo de Gárgozh: incentivar la unión, bajo el mando más competente, para ayudar a la comunidad a sobrevivir. ¿Cuántos países se han derrumbado? ¿Cuántos han muerto en nobles cruzadas o terribles guerras? Gárgozh promueve la unión que hace la fuerza, los sacrificios imprescindibles que fortalecen a la comunidad y la astucia que salva vidas. Gárgozh ha exigido mucho de él, cierto, pero también le ha salvado, protegido, elevado de una vida humilde y humillante a una existencia de lujo y dignidad. ¿Acaso no merece su Amo cualquier sacrificio?
Por supuesto, el Guardian de las Repúblicas sufre por su mala reputación. ¿Es casualidad que los dioses presuntamente bondadosos protejan monarquía tras monarquía, corona sobre corona? ¿Acaso es casualidad que los imperios de dioses bondadosos caigan una y otra vez bajo el embate de dioses malignos? Oh, por supuesto, ellos nunca pedirán que se sacrifique un solo inocente. Dejarán, en su lugar, que los inocentes mueran en masa cuando llegue la plaga o la guerra o la catástrofe. Gárgozh protege, Gárgozh está dispuesto a pagar el precio… Y a exigirlo. Eos sostiene que el suyo es un dios de pragmatismo, mientras que otras deidades son o bien crueles o bien deliberadamente inocentes.
En su trato con fieles e infieles, tiende a ser sincero y sereno, y a enfrentarse al conflicto (sea este físico o intelectual) de forma directa. Eos tiene la mejor de las intenciones, y la suficiente frialdad como para asegurar la ruta más directa a sus fines. En sus mejores momentos, Eos es un aliado en quien se puede confiar, que nunca rompe su palabra y que está más que dispuesto a sacrificarse por quienes considere que lo merecen. También puede ser, sin embargo, frío y calculador, capaz de enviar batallones a la más cruel de las muertes o promover el más sanguinario genocidio si es un paso necesario en el Gran Plan del Protector de las Ciudades.
TRASFONDO

Eos nació en la ciudad de Erebos, en la región de Chessenta. Hijo de esclavos, fue vendido poco menos que un bebé a las Casas de la Música y la Alegría. Estos burdeles de lujo solían comprar muchachos a los que usar de coperos o músicos. Cuando se aproximaban a la adolescencia, presumiendo que hubieran sobrevivido el trato de las muy crueles hetairas y que no hubieran sido revendidos a algún malintencionado cliente, solían ser castrados y entrenados como guardias. 
Por fortuna, Eos fue rescatado de estos destinos por la que se convertiría en su maestra, Aletheia ex Ialetta. Aletheia era una de las Magistradas del templo de Gárgozh, que operaba discretamente en Erebos bajo el amparo del Senado. Sólo sus tejemanejes políticos, promoviendo el poder de los Senadores por encima del poder del Tyranos de la capital, protegía a la pequeña comunidad de ser expulsados. Eso y el hecho de que los templos más importantes (Lathander y Tiamat) eran incapaces de ponerse de acuerdo para atacar al que, teóricamente, era un enemigo común. En este equilibrio precario, el templo se mantenía oculto y lujoso, más dedicado a reunir políticos en “salones intelectuales” y la ocasional “labor social” (es decir: incentivar el descontento contra el Tyranos entre los plebeyos) que a la prédica masiva.
Eos fue educado en este ambiente de lujo, intriga y serena precariedad. No era sino un esclavo más, rescatado por el templo de una vida de servidumbre y lleno de gratitud hacia los Magistrados. Estos le habían liberado tan pronto como obtuvieron su contrato, y ofrecido la opción libre de quedarse en el templo. Como el resto de novicios, Eos aceptó. Todos habían sido seleccionado por los Magistrados por su potencial físico e intelectual, así como con la certeza de que un esclavo rescatado tendría más razones para sentir gratitud hacia el Señor del Foso. El templo de Gárgozh, al fin y al cabo, pensaba a largo plazo.
Junto a los demás, Eos fue entrenado en las artes de la retórica y la lucha libre, el combate y las leyes, el lanzamiento de disco y las plegarias. Como todos los novicios, Eos fue instado a compartir su tiempo libre, su cariño y su lecho con un “agapiménos” (bienamado). Como todos los novicios, Eos aprendió a confiar en la guía de Gárgozh y a entender que las riendas del poder deben estar en manos de quienes están dispuestos a usarlo.
Al término de los diez años de noviciado, Eos sería ungido como clérigo de pleno derecho. El joven sabía que el ritual consistiría en un sacrificio, que debería de entregar algo para asegurar su lealtad al Señor de las Repúblicas y merecer Sus dones. Sólo al término de los cánticos descubrió que el sacrificio no era otro que su agapiménos, el joven muchacho a quien había querido durante casi diez años. Eos fue el que menos vaciló. Soltó la mano del agapimenos, tomó la daga, la clavó en el mismo pecho donde hacía sólo una noche había descansado.
Mientras su bienamado se desangraba en honor a Gárgozh, Eos fue purificado de la sangre y ungido con el óleo sagrado. En aquel instante oyó por primera vez la voz de Su Amo y recibió su primer mensaje. Un susurro sereno y directo. Había valido la pena. Se había convertido en un Magistrado.
Durante unos años, Eos continuó viviendo en Chessenta… Hasta que el delicado equilibrio que los había mantenido a salvo se derrumbó. Una serie de guerras con Thay por el control de una isla acabaron por derrumbar a parte del Senado. El Tyranos, nuevamente empoderado, aprovechó para reducir la influencia del templo de Lathander, lo que a su vez dio lugar a los seguidores de Tiamat a exigir la expulsión de sus principales rivales. Como un castillo de naipes, la intriga que había mantenido a salvo a los clérigos de Gárgozh en uno de las pocas regiones donde actuaban públicamente se derrumbó. Los Magistrados se vieron obligados a dispersarse hacia los cuatro puntos cardinales, buscando nuevos rincones donde plantar las semillas de su fe.
Mientras que otros iba a Thay, Uther o la Costa de la Espada, la serena voz de Gárgozh guió a Eos al norte, más y más al norte. Su manto le protegería del frío, su Voz le guiaría en la tormenta. Gárgoth encontraría su destino muy lejos de su tierra natal, en la Marca Argéntea… Donde numerosos reyes, guiados por la Tyranos de Argluna, controlaban un territorio caótico y peligroso, en que los orcos y los monstruos campaban a sus anchas. ¿Acaso no necesitaba esta tierra de la voz del Guardian de los Pueblos, Señor de las Repúblicas, Rey del Foso, Amo del Silencio? ¿Acaso no necesitaban de alguien que enseñase la importancia del sacrificio y del poder? ¿Acaso no le necesitaban a él, el joven Magistrado de Gárgozh?