“Nací en Hornavieja, una pequeña ciudad gnómica incrustadamas allá al norte de Amn, donde los talleres nunca descansan y el aire siempre huele a carbon y aceite. Mis padres eran inventores, testarudos incluso para ser gnomos. Desde pequeño vivi rodeado de chispas, engranajes y humo, con mis padres presionandome para que heredase el taller y continuase el legado familiar, pero a mi me interesaba otro camino bien distinto al que ellos habían pensado.
Cuando creian que estaba estudiando formulas y tratados alquimicos, en realidad estaba leyendo a escondidas viejos tratados de combate que los mercaderes humanos dejaban olvidados al pasar por la ciudad a cambio de algun cacharro util. Imitaba las posturas en rincones oscuros del taller, usaba gubias a modo de espada improvisada y practicaba la meditacion mientras los martillazos de fondo retumbaban en mi cabeza.
Todo cambio el dia de la explosión. Mis padres estaban trabajando en lo que llamaban "el fuego embotellado perfecto”, una bomba de fuego que revolucionaria la guerra. Recuerdo un gran estallido, un calor insoportable, y un horrible silencio despues de que se apagasen los gritos. Sobreviví gracias a que me encontraba en el sotano practicando, pero aquella noche mi casa ardio, y con ella mi pasado.
Ya nada me ataba a Hornavieja, asi que me eche a la espalda mis pertenencias, vendi lo poco que sobrevivio para comprar mi primera espada y comence a vagar sin rumbo en busca de maestros marciales que me ayudasen a pulir mi arte con la espada.
Tras recorrer varias ciudades en las que sobrevivi a base de hacer chapuzas mientras frecuentaba las arenas de combate, conoci a grandes maestros de los que aprendi mucho sobre el combate.
Un dia cualquiera llegué hasta Grietaoscura, en el Bosque de Tethir, un lugar donde las sombras parecian tener voluntad propia. Alli conoci a un grupo de mercenarios asesinos que me enseñaron la disciplina de la Mano de la Sombra. Aprendi a como moverme entre penumbras, atacar desde la nada y toda clase de ataques letales a enemigos desprevenidos. No los llamaria maestros, pero me dejaron claro que la oscuridad puede ser una gran aliada.
Años más tarde, mis pasos me llevaron a Riatavin, en los límites con Calimshan. Alli en las arenas calidas del desierto conoci a unnómada exiliado de las tierras de Calimport. De él aprendí las enseñanzas del Viento del Desierto: la rapidez, la fluidez, la danza calida del acero, a extraer poder de la esencia sobrenatural del desierto.
Soy Warwick McBotty, un mal hijo, forjado entre la sombra y el viento. No sirvo a ninguna causa, no venero a ninguna bandera ni dios. Camino por sendas que otros evitan, la vida me enseño que solo en lo oculto y en lo salvaje se encuentra la verdadera fuerza.”
Warwick McBotty
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