Corazón de tormenta

La fuente es el lugar donde todos los acontecimientos de la Marca son comentados. (Foro "on-rol" del servidor)

Moderadores: DMs de tramas, DMs

Responder
Elenthyl

Corazón de tormenta

Mensaje por Elenthyl »

I. Un brillo en la tempestad


Sundabar, una de las más ricas y belicosas ciudades de Faerun, una antigua ciudadela enana que ha crecido hasta convertirse en una fortaleza amenazadora. Famosa por sus mineros, maestros herreros y grabadores de madera, es un lugar escabroso y desarbolado, descrito por cualquier visitante como “todo piedra y suspicacia”.

El cielo se abría a altas horas de la madrugada descargando miles de litros de agua, apagando las antorchas de las solitarias calles del doble recinto amurallado. Gigantescos relámpagos iluminaban la noche tormentosa dando un aspecto tétrico y amenazador a sus calles empedradas. Callejones vacíos y amenazadores por los que una pequeña figura, envuelta en negros ropajes de cabeza a pies, se deslizaba intentando no llamar la atención de las patrullas Escudo de Piedra. "Vigilancia" es el lema de la vida sundabariana y los forasteros son observados con suspicacia, especialmente a tan altas y tormentosas horas.


- Será mejor que me refugie esta noche… no quiero problemas.

El ruido de la lluvia golpeando violentamente las baldosas del barrio sur impedía a la mediana escuchar sus propios chapoteos mientras buscaba un lugar apropiado para recogerse en tan incómoda velada. Con un tremendo estallido el cartel de una posada se iluminó un instante en medio de una calle algo más ancha que las demás, balanceándose contra la tormenta. Antes de que el trueno respondiera a la furia de los elementos, la embozaba figura penetraba por un labrado portón de madera.

- La Taberna del Cantor. Parece tan bueno como cualquier otro.

Kristine se adentró en el acogedor establecimiento intentando no llamar la atención de los parroquianos reunidos bajo la tormenta. Parecía que el cielo se hundía sobre sus cabezas y la cerveza hacía horas que corría de mesa en mesa, animando taciturnos personajes. Rápidamente escogió un taburete a la medida mediana y ordenó algo de vino con susurros. Sin quitarse la capucha, mientras intentaba hacer entrar en calor a su cuerpo con sorbos del tibio alcohol, observaba a su alrededor… nunca se sabe que te puedes encontrar en las tabernas de una gran ciudad en noches como ésta.

Tras una rápida inspección sólo una pareja de conversadores, a un par de mesas de su posición, llamó la atención de la empapada aventurera. Un humano charlaba con su compañero mediano en tono quedo, imposibilitando ser escuchados indiscretamente, aparentemente concentrados en sus asuntos. Sin embargo la curiosidad del mediano se volvía insistentemente hacia Kristine pues, a pesar de sus intentos de no llamar más la atención que el taburete sobre el que descansaba, una hembra siempre capta las miradas de los machos de su especie incluso en las más desafortunadas ocasiones. Y, por qué no decirlo, Kristine era un digno ejemplar de su raza en su condición femenina, como dejaban adivinar sus empapados ropajes.


El ánimo de Kristine no era fijarse en nadie en particular, pero aquel mediano no dejaba de mirarla. Nada extraño en un mediano, desde luego, pues su curiosidad no tiene límites como es de todos conocido. Pero había algo en la forma que tenía de volver la vista hacia ella. Y ese extraño brillo en sus ojos… el intenso reflejo púrpura que emitían… resultaban hipnotizadores en la penumbra de velas y fuegos. Destacaban entre las sucesivas sacudidas de los relámpagos que arrojaban descargas de luz por las ventanas del Cantor, como un par de piedras preciosas en medio de una mina.

Hipnotizada no supo reaccionar al ver que el mediano se le acercaba con paso decidido. Era un tipo directo, como una daga en la oscuridad. Consiguió arrancar una sonrisa de la estupefacta Kristine.


- ¡Hola! No se suelen ver medianas por aquí… (no como tú, desde luego)

- No… Hola, no… no se suelen ver.

Incapaz de sostener el brillo de aquellos ojos la mediana desviaba su atención hacia el compañero de aquel intrigante personaje. El humano jugueteaba con un pequeño objeto que Kristine no supo identificar a primera vista, mientras exhibía una socarrona sonrisa en su rostro. De nuevo el desconocido la sorprendía interrumpiendo sus cavilaciones, sin darle una oportunidad a su defensa. Su interés resultaba implacable.

- ¡Me llaman Hanick, y aquél es mi buen amigo Vicious! Es un bardo, ¿sabes? ¿Puedo saber yo el nombre de tan bella señorita?

De natural desconfiada, Kristine no tenía defensa para aquel brillo que no cesaba en su intento de traspasarla. A diferencia de tantos otros se sentía incapaz de ignorar a aquel apuesto mediano. Sencillamente no podía apartar sus ojos, atrapada en su mirada.

- Kristine… un placer conocerles.

El bardo se acercó a la pareja a fin de hacer la cobertura a su menudo compañero. Eran sin duda buenos luchadores por cómo se desenvolvían en el combate verbal que se desató a pedir la primera jarra de vino. Hanick tanteaba alrededor de la mediana, aprovechando los descuidos provocados en la conversación por su parlanchín amigo para asestar certeros trastazos a Kristine. Su interés se hacía pesado por momentos y la joven mediana estaba cada vez más incómoda. Su defensa amable no aguantaría mucho más aquellos embates, la estaban acorralando y tendría que salir del cerco de una forma violenta si no hallaba la excusa perfecta para desembarazarse de aquella cortés insistencia.

Se concentró un instante antes de acomodar cuerpo y palabras para ser más convincente. La excusa salió de sus labios dulcemente, sorteando hábilmente la confianza de la pareja de galanes. No era la primera ocasión que engañaba a alguien. Y desde luego no sería la última. Bostezando ostensiblemente, Kristine se dirigía hacia las habitaciones de la posada con la excusa de tener que reparar un largo viaje con muchas, muchas horas de sueño.

No pudo, mientras subía lentamente los escalones de madera forrada de alfombra del Cantor, olvidar el brillo de aquellos ojos…



...continuará

Elenthyl Quart´Hadast + Kristine
Elenthyl

Mensaje por Elenthyl »

II. Brecha


El afilado viento del Norte batía sin cesar la plaza central del pequeño enclave de Nevesmortas. El antiguo cruce de caminos bullía de actividad al caer la tarde. Numerosos artesanos se apresuraban a realizar sus últimos negocios antes de cerrar la jornada laboral. Algo apartada del natural transitar de la gente, una figura menuda observaba con interés el devenir del mundo de los aventureros.

- Debería ir pensando en descansar… ha sido una larga jornada.

Kristine se abandonaba al cansancio con el último rayo de sol iluminando su graciosa belleza. Durante todo el día había estado sometiendo el enclave a sus expertos ojos entrenados en el temible Kanduq, los barrios bajos de Calimport. La mediana estaba alarmada por lo que había visto allí, tan al norte… trapicheos, comentarios nada bien intencionados… todo tan parecido al sur. Al parecer los turbios asuntos saben llegar hasta el confín del mundo, se decía a sí misma mientras recordaba con tristeza la decadencia del desierto de Calim. Con un suspiro se animaba a retirarse, mientras pensaba en si no se cruzaría hoy con otro mediano tan apuesto como aquel de Sundabar… Hanick era su nombre… ¿no?

Horas y horas de subterfugio, y sin embargo sus movimientos fueron ágiles cuando, incorporándose con un elástico movimiento, echó a andar la desapercibida mediana hacia la Rosa y el Martillo. Los salones comenzaban a poblarse de hambrientos personajes que acudían a cenar. Sin embargo no le resultó difícil esquivar a la multitud y llegar rápidamente al puesto de Rosa, donde recibió una llave a cambio de unas monedas que cubrían su estancia allí por algunos días más. Comenzó a subir la empinada escalera pensando sólo en derrumbarse en la cama, después de dar cuenta de las dos bandejas de pollo frito que había solicitado que le subieran, por supuesto. Comer y dormir… descansar. No podía pensar en otra cosa y, sin embargo, tuvo que hacerlo… ¡Cuidado! Un sexto sentido le avisaba justo antes de que su cabeza impactara con otra que doblaba la última esquina a gran velocidad.

Antes de levantar la mirada y poder reconocer a nadie, un leve destello provocó que se erizara el vello de su nuca. ¿Aquel no era...? ¡Hanick! Tuvo que controlarse con firmeza para no gritar el nombre del mediano que la miraba, igual de sorprendido, un par de escalones más arriba. Los ojos de aquel mediano… resplandecían en púrpura elemental. Sus miradas se entrelazaron casi físicamente y así permanecieron, absortos uno en la sorpresa del otro, durante algunos momentos. Aquel silencio decía más que algunos versos repletos de palabras. Nada parecía capaz de superarlo.

Un calambrazo sacó a medias a Kristine del hechizo. Hanick le había tomado la muñeca provocándole aquel leve estremecimiento, mientras la arrastraba escaleras arriba hasta arrojarse en el interior de una habitación desocupada. Ni dos palabras se cruzaron. Aquello no iba a ser evidentemente una inocente tarde de te y pastas… y Kristine lo sabía por propia experiencia. Algo le decía que lo evitara, que saliera a la superficie de ese torbellino que le empujaba a quedarse, a profundizar en su compañero… y sin embargo nada podía hacer, hipnotizada por un purpúreo resplandor. Aquel brillo perfecto…


Hanick se veía triunfador. Se había dejado arrastrar por su pasión viendo en la fascinación de la bella mediana un sentimiento correspondido. Un sentimiento primordial, algo casi animal. No era amor… o tal vez si… los conceptos se mezclaban en la cabeza de Hanick mientras bullía en excitación, presa de un deseo irracional. Un sentimiento de inmenso aplomo lo invadió dándole el impulso necesario para lanzarse a la aventura. Apenas pudo reprimir una carcajada de súbita e inesperada alegría.

Un húmedo contacto sacó a la mediana de su estupor. Fue el beso de Hanick lo que la liberó del embrujo, la que le posibilitó la ocasión de retomar el control de la situación. Kristine sabía a dónde llevaban aquellas situaciones… Más allá del primer instante todo eran mentiras y complicaciones. Compromisos imposibles de asumir por una persona como ella. Tanto dolor y sufrimiento gratuito. No estaba dispuesta a volver a pasar por aquello. No, nunca se sentiría tan culpable como con el pobre Arlon. Antes lo evitaría de cualquier manera. Incluso aunque tuviera que perderse el lado divertido del asunto.

Su cuerpo se movió como un resorte, casi imperceptiblemente retirándose del beso. Su mente buscaba una salida que no dañara a Hanick de ningún modo, pero el mediano se había dado cuenta del rechazo automático que ella había sentido a su contacto. En un instante fugaz los ojillos de la mediana ya no estaban entornados, sino abiertos de par en par. Inmediatamente las palabras dulces surgieron de su menuda boca, intentando convencer al apasionado que aquello era lo mejor para él mismo. Sin embargo en esta ocasión su voz no surtió efecto, su sonrisa resultó inútil. La desbordante alegría y excitación del mediano se tornó en tristeza, y ésta rápidamente en ira. Reprimida, gracias a los dioses. Su gesto cambió endureciéndose, el brillo permanecía amenazador ondeando en sus ojos. Hanick no encajaba bien los golpes y su reacción disipó las últimas dudas que tenía Kristine sobre si hacía o no lo correcto. Al romperse su corazón, una sombra envolvió el alma de Hanick.

Había intentado evitarlo. No lo había conseguido… una vez más había sido la causante del dolor de otra persona. Con lágrimas en los ojos una titubeante Kristine se perdía en la semioscuridad de los pasillos de la posada aventurera, dejando tras de sí otro imprudente corazón destrozado…


...continuará.

Elenthyl Quart´Hadast + Kristine
Elenthyl

Mensaje por Elenthyl »

III. Sueños son.


Pasaban los días en el enclave aventurero y, tras algunas tormentas especialmente fuertes seguidas de espectaculares nevadas, el cielo se abría sobre Nevesmortas bajo el mando de un poderoso sol que, exhausto tras vencer al terrible frío, se retiraba al final de la jornada. Una temprana luna ya había asomado antes de que el astro rey acariciara con sus últimos destellos rojizos la superficie de Faerun. Hablando con ella con total familiaridad, una mediana avanzaba refunfuñando con paso decidido hacia la tienda de Riam, antes de que cerrara sus puertas cuando el último rayo de sol tocara la R mayúscula grabada en la puerta, y emitiera el característico brillo azulado de “está cerrado”.

-Últimamente se está excediendo en sus precios –le decía Kristine a la joven luna- como siga así tendré que escoger entre comida o portales… por que andar cansa. ¡Mucho!

El establecimiento del mágico gnomo parecía parte de otro mundo. Aquí podía cortarse la magia en el aire. Estanterías repletas de libros y ordenadas colecciones de pergaminos poblaban las paredes, dejando apenas un resquicio velado para alguna ventana alta y estrecha. Nunca hacía ni frío, ni calor. Al fondo del establecimiento un gran altar de encantamientos rezumaba poder, preparado para los maestros en el arte de encantar gemas talladas. Maestros como la imponente Giselle, cuya imposiblemente bella y perfecta presencia llenaba el mundo de esplendor allá al fondo, mientras conversaba con Riam junto al altar.

Se decía que los hombres sabían si “Giss” iba a entrar en la taberna con varios minutos de antelación, pero a Kristine le costó unos instantes reconocerla si quiera. Agitando sus rojizos cabellos la mediana se lanzaba a una animada charla con tan insigne personaje de la Marca argéntea, sin sentir impresión alguna ante la poderosa archimaga, a la cual consideraba su amiga.

La conversación trazaba derroteros habituales. Aquel asunto del bardo ambulante y la hija de Mannok, con su consiguiente huida de la región… los exploradores y su “cambio climático”, los paladines paseando orgullosos por el centro del villorrio como si aquello fuese un pozo de maldad que debiera ser vigilado… aquel mediano que había desaparecido sin dejar rastro en las minas del Norte… Hannick, se llamaba, decía Giselle a la pequeña Kristine.


- Era un mediano, ¿tú lo conocías?

El recuerdo de aquellos ojos volvió a Kristine como tantas otras veces. Sin embargo, estaba segura de haber tomado la decisión correcta… ¿o no? Sí, por supuesto que sí. Así que se había perdido en las minas del Norte… mal lugar para perderse. Hongos enormes con patas, malolientes minotauros… y los drow. ¡Asquerosos drow! Allí abajo existían muchas razones para morir… mal lugar para perderse, sin duda.

Bueno, aquél no era realmente asunto suyo. Tras recoger el encargo que había hecho a Riam, Kristine se obligó a no pensar demasiado en aquello mientras salía del pequeño establecimiento, agradeciendo la bocanada de aire fresco que le ofrecía la noche de la Marca Argéntea.

La luna llena resplandecía como una gigantesca antorcha colgada del alto techo de la mazmorra del mundo, envolviéndolo todo en su inquietante resplandor. Saliendo por la embarrada senda del norte, una encapuchada figura repasaba su equipaje ante el largo viaje que tenía por delante. Desde hacía no demasiado tiempo Kristine estaba profundizando en el estudio de poderosos pergaminos mágicos, cuyos efectos y encantamientos eran tan del gusto de la curiosidad mediana. Se disponía a viajar a la lejana Adbar, allá en el norte, donde los iniciados enanos copiaban algunos de los más poderosos que se decía existían en la región.

Todo dispuesto y la luna sobre el camino. La mediana aligeraba su paso guiada por la costumbre. Sin embargo un primer repaso a su entorno la preocupó. Detrás de ella, a unos metros, le seguía un curioso eco… Era como escucharse a sí mismo, pero unos metros atrás, lo cual no podía significar nada bueno… Echando mano a las azules vainas de sus armas, Kristine se giraba zigzagueante para enfrentarse a su persecutor.

Dos puntitos púrpura brillaban dentro de una capucha. Kristine se preguntó si estaría soñando, obsesionada, pero no, allí estaba Hanick.


- Vaya, así que los rumores no eran ciertos… - Kristine no había llegado a desenfundar, y se erguía con aplomo frente al mediano.

- Desde que llegué a esta región no he cesado de escuchar rumores sobre mí… Lamento haberte asustado- el mediano parecía sincero, exhibiendo las palmas desarmadas de sus manos frente a él y una espectacular sonrisa – Te vi pasar y reuní el valor suficiente para acercarme a disculparme. Ya sé que ha pasado algún tiempo… pero nunca es tarde, ¿no?

Donde Kristine esperaba encontrar la vulgaridad de sus anteriores encuentros, halló en la fría noche cortesía y educación. Aquel brillo ya no parecía amenazador y casi, casi le obligaba a creerle cuando hablaba. Quizá fuera un tipo con el que se pudiera razonar después de todo… y era tan encantador…

Insistió en reparar su error con una cena en cierto pequeño local que conocía, a las orillas del Lanzagélida nada más atravesar el puente que cruza el río, a la izquierda. Sumamente educado y atento ganó la confianza de la mediana. Kristine consintió finalmente en cenar con él cuando regresara de Adbar, dentro de dos semanas. Siempre que sólo fuera una cena… Tras conseguir diversos juramentos del mediano, la pareja se separó en la noche. El mundo parecía joven y las estrellas brillaban en los ojos de Kristine. Respirando profundamente, marchaba hacia Adbar con la imagen de aquellos ojos brillantes en su mente.


***

Dos semanas después la luna salía menguante sobre el Lanzagélida, mientras una sombra atravesaba con sorprendente rapidez y absoluto sigilo el camino de Nevesmortas, dejando atrás el Hospicio de Márzhammor. La caprichosa luna se había adelantado hoy, y Kristine llegaba tarde a la cita. Reprochándole la jugarreta a su amiga, la mediana se deslizaba por las oseras del norte del camino sin despertar a los terribles animales, silenciosa como un susurro, para llegar finalmente al puente que cruza la helada corriente.

Kristine se detuvo en lo alto del puente a recuperar el aliento y la compostura. Mirando su reflejo en las calmas aguas se dijo que estaba bastante presentable. Con un suspiro envió a la corriente plateada por la luna toda la tensión del trayecto y comenzaba a bajar, serena y relajada, la élfica estructura de madera. Allá abajo vio una silueta que comenzaba a considerar familiar. Hanick le hacía señas junto a una pequeña cabaña de la que salía un excelente aroma. La luz dorada que se derramaba por sus ventanas iluminaba un pequeño prado tras ella, junto al río de plata, donde se había dispuesto un gran festín digno de dos medianos. El río bajaba tranquilo disponiendo el ambiente para la cena.

Sobre un mantel blanco Kristine vio más viandas de las que supo identificar, y sonrió sinceramente al saludar a Hanick. El mediano era a todas luces otro, de tan educado que hasta parecía reservado. Se acomodaron en el suelo y comenzaron a dar cuenta del banquete. Sin duda había sido una excelente idea venir a cenar, pensaba Kristine, disfrutando como una niña de un pastel de carne y una interesante conversación.

Comían animados y charlando sin cesar. De tanto comer se le cerraban los ojos, pensó la mediana. Sin embargo era un pensamiento absurdo. Notaba su cabeza ligeramente embotada y apenas reaccionó cuando, al girarse a contemplar el silencio de Hanick, lo halló derrumbado de espaldas y perfectamente dormido. Su vista se nublaba y sentía desvanecerse su voluntad en la oscuridad. Por el rabillo del ojo pudo ver un familiar brillo rojizo, que identificó inmediatamente mientras dos oscuras figuras cargaban sus pequeños cuerpos al hombro antes de lanzarse a origen de aquella luz.


- Un… portal… genial… no tendré que… andar…

A lomos de un profundo sueño, los medianos viajaban hacia lo desconocido…


...continuará.

Elenthyl Quart´Hadast + Kristine
Responder