Corazón de tormenta
Publicado: Sab Jul 14, 2007 5:35 pm
I. Un brillo en la tempestad
Sundabar, una de las más ricas y belicosas ciudades de Faerun, una antigua ciudadela enana que ha crecido hasta convertirse en una fortaleza amenazadora. Famosa por sus mineros, maestros herreros y grabadores de madera, es un lugar escabroso y desarbolado, descrito por cualquier visitante como “todo piedra y suspicacia”.
El cielo se abría a altas horas de la madrugada descargando miles de litros de agua, apagando las antorchas de las solitarias calles del doble recinto amurallado. Gigantescos relámpagos iluminaban la noche tormentosa dando un aspecto tétrico y amenazador a sus calles empedradas. Callejones vacíos y amenazadores por los que una pequeña figura, envuelta en negros ropajes de cabeza a pies, se deslizaba intentando no llamar la atención de las patrullas Escudo de Piedra. "Vigilancia" es el lema de la vida sundabariana y los forasteros son observados con suspicacia, especialmente a tan altas y tormentosas horas.
- Será mejor que me refugie esta noche… no quiero problemas.
El ruido de la lluvia golpeando violentamente las baldosas del barrio sur impedía a la mediana escuchar sus propios chapoteos mientras buscaba un lugar apropiado para recogerse en tan incómoda velada. Con un tremendo estallido el cartel de una posada se iluminó un instante en medio de una calle algo más ancha que las demás, balanceándose contra la tormenta. Antes de que el trueno respondiera a la furia de los elementos, la embozaba figura penetraba por un labrado portón de madera.
- La Taberna del Cantor. Parece tan bueno como cualquier otro.
Kristine se adentró en el acogedor establecimiento intentando no llamar la atención de los parroquianos reunidos bajo la tormenta. Parecía que el cielo se hundía sobre sus cabezas y la cerveza hacía horas que corría de mesa en mesa, animando taciturnos personajes. Rápidamente escogió un taburete a la medida mediana y ordenó algo de vino con susurros. Sin quitarse la capucha, mientras intentaba hacer entrar en calor a su cuerpo con sorbos del tibio alcohol, observaba a su alrededor… nunca se sabe que te puedes encontrar en las tabernas de una gran ciudad en noches como ésta.
Tras una rápida inspección sólo una pareja de conversadores, a un par de mesas de su posición, llamó la atención de la empapada aventurera. Un humano charlaba con su compañero mediano en tono quedo, imposibilitando ser escuchados indiscretamente, aparentemente concentrados en sus asuntos. Sin embargo la curiosidad del mediano se volvía insistentemente hacia Kristine pues, a pesar de sus intentos de no llamar más la atención que el taburete sobre el que descansaba, una hembra siempre capta las miradas de los machos de su especie incluso en las más desafortunadas ocasiones. Y, por qué no decirlo, Kristine era un digno ejemplar de su raza en su condición femenina, como dejaban adivinar sus empapados ropajes.
El ánimo de Kristine no era fijarse en nadie en particular, pero aquel mediano no dejaba de mirarla. Nada extraño en un mediano, desde luego, pues su curiosidad no tiene límites como es de todos conocido. Pero había algo en la forma que tenía de volver la vista hacia ella. Y ese extraño brillo en sus ojos… el intenso reflejo púrpura que emitían… resultaban hipnotizadores en la penumbra de velas y fuegos. Destacaban entre las sucesivas sacudidas de los relámpagos que arrojaban descargas de luz por las ventanas del Cantor, como un par de piedras preciosas en medio de una mina.
Hipnotizada no supo reaccionar al ver que el mediano se le acercaba con paso decidido. Era un tipo directo, como una daga en la oscuridad. Consiguió arrancar una sonrisa de la estupefacta Kristine.
- ¡Hola! No se suelen ver medianas por aquí… (no como tú, desde luego)
- No… Hola, no… no se suelen ver.
Incapaz de sostener el brillo de aquellos ojos la mediana desviaba su atención hacia el compañero de aquel intrigante personaje. El humano jugueteaba con un pequeño objeto que Kristine no supo identificar a primera vista, mientras exhibía una socarrona sonrisa en su rostro. De nuevo el desconocido la sorprendía interrumpiendo sus cavilaciones, sin darle una oportunidad a su defensa. Su interés resultaba implacable.
- ¡Me llaman Hanick, y aquél es mi buen amigo Vicious! Es un bardo, ¿sabes? ¿Puedo saber yo el nombre de tan bella señorita?
De natural desconfiada, Kristine no tenía defensa para aquel brillo que no cesaba en su intento de traspasarla. A diferencia de tantos otros se sentía incapaz de ignorar a aquel apuesto mediano. Sencillamente no podía apartar sus ojos, atrapada en su mirada.
- Kristine… un placer conocerles.
El bardo se acercó a la pareja a fin de hacer la cobertura a su menudo compañero. Eran sin duda buenos luchadores por cómo se desenvolvían en el combate verbal que se desató a pedir la primera jarra de vino. Hanick tanteaba alrededor de la mediana, aprovechando los descuidos provocados en la conversación por su parlanchín amigo para asestar certeros trastazos a Kristine. Su interés se hacía pesado por momentos y la joven mediana estaba cada vez más incómoda. Su defensa amable no aguantaría mucho más aquellos embates, la estaban acorralando y tendría que salir del cerco de una forma violenta si no hallaba la excusa perfecta para desembarazarse de aquella cortés insistencia.
Se concentró un instante antes de acomodar cuerpo y palabras para ser más convincente. La excusa salió de sus labios dulcemente, sorteando hábilmente la confianza de la pareja de galanes. No era la primera ocasión que engañaba a alguien. Y desde luego no sería la última. Bostezando ostensiblemente, Kristine se dirigía hacia las habitaciones de la posada con la excusa de tener que reparar un largo viaje con muchas, muchas horas de sueño.
No pudo, mientras subía lentamente los escalones de madera forrada de alfombra del Cantor, olvidar el brillo de aquellos ojos…
...continuará
Elenthyl Quart´Hadast + Kristine
Sundabar, una de las más ricas y belicosas ciudades de Faerun, una antigua ciudadela enana que ha crecido hasta convertirse en una fortaleza amenazadora. Famosa por sus mineros, maestros herreros y grabadores de madera, es un lugar escabroso y desarbolado, descrito por cualquier visitante como “todo piedra y suspicacia”.
El cielo se abría a altas horas de la madrugada descargando miles de litros de agua, apagando las antorchas de las solitarias calles del doble recinto amurallado. Gigantescos relámpagos iluminaban la noche tormentosa dando un aspecto tétrico y amenazador a sus calles empedradas. Callejones vacíos y amenazadores por los que una pequeña figura, envuelta en negros ropajes de cabeza a pies, se deslizaba intentando no llamar la atención de las patrullas Escudo de Piedra. "Vigilancia" es el lema de la vida sundabariana y los forasteros son observados con suspicacia, especialmente a tan altas y tormentosas horas.
- Será mejor que me refugie esta noche… no quiero problemas.
El ruido de la lluvia golpeando violentamente las baldosas del barrio sur impedía a la mediana escuchar sus propios chapoteos mientras buscaba un lugar apropiado para recogerse en tan incómoda velada. Con un tremendo estallido el cartel de una posada se iluminó un instante en medio de una calle algo más ancha que las demás, balanceándose contra la tormenta. Antes de que el trueno respondiera a la furia de los elementos, la embozaba figura penetraba por un labrado portón de madera.
- La Taberna del Cantor. Parece tan bueno como cualquier otro.
Kristine se adentró en el acogedor establecimiento intentando no llamar la atención de los parroquianos reunidos bajo la tormenta. Parecía que el cielo se hundía sobre sus cabezas y la cerveza hacía horas que corría de mesa en mesa, animando taciturnos personajes. Rápidamente escogió un taburete a la medida mediana y ordenó algo de vino con susurros. Sin quitarse la capucha, mientras intentaba hacer entrar en calor a su cuerpo con sorbos del tibio alcohol, observaba a su alrededor… nunca se sabe que te puedes encontrar en las tabernas de una gran ciudad en noches como ésta.
Tras una rápida inspección sólo una pareja de conversadores, a un par de mesas de su posición, llamó la atención de la empapada aventurera. Un humano charlaba con su compañero mediano en tono quedo, imposibilitando ser escuchados indiscretamente, aparentemente concentrados en sus asuntos. Sin embargo la curiosidad del mediano se volvía insistentemente hacia Kristine pues, a pesar de sus intentos de no llamar más la atención que el taburete sobre el que descansaba, una hembra siempre capta las miradas de los machos de su especie incluso en las más desafortunadas ocasiones. Y, por qué no decirlo, Kristine era un digno ejemplar de su raza en su condición femenina, como dejaban adivinar sus empapados ropajes.
El ánimo de Kristine no era fijarse en nadie en particular, pero aquel mediano no dejaba de mirarla. Nada extraño en un mediano, desde luego, pues su curiosidad no tiene límites como es de todos conocido. Pero había algo en la forma que tenía de volver la vista hacia ella. Y ese extraño brillo en sus ojos… el intenso reflejo púrpura que emitían… resultaban hipnotizadores en la penumbra de velas y fuegos. Destacaban entre las sucesivas sacudidas de los relámpagos que arrojaban descargas de luz por las ventanas del Cantor, como un par de piedras preciosas en medio de una mina.
Hipnotizada no supo reaccionar al ver que el mediano se le acercaba con paso decidido. Era un tipo directo, como una daga en la oscuridad. Consiguió arrancar una sonrisa de la estupefacta Kristine.
- ¡Hola! No se suelen ver medianas por aquí… (no como tú, desde luego)
- No… Hola, no… no se suelen ver.
Incapaz de sostener el brillo de aquellos ojos la mediana desviaba su atención hacia el compañero de aquel intrigante personaje. El humano jugueteaba con un pequeño objeto que Kristine no supo identificar a primera vista, mientras exhibía una socarrona sonrisa en su rostro. De nuevo el desconocido la sorprendía interrumpiendo sus cavilaciones, sin darle una oportunidad a su defensa. Su interés resultaba implacable.
- ¡Me llaman Hanick, y aquél es mi buen amigo Vicious! Es un bardo, ¿sabes? ¿Puedo saber yo el nombre de tan bella señorita?
De natural desconfiada, Kristine no tenía defensa para aquel brillo que no cesaba en su intento de traspasarla. A diferencia de tantos otros se sentía incapaz de ignorar a aquel apuesto mediano. Sencillamente no podía apartar sus ojos, atrapada en su mirada.
- Kristine… un placer conocerles.
El bardo se acercó a la pareja a fin de hacer la cobertura a su menudo compañero. Eran sin duda buenos luchadores por cómo se desenvolvían en el combate verbal que se desató a pedir la primera jarra de vino. Hanick tanteaba alrededor de la mediana, aprovechando los descuidos provocados en la conversación por su parlanchín amigo para asestar certeros trastazos a Kristine. Su interés se hacía pesado por momentos y la joven mediana estaba cada vez más incómoda. Su defensa amable no aguantaría mucho más aquellos embates, la estaban acorralando y tendría que salir del cerco de una forma violenta si no hallaba la excusa perfecta para desembarazarse de aquella cortés insistencia.
Se concentró un instante antes de acomodar cuerpo y palabras para ser más convincente. La excusa salió de sus labios dulcemente, sorteando hábilmente la confianza de la pareja de galanes. No era la primera ocasión que engañaba a alguien. Y desde luego no sería la última. Bostezando ostensiblemente, Kristine se dirigía hacia las habitaciones de la posada con la excusa de tener que reparar un largo viaje con muchas, muchas horas de sueño.
No pudo, mientras subía lentamente los escalones de madera forrada de alfombra del Cantor, olvidar el brillo de aquellos ojos…
...continuará
Elenthyl Quart´Hadast + Kristine