Historia de Artemis la Montaraz

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Artemis

Historia de Artemis la Montaraz

Mensaje por Artemis »

Esta es la historia de Artemis, mi primer personaje, que ahora renace de nuevo en la Marca. Es larga, lo sé, pero si la leéis con paciencia igual os dais alguna sorpresa, sobre todo los que conocéis mis personajes. Gracias a los que me ayudasteis a corregirla y a crearla.
Marta


HISTORIA DE ARTEMIS LA MONTARAZ

I-NORDAHAERIL- Por Artemis

“En lo profundo del Bosque Alto, Nordahaeril es una pequeña ciudad en los árboles, recuerdo de Árboles Altos, situada entre las Hermanas y la Fortaleza de los Nueve. Se trata de una serie de casas construidas alrededor y en los troncos de los grandes árboles situados en el corazón del bosque. Consiste en aproximadamente unos 20 árboles y 30 edificios individuales conectados por caminos entre las ramas, puentes de cuerdas y enredaderas situadas entre los árboles, siendo el hogar de un centenar de elfos silvanos. Hay sólo una entrada a esta colonia desde el suelo del bosque, fuertemente protegida, una escalera de caracol que asciende cien metros en el interior de un gigantesco roble, conduciendo hasta los niveles más bajos de los edificios de Nordahaeril.”

Así es como describen los libros mi hogar. Realmente se quedan cortos en cuanto a grandeza y belleza natural. Multitud de puentes de madera y cuerdas conectaban las casas. Éstas eran finamente construidas con la madera más noble, y sus cimientos se apoyaban en las ramas más robustas, con una arquitectura muy propia de los elfos, sin clavos ni ningún otro objeto hiriente para los árboles. Por la noche, linternas mágicas de una luz verde y blanca iluminaban la ciudad dándole un cálido y acogedor aspecto, acompañado de los sutiles sonidos de la naturaleza nocturna como eran las llamadas de algunos animales, el arrullo del riachuelo cercano, el viento meciendo las copas... Además desde allí había rutas que conducían a través de las ramas a otras partes del bosque, lo que era útil cuando salían las patrullas de vigilancia. Pero sobre todo, era mi hogar, donde yo, Ilmanase Equecyl (Artemis Ojoluna en común) nací hace apenas 90 años.

Mi casa era una de las más altas, allí vivía con mi familia, mis padres, Élagon y Ciliet, y mi hermano Febal, unos 18 años mayor que yo. Hasta una cierta edad fui feliz, no puedo negarlo. Pero cuando ambos nos hicimos mayores, los favoritismos de mi padre hacia el primogénito varón de la casa se empezaron a notar.
Pocos elfos hacían diferenciaciones entre sus hijos pero mi padre era uno de esos pocos. Creo que nunca me había querido. En cambio mi madre siempre me animaba y me daba su cariño, aunque rara vez entendía lo que yo sentía.

Desde siempre amé el arco. Con él me sentía segura en una batalla, a cualquier distancia. Por supuesto también fui adiestrada con las espadas élficas pero no le puse tanto empeño como en aquel instrumento tan sutil, silencioso y de arte tan bello como era el arco. Me encantaba acariciar la empuñadura, finamente tallada, y sentir la fuerza de la cuerda en la tensión antes del disparo. Sin duda un arma civilizada. Siempre había pensado que era lo suficientemente buena con él como para entrar en la Guardia Silvana como arquera, pero llegado ese momento, mi padre recomendó a mi hermano antes que a mí, a sabiendas de que con el arco, yo era mejor que él.

Muchos de esos desprecios fueron hechos por mi padre, y cada vez más discusiones y conflictos había entre él y yo. Siempre me decía que tenía demasiado arrojo para ser de los elfos del bosque, famosos por su paciencia.

Recuerdo el último día en Nordahaeril. Un fuerte enfado entre mi padre y yo fue la causa de todo, fue lo que desencadenó la verdad. Mi madre me cogió la mano con cariño y me susurró algo que no olvidaré jamás:
-No discutas más con él, pues no es realmente tu padre, y no merece la pena que busques su aprobación en todo, mi niña.
Yo quedé muda. Le pedí explicaciones a mi madre, que me habló de un amor de juventud antes de conocer a mi padre, con un elfo dorado que conoció ella durante uno de sus viajes. Arthes, se llamaba, y por eso mi madre me puso el nombre de Artemis.

Al día siguiente me marché de mi hogar, a escondidas, sin despedirme de nadie, avergonzada. Ni siquiera sabía ya quién era yo… y por eso adopté otra identidad, de mí sólo quedaría la aventurera, y me desharía de mi pasado, borré mi nombre de mis labios y me hice llamar la Rastreadora.

II-EL BOSQUE DEL REY- Por Alanno

–Deja que te cure esa herida, Ras, porque de lo contrario se te va a infectar. Ese felino te arañó profundo- Yo procuraba hablarle de forma severa a Ras para que me hiciera caso, pero cuando la miraba, con su sonrisa traviesa y su picardía en los ojos, no podía más que sacar ternura de mi boca. Apenas conocía realmente a mi compañera de aventuras, y sin embargo, me parecía que nos unía ya un fuerte vínculo. Ella era un enigma para mí. A veces encantadora, otras veces mordaz. Vividora sin descanso. Le encantaba la vida. La disfrutaba cada instante. La había visto muchas veces corretear por los bosques sonriendo, y lanzarse al agua de los lagos del bosque mientras tiraba descaradamente su ropa a la orilla. Conocía muchos de sus sentimientos…pero aún no sabía su verdadero nombre. Ella me ocultaba su historia pasada. Tampoco yo le pregunté demasiado.
-No te preocupes, Alanno. –Contestaba ella entre risas. – El bosque es sabio, y con ciertas hierbas la herida sanará más rápido. – Además, lo que me hace falta es un buen baño en el Descanso de Silvanus. Sería lo que vendría mejor ahora. – Ella cerraba los ojos saboreando el momento en el que estaría en los maravillosos parajes del “Lugar Sagrado” como ella la llamaba, luego me miraba de forma cautivadora y me desarmaba.
Jamás olvidaré aquella primera y última vez en la que fuimos amantes… Fue tan dulce… Poco después, no supe más de ella.

III-LA SOMBRA DEL ÁRBOL- Por Artemis

Pensamientos:
“De toda esta grandiosa ciudad de los hombres, lo que más me gustaba sin duda era aquél árbol central, a cuya sombra se reunían los aventureros para planear nuevos viajes, o contarse gestas pasadas. Allí había sombra y naturaleza, en medio del centro de la ciudad, pero también había camaradería, amistad. Jamás pensé que yo, Artemis, otras veces llamada la Rastreadora, pudiera convivir con tantas razas juntas en esta ciudad llamada Suzail. Aquí he hecho amigos. Amigos que me han salvado más de una vez la vida. También hay enemigos, pero, ¿qué es la vida sin emociones? Haitz, Galad…y otros más, personas que han llegado a importarme, y a los que he acabado confesando parte de mi historia y mi verdadero nombre. Gente a los que cuido y que cuidan de mí. Así es este árbol…es mágico, y parece que todo lo que está bajo su sombra crece tierno y verde”

“¿Habéis pensado alguna vez que la larga vida de una elfa puede llegar a ser una carga? A día de hoy, muchos de mis amigos murieron en las guerras de los humanos cormytas, y otros se marcharon para no tener que luchar. Haitz fue el último. No sé si el hecho de no responder a su amor fue lo que finalmente hizo que se marchara de los Bosques del Rey y del mismo Cormyr. El caso es que con pocas despedidas, se fue, y tan solo me dejó una nota que rezaba “voy al norte”. A día de hoy, estoy de nuevo sola. A día de hoy, ya no me importa el árbol del centro de la ciudad. Todos para mí ya se fueron, sólo quedan los que desean sangre. Tal vez sea hora de encontrar un nuevo hogar”

IV-CAMINO DE LA MARCA- Por Artemis

La soledad y echar de menos a un amigo pueden hacer que una persona cambie su vida en pocos días. He aquí la extraña historia que ha trazado todos los rumbos en mi vida. Sé que no me creeréis, pero os diré una cosa…no me importa. Yo tampoco creo en vosotros. Así fue como realmente ocurrió:
“Como exploradora, rastreadora y montaraz, me sentía obligada a luchar contra todo aquello que dañaran el bosque de alguna forma. Argranthos era un hechicero cínico y cruel, que con su nigromancia estaba pervirtiendo todo el Bosque de Arm. Las ramas nacían muertas y oscuras, los árboles se movían por la tierra sedientos de muerte, y el sol había dejado de brillar en él. El hechicero pretendía crear un reino de terror y muerte para establecer allí su castillo y aumentar su creciente poder. Yo no se lo iba a permitir, y me enfrenté a él. Mis flechas bailaban sobre el viento, para posarse sutilmente sobre su brazo y su hombro. Otra cayó en su pierna derecha. El mago aún podía lanzar conjuros, y empezó a conjurar uno terrible, uno cuyo objetivo era destruir mi misma alma. Intenté disparar entre los ojos del enemigo pero la luz cegadora del hechizo me lo impidió, y cuando el extraño sortilegio impactó en mí, sentí como si me desgarraran por dentro. Miles de tipos de dolor diferente me recorrieron todo mi cuerpo, y a los pocos minutos de agonía, caí, creyéndome muerta. Ahora os diré lo que soñé. Quizás fue lo que realmente pasó, o quizás sólo fue una ensoñación. Vi como una imagen de mi propia persona salía de mí. Una copia perfecta, idéntica aunque, a la vez, diferente. El ser llamado la “Rastreadora” se despegaba de mí al igual que la piel de la serpiente se despega del reptil. Me miraba y reía, tal vez inconsciente de lo que a ambas nos estaba ocurriendo (¿Ambas? ¿Escribí yo eso?). Mi otro yo se alejó de mí correteando despreocupada, y yo desperté al cabo de unos días, sintiéndome vacía, sin saber lo que antes sabía, sin recordar aquellas cosas aprendidas anteriormente, sin amor en mi corazón, en definitiva, incompleta. Pero ¿Cómo iba yo a sospechar tal efecto de la magia?
Más tarde supe que el hechicero había querido castigarme a estar incompleta el resto de mi vida, y que, por muy raro que sonara, había una doble de mi persona en algún lugar, que tenía la otra parte de mi alma”

En otro lugar:
La muchacha que se llamaba a sí misma Ras (le gustaba ponerse de nombre su profesión), de forma alegre y despreocupada, cogió un cuchillo de cazador y se cortó el pelo hasta que le resultara suficientemente cómodo. Unos pendientes de adorno en algunos lugares de su rostro le adornarían, de forma acorde a su visión alegre y divertida de la vida. Se sentía bien, la vida era hermosa, y todo era jolgorio y felicidad. Comenzaría a disfrutarla ahora mismo.

V-MUERTE EN VIDA- Por Elenthyl

La tenía en nuestro hogar, en los pináculos. Pero ella parecía muerta. No sé qué es lo que me pasó en el Bosque Frío, ni cómo fui capaz de trasformarme en semejante…cosa. Pero debo interpretar las señales. Debo deducir lo que pasó, pues el bosque me habla y yo debo escuchar. Estoy seguro de que ella fue allí para entrar en la tienda de Tulrunn. Lo sé porque cuando estábamos juntos no hacía más que repetirme una y otra vez que fuéramos allí. Ella se debió de tropezar con alguien, alguien poderoso, un mago tal vez, o un clérigo maligno. Lo sé porque el estado del cuerpo me revela que ha sido cosa de magia. Las armas no la tocaron, y el frío tampoco la mató. Los animales la respetaban, no la atacarían… Sólo puedo pensar en los Umbra en estos momentos. Sí, eso debió de ser, un mago umbra que, llevados por la venganza, atacó a traición a Artemis, hechizándola con algún conjuro de muerte. Éste será tu sepulcro, mi querida elfa, estos pináculos que hicimos juntos. Aquí yacerás…y yo estaré contigo por siempre.

VI-RESURRECCIÓN- Por Elenthyl y Phandaal

“-Buena Luna, mi querido Elenthyl.

Una sola lágrima se desliza por su suave mejilla congelándose en una gema de imposible pureza…”

Elenthyl: Así era, así había ocurrido, Artemis estaba muerta por la mano traicionera de un ser oscuro y desalmado. Sus poderosos conjuros habían sumido a mi elfa en un sueño similar a la muerte, conservando su cuerpo intacto, incorrupto, pero sin alma.

Allí colocada, en lo alto de la más fuerte de las ramas del árbol de la compañía Flecha del Destino, yacía la elfa silvana desde hacía meses, mientras yo, su mejor amigo, Elenthyl el elfo salvaje, me precipitaba en la desesperación y me preguntaba si habría alguna esperanza.

Hasta que recibimos la visita de aquel umbra… Aquel ser nos había ofrecido un pacto: El alma de Artemis, conservada extrañamente al preservar un mechón de sus cabellos, a cambio del deseado y poderoso amuleto recuperado por nosotros de los cuerpos muertos de los umbras, allá en el desierto… Aquél había sido todo el tiempo el objeto de la discordia, el motivo de esta guerra oculta.

El umbra que nos había visitado nos había indicado que estuviéramos al cabo de dos lunas en el Fuerte Ghorin, para hacer realidad el cambio pactado.

Allí fuimos el archimago Phandaal y yo, junto con otros aventureros más, para ver si aún se le podía dar una oportunidad a mi eterna compañera, aparentemente fallecida meses atrás. Por supuesto nosotros no teníamos la intención de entregarles el amuleto, pero nadie sabíamos cómo acabarían las negociaciones.

Phandaal: El cuerpo de Artemis parecía ir recuperando el color, la tersura de su piel, los latidos de su corazón y el compás de su respiración. Al cabo de largos minutos abrió sus ojos por primera vez desde hacía 1 año. Parecía débil, incapaz de levantarse. Y era lógico, meses sin mover los músculos, estaban paralizados por el desuso. Le llevaría tiempo la rehabilitación de su cuerpo. En cambio el aspecto del elfo salvaje, que a pesar de todo ahora lo podía contar entre mis amigos, era cada vez peor. Su piel iba blanqueandose y su cuerpo envejecía por segundos, pareciendo como si la vida se escapara a través de sus dedos. Sin duda era un conjuro nigromántico, y así lo hice saber, aunque, como siempre, no me escucharon. Pero se preveía el final. Elenthyl daría la vida por la elfa cabezota. Seguramente el diabólico sentido del humor de los umbras haría que el elfo salvaje muriera si tenía éxito.
Cuando empezó a estar más orientada, la elfa comenzó a hacer intentos de hablar, aunque le resultaba muy difícil y su voz era un hilo difícil de captar. Además su habla no era demasiado coherente, tan sólo preguntaba con tono apagado “¿Dónde…? ¿Quién…? Sin duda le costaría también recordar las cosas. Tal vez su mente había sido dañada estos meses y tendría como consecuencia una amnesia. El tiempo lo diría. El que había sido su compañero, y al que ahora no reconocía, yacía en el suelo, con un pulso débil y varios cientos de años más anciano de lo que era hacía unas horas. La elfa sintió franca afinidad por el elfo salvaje, o eso es lo que pensaba yo, cuando le recordaba su nombre y ella no hacía más que mirarlo. Varias veces le dije que el que yacía en el suelo había arriesgado su vida por salvarla. Ella había perdido la memoria pero seguía siendo Artemis, no había duda. Al final, tal vez no por amor sino por agradecimiento, la elfa resucitada se quedó velando por el elfo sacrificado. Yo me marché de allí finalmente, no soportaba tanta ternura…sobre todo si no iba dirigida a mí.

APÉNDICE- Por un anónimo:

En otro lugar del bosque, una joven elfa llamada Ras comenzaba con fuertes dolores por todo el cuerpo, los más intensos de toda su vida. Estaba sudorosa, su corazón latía muy rápido y su respiración era muy agitada y entrecortada. Le faltaba el aire, su cuerpo le pesaba, y se desplomó al suelo por falta de fuerzas. Entre el dolor y la agonía, un recuerdo que no sabía que tenía iluminó su mente… el recuerdo del mago Argranthos, con quién luchó hace mucho y que la condenó a que su alma se partiera en dos para que nunca pudiera amar, un castigo peor que la muerte. El mago había separado con magia el alma de la elfa Artemis, dividiéndola en una mitad salvaje, desconfiada y dura y otra sensible, alegre y amante de la vida y del amor. Así nació Ras, de una de las mitades de la elfa completa.
Pero ahora Ras se estaba desintegrando lentamente, miraba su mano y ésta se desdibujaba como quien limpia la tinta de un papiro. Entre intensos dolores, no quedó nada de la Rastreadora, excepto un vago recuerdo en algunas personas que había conocido.

Ilmanase Equecyl, que acababa de renacer, por fin estaba de nuevo completa, allá en los lejanos pináculos.
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