Solamente habían pasado seis meses desde la retorcida venganza y la mediana pelirroja volvía a encontrarse ante las oscuras puertas de Puerto Calim. Una tormenta de arena había amenazado a los habitantes durante esa semana, así que el aspecto de la ciudad era distinto. La gente se recogía en sus casas y sólo salían cuando era necesario. Incluso los guardias de la entrada se habían esfumado.
Otro motivo menos sangriento llevaba a Kristine de nuevo por esas tierras. Broock Lander, padre de Lara Lander y compañero de aventuras en la infancia de la mediana, había enfermado y vivía sus últimos días en su casa de Puerto Calim.
El humano de cabellos azules había explicado a su hija las aventuras y desventuras vividas con la joven mediana, así como el afecto que le tenía. Por último expresó su deseo de volverla a ver antes de morir.
Lara cumplió su palabra, haciendo que Kristine regresara aún sabiendo el peligro al que se exponía.
- ¿Pero qué diablos?
Un cartel colgado en la fachada de una casa llamó la atención de la mediana. Sin poder creérselo se acercó lentamente a la grisácea y agrietada pared. Unas letras bien grandes anunciaban una recompensa de 500.000 monedas para quien capturase a la mediana Kristine. Bajo esas letras se hallaba una descripción completa de ella.
- Pero... ¿Cómo...? ¿Quién me reconoció...?
Mientras la pequeña le daba vueltas al asunto, una sombra no advertida se situó tras ella. Para cuando Kristine se diese cuenta de que no estaba sola ya era demasiado tarde. Un cuchillo la amenazaba con cortarle el cuello.
- ¡Andando Kristine!
Mucho tiempo había pasado desde que oyó por última vez esa voz. Concretamente 17 años... cuando un mediano con fama de ladronzuelo le entregó su corazón.
- ¿Arlon...? ¿Eres tú Arlon...?
- ¡Vaya! Al menos te acuerdas del nombre...
- ¿A qué viene todo esto? ¿Es que aún no has superado el trauma de tu corazón no correspondido?
Esas últimas palabras dolieron al mediano bigotudo, el cual parecía no haber cambiado absolutamente en nada.
- ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Lo hago por el dinero estúpida!
- Ya... claro... y por eso me seguiste por los tejados aquel día... y también en el cuartel de la guardia...
Se notaban los nervios en Arlon. La hoja que mantenía a pocos centímetros del cuello de Kristine sólo hacía que temblar. Con un certero golpe de empuñadura en la nuca lograba abatir a la mediana, cayendo ésta cual saco de patatas.
Estando la mediana totalmente inconsciente no tuvo otro remedio que arrastrarla por la cálida arena hasta llegar a un improvisado cuartel de la guardia. No quedó gran cosa del anterior edificio, ya que las llamas habían arrasado todo.
La noticia de la detención de Kristine se oyó en todo Puerto Calim, haciendo que la gente saliese de sus casas para manifestarse ante el pequeño cuartel, pidiendo la muerte lenta y dolorosa para la mediana. El suceso de los Balors no les había hecho mucha gracia.
La fecha quedó fijada para tres días después de la detención. Durante esos días sufriría una tortura brutal ante los ojos del pueblo. Al tercer día, Kristine sería ahorcada en la plaza del antiguo edificio de la guardia, por los graves delitos que había cometido.
En una pequeña, oscura y sucia celda se hallaba acurrucada la pequeña Kristine, esperando a ser llamada para la primera tortura. Todo su equipo estaba en una habitación, al fondo del pasillo.
El mareo ocasionado por el golpe impedía pensar con claridad a la mediana sobre lo que se le avecinaba. Su aguda vista se había nublado, y solamente un borroso vigilante le llamaba la atención.
A punto de caer desmayada una vez más, un estrepitoso ruido la hizo volver en si. Provenía del fondo del estrecho pasillo. El vigilante se puso en pie a una velocidad vertiginosa, al mismo tiempo que desenvainaba su espada y gritaba cual poseso.
Una temible oscuridad avanzaba por el pasillo, engullendo todo en una escalofriante tenebrosidad. Tras varios minutos de gritos y apuñalamientos, un largo silencio incomodó a la pequeña, la cual seguía acurrucada en una esquina de la celda.
Segundos después la puerta de la celda se abrió, y el sonido de unos pasos parecía acercarse a ella...
- Sakphul Kristine... veo que has logrado cumplir tu objetivo con éxito...
Aquella retorcida voz resultaba familiar a la mediana.
- Dagget... ¿verdad...?
- El mismo. Hoy es la gran noche... ¿sabes?
Una risa más que maquiavélica resonó en todo el cuartelillo.
- ¿Sigues con tus planes de destruir Puerto Calim...?
- Esta noche Puerto Calim caerá ante mi ejército drow. No tiene salvación.
- Llevas planeándolo más de 20 años, así que supongo que no habrá errores.
- Supones bien. Podría dejarte libre... pero claro... me tendrías que hacer un favor... ya sabes... algún trabajillo para mí... como en los viejos tiempos.
Incluso en aquella espesa oscuridad se podía sentir la retorcida sonrisa del drow.
- Lo que sea Dagget...
- Bien... antes de nada ponte en pie. Creo que querrás vengarte de alguien...
Poco a poco Kristine se fue incorporando, al mismo tiempo que la oscuridad se iba desvaneciendo.
Apoyándose en las paredes la mediana avanzó hasta la habitación del fondo, donde se encontraba su equipo y una persona muy especial. Amordazado en el suelo permanecía Arlon aún con vida. Parecía haber recibido una brutal paliza. Alrededor del cuerpo un grupo de drows controlaba que el mediano no pasara a una mejor vida.
- ¿Cómo sabíais que fue él...?
- Llevamos espiando esta ciudad durante más de 20 años. Nos enteramos de todo.
- ¿Me prestas un cuchillo Dagget?
Con un delicado y ágil movimiento el drow desenvainó y tendió un cuchillo más que afilado. Sin pensárselo dos veces Kristine cogió el arma y saltó sobre Arlon, introduciendo la hoja en el mismísimo corazón.
- Ahora ya podrás decir que te partí el corazón...
La risa de Dagget indicaba que parecía estar pasándoselo en grande, cual niño en una fiesta de cumpleaños.
- ¿Y bien? ¿Qué quieres que haga Dagget?
- Quiero que te encargues de alguien. ¿Recuerdas a Shalazar?
Shalazar... la poderosa sacerdotisa de Lloth que increíblemente había hecho amistad con Kristine durante su infancia... claro que la recordaba. La mediana nunca supo si aquello era una verdadera amistad o simplemente había sido un engaño para uso personal de la elfa oscura.
- ¿Porqué ella?
- Eso no te importa. O cumples con tu deber o me aseguraré de que sufras una muerte peor de la que te esperaba en la plaza. Créeme, sería capaz de revivirte para volverte a torturar, tan sólo por diversión.
El tono amenazante con el cual las palabras salían de Dagget provocaron un terrible miedo en la mediana, haciendo que su pequeño corazón se encogiera aún más.
- ¿Como pretendes que acabe con ella? Hace 20 años ya era una temible sacerdotisa... ahora no quiero imaginar su poder...
- Sólo necesitarás ese cuchillo y éste veneno... letal incluso para Shalazar...
De su cintura desenvolvió un diminuto frasco verdoso y se lo tendió a una dudosa Kristine.
- ¡Vamos sakphul!
Agarrada por el cuello y los cabellos, la mediana fue arrastrada por todo el cuartel hasta que fue soltada en el patio exterior.
Poco a poco levantó la cabeza del suelo empedrado, y contempló con asombro el caos que se estaba produciendo en la ciudad. Las tropas de guardias hacían frente a la milicia drow, muy superior en número y más eficiente en su trabajo.
Sobre una colina, un grupo de sacerdotisas dirigían la escaramuza mientras los balors convocados campaban a sus anchas destrozando las filas calishitas. Entre las adoradoras de Lloth se hallaba Shalazar, que no parecía sentir remordimientos cuando incineraba, destruía o implosionaba vida.
Dagget se acercó a la mediana, susurrándole al oído.
- Es delicioso... ya veo como su vida se le esfuma entre sus labios...
Con sumo cuidado, Kristine aplicó el veneno sobre la hoja del cuchillo. Después de embadurnarla completamente, avanzó como una sombra en la oscuridad, hasta situarse tras la colina. Como era de esperar en un drow, Dagget la siguió a corta distancia, pues él también era un maestro del subterfugio.
Solamente un minuto tardó la mediana en alzarse sobre la colina. Parecía haber recuperado la forma y la concentración a pesar del golpe recibido en la nuca.
Era el momento ideal. Shalazar se había quedado atrás acabando con los pocos guardias que quedaban mientras el resto de sacerdotisas avanzaban sus posiciones.
Su temible apariencia encogía hasta el más bravo corazón. Su larga melena blanca, su delicada piel y su mirada penetrante podían hacer enloquecer a cualquiera. Llevaba puesta una túnica negra, ligada por la cintura con un cordón azulado. En su mano izquierda, un enorme escudo con el símbolo de la araña grabado. En la otra mano, una recogido látigo propio de las sacerdotisas drow, capaz de soltar descargas eléctricas al impactar.
Kristine permanecía inmóvil con el cuchillo tras su espalda, observando como caían los últimos guardias bajo el devastador poder de la sacerdotisa.
Como era de esperar, Shalazar detectó la presencia de la mediana, volviéndose hacía ella.
- ¿Kristine? ¿Has salido ya de la cárcel?
La pequeña no respondió, pues estaba como hipnotizada por la mirada de la sacerdotisa.
- No voy a matarte Kristine... quiero que te largues de aquí ahora.
Aquellas palabras despejaron de dudas a Kristine. La relación entre ella y Shalazar no era un engaño... era una amistad.
- Sí...
La mediana aprovechó que Shalazar se daba la media vuelta para arremeter contra ella y clavarle el cuchillo envenenado por la espalda. El efecto fue rápido. Su cuerpo se quedó tieso, y su escudo y látigo cayeron sobre la cálida arena.
- Lo siento Shalazar...
Tras desclavar la afilada hoja, Kristine reparó en la insignia de la casa Tlabbar que Shalazar llevaba en el pecho.
- Tlabbar... la misma casa que Dagget...
El resto de sacerdotisas retrocedían al ver que su líder no se reunía con ellas.
- ¡La han asesinado! ¡Shalazar ha caído bajo las zarpas de esa mediana!
Los gritos de Dagget delataban a Kristine como asesina, con tal de limpiar su nombre.
Las sacerdotisas pronto descubrieron a la mediana, confusa y asustada.
El grupo de elfas se acercaba cada vez más a su posición.
- ¿Qué hago?
Su mente no daba respiro. Tenía que hacer algo rápidamente o sería su fin.
Apresuradamente desenrolló cuatro pergaminos de su cintura.
- Espero que funcione...
La mediana de cabellos rojizos conjuró luz sobre el grupo de sacerdotisas, cegándolas momentáneamente para esfumarse. La estrategia había dado su fruto. Kristine lograba bajar de la colina sin ser advertida por nadie.
Cuando la mediana se dirigía de nuevo al cuartel, contempló con gran asombro el que sería el último combate de Broock. Enfermo, malherido, pero sin haber perdido el vivo color azul de su cabello, se plantaba en medio de la plaza armado con katana y escudo. No tardó en divisarlo una patrulla drow formada por el capitán y cuatro combatientes.
Cualquier otro hubiese pedido apoyo, pero Broock continuaba quieto, con pose desafiante. Los elfos oscuros aprovecharon para rodear a tan valiente guerrero, el cual seguía sin mostrar ningún miedo.
Un fuerte grito de guerra proveniente del moribundo caballero desconcertó por unos instantes a los drow, momento que Broock aprovechó para lanzarse sobre el capitán, asestándole un corte letal en el cuello.
La escena que vino a continuación fue confusa para la mediana, pues la arena removida del suelo impedía ver con claridad el combate que se estaba librando.
Minutos después el cuerpo de Broock permanecía tendido en la tierra, aún con vida. Tan solo dos drows quedaban en pie, con intención de rematarlo. Kristine no podía ver morir así a su amigo, de modo que se acercó rápidamente y apuñaló a ambos drows con un movimiento giratorio.
- Broock...
La mediana se arrodillaba en la arena junto al cuerpo de su amigo, acariciando el largo cabello azul.
- Kristine... has...venido... genial... mi deseo se ha cumplido...entonces...
Con las pocas fuerzas que le quedaban, lograba extender el brazo para tenderle la katana a Kristine.
- Dásela a mi hija... le hará mucha ilusión... llevarla...
En el momento en que la mediana recogió la katana, el brazo de Broock cayó desplomado en el suelo, levantando una arena cálida y húmeda, provocada por las lágrimas de la pequeña Kristine. El alma de Broock volaba ya lejos de aquel lugar.
No había tiempo para ponerse sentimental. Debía volver rápidamente al cuartel, recoger su equipo y huir de aquella terrible masacre. Además los drow no durarían mucho más allí. El sol se asomaría de un momento a otro. Por ese motivo el regreso al cuartel fue tranquilo.
Miles de cadáveres abultaban las silenciosas calles de Puerto Calim. Había corrido mucha sangre aquella noche y pocos fueron los supervivientes de aquella matanza. El plan de Dagget fue llevado a cabo sin ningún error, tal como él había predicho.
En las ruinas del pequeño cuartel no parecía haber indicios de vida. Ningún elfo oscuro esperaba a la mediana, la cual avanzó por los estrechos pasillos hasta llegar a la habitación donde el cadáver de Arlon yacía en las frías baldosas. Su equipo seguía estando intacto. Sobre su mochila, una pequeña nota acaparó la atención de Kristine.
“Buen trabajo sakphul”
- Maldito traidor...
Cargando con todas las bolsas, la mediana abrió un portal a Nevesmortas.
Relatos de Calimport 2 Parte
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