- - Nuestra historia se remonta a tiempos pasados, cuando Aderion y Eliel aun estaban con nosotros y las hermanas estaban unidas…Ay…, los tiempos han cambiado y ellas también a raíz de su perdida. Pero le contaré lo sucedido.
La elfa se sentó en la hoguera frente al humano, su mirada se desvió varios minutos al crepitar de las llamas. El humano que la acompañaba se podría describir como un hombre de complexión más bien débil de apariencia y de edad avanzada, rondaría la cincuentena. Los ojos del humano no dejaban de observar la hoguera y se mostraba respetuoso ante la sabia elfa.
El viento susurraba acontecimientos pasados y los lobos aullaban a lo lejos, los ojos de la elfa se centraron de nuevo en el humano y así prosiguió.
- - El nacimiento de las gemelas fue una gran alegría para Eliel y Aderion, tras su nacimiento la felicidad abundaba en sus rostros, reflejando así una sonrisa que dibujaban sus labios cuando alguna de ellas hacía algo incoherente o sólo balbuceaban reclamando la presencia de la otra. Se les veía tan felices esos años pasados…las únicas preocupaciones que mostraban era una leve herida tras una pelea matutina o quizás algún susto tras la desaparición de ambas. Pero bueno, las desapariciones fueron siendo tantas que al final fue costumbre no preocuparse. Nadie preguntó dónde iban ni nadie las siguió nunca, tanto Aderion como Eliel sabían que no podía pasar nada si ambas estaban juntas y Silvanus las protegía.
Recuerdo la tarde que aparecieron con el lobezno, era de pelaje oscuro y bastante tranquilo. Dijeron que el pequeño las seguía desde más allá del río y por ese motivo se lo llevaban a su madre. Siendo su madre druida no me extrañó pero si que sólo hubiese un lobezno, al cabo de los meses comprendí que el cachorro protegía a Aya o al menos lo intentaba, por esos tiempos.
La elfa tomó algo de aire deteniéndose ligeramente a recordar esos tiempos pasados hace al menos treinta años. La noche era ya avanzada y la hoguera debía avivarse por el frío viento de invierno, el brazo del humano acabó avivándolo con un anoréxico palo que encontró a su lado. La elfa sonrió y su delicada voz se dignó a preguntar.
- - Disculpe joven, seguro que quiere oír toda la historia?
- - La que hizo llamarme fue usted, Kigi. Sí cree que he venido a complacerla con mi presencia está equivocada. Continúe, por favor.
Kigi suspiró con resignación, por muy acostumbrada que estuviera de ese humano nunca comprendía su arrogancia o sus ironías. Sammar había pasado con ellos ya dos décadas y siempre se había mostrado bastante reservado. Tras examinarlo de nuevo, como tantas veces había hecho en un pasado, Kigi prosiguió.
- - Seguiré entonces…por dónde iba…ah, sí. Yoru, el lobezno, protegía a Aya en cada paso que daba estando siempre atento pero esto consiguió que las hermanas se separaran. Kikyô se sentía desplazada ante la relación que surgió entre su hermana y el lobezno… Hubo un tiempo que desaparecía semanas enteras, sin comentar a nadie dónde iba ni con quien, su carácter fue empeorando y fue volviéndose más reservada, arisca y algo más borde. Evitaba siempre al lobezno e incluso a su hermana, puesto que iba siempre con ella. Fueron tiempos difíciles para las dos, de estar unidas se volvieron distantes y frías pero no por ello no se querían.
Los meses fueron pasando y la relación se fue deteriorando, tanto sus padres como el resto de la familia empezábamos a preocuparnos por nuestras pequeñas. Por más que habláramos con ellas no podríamos ayudarlas. Kikyô, por su parte evitaba el tema y se mostraba reacia a querer hablar con nadie sobre él, amenazando con marcharse o simplemente haciéndolo. Aya, simplemente se limitaba a seguirla a hurtadillas y a decirnos que la protegería aunque Kikyô no quisiera. Fueron muchas las veces que le pregunté a Kikyô y a Aya dónde iban pero ninguna fue su respuesta, una por enfado y la otra por respeto a su hermana.
La noche en que Aderion… - la voz de Kigi se detuvo algo quebrada, sus ojos se desviaron al firmamento y a los pocos minutos continuó - …en que Aderion murió las niñas aun estaban dormidas o eso creímos, los llantos de Eliel debieron despertarlas pero no nos percatamos hasta la mañana siguiente. En sus camas sólo estaba el vacío, habían desaparecido y si era poco la perdida de su amado para mi hija… perder a sus hijas fue aun peor. Fueron semanas bastante duras, tras el funeral de Aderion. Eliel, no dejó de buscar a sus hijas por el bosque siempre en vano. Llegó a pensar que estarían muertas tras recorrer todos los rincones del bosque, incluso Shar surcaba los cielos en busca de las pequeñas. Pero no conseguimos nada, no querían ser encontradas o les había pasado algo…
Aya y Kikyô interrumpieron el claro en el que se encontraban los dos personajes. Kikyô se limitó a saludar con un gesto leve de cabeza y se sentó algo aparatada jugueteando con su daga; Aya por su parte, se acercó a la elfa ofreciéndole algo de comida y dándole un beso en la mejilla. Poco después se lo ofreció a Sammar, se sentó a su lado y se limitó a acariciar la cabeza de Yoru, ahora tumbado a su vera.
- - Ya habéis vuelto?...esperaba que tardarais más.
- Abuela, sabe que somos bastante hábiles en el bosque ya lo conocemos bien, no es como cuando éramos pequeñas y nos perdíamos a la ligera. Por cierto, qué le comentaba al señor Sammar?- la voz de Aya se dejó llevar curiosa por el viento y los ojos de esta se desviaron hacia su hermana.
- Pues iba por vuestra desaparición y lo preocupados que nos teníais a todos…ya que habéis venido quizás debáis contarlo vosotras..ya que no nos habéis contado dónde estuvisteis a ciencia cierta…
Kikyô clavó la daga en un árbol cercano y miró al grupo, se levantó algo enrabietada y le bajó la capucha a Sammar. El humano no mostró agresividad alguna ni se inmutó a decir verdad, simplemente la examinaba inquisidor con la mirada.
- - Quién es él para qué sepa nuestra vida. No le importa!
- Kyo déjale, mantén la compostura. La abuela tendrá algún motivo, tranquilízate. No seas cri..
- Cállate! Y dile al chucho que no se acerque…- Kikyô cortó la palabra de su hermana y la miró amenazante.
- Yoru, mantén la calma. Sabes que no le hará nada. - el lobezno se volvió a acomodar a los pies de Aya, siempre atento a Kikyô.
- Basta ya, niñas! Aya, continua la historia y tú , Kyo, deja de tus malos modales y siéntate de una vez o me veras enfadada de verdad.
- - La desaparición…pues .. ehm… la verdad no recuerdo muy bien.. - la mirada de Aya se desvió a su hermana sin saber muy bien si debía contarlo o si ella le pegaría una paliza después, a su sorpresa Kyo le dio el visto bueno con un leve movimiento de cabeza. Aya suspiró e intentó recordar con exactitud - …nuestro viaje empieza con los llantos de nuestra madre retumbando en nuestros oídos y unas lágrimas cayendo por mi rostro. Kyo se limitó a mirar a madre y a vos, abuela, sin derramar ningún llanto por padre. Su mano me tocó el hombro y tras ello me abrazó como hacía tanto no había hecho, me dio todo el cariño que en tiempos reprimió y por ese motivo la seguí…no hubo otro motivo, mi hermana y yo estábamos afligidas, dolidas, mi rostro no dejaba de derramar las lágrimas y Kyo me daba la mano para guiarme. Yoru por su parte iba a la retaguardia, siempre atento a lo que nos rodeaba del bosque, en nuestra partida no pensamos en madre ni en nadie... Simplemente queríamos irnos lejos de allí, superarlo nosotras solas y hacernos más fuertes para que madre no tuviera que retener las lágrimas por nosotras. Es cierto, fue egoísta por nuestra parte…pero gracias a ese viaje maduramos lo suficiente para entenderlo.
Los días fueron pasando muy lentos, nuestros pasos eran cada vez más pesados y las sombras se cernían sobre nosotras cada vez que avanzábamos más. Recuerdo que a la semana, Kyo, me obligó a dejar de llorar, no fue muy grato... una daga se desfilaba amenazante por mi cuello y su mirada se clavó en mis entrañas como un puñal envenenado...aun recuerdo el frío filo en el cuello y sus palabras no fueron más amistosas que ese filo… “derrama una lágrima más y lo lamentaras...le haré llegar tu piel a madre y así le daré motivos de desamparo…tu chucho morirá antes, así te hará compañía”. Tras eso..no volvimos a hablar en días, yo por miedo y mi hermana por precaución…Al cabo de los días entendí por que evitaba hablar o hacer demasiado ruido, el bosque es caprichoso al igual que los dioses...
Kyo se mantuvo en silencio largo tiempo, ordenó a Yoru mantenerse alerta y por una vez éste lo hizo…intenté oír lo que ellos oían y tras deliberado tiempo conseguí oír…El fulgor de una batalla cercana, llegaba hasta nuestros oídos, el choque del metal y los gritos de batalla nos hicieron dudar pero una pequeña hoguera destellaba más allá del bosque…nuestros pasos nos llevaron a un pequeño claro y nuestros ojos se clavaron en un orco y un elfo, su cabello era negro como la ceniza y su cuerpo corpulento, por las batallas vividas. Inconfundible, bajo la mirada de Kyo. El elfo mantenía la posición mientras se dibujaba en su rostro una sonrisa, mantenía al orco a raya mientras que su compañero, malherido, buscaba cobijo. Por las embestidas del orco se podía deducir que era un gran guerrero, tan hábil como el elfo, aunque éste no parecía estar en plena forma, tras una embestida fue a parar contra un árbol. Kyo reaccionó de manera inesperada, poniéndose entre ambos. El elfo no tardó en perder el sentido, sus ojos se nublaron y la sangre de su hombro recorría su pecho hasta llegar al suelo. Vi como Kyo hacía frente a un orco..por un elfo..sin poder reaccionar ante tal ocasión..me sentí bloqueada..Observaba como mi hermana se desangraba tras pelearse con el orco, la sangre se divisaba por todo su cuerpo y sus fuerzas flojeaban apenas pudiendo tenerse en pie. Mi hermana se moría…mis ojos se desviaron, llenos de lágrimas, y mis brazos abrazaron a Yoru, lleno de ira. “Kyo vete…”, mis ojos la buscaron bajo ese maldito orco…no recuerdo como se levantó el elfo ni cuando…sólo le vi protegiendo a Kyo. La voz de ella retumbaba en mis oídos “Anirion, no me iré sin ti”. La verdad ..tampoco recuerdo como consiguieron abatir a ese orco…sólo recuerdo mi voz dirigida a Yoru diciéndole “Ayúdales” y un aullido desgarrador sonó entre los árboles, mientras que el lobezno se abalanzaba contra el orco y le arrancaba la yugular. Yoru, con el hocico y las fauces llenas de sangre se acercó a Kyo, ella le miro y arrancó el filo del cuerpo ahora inerte “Gracias, chucho...”…la voz de Kyo se desvaneció junto al desplomarse de su cuerpo.
[…]