-Obscinado cabezudo, si sigues por ese camino jamás llegarás a complacer al príncipe de las mentiras- exclamó Lord Miner.
-Aún tengo tiempo para llevar a cabo mi cometido, felino inepto- respondió Titus -, lo que pasa es que no hemos organizado las cosas como es debido.
La tarde brotaba como de costumbre, una esterilla cubriendo el suelo, un mendrugo de pan, una jarra de vino y dos magos discutiendo en un cementerio.
Era curioso contemplar aquella estampa tan pintoresca. Sobre la esterilla reposaba lo que podemos definir, en apariencia, como humano. Casi dos metros de famélicas carnes cubiertas por una apelotillada túnica negra de algodón. Su rostro, como era menester, espetando imprecaciones bajo aquel mostacho negro carbónico. Su ceño se mostraba fruncido, siguiendo su posición natural, agradecido gesto que ayudaba a sujetar su monóculo, pero dibujado con intenciones bien distintas. La cicatriz de su ojo derecho seguía en su sitio y su flequillo, misteriosamente erguido, proyectaba sobra sobre su interlocutor.
Aquél que le daba las réplicas no era ni mas ni menos que su desaventurado, como ellos se definían, compañero. A simple vista no era más que una pantera común estirada cual alfombra sobre el mustio suelo del cementerio, pero en su interior erradicaba el odio de siglos de enclaustramiento. Aquella pantera aun conservaba toda la experiencia y recuerdos de lo que siglos atrás llegó a ser; un gran mago al servicio de Bhaal.
Bien sabe Eo que ni Titus tragaba a la pantera ni Lord Miner le tragaba a él, pero el inoportuno vínculo que Cyric estableció entre ellos era tan fuerte que ni la sangre era capaz de romperlo.
-Agradezco solemnemete que un loco demente me encerrara bajo esta apariencia como castigo por haber defendido a Bhaal en la Era de los Trastornos- ironizó Lord Miner -, agradezco de todo corazon que me dejara a cargo del mago más patético que jamás le haya rezado pero... llevamos más de diez años juntos y aún tienes que destruir Luskan. Te recuerdo que, como mortal que eres, estas perdiendo un tiempo precioso y también te recuerdo que una vez expirado ese tiempo, si Luskan sigue en pie, tu y yo estaremos condenados a convivir eternamente en el infierno particular de tu patético dios-.
-Soy consciente de ello, pero no pretenderas que acabe yo solo con la ciudad de las velas- contestó Titus.
-Te he enseñado todo lo que se de nigromancia, levanta un ejército de no muertos-.
-Mi poder aun no es lo suficientemente grande como para despertar tal horda que sea capaz de competir con la guardia Luskanita- replicó el nigromante -. Pero hay otra alternativa-.
-¿Cúal?-
-Si no pudiese morir tendría cuanto tiempo necesitara para llevar a cabo mi tarea- discurrió el nigromante.
-Te aseguro que se lo que es vivir eternamente y no se lo recomiendo a nadie- afirmó la pantera muy segura de si misma -. ¿Y como piensas burlar a la muerte?
El nigromante dirigió la mirada hacia su brazo izquierdo. Hacía tiempo que lo había perdido a causa de la magia oscura, pero ahora un injerto de muerto viviente remplazaba el miebro perdido. Solía llevarlo oculto bajo una coraza metálica, lo que le hacía olvidar por momentos que una parte de su cuerpo había dejado de pertenecerle hacía ya algúnos años.
Esta inspiración le dejó una fugaz idea en la cabeza. Muchos sabios suelen definir este tipo de ideas como "ideas absurdas", pero en la cabeza de aquel mago cualquier "idea absurda" siempre tenía una salida lógica.
-Voy a convertirme en liche- dijo con seguridad Titus.
-¡¿Qué?!-
-No se cómo, pero voy a librarme de mi principal limitación, la mortalidad-
-Pero no puedes, es decir, no debes hacer eso- insitió Lord Miner nervioso.
-Si puedo y voy a hacerlo-
-¿Y por donde vas a empezar?- preguntó el gato irónicamente.
-Por Candelero, es la mayor biblioteca que jamás se haya construído, sus volúmenes tratan sobre casi todos los temas y apuesto a que entre todos esos manuscritos sobre tratados y política encontramos alguna pista para lograr la transformación-.
Lord Miner denegaba por completo esa opción por dos razones; la primera era obvia, si Titus se convertía en un inmortal jamás se libraría del yugo al que Cyric le había condenado y la segunda, y no por ello menos importante, Titus era el único vínculo que le unía a la comunidad humana. La conversión acabaría por consumirle físicamente, trayendo como consecuencia el exilio eterno.
-Te recuerdo que estas condenado a muerte en Candelero- añadió la pantera con el fin de quitar la idea de la cabeza al nigromante -, y para entrar en la biblioteca debes ofrecer un manuscrito como ofrenda-
-En realidad mi sentencia fue firmada en la Puerta de Baldur y no tengo intenciones de parar allí. Con respecto a lo de la ofrenda...- el mago buscó entre sus pertenencias personales y, exceptuando su cuaderno de conjuros, solo encontró un único tomo; un viejo manuscrito que titulaba "Diccionario ilustrado Drow", en el que a duras penas se podía descifrar el leguaje de signos de la raza oscura. El nigromante jamás había usado aquel libro y poco se sabe de cómo lo consiguió, lo que era innegable es que lo había conservado meticulosamente durante años y era reacio a deshacerse de él - sabía que tarde o temprano tendría que apartarme de este tomo-.
La tarde fue seguida de la noche y la noche de la mañana, que trajo consigo nuevamente la peculiar estampa, esta vez regalada a los ojos del cochero de Nevesmortas.
Allí estaban, el famélico y bigotudo humano de extraño flequillo y la pantera.
La negociación con el cochero había sido complicada, al parecer no le convencía mucho viajar con una pantera en la tartana, sobre todo cuando el viaje iba a ser tan largo. Había acordado llevarles hasta Noyvern a cambio de una cuantiosa suma de dinero que, sobradamente, hubiera costeado un un coche nuevo y una mula, pero el nigromante apremiaba el ahorro de energía que le proporcionaba viajar como pasajero.
No habían dado las ocho de la mañana cuando el primer latigazo hizo arrancar a la mula. Aun con las legañas en los ojos el equino comenzó a caminar rumbo a la malaventurada ciudad de Lord Nasher.
La intención del nigromante era evitar las paradas "innecesarias", estaba condenado a muerte en seis ciudades de la Costa de la Espada, pero Noyvern aun no tenía razones para querer matarle.
Una vez en la costa, tomaría otro carruaje hacia Amn y una vez allí buscaría algúna forma para llegar hasta Candelero.
El viaje iba a ser largo, lo mejor será desconvocar a la pantera...
//como ahora voy a entrar poco (infografía de 9:00 a 14:00, realización de 15:30 a 22:00 y BBC los fines de semana no dejan ni para ir al baño), dejo a Titus de vacaciones. Cuando tenga otro rato sigo con la historia.
El Camino del nigromante.
Moderadores: DMs de tramas, DMs