// No se si me lo hare, pero aqui va...
La joven respiraba agitadamente. Su piel estaba amarillenta, y hacía días que no comia. Se había negado a beber nada más, y no dejaba de articular unas leves palabras de delirio.
- Yo...yo...
Ángel pasó su mano sobre la frente de la chica. Era joven, muy joven. La fiebre había remitido, lo que significaba que su cuerpo estaba cediendo. Muchos lamentarían su pérdida: sus padres, hermanos y amigos, llorarian por ella. Pronto, el alma de la muchacha pasaría a el otro mundo, donde Kélemvor la llevaría con el patrón al que ella había servido, alejandola del muro de las lamentaciones de no pocos desgraciados. Inspiró el olor agrio y turbio de la muerte, y volvió a mojar el paño en el agua de rosas destinado para aliviar su sufrimiento.
Si tan sólo no hubiera tenido miedo...No fue buena idea buscar una curandera del pueblo, como tampoco aceptar la pasta y colocarla en el vientre de la vida. Ocultarlo a sus padres, engañar a su novio, matar a su hijo...La sangre había sido muy grande, pero no suficiente para limpiar lo que debía haber crecido. Ahora, su acto pasaba factura, y su vida se consumía tal y como los designios de su Señor le habían avisado.
- Descansa en paz, Fithye, reúnete con tus dioses y no temas. - El ya maduro clérigo observó como jadeaba y decidió elevar su cama: no quería que muriese ahogada. Comenzó la salmodía pertinente, mientras le aplicaba una serie de pastas con infinita delicadeza. Hoy Kélemvor se la llevaría, pero no sería en medio de agonía, dolor y desesperación. La joven suspiró, relajandose mientras musitaba.
- Ángel...Llevénme ya...Decidselo a mis padres...la..lamento...
El clérigo habló con voz suave y pausada. Su experiencia y su fé hacían de bálsamo para familias como aquella. Él se encargaba de dar descanso eterno a todas aquellas almas en pena que debían reunirse con los dioses; y los campesinos, la clase más desfavorecida, solían recibirlo con los brazos abiertos. No siempre era asi, pues en otras culturas su presencia era sinónimo de mala suerte y agüero, pero Ángel ya estaba acostumbrado. - Esto no es un castigo, Fithye, lo que hayas hecho ahora no tiene importancia...No hay nada temible en la transición, porque sólo los verdaderamente perversos, los que no tienen fe o los falsos deben temer al mundo que esta mas allá del plano de la Fuga - Ángel sonrió reconfortante- y tú no eres ninguno de ellos.
La joven asintió, sonriendo levemente, inspiró hondo, mientras sentía una calma semejante al dormir que iba cubriéndola poco a poco. Al expirar, conservó la sonrisa apacible, mientras Ángel cerraba sus ojos.
- Vuestra hija no está aqui. El funeral está preparado, bendeciré estas tierras y su cementerio. - Apoyado en su bastón, el clérigo de Kelemvor explicó con suavidad los pasos a seguir a la familia y los allí reunidos. Aquel ya anciano humano portaba una túnica de color gris claro, con una bastarda consagrada a su dios bien asida al cinto. No parecía precisamente ágil, y sus manos dejaban ver aquellos típicos nódulos de toda persona entrada en años. El pelo, aunq aún abundante, era fino y canoso, recogido en una coleta y con pequeños mechones de color grisáceo. Y los ojos, de coloz azul paliducho, quizas no vieran como antaño. Sea como fuere, aquel siervo del dios de la Muerte desprendía seguridad y autoconfianza, algo que mitigaba el ambiente de dolor de la aldea: Fithye había sido muy querida, y muchos aún no entendian cómo era posible que los hubiera dejado.
Tras los rituales, el anciano Ángel miró hacia delante. Un sentimiento de disgusto recorrió su espina dorsal, y frunció suavemente el ceño. Meditabundo, se alejó de la aldea.
Próximo destino...Nevesmortas.
Siempre que su dios no le mandase a su lado.
//cuchu, te dedico la patologia, R "grande"
Ángel
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