Una visita inesperada

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krlstine

Una visita inesperada

Mensaje por krlstine »

- ¡TOC TOC!

La mediana parpadeó un instante. Miró a su alrededor con cierta confusión, como si no recordase dónde estaba ni qué estaba haciendo ahí.

Paredes blancas, otra cama a su derecha con sus sábanas y almohada limpias, y una tenue luz proveniente de un viejo candelabro apoyado sobre lo que se suponía que era una mesita de noche, iluminaba la habitación entera. Con cierto asco se percató de que su almohada estaba húmeda, y sus sábanas estaban sucias y tiradas por el suelo.

Pese al intenso dolor de cabeza que azotaba su mente, todo aquello le empezaba a resultar familiar. Hizo amago de incorporarse levemente, pero de pronto una tos y un mareo inevitables la hicieron volver a caer.


- ¡TOC TOC!

- Está… ocupado… - Las palabras se resistían en el momento de salir al exterior, y cuando al final conseguían emerger, lo hacían con voz de ultratumba.

No encontraba la postura idónea. No hacía otra cosa que revolverse en la cama, con gesto claro de desesperación. Se oían voces, risas y algún que otro golpe en la lejanía que no dejaban reposar en paz su mente.

No tardó en situar aquél ambiente de taciturnos borrachines en la lista de numerosos antros en los que había estado anteriormente. La Rosa y el Martillo. Los gritos de un indeseable intentando tirar los trastos a Rosa lo confirmaban.


- ¡TOC TOC!

- ¡¡HE DICHO QUE OCUPADO!!

Una risilla se escuchó al otro lado de la puerta de madera. “Un graciosillo” pensó Kristine. Esta optó por colocar su cabeza bajo la almohada, como último recurso para desconectar de aquella pesadilla de lugar. Era imposible. Las voces en el pasillo cada vez eran más numerosas, y para colmo la pareja de la habitación de al lado no parecía conocer la palabra decoro.

- ¡TOC TOC!

Ya no podía más. De un bote se puso en pie, y tras equilibrarse mínimamente, sacó de su vieja mochila su cuchillo. Zarandeándose bastante echó a andar en dirección a la puerta, cuchillo en mano.

- ¡ESTÁ BIEN! ¡AHORA ESCUCHÁME! ¡O TE LARGAS O TE RAJO!

Apoyando su cabeza en su lado de la puerta, esperó que la amenaza surgiera efecto sin tener que llevarla a cabo. Notó como un sudor frío recorría todo su cuerpo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba más pálida que un muerto.

- ¡TOC TOC!

La puerta se abrió de golpe. Frente a ella se hallaba otra mediana, de ropajes negros, cabello castaño y una amplia sonrisa en su rostro. Frases como “¡estúpida deshonra de mi raza!” se cruzaron por la mente de Kristine, pero aún así se contuvo por las pocas ganas que tenía de conversar en su estado, y optó por esperar una explicación lógica a todo aquello.

- ¡Aleluya! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Soy tu prima, Pfil! – Sin mediar otra palabra, esta se abalanzó sobre Kristine abrazándola.

De nuevo le sobrevino esa tos tan fuerte, y tardó un rato en volver a la normalidad y poder recapacitar sobre lo que estaba oyendo.

- Yo no tengo ninguna prima. – Respondió separándose de aquella desconocida.

- Claro que la tienes. ¡Soy Pfil, tu prima de la infancia! – Seguía con su sonrisa bobalicona.

Una pareja sonreía y soltaba alguna carcajada al fondo del pasillo, ante la situación. Kristine no estaba para muchas risas. Después de todo, habían interrumpido su descanso.

- Y yo te repito que no tengo prima, debes estar confundida…

- Aiixx… ¿es que sigues tomando de esas setas prima? – Sin perder esa estúpida sonrisa, como si fuese un comentario de lo más natural.

Así que era eso. Esa era la causa del desdichado estado en el que se encontraba. Había estado ingiriendo amanitas de nuevo. Le parecían tan sabrosas y adictivas… sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que no tuviese prima.

Así pues, acumuló todas las fuerzas que le quedaban para empujar a esa mediana que decía ser su prima y hacerla caer a sus pies. Con cierto tembleque acercó la punta del cuchillo al cuello de Pfil.


- ¡¿Quién te envía?! – pese a su lamentable tono, las palabras imponían, como si no fuese la primera vez que se encontraba en esa situación – Habla… si tan bien me conoces deberías saber que no soy muy paciente.

- ¡¿Estás loca?! ¡¿Aún sigues con esas paranoias de conspiraciones y traiciones?! – Al fin la estúpida sonrisa se borró de su rostro.

¿Loca? Por su horrible aspecto podría decirse que sí. Pero aún era capaz de diferenciar las mentiras de las verdades. Y por supuesto, Kristine seguía pensando que aquello era mentira.

Le hubiese propiciado un corte, allí, en mitad del pasillo, delante de aquella pareja, sin importarle en absoluto, pero de nuevo un ataque de tos la hizo caer, y su cuchillo cayó con ella.

Pfil se incorporó, desprendiendo un largo resoplido. Había tenido la muerte cerca, pero aún así volvió a esbozar esa sonrisa tan cansina, y en vez de alejarse, se acercó y susurró unas palabras al oído de la mediana enfermiza.

Unas palabras que ella recordaba muy bien. Unas palabras que hicieron que ella se medio incorporara apoyándose en Pfil. Unas palabras que le transmitieron seguridad… e inseguridad.

No sabía qué hacer. Estaba atontada, con la mirada perdida en el fondo del pasillo. Los mareos y los ataques de tos cada vez eran más frecuentes. Su cabeza estaba al borde de estallar.


- Puedo ayudarte, prima. Iré a buscar a un sacerdote para que te cure. – Concluyó mientras se separaba de la estupefacta mediana – Quédate en la habitación, en seguida vengo.

Antes de que oyera la respuesta afirmativa, Pfil ya estaba bajando las escaleras del pasillo dando saltitos de alegría… con su estúpida sonrisa.


Continuará…
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