El Lobo Asesino
Moderadores: DMs de tramas, DMs
-
- Forero Epico
- Mensajes: 967
- Registrado: Lun Sep 29, 2008 5:00 am
- Cuenta en el servidor: San_Long88
- Retratos: https://tinyurl.com/y7mzk6pp
- Ubicación: El Plano de Fuga
El Lobo Asesino
Era una noche igual a cualquier otra: ninguna tormenta cruzaba el cielo y ningún cuervo lleno de augurios se notaba a la distancia. La diminuta casa parecía un viejo soldado que se niega a abandonar su armadura oxidada.
La lluvia había escaseado los últimos meses. La descomposición de los desechos esparcidos por toda la calle eran una bofetada con un guantelete de acero. Suficiente para que cualquier perro intentase arrancar su nariz contra una pared. Afuera un par de niños jugaba con una masa deforme, que cualquier padre rogaría fuese fango.
Dentro de tal precario dos adultos discutían entre susurros. Una sonrisa macabra se denotaba en el rostro de la mujer, quien estaba sentada junto a su invitado frente a la única hoguera de la casa. Formar dicha mueca sin demostrar terror era el resultado en parte de valor estúpido y en otra simple locura.
Esa edad avanzada había llegado con un alto precio para la mujer. Había olvidado cómo empuñar un arma. Había olvidado también el vacío presionando la boca de su estómago que resultaba de sentirse indefensa ante un depredador hambriento.
Sus rasgos, sin embargo, eran saborear un vino bien añejado: amargo, dulce y potente al mismo tiempo. Los mechones canosos y arrugas le daban un aire de madurez, pero sus ojos eran lucidos, lo suficiente como para no pensar en ella como anciana aun. Sus dedos repicaban, golpeando la madera de la mesa una y otra y otra vez.
"No te atreverías a matarme", susurró mientras rezaba a los dioses que esas palabras fueran ciertas. "Apuesto a que no has engendrado a tus propios críos siquiera. Mierda, apuesto a que aún no conoces el toque de una mujer. No eres un hombre, eres un enclenque. Un niño. Y siendo un niño, no dejarás a otros huérfanos.""
"¿Es tu mejor argumento?" Respondió el joven sentado opuesto a ella. Su voz no era más que un susurro, pero había una inhumanidad que helaba las llamas de la hoguera.
Regresando esa sonrisa que le dedicaban con una propia, Daedalath retiró la capucha que cubría su rostro y dejó que la luz de la única vela en la mesa iluminar sus ojos de color avellana. Ojos viejos y desgastados que contrastaban con el rostro fresco en el que residían.
"Algo de dignidad suele ser recomendable durante los últimos momentos de vida", dijo con su risa baja y lenta. Su sonido era más similar al de un ladrido que el gozo humano, "Eres peor madre de lo que imaginé."
Los ojos de Dae revisaban cada cambio en la mujer. Sus ojos parpadeaban incontrolablemente cada vez que una mirada encontraba la otra. Las arrugas en su frente se marcaban debido a las cejas tan por encima de sus ojos. Su sonrisa de papel se rompería con el soplido de una hoja otoñal. El miedo era palpable.
"Te propongo un trato.", prosiguió Daedalath, "Escucha mi historia y vive hasta la siguiente campanada del reloj. No prometo que te conmueva, o que siquiera me encuentres interesante. Pero prometo que vivirás un poco más si me escuchas hablar."
La mujer simplemente asintió "La amabilidad sobra cuando hay un palmo de acero forzando la respuesta, niño."
Daedalath hizo una pausa en su voz unos instantes. "Todo comenzó con mi madre." Una sonrisa nostálgica apareció por un instante en el rostro de Dae, esfumándose tan rápidamente como apareció. "Hermosa criatura, mi madre. No sólo su físico. Era de un hermoso corazón y alma devota a los dioses. Ese tipo de personas que encuentras una vez en la vida y no importa si intercambiaron sonrisas, o compró una manzana en tu puesto del mercado. Esa vez en la vida la cuenta como un día especial."
"Amaba el bosque como los peces aman el mar. Nunca me dijo donde nació o creció, pero estoy seguro que era verde y hermoso. Cada árbol bajo el que ella se sentaba la hacía sonreír con una memoria tiempos más alegres."
Dae suspiró largamente y se frotó el entrecejo con una mano, mientras la otra se hizo un puño. "No sé muy bien cómo sucedí. Nunca me explicó. Debes admitirlo, nadie quiere revivir el momento más humillante, vulnerable y horrible de su vida. Menos aún ante tu hijo bastardo.", siguió el mercenario.
Presintiendo el movimiento antes de que la mujer lo lograse completar, una daga que se ocultaba bajo la mesa se presionó contra el costado de la mujer anunciando su existencia. "El veneno que cubre esta hoja es muy especial. Viene de una hermosa flor púrpura con un particular nombre. Acónito", dijo Dae degustando cada sílaba. "Primero vienen los vómitos. Luego viene el dolor. Tus intestinos arderán y no podrás gritar. Si el veneno no te mata, te ahogarás en tu propio vómito. Una manera terrible de morir, si me lo preguntas."
Tras notar el lento asentir de la mujer, el hombre prosiguió su relato.
"Madre nunca habló sobre la noche en cuestión, pero soy un niño listo", Dae sonrió amargamente. "Ver a tu madre retorcerse noche tras noche pidiendo auxilio con las mismas palabras... Retorciendo sus manos como si un fantasma aun la sostuviera de las muñecas… Es algo difícil de tragar", dijo con un sentimiento de cinismo mezclado con un dolor imposible de ocultar.
"Ella fue la mujer más valiente. Nunca bajó su rostro ante un hombre, nunca se dejó vencer por sus fantasmas y nunca perdió su Fe en los dioses", la voz del mercenario poco a poco regresaba a su tono pasivo e irrompible, retomando control de la situación y de sí mismo. "Y ni una sola vez apartó su mirada de mis ojos cuando vio a la bestia de mi padre reflejada en mí."
Con un horrible momento de iluminación, la prisionera frente a Daedalath comprendió perfectamente lo que le sucedió a la mujer de la historia. Y no tuvo el valor para decir palabra alguna.
"¿Sabes qué fue lo mejor de todo?", dijo el mercenario con una ironía tan palpable para la mujer como la daga en su costado, "Cuando resultó estar embarazada, su padre, mi querido abuelo, quedó tan asqueado que desterró a su propia hija. Según el anciano, los dioses miraban con desprecio madre. Curioso cómo puedes ser víctima y culpable al mismo tiempo."
La voz de Dae perdió todo tono de pena. Lo cambió en un instante por una sonrisa pícara y una voz burlista. "Si aprendí una sola cosa de Madre, es que confiar en la voluntad los dioses por encima de la propia es ser voluntariamente débil."
___________
“Hermosa era esa noche, nunca olvidaré esa luna tan grande y preciosa, tampoco olvidaré esos ojos rojos sedientos de sangre. Mientras andabamos de regreso a nuestro intento de hogar, topamos con un grupo de hombres. Hombres nuevamente. Parecían haber regresado de revolcarse con los cerdos por como vestían, y apestaban a licor enanil. Era de esperar que una elfa les llamara la atención.”
“Madre, conociendo la naturaleza humana, tiró de mí para que nos alejásemos en la dirección opuesta. Era de esperar que nos siguieran. Los humanos, asquerosas criaturas, nos alcanzaron y comenzaron a gritar improperios, dominados por el demonio del alcohol. Uno tras otro, gritaban insulto tras insulto. Al final decidieron que sus lenguas habían gastado demasiada saliva y era tiempo de ejercitar sus manos.”
“El primero se aventuró sobre ella, y para sorpresa de todos, el frío abrazo de la muerte de acero le dio la bienvenida cuando Madre, en un instinto de defensa propia le atravesó el corazón con una daga. Con esta daga.” - La presión entre el filo de la daga y la piel de la mujer aumentaron, y en un golpe incontenible de curiosidad bajó la mirada, solo para notar un delicado acabado en la hoja y empuñadura, junto con unas palabras en el idioma de los elfos. Letras que no tendría la oportunidad de comprender. -”Adoro las ironías, ¿tú no?”-Dijo antes de dejar que un corto silencio hiciera que una fría gota de sudor recorriera la frente de la mujer, pensando que la historia había acabado. Para su suerte y desgracia, él continuó.
-”Al ver sangre, ese grueso líquido rojo rubí detonó algo en la mente del resto de los hombres. Venganza, sed de sangre para pagar sangre. Pensamientos brutales, salvajes; pero no se puede esperar menos de la naturaleza humana.”
-“Ella me grito que corriera, y eso hice. Corrí y corrí, escuchando gritos de Madre a mi espalda y de pronto silencio. Me encontré en medio de la nada, solo asustado, y con el deseo de regresar en busca de mamá. Un niño asustado y perdido, rodeado de sombras y pesadillas cuando estaba despierto. Cuando finalmente logré comprender que Madre no estaba a mi espalda, regresé. Estará por demás decir que llegué tarde, y al ver que los dos hombres que quedaban en pie buscaban regresar a la aldea dejé que lo hicieran y corrí junto al cuerpo de Madre. Esa visión me atormenta aun hoy.”
-“Corrí lejos, con la idea de fallar en proteger a la única persona que había amado perforaba mi cabeza. Y cuando lo supe, ya no tenía idea de donde estaba. Los días pasaron y mis fuerzas flaqueaban, no comía en días y el terror de la noche no me permitía dormir.”
-“Una de tantas noches, en las que lloraba con tan solo escuchar el susurro del viento y el movimiento de las sombras lo vi. Dos ojos tan grandes como soles ámbar en medio de la noche se me acercaron. Entre el pánico de ver a madre muerta y mi entonces persistente miedo a la oscuridad no pude mas que quedarme congelado ahí mismo. Esa cosa, que estaba yo tan seguro que era un enviado del mismísimo otro mundo y me iba a mandar a mi a ese recóndito lugar, salio de las sombras para tumbarme y... lamerme la cara” - La sonrisa del semielfo desapareció, cuando debió haber aumentado.
-“Maya, así la llamé... una cachorra en ese momento, salvó mi vida. Me llevó tan lejos de el diminuto pueblo que nunca supe como llegar, no que deseara hacerlo. Poco a poco, y con su compañía, sentí como el dolor de perder a Madre desaparecía. Los años pasaron y Mayase volvía cada día más grande, y yo más diestro, y más aun, recuperaba la paz que había perdido esa noche.”
-“Te diré que vivir y crecer solo en un bosque montañoso con la única ayuda de una cría de lobo tan huérfana como yo uno no es nada fácil... veranos abrazadores e inviernos inclementes. Pero ambos crecimos fuertes; y aprendimos a querer ese estúpido lugar como nuestro hogar, y a cuidarlo como tal. ¿Que tan tonta es la idea de un semielfo hermano de una loba? Pero así era, Maya era mi hermana y con eso yo era feliz. Sabios druidas de las montañas nos explicaron los dogmas de Silvanus, nos mostraron el camino del balance, de la neutralidad. Maya se unió a una manada, tuvo crías. Conocí el toque de una mujer a manos de ninfas y siervas de Mielikki. La vida era tranquila, y tranquilo es bueno.” - La paz que comenzaba a mostrarse en la faz del semielfo desapareció de golpe, y lo que hasta en ese momento era un susurro tranquilo se volvió uno lleno de veneno, de amarga ira y de sed de venganza. Más gruñendo que hablando prosiguió, con sus las venas de sus ojos dilatadas.
-“Entonces llegaste tú. Y con lágrimas en los ojos te digo felicidades: soy el hijo de tú estupidez. Haley, la mujer que llegó de la nada a nuestro hogar y además de derrotarme, mataste a mi hermana frente a mi, quemaste mi bosque, y me dejaste por muerto. Nuevamente no pude proteger lo que amaba.” - Sin poder contener su ira, la daga penetró unos milímetros en la carne de su víctima, apenas sacando unas gotas de sangre, pero efectivamente haciendo que el veneno de Gusano Púrpura ingresara en su sistema.
-“¿Y que es de un montaraz sin bosque? ¿Que es de un hombre sin familia? Tú me obligaste a hacerme todas estas preguntas. Y solo hay una respuesta: nada. Me quitaste mi razón de vivir, solo para darme otra. Quitarte la vida tal y como tu lo hiciste conmigo. Después de todos estos años que he pasado entrenándome para matar nunca creí que fuera tan simple como llegar a la puerta de tu casa y encontrarte con unos niños que resultaron ser tus hijos.”- Su rostro, frío como piedra se notaba inmutable a las lágrimas de dolor de la mujer. Finalmente se levantó, dejando que el veneno surtiera efecto.
Con un último gesto de interés, se acercó a susurrar las últimas palabras que Haley escucharía -”Hoy tu sangre corre para saldar la cuenta de hace tanto. Para limpiar de mis manos la sangre que has dejado ahí. Por los niños no te preocupes, no mato a niños. Demonios... les dejaré una bolsa de oro para que su padre pueda cuidar de ellos. Nunca caeré tan bajo como tú".-Dijo sin saber que acababa de hacerlo -"Se acabó mi historia y se acabó tu tiempo, preciosa. Buenas noches.”
La lluvia había escaseado los últimos meses. La descomposición de los desechos esparcidos por toda la calle eran una bofetada con un guantelete de acero. Suficiente para que cualquier perro intentase arrancar su nariz contra una pared. Afuera un par de niños jugaba con una masa deforme, que cualquier padre rogaría fuese fango.
Dentro de tal precario dos adultos discutían entre susurros. Una sonrisa macabra se denotaba en el rostro de la mujer, quien estaba sentada junto a su invitado frente a la única hoguera de la casa. Formar dicha mueca sin demostrar terror era el resultado en parte de valor estúpido y en otra simple locura.
Esa edad avanzada había llegado con un alto precio para la mujer. Había olvidado cómo empuñar un arma. Había olvidado también el vacío presionando la boca de su estómago que resultaba de sentirse indefensa ante un depredador hambriento.
Sus rasgos, sin embargo, eran saborear un vino bien añejado: amargo, dulce y potente al mismo tiempo. Los mechones canosos y arrugas le daban un aire de madurez, pero sus ojos eran lucidos, lo suficiente como para no pensar en ella como anciana aun. Sus dedos repicaban, golpeando la madera de la mesa una y otra y otra vez.
"No te atreverías a matarme", susurró mientras rezaba a los dioses que esas palabras fueran ciertas. "Apuesto a que no has engendrado a tus propios críos siquiera. Mierda, apuesto a que aún no conoces el toque de una mujer. No eres un hombre, eres un enclenque. Un niño. Y siendo un niño, no dejarás a otros huérfanos.""
"¿Es tu mejor argumento?" Respondió el joven sentado opuesto a ella. Su voz no era más que un susurro, pero había una inhumanidad que helaba las llamas de la hoguera.
Regresando esa sonrisa que le dedicaban con una propia, Daedalath retiró la capucha que cubría su rostro y dejó que la luz de la única vela en la mesa iluminar sus ojos de color avellana. Ojos viejos y desgastados que contrastaban con el rostro fresco en el que residían.
"Algo de dignidad suele ser recomendable durante los últimos momentos de vida", dijo con su risa baja y lenta. Su sonido era más similar al de un ladrido que el gozo humano, "Eres peor madre de lo que imaginé."
Los ojos de Dae revisaban cada cambio en la mujer. Sus ojos parpadeaban incontrolablemente cada vez que una mirada encontraba la otra. Las arrugas en su frente se marcaban debido a las cejas tan por encima de sus ojos. Su sonrisa de papel se rompería con el soplido de una hoja otoñal. El miedo era palpable.
"Te propongo un trato.", prosiguió Daedalath, "Escucha mi historia y vive hasta la siguiente campanada del reloj. No prometo que te conmueva, o que siquiera me encuentres interesante. Pero prometo que vivirás un poco más si me escuchas hablar."
La mujer simplemente asintió "La amabilidad sobra cuando hay un palmo de acero forzando la respuesta, niño."
Daedalath hizo una pausa en su voz unos instantes. "Todo comenzó con mi madre." Una sonrisa nostálgica apareció por un instante en el rostro de Dae, esfumándose tan rápidamente como apareció. "Hermosa criatura, mi madre. No sólo su físico. Era de un hermoso corazón y alma devota a los dioses. Ese tipo de personas que encuentras una vez en la vida y no importa si intercambiaron sonrisas, o compró una manzana en tu puesto del mercado. Esa vez en la vida la cuenta como un día especial."
"Amaba el bosque como los peces aman el mar. Nunca me dijo donde nació o creció, pero estoy seguro que era verde y hermoso. Cada árbol bajo el que ella se sentaba la hacía sonreír con una memoria tiempos más alegres."
Dae suspiró largamente y se frotó el entrecejo con una mano, mientras la otra se hizo un puño. "No sé muy bien cómo sucedí. Nunca me explicó. Debes admitirlo, nadie quiere revivir el momento más humillante, vulnerable y horrible de su vida. Menos aún ante tu hijo bastardo.", siguió el mercenario.
Presintiendo el movimiento antes de que la mujer lo lograse completar, una daga que se ocultaba bajo la mesa se presionó contra el costado de la mujer anunciando su existencia. "El veneno que cubre esta hoja es muy especial. Viene de una hermosa flor púrpura con un particular nombre. Acónito", dijo Dae degustando cada sílaba. "Primero vienen los vómitos. Luego viene el dolor. Tus intestinos arderán y no podrás gritar. Si el veneno no te mata, te ahogarás en tu propio vómito. Una manera terrible de morir, si me lo preguntas."
Tras notar el lento asentir de la mujer, el hombre prosiguió su relato.
"Madre nunca habló sobre la noche en cuestión, pero soy un niño listo", Dae sonrió amargamente. "Ver a tu madre retorcerse noche tras noche pidiendo auxilio con las mismas palabras... Retorciendo sus manos como si un fantasma aun la sostuviera de las muñecas… Es algo difícil de tragar", dijo con un sentimiento de cinismo mezclado con un dolor imposible de ocultar.
"Ella fue la mujer más valiente. Nunca bajó su rostro ante un hombre, nunca se dejó vencer por sus fantasmas y nunca perdió su Fe en los dioses", la voz del mercenario poco a poco regresaba a su tono pasivo e irrompible, retomando control de la situación y de sí mismo. "Y ni una sola vez apartó su mirada de mis ojos cuando vio a la bestia de mi padre reflejada en mí."
Con un horrible momento de iluminación, la prisionera frente a Daedalath comprendió perfectamente lo que le sucedió a la mujer de la historia. Y no tuvo el valor para decir palabra alguna.
"¿Sabes qué fue lo mejor de todo?", dijo el mercenario con una ironía tan palpable para la mujer como la daga en su costado, "Cuando resultó estar embarazada, su padre, mi querido abuelo, quedó tan asqueado que desterró a su propia hija. Según el anciano, los dioses miraban con desprecio madre. Curioso cómo puedes ser víctima y culpable al mismo tiempo."
La voz de Dae perdió todo tono de pena. Lo cambió en un instante por una sonrisa pícara y una voz burlista. "Si aprendí una sola cosa de Madre, es que confiar en la voluntad los dioses por encima de la propia es ser voluntariamente débil."
___________
“Hermosa era esa noche, nunca olvidaré esa luna tan grande y preciosa, tampoco olvidaré esos ojos rojos sedientos de sangre. Mientras andabamos de regreso a nuestro intento de hogar, topamos con un grupo de hombres. Hombres nuevamente. Parecían haber regresado de revolcarse con los cerdos por como vestían, y apestaban a licor enanil. Era de esperar que una elfa les llamara la atención.”
“Madre, conociendo la naturaleza humana, tiró de mí para que nos alejásemos en la dirección opuesta. Era de esperar que nos siguieran. Los humanos, asquerosas criaturas, nos alcanzaron y comenzaron a gritar improperios, dominados por el demonio del alcohol. Uno tras otro, gritaban insulto tras insulto. Al final decidieron que sus lenguas habían gastado demasiada saliva y era tiempo de ejercitar sus manos.”
“El primero se aventuró sobre ella, y para sorpresa de todos, el frío abrazo de la muerte de acero le dio la bienvenida cuando Madre, en un instinto de defensa propia le atravesó el corazón con una daga. Con esta daga.” - La presión entre el filo de la daga y la piel de la mujer aumentaron, y en un golpe incontenible de curiosidad bajó la mirada, solo para notar un delicado acabado en la hoja y empuñadura, junto con unas palabras en el idioma de los elfos. Letras que no tendría la oportunidad de comprender. -”Adoro las ironías, ¿tú no?”-Dijo antes de dejar que un corto silencio hiciera que una fría gota de sudor recorriera la frente de la mujer, pensando que la historia había acabado. Para su suerte y desgracia, él continuó.
-”Al ver sangre, ese grueso líquido rojo rubí detonó algo en la mente del resto de los hombres. Venganza, sed de sangre para pagar sangre. Pensamientos brutales, salvajes; pero no se puede esperar menos de la naturaleza humana.”
-“Ella me grito que corriera, y eso hice. Corrí y corrí, escuchando gritos de Madre a mi espalda y de pronto silencio. Me encontré en medio de la nada, solo asustado, y con el deseo de regresar en busca de mamá. Un niño asustado y perdido, rodeado de sombras y pesadillas cuando estaba despierto. Cuando finalmente logré comprender que Madre no estaba a mi espalda, regresé. Estará por demás decir que llegué tarde, y al ver que los dos hombres que quedaban en pie buscaban regresar a la aldea dejé que lo hicieran y corrí junto al cuerpo de Madre. Esa visión me atormenta aun hoy.”
-“Corrí lejos, con la idea de fallar en proteger a la única persona que había amado perforaba mi cabeza. Y cuando lo supe, ya no tenía idea de donde estaba. Los días pasaron y mis fuerzas flaqueaban, no comía en días y el terror de la noche no me permitía dormir.”
-“Una de tantas noches, en las que lloraba con tan solo escuchar el susurro del viento y el movimiento de las sombras lo vi. Dos ojos tan grandes como soles ámbar en medio de la noche se me acercaron. Entre el pánico de ver a madre muerta y mi entonces persistente miedo a la oscuridad no pude mas que quedarme congelado ahí mismo. Esa cosa, que estaba yo tan seguro que era un enviado del mismísimo otro mundo y me iba a mandar a mi a ese recóndito lugar, salio de las sombras para tumbarme y... lamerme la cara” - La sonrisa del semielfo desapareció, cuando debió haber aumentado.
-“Maya, así la llamé... una cachorra en ese momento, salvó mi vida. Me llevó tan lejos de el diminuto pueblo que nunca supe como llegar, no que deseara hacerlo. Poco a poco, y con su compañía, sentí como el dolor de perder a Madre desaparecía. Los años pasaron y Mayase volvía cada día más grande, y yo más diestro, y más aun, recuperaba la paz que había perdido esa noche.”
-“Te diré que vivir y crecer solo en un bosque montañoso con la única ayuda de una cría de lobo tan huérfana como yo uno no es nada fácil... veranos abrazadores e inviernos inclementes. Pero ambos crecimos fuertes; y aprendimos a querer ese estúpido lugar como nuestro hogar, y a cuidarlo como tal. ¿Que tan tonta es la idea de un semielfo hermano de una loba? Pero así era, Maya era mi hermana y con eso yo era feliz. Sabios druidas de las montañas nos explicaron los dogmas de Silvanus, nos mostraron el camino del balance, de la neutralidad. Maya se unió a una manada, tuvo crías. Conocí el toque de una mujer a manos de ninfas y siervas de Mielikki. La vida era tranquila, y tranquilo es bueno.” - La paz que comenzaba a mostrarse en la faz del semielfo desapareció de golpe, y lo que hasta en ese momento era un susurro tranquilo se volvió uno lleno de veneno, de amarga ira y de sed de venganza. Más gruñendo que hablando prosiguió, con sus las venas de sus ojos dilatadas.
-“Entonces llegaste tú. Y con lágrimas en los ojos te digo felicidades: soy el hijo de tú estupidez. Haley, la mujer que llegó de la nada a nuestro hogar y además de derrotarme, mataste a mi hermana frente a mi, quemaste mi bosque, y me dejaste por muerto. Nuevamente no pude proteger lo que amaba.” - Sin poder contener su ira, la daga penetró unos milímetros en la carne de su víctima, apenas sacando unas gotas de sangre, pero efectivamente haciendo que el veneno de Gusano Púrpura ingresara en su sistema.
-“¿Y que es de un montaraz sin bosque? ¿Que es de un hombre sin familia? Tú me obligaste a hacerme todas estas preguntas. Y solo hay una respuesta: nada. Me quitaste mi razón de vivir, solo para darme otra. Quitarte la vida tal y como tu lo hiciste conmigo. Después de todos estos años que he pasado entrenándome para matar nunca creí que fuera tan simple como llegar a la puerta de tu casa y encontrarte con unos niños que resultaron ser tus hijos.”- Su rostro, frío como piedra se notaba inmutable a las lágrimas de dolor de la mujer. Finalmente se levantó, dejando que el veneno surtiera efecto.
Con un último gesto de interés, se acercó a susurrar las últimas palabras que Haley escucharía -”Hoy tu sangre corre para saldar la cuenta de hace tanto. Para limpiar de mis manos la sangre que has dejado ahí. Por los niños no te preocupes, no mato a niños. Demonios... les dejaré una bolsa de oro para que su padre pueda cuidar de ellos. Nunca caeré tan bajo como tú".-Dijo sin saber que acababa de hacerlo -"Se acabó mi historia y se acabó tu tiempo, preciosa. Buenas noches.”
Última edición por Dae el Jue Abr 19, 2018 3:26 pm, editado 6 veces en total.

Re: El Lobo Asesino
Buen texto, lobo rabioso 

Toda la oscuridad del mundo, jamás podrá apagar la luz de una velita.
Brenn / Elaras Nuelaf / Budd / Vulvayn / Deläggerson / Bakuh
D.E.P. Varang Grey, Naralas Nuelaf, Vulzart Klent, Jarol y Bandy. Víctimas del paso del tiempo.
Brenn / Elaras Nuelaf / Budd / Vulvayn / Deläggerson / Bakuh
D.E.P. Varang Grey, Naralas Nuelaf, Vulzart Klent, Jarol y Bandy. Víctimas del paso del tiempo.
-
- Vive aquí.
- Mensajes: 2497
- Registrado: Jue Dic 27, 2007 6:00 am
- Cuenta en el servidor: Zborze
- Ubicación: En cualquier lugar.
Re: El Lobo Asesino
Muy buena 

Searching... Seek & Destroy.
Si no puedes remediarlo, por lo menos ¡FLIPALO!

Si no puedes remediarlo, por lo menos ¡FLIPALO!

-
- Forero Epico
- Mensajes: 967
- Registrado: Lun Sep 29, 2008 5:00 am
- Cuenta en el servidor: San_Long88
- Retratos: https://tinyurl.com/y7mzk6pp
- Ubicación: El Plano de Fuga
-
- Forero Epico
- Mensajes: 967
- Registrado: Lun Sep 29, 2008 5:00 am
- Cuenta en el servidor: San_Long88
- Retratos: https://tinyurl.com/y7mzk6pp
- Ubicación: El Plano de Fuga
Re: El Lobo Asesino
No solo los paladines tienen Código de Conducta. Hay una fina línea entre ser una sombra y caer en ellas. ¿Pero... como divisar una línea igual de sombría que el mundo por el que caminas?
[youtube]iHwidUP10oE[/youtube]
//Un vistazo a Dae en su edad madura (y la definición de Demanda por Derechos de Autor). Version beta del video.
[youtube]iHwidUP10oE[/youtube]
//Un vistazo a Dae en su edad madura (y la definición de Demanda por Derechos de Autor). Version beta del video.

-
- Vive aquí.
- Mensajes: 2497
- Registrado: Jue Dic 27, 2007 6:00 am
- Cuenta en el servidor: Zborze
- Ubicación: En cualquier lugar.
Re: El Lobo Asesino
//Tanto Assassins Creed te afecta. XD
Searching... Seek & Destroy.
Si no puedes remediarlo, por lo menos ¡FLIPALO!

Si no puedes remediarlo, por lo menos ¡FLIPALO!

-
- Forero Epico
- Mensajes: 967
- Registrado: Lun Sep 29, 2008 5:00 am
- Cuenta en el servidor: San_Long88
- Retratos: https://tinyurl.com/y7mzk6pp
- Ubicación: El Plano de Fuga