El líquido magenta del altar de encantamientos salpicó el suelo de madera de la tienda de Riam tras la explosión. El gnomo, más preocupado por los libros que por el bienestar del establecimiento, observó en primera instancia las estanterías, y al no ver desperfectos, miró al elfo solar frunciendo el ceño.
- ¿Se puede saber qué habéis hecho?- preguntó con cierto deje de furia.
Arvéllion también observó alrededor con aire culpable, pensando que verdaderamente había tenido suerte de que el líquido de encantación no hubiese comenzado a arder.
- He debido de calcular mal a la hora de intentar encantar esta gema.- dijo mientras miraba una piedra verde que parecía un terrón de ceniza, dispuesto a desmoronarse tan sólo con tocarlo, tendida en el suelo.- Os ruego que me disculpéis, os pagaré por el incidente.
- No, no, ¡no!- elevó al grito Riam mientras movía rápidamente la cabeza de un lado a otro.- Yo me encargaré de esto, pero prometedme que seréis más cauto en el futuro.
Arvéllion asintió agradecido y se llevó la mano a la bolsa. Apenas tenía cinco lunas que había reservado para poder pagar la noche en La Rosa y el Martillo, lo que era un problema; era demasiado tarde y estaba demasiado cansado como para ir a por gemas y así hacerse con un dinero extra, pero lo necesitaba a su vez para comprar la flor Luz de Mystra, la única que poseía las propiedades necesarias para hacer de catalizador en la encantación de gemas. Si terminaba por hoy, perdería el ritmo y las conclusiones, y además, sólo le faltaban un par de pruebas o tres para descartar. Así, se temió que sólo tenía una alternativa: ir a buscar él mismo las flores.
Salió de la tienda tras despedirse confiando en que le diese tiempo a volver antes de que el gnomo decidiese que aquel día había terminado. La noche había caído recientemente y las calles de Nevesmortas estaban algo más vacías. Del interior de la cercana taberna de La Rosa y El Martillo se dibujaban luces y sombras, y la fuente de la plaza rompía el silencio, o quizabas se mezclaba con él. El elfo solar caminó por el sendero calándose la capucha, hacia el norte, y pronto salió de las murallas de la villa.
Recolocó su capa varias veces hasta que dejó de notar tanto aquel frío norteño que desde que recordaba hacía tanta mella en su frágil cuerpo. Mientras emprendió camino hacia una cueva cercana quesolía estar habitada por trasgos, pero que se convertía en el lugar más próximo de nacimiento de la Luz de Mystra, sacó de una pequeña bolsa de cuero una piedra verde y la observó meditabundo. Arvéllion creía en algo, algo que iba más allá de que esas piedras preciosas pudiesen albergar poder mágico, más allá de que sólo estuviesen destinadas a mejorar armamento y, por consiguiente, a la guerra. Él creía que esas gemas podían servir para mucho más que eso, y su deber e intención era demostrarlo, aunque la vida y, sobre todo, el oro, desaparecían, aunque de manera infinitamente más rápida que sus esperanzas.
Llegó hasta un pozo cercano a la cueva y se tomó un tiempo para observar alrededor. Los tejones que solían pulular por ahí parecían haberse retirado a sus madrigueras, y la entrada a la cueva estaba desprotegida. Posiblemente los trasgos estarían dándose su particular festín en el interior con lo que habían cazado a lo largo del día, aunque eso no complicaría las cosas. Guardó la gema con cuidado y juntó las manos a la altura del pecho, moviéndolas en símbolos somáticos mientras recitaba un conjuro. Tras señalarse a sí mismo como último símbolo, vio sus manos desaparecer, y después el resto de su cuerpo.
Comenzó a caminar hacia el lugar con la mayor cautela que pudo, pues por desgracia, aquel sortilegio no insonorizaba sus movimientos. En el umbral de la cueva notó una ligera brisa cálida que procedía de su interior, y se adentró con gusto, achinando levemente sus ojos hasta que se acostumbrasen a la oscuridad, algo rápido dada su condición de elfo. Un extraño silencio invadía la estancia, un silencio esperanzador pero extrañamente incómodo. Podría tratarse de que los trasgos habían avistado una partida de animales y habían salido a cazar, pero ello no agravaba sino la situación, pues en cualquier momento, independientemente de su éxito o su fracaso, podrían aparecer y sembrar el caos en un abrir y cerrar de ojos. Aprovechando la ausencia de peligro y movido por el exceso de precaución, Arvéllion caminó más rápido hacia la zona donde creían las pequeñas flores. El silencio lo observaba sin decir nada.
Había visto varias veces el altar que poseían los trasgos en pésimas condiciones en aquella cueva, aunque nunca se había molestado en averiguar cuál era la deidad por la que hablaba. A su lado avistó las pequeñas flores que ya parecían crecidas y suficientemente maduras para su uso. Pero hubo algo que lo detuvo gradualmente.
En la oscuridad, a un lado de la cámara de la cueva, dos bultos revelaron su reojo. En primera instancia no los dio importancia, pero su curiosidad le hizo girarse, e instantes más tarde, acercarse. Afinó la vista de nuevo hasta que la oscuridad reveló dos cuerpos, un hombre y una mujer, que yacían en el suelo sin vida. Sus rostros estaban pálidos como si un lívido de terror los recorrieran, pero sin embargo, sus expresiones reflejaban estupor, tranquilidad. El elfo solar observó alrededor, y a pesar de no escuchar ningún ruido y permanecer aún en estado de invisibilidad, volvió a gesticular con las manos y susurrar un conjuro que abrió un portal cerca de él y por el cuál apareció un lobo de dimensiones poderosas, dispuesto para el combate. Através de la dominación le pidió que vigilara el estrecho por el cuál se accedía a esa cámara, y el animal obedeció agazapándose levemente, sin perder de vista el pasillo.
Arvéllion se agachó hacia el cuerpo de la mujer y lo observó minuciosamente. Podrían haber muerto por el frío, durmiéndose al principio y finalmente ignorando que su vida escapaba, pero no parecían mal abrigados para morir en esas condiciones. Tanteó la posibilidad de que hubiesen sido presa de los trasgos, pero en ese caso, ¿cómo los habrían matado? No presentaban heridas en su cuerpo...
... O sí. Pasó un dedo índice por el rígido cuello del cadáver, y notó un líquido espeso y frío en la yema. Había una herida oculta y sutil, ¿pero cómo podría haber muerto por...?
Un rictus de terror recorrió el rostro de Arvéllion de repente, haciéndole alzarse como un resorte. Anzalizando sus temores se encontraba cuando oyó sonidos de pisadas provenientes de la cueva, pisadas raudas y fuertes que se acercaban. El lobo se agazapó un poco más, gruñiendo por lo bajo, y así se mantuvo incluso cuando apareció una figura alta con ropajes claros y rostro encapuchado que portaba una espada doble tan grande como su propio cuerpo. Se detuvo al cruzar miradas con el animal, y después se acercó unos pasos hacia él, temerario, pasando al lado de Arvéllion sin percatarse de su presencia.
- ¿Quién va?- dijo Arvéllion una fracción de segundo antes de disipar su invisibilidad, con las manos preparadas para un conjuro de bola de fuego en caso de que fuese necesario. El lobo adelantó una pierna, preparado para lanzarse sobre el desconocido a la orden del mago. El hombre se giró hacia él, con cautela.
- Un viajero, ¿y vos?- dijo poco locuaz, más pendiente de defenderse que de las presentaciones.
- Un curioso.- respondió Arvéllion con una ironía que apareció a causa de sus nervios. Apretó las manos como si así pudiese demostrar algo más de su poder, pero lo cierto es que Arvéllion siempre intentaba no utilizar la magia, la apreciaba demasiado como para convertirla en algo más frívolo de lo que era ya. No obstante, el hombre observó por detrás de él, los cadáveres.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó con tono extrañado, y sin esperar respuesta, se acercó y clavó la espada doble en un desquebraje de piedra. El elfo solar comprendió entonces que no parecía alguien hostil.
Mientras se agachó y observaba los pálidos fiambres, Arvéllion calmó al lobo, quien volvió a su anterior tarea de vigilante. Se tomó poco tiempo para llegar a conclusiones.
- Estas heridas no son un buen presagio, caballero.- afirmó mientras volvió a alzarse lentamente.
- A esa conclusión había llegado yo también.- respondió Arvéllion susceptible.- Si aceptáis un consejo, deberíais salir de aquí con la mayor brevedad posible, puede que en éste mismo momento nos estén observando.
- Deberíamos alertar de ésto a Áshnar, el clérigo del templo de Lathánder, en Nevesmortas, y también al capitán de la guardia. Los viajeros deberían saber a qué se exponen.
- Quizás no sea tan buena idea.- dijo Arvéllion susurrante. Su cabeza trabajaba con la rapidez del relámpago, y esperaba que también lo hiciese con la misma efectividad.- Si esto llega a ser conocimiento popular, se sembrará el caos, y eso puede hacer la situación aún más peligrosa.
- ¿Y qué pensáis, callar? Lo lamento, pero es algo inmoral para mi.- dijo de forma inescrutable el hombre, apoyando su mano en el mango de su espada doble.
Aquel tipo iba a cantar, y Arvéllion no iba a poder evitarlo. Pero quizás si podría evitar que el rumor no llegase a todas partes.
- Entonces avisad vos de ésto a Áshnar y Mánnock, pero recordad lo que os he dicho.- suspiró lentamente, y miró alrededor.- Yo investigaré sobre aquel que puede haber asesinado a éstas dos personas. Aunque antes de eso...
Tomó una daga y se agachó hacia la mujer. Clavó la punta del arma en la herida de su cuello, y haciendo de tripas corazón, desgarró cuanto pudo hasta despegar la cabeza del resto del cuerpo.
- Podrían volver a alzarse.- dijo, alzando la vista aún agachado hacia el hombre. Éste asintió e imitó el gesto del solar con su espada de doble hoja.
- ¿Dónde vais a investigar sobre ésto?- preguntó con curiosidad el desconocido.
- Del lugar donde aprendí todo lo que conozco.- murmuró Arvéllion mientras se alzaba lentamente.- Los libros.- El hombre asintió, aceptándolo.- Mi nombre es Arvéllion, ¿cuál es el vuestro?
- Aegón, Aegón Siniester.- dijo de manera clara y firme.
- Nos veremos pronto, Aegón.- se despidió Arvéllion. Un portal se abrió, y el lobo se introdujo en él, desapareciendo sin dejar rastro. Tras ello, conjuro de nuevo sobre sí un sortilegio de invisibilidad, y se dispuso a salir de aquella cueva, tan meditabundo como atormentado.
Lo que no sabía era que aquella decisión iba a cambiar su vida por completo.
Secretos en la oscuridad.
Moderadores: DMs de tramas, DMs
Re: Secretos en la oscuridad.
Me alegra ver que hubo jugadores que lo descubrieron, ahora queda la intriga de ver cómo seguirá, como siempre, todo depende de vosotros
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Re: Secretos en la oscuridad.
Aegon camina hacia la villa de Nevesmortas para comunicar al clerigo Ashnar lo que habia visto en la cueva trasga,tras cruzar las puertas de la villa y rapidamente dirigirse hacia la atalaya del alba,se cruza con algunos aldeanos de la villa y en su cabeza le inundan pensamientos,desde verlos como victimas de los vampiros, asta creer que cuelquiera de ellos pudiera ser una de esas criaturas.Al entrar en la atalaya un rapido vistazo le hace comprender que no es el momento de comunicar a Ashnar lo ocurrido,pues esta atendiendo a varios mendigos y algunos viajeros depositan donativos para el templo,recuerda las palabras del viajero que se encontro en la cueva(Si esto llega a ser conocimiento popular, se sembrará el caos, y eso puede hacer la situación aún más peligrosa....fueron las palabras de Arvéllion y si, tenia razon,si por un casual alguno de esos mendigos o viajeros pegara la oreja y se enterara de la conversacion seria firmar el caos en la villa,tengo que volver en otro momento....)Aegon giro sobre sus pies y salio de nuevo a la fria noche que atrapaba ya a Nevesmortas hacia ya un par de horas,tras caminar hacia la salida norte se topa con un grupo de aventureros ya conocidos por el y entre ellos divisa a Dana Patson(es mi oportunidad,ella pertenece a la orden y tiene la fe de Lathander...),tras saludar educadamente al numeroso grupo se centra en Dana.
Dana-Que tal estais ,Aegon?*con aire amable*
Aegon-No tambien como me gustaria,Señorita Dana*dice casi en un susurro*me gustaria poder hablar con vos en privado
*mientras le hace un gesto leve con la cabeza para que se alegen del grupo*
Dana-Claro,le sigo*mientras le asiente y camina tras sus pasos*
Tras alegarse de el grupo y la villa en direccion oeste,Aegon se para tras visualizar un lugar seguro.
Aegon-Señorita Dana,le he traido asta aqui para comunicarle lo que he visto en la cueva trasga,al norte de Nevesmortas,fui como suelo hacer cada dos lunas a la cueva,suelo recolectar algunas plantas y eliminar la carroña trasga de su interior,pero para esta ultima ves en lugar de trasgos descubri un par de cadaveres,un hombre y una mujer ,aparentemente intactos,exepctuando unas pequeñas marcas en sus cuellos,tras estudiarlos descubri que eran las unicas heridas que tenian...
Dana-Mordeduras?
Aegon-*asiente*creo que esas personas fueron atacadas por vampiros y arrastrados asta aquel lugar,bien para que los trasgos dieran cuenta a los cuerpos o por que fuera aquel lugar donde fueron emboscados,la cuestion es que los aldeanos de la villa pueden correr peligro.
Dana-*asiente*bien,aegon gracias por la informacion ,no vamos a permitir que esas criaturas anden por doquier matando a gentes de la villa,lo comunicare a la orden,aunque no estamos en un buen momento y esto no ayuda...
Aegon-*asiente comprendiendo*
Dana le ofrece un pergamino- ¿lo puedes usar?si es asi y tienes un encuentro donde dudas de la presencia de algun vampiro utilizalo,no dañara a ningun inocente solo a criaturas no-muertas
Aegon asiente comprendiendo-asi lo are,señorita Dana,ahora marcho al bosque, si descubro algo mas,se lo are saber
Dana lo mira y le asiente-ten cuidado y que lathander te guie.....
//mas o menos lo recuerdo asi,aunque fue mas larga la conversacion,creo que esta es la esencia de lo que se comento.
Dana-Que tal estais ,Aegon?*con aire amable*
Aegon-No tambien como me gustaria,Señorita Dana*dice casi en un susurro*me gustaria poder hablar con vos en privado
*mientras le hace un gesto leve con la cabeza para que se alegen del grupo*
Dana-Claro,le sigo*mientras le asiente y camina tras sus pasos*
Tras alegarse de el grupo y la villa en direccion oeste,Aegon se para tras visualizar un lugar seguro.
Aegon-Señorita Dana,le he traido asta aqui para comunicarle lo que he visto en la cueva trasga,al norte de Nevesmortas,fui como suelo hacer cada dos lunas a la cueva,suelo recolectar algunas plantas y eliminar la carroña trasga de su interior,pero para esta ultima ves en lugar de trasgos descubri un par de cadaveres,un hombre y una mujer ,aparentemente intactos,exepctuando unas pequeñas marcas en sus cuellos,tras estudiarlos descubri que eran las unicas heridas que tenian...
Dana-Mordeduras?
Aegon-*asiente*creo que esas personas fueron atacadas por vampiros y arrastrados asta aquel lugar,bien para que los trasgos dieran cuenta a los cuerpos o por que fuera aquel lugar donde fueron emboscados,la cuestion es que los aldeanos de la villa pueden correr peligro.
Dana-*asiente*bien,aegon gracias por la informacion ,no vamos a permitir que esas criaturas anden por doquier matando a gentes de la villa,lo comunicare a la orden,aunque no estamos en un buen momento y esto no ayuda...
Aegon-*asiente comprendiendo*
Dana le ofrece un pergamino- ¿lo puedes usar?si es asi y tienes un encuentro donde dudas de la presencia de algun vampiro utilizalo,no dañara a ningun inocente solo a criaturas no-muertas
Aegon asiente comprendiendo-asi lo are,señorita Dana,ahora marcho al bosque, si descubro algo mas,se lo are saber
Dana lo mira y le asiente-ten cuidado y que lathander te guie.....
//mas o menos lo recuerdo asi,aunque fue mas larga la conversacion,creo que esta es la esencia de lo que se comento.