Huérfano lector.
Publicado: Dom Dic 19, 2010 4:47 pm
Frunció el ceño, aunque no sabía si por impresión o por algo más, pues aquella botella no sólo parecía haber apareciddo de repente, sino que también cabía la posibilidad de que hubiese estado ahí durante horas y no se hubiese percatado de ella hasta aquel momento. Miró alrededor, pero eso sólo hizo que su sorpresa fuese en aumento; dos personas en la fuente observaban botellas idénticas a la que él tenía a su lado, y tras él, otras dos personas comentaban sobre una extraña botella que habían encontrado en circunstancias aún por conocer.
Se agachó y tomó la botella por el cuello, y al alzarse de nuevo, la examinó. A simple vista, parecía una botella normal, aunque había algo en su interior; en forma de canuto fino y alargado, un trozo de pergamino reposaba sin debatirse por salir. Arvéllion observó la botella desde varios ángulos por si podía darse en caso de que algo más guardara, pero llegó a la conclusión de que aquella botella sólo era el medio, y no el mensaje. En su juventud, había escuchado historias sobre náufragos que escribían mensajes y los guardaban dentro de botellas, dejando que las aguas los arrastraran allí donde alguien pudiese atender su llamada de socorro, al igual que también había oído sobre gente que utilizaba el mismo procedimiento y dejaban sus botellas en el río Cursograna, con la esperanza de que alguien lejano leyese el mensaje, un mensaje de saludo a un desconocido.
Con un golpe en la culata de la botella el mensaje fue expulsado. Sujetó la botella ahora vacía bajo su axila, y abrió el papiro, leyéndolo con atención.
"El silencio suena tan fuerte que me está dejando sordo. Quien silenció la voz de Nevesmortas se preocupó de esconder muy bien la pluma, el tintero y el uniforme del cronista.
Frido, querido, no sufras. Seguro que alguien encuentra algo que darte para que corretees como tanto te gusta. Aunque yo sólo dispongo de un capazo de preguntas que empiezan a pudrirse.
¿Y nuestras crónicas? ¿y su autor? ¿ha desaparecido? ¿renunciado? ¿por qué? ¿y por qué no hay nadie que lo remplace? ¿se cansaron las altas esferas de que alguien intentase hacer pensar a los ciudadanos? Supongo que sí, eso suele traer consecuencias.
¿Qué puede hacer un lector huérfano de información ante estas preguntas?
Sólo se me ocurre esto, quejarme, no doy para más. Tampoco me atrevo a intentarlo, lo que hizo callar al último cronista puede ser demasiado correoso para tragármelo. Y no gozo de un fino paladar precisamente.
¿Habrá alguien dispuesto a algo más que quejarse? ¿alguien que adopte a este huérfano lector?
Mis más cordiales saludos a La Dama y mi enhorabuena por su fiesta, la gente hablará de ella durante años, aunque no muchos puedan saber qué pasó realmente."
¿Qué demonios significaba todo eso? Era como contar una historia y olvidarse del final, tanto que incluso para un amante de las intrigas como Arvéllion resultaba desconcertante. Se tomó un tiempo para meditar sobre las palabras del anónimo escritos mientras las leía una y otra vez, pero llegó a la conclusión de que aún sabía demasiado poco. Alguien que llevase más tiempo vivieno en Nevesmortas conocería más eventos, especialmente aquella fiesta de la que hablaba el náufrago.
Se acercó a la fuente aún entreleyendo el mensaje y pensativo. Allí estaba Nélor, un Tel-Quessir que había conocido hacía unas cuántas lunas en los caminos; también estaba otra elfa de ojos negros y cabellos dorados, aunque Arvéllion no la conocía.
- ¿Tenéis idea de lo que significa el mensaje de la botella?- dijo la mujer a Nélor. Al parecer, acababa de llegar a la fuente.
- Estoy intentando descubrirlo.- respondió el druida con voz calma. Sus tez era pálida, y sus cabellos parecían conservar un poco del verde de los bosques que siempre solían rodearlo.- Habla sobre un cronista, y he preguntado a los habitantes sobre quién podría ser. Me han hablado sobre Damián Astarte y Lissy Grey.
- ¿Y alguno de ellos era especialmente sensacionalista con sus noticias?- se introdujo el elfo solar en la conversación con disimulo. Ambos se fijaron en él, y Nélor negó con lentitud.
- Lo desconozco.
- Cuando yo llegué aquí Lissy Grey era la actual cronista.- dijo la elfa.- Por suerte, no tuve que leer nada escrito de la pluma de Astarte.
Los tres se mantuvieron silencioso durante unos instantes, meditando las pocas palabras que habían intercambiado e intentando averiguar si en alguna de ellas podía esconderse el misterio. La desconocida elfa fue la primera que se dio por vencida.
- Si me disculpáis, caballeros.- se caló la capucha como sutil gesto de despedida, y sonrió leve.- Selûne os guarde.
Ambos elfos se despidieron de manera poco locuaz, aún muy pensativos como para mover la boca. Pero finalmente, Arvéllion enrolló su respectivo mensaje y lo guardó entre sus ropas, y cuando Nélor lo miró interrogante, con dos dedos le indicó que lo siguiera.
- Nos falta información, y sé de un lugar en el que podemos sacarla.- dijo el solar cuando notó que el druida siguió su paso.
- ¿No estaréis pensando en abordar a la dama Lanzagélida, verdad?
- Por supuesto que no.- dijo Arvéllion ya susurrante, pues se acercaban a la gran mansión.- Pero tengo la certeza de que los cronistas trabajaban aquí, y eso significa que puede haber pistas.
Nélor asintió en silencio y ambos se encaminaron, descubriéndose ante los guardias de la dama que custiodaban las puertas. Fueron bien recibidos cuando pidieron su entrada, pues al parecer, habían realizado algunos trabajos para la villa y sus alrededores que les habían otorgado renombre suficiente como para que sus nombres hubiesen llegado a oídos de Lanzagélida.
La estancia era cálida incluso en el recibidor, lo que daba a entender el poderoso fuego que ardía en la sala principal. Caminaron hasta ésta para encontrarse con los hombres de altas esferas que se relacionaban, demasiado importantes como para tan siquiera dirigir la mirada a un par de aventureros. Sin embargo, algunos guardias que pululaban por allí sí les echaron un ojo, e incluso más de uno. Se acercaron a la hoguera y se mesaron las manos al fuego, calentándolas.
- Aguardemos un momento aquí, hasta que los guardias se aburran de vigilarnos.- susurró Arvéllion. Nélor asintió con lentitud.- Voy a observar por la sala, si veis que algún guardia pone mucha atención en mi, distraedlo.
Se separó de su compañero y observó alrededor. Le gustaba disfrutar del murmuro que invadía el lugar, le recordaba a las tabernas donde tanto tiempo había pasado en su infancia. Los nobles se dividían en grupos que se dispersaban por las esquinas, recelosos de que alguien a quien no le hubiesen dado el permiso ni el honor de escuchar sus palabras se atreviese a hacerlo, y eso hacía que el centro de la cámara estuviese completamente vacía. Entonces Arvéllion se desvió hacia un escritorio en la parte Norte, en el que nadie parecía reparar. Miró hacia los lados, y cuando notó que ningún ojo se posaba en él, observó por encima. No parecía haber nada de su interés.
Nélor se acercó a él cuando volvió al centro de la sala.
- ¿Habéis visto algo?- dijo en un susurro.
- Me temo que no.- respondió Arvéllion en el mismo tono mientras desviaba la mirada.- Sin embargo, ahí hay una sala que me gustaría registrar.
En la parte Norte del salón, a la derecha, había una puerta. Sabía que la otra puerta era por la que se accedía a la cocina, y arriba sólo había dormitorios, pero desconocía lo que esa habitación podía guardar. El gran problema era que un guardia se apostaba cercano.
Como si Nélor le hubiese leído el pensamiento, se acercó con cierta decisión al hombre, y comenzó a darle una conversación que Arvéllion no escuchó, pero que fue suficiente como para situarlo de espaldas a la puerta. Entonces el solar desapareció de su línea de visión y abrió la puerta con cuidado, cerrándola tras de sí sin aún saber dónde se encontraba.
Casi a la entrada había dos escritorios situados linealmente, y tras ellos se alzaban estanterías de madera repletas de conocimiento. Esperaba que su intuición no le fallase, pero si algo tenía claro era que, si los volantes se creaban en la mansión, era específicamente en aquella sala. Le hubiera gustado echar un vistazo, pero recordó que Nélor seguía entreteniendo al guardia, y no sabía cuánto tiempo más podría alargarlo, así que volvió a abrir la puerta con sumo cuidado, y cuando vio al druida aún charlando con el guardia, salió con rapidez, cerrándola. De manera automática, Nélor dejó de hablar con él, y a la sutil señal de Arvéllion, lo siguió. Ambos salieron al exterior.
- Será mejor que vayamos a El Blasón.- sugirió Nélor, y allí se dirigieron, a aquella posada cercana y poco transitada, ideal para tratar asuntos lejos de oídos indiscretos.
Como de costumbre, y a pesar de ser un lugar perfecto para resgaurdarse de la lluvia y el mal tiempo, El Blasón sólo contaba con el personal de trabajo y algún que otro cliente habitual. Ambos pidieron vino, y el druida invitó al mago a pasar a un salón apartado. A lo largo de él se extendía una mesa alargada con sus respectivas sillas, más adecuada para suculentos banquetes que para una conversación entre dos personas. Las paredes estaban decoradas con cabezas de diferentes animales, algo que, por la expresión de Nélor, no le debía de agradar demasiado.
Tras sentarse, Arvéllion sacó de un bolsillo el mensaje que encontró en la botella y lo desenrolló, mostrándolo encima de la mesa, y examinándolo.
- Creo que quien escribió esto no se trataba de ningún cronista.- dijo concluso.- Creo que se trataba de alguien que conoce un secreto por el cuál un cronista fue acallado, y quizás de una forma un tanto desagradable.
- Es posible que tengáis razón.- dijo Nélor tras un momento de reflexión.- ¿Tenéis alguna propuesta de cómo averiguar qué sucedió en esa fiesta? Estoy a vuestra disposición.
- Tengo más de una.- dijo el solar con gesto meditabundo, llevándose un dedo al labio.- En principio, me gustaría examinar la sala en la que he estado. Allí hay estanterías y escritorios, y si en algún lugar guardan ejemplares de los volantes, tiene que ser ahí. Estoy seguro.
- ¿Y cómo vamos a cogerlos?
- Tendremos que robarlos.- dijo Arvéllion sin pudor alguno.- Utilizaré la magia para ello, pero necesitaré vuestra ayuda para hacer alguna mínima distracción.
- Descuidad por ello.- dijo Nélor con seriedad.- Un conocido que suele frecuentar La Rosa y El Martillo lo hará encantado por unas cuántas monedas.
- Perfecto.- Arvéllion asintió con firmeza.- La segunda idea es Frido. Quien sea que escribió esta nota debía conocerlo, y eso sugiere que Frido también lo conocía. Con las palabras adecuadas quizás podríamos sacarle algo.
- El hecho de que sea un niño lo hace más fácil.- aseguró el druida.
- Y también más arriesgado.- añadió el solar.- Espero que nadie sepa que hemos hablado con él. Si se entera quien no debería, tanto ese chico como nosotros estaríamos en serios problemas.
Nélor asintió meditabundo.
- Entonces, nos veremos aquí dentro de dos lunas para llevar a cabo la primera idea.- sugirió.
Arvéllion asintió.
Su padre tenía razón: Nevesmortas era una apariencia que engañaba. Allí donde se alzaba una villa, en realidad se escondían infinitios misterios por resolver.
Se agachó y tomó la botella por el cuello, y al alzarse de nuevo, la examinó. A simple vista, parecía una botella normal, aunque había algo en su interior; en forma de canuto fino y alargado, un trozo de pergamino reposaba sin debatirse por salir. Arvéllion observó la botella desde varios ángulos por si podía darse en caso de que algo más guardara, pero llegó a la conclusión de que aquella botella sólo era el medio, y no el mensaje. En su juventud, había escuchado historias sobre náufragos que escribían mensajes y los guardaban dentro de botellas, dejando que las aguas los arrastraran allí donde alguien pudiese atender su llamada de socorro, al igual que también había oído sobre gente que utilizaba el mismo procedimiento y dejaban sus botellas en el río Cursograna, con la esperanza de que alguien lejano leyese el mensaje, un mensaje de saludo a un desconocido.
Con un golpe en la culata de la botella el mensaje fue expulsado. Sujetó la botella ahora vacía bajo su axila, y abrió el papiro, leyéndolo con atención.
"El silencio suena tan fuerte que me está dejando sordo. Quien silenció la voz de Nevesmortas se preocupó de esconder muy bien la pluma, el tintero y el uniforme del cronista.
Frido, querido, no sufras. Seguro que alguien encuentra algo que darte para que corretees como tanto te gusta. Aunque yo sólo dispongo de un capazo de preguntas que empiezan a pudrirse.
¿Y nuestras crónicas? ¿y su autor? ¿ha desaparecido? ¿renunciado? ¿por qué? ¿y por qué no hay nadie que lo remplace? ¿se cansaron las altas esferas de que alguien intentase hacer pensar a los ciudadanos? Supongo que sí, eso suele traer consecuencias.
¿Qué puede hacer un lector huérfano de información ante estas preguntas?
Sólo se me ocurre esto, quejarme, no doy para más. Tampoco me atrevo a intentarlo, lo que hizo callar al último cronista puede ser demasiado correoso para tragármelo. Y no gozo de un fino paladar precisamente.
¿Habrá alguien dispuesto a algo más que quejarse? ¿alguien que adopte a este huérfano lector?
Mis más cordiales saludos a La Dama y mi enhorabuena por su fiesta, la gente hablará de ella durante años, aunque no muchos puedan saber qué pasó realmente."
¿Qué demonios significaba todo eso? Era como contar una historia y olvidarse del final, tanto que incluso para un amante de las intrigas como Arvéllion resultaba desconcertante. Se tomó un tiempo para meditar sobre las palabras del anónimo escritos mientras las leía una y otra vez, pero llegó a la conclusión de que aún sabía demasiado poco. Alguien que llevase más tiempo vivieno en Nevesmortas conocería más eventos, especialmente aquella fiesta de la que hablaba el náufrago.
Se acercó a la fuente aún entreleyendo el mensaje y pensativo. Allí estaba Nélor, un Tel-Quessir que había conocido hacía unas cuántas lunas en los caminos; también estaba otra elfa de ojos negros y cabellos dorados, aunque Arvéllion no la conocía.
- ¿Tenéis idea de lo que significa el mensaje de la botella?- dijo la mujer a Nélor. Al parecer, acababa de llegar a la fuente.
- Estoy intentando descubrirlo.- respondió el druida con voz calma. Sus tez era pálida, y sus cabellos parecían conservar un poco del verde de los bosques que siempre solían rodearlo.- Habla sobre un cronista, y he preguntado a los habitantes sobre quién podría ser. Me han hablado sobre Damián Astarte y Lissy Grey.
- ¿Y alguno de ellos era especialmente sensacionalista con sus noticias?- se introdujo el elfo solar en la conversación con disimulo. Ambos se fijaron en él, y Nélor negó con lentitud.
- Lo desconozco.
- Cuando yo llegué aquí Lissy Grey era la actual cronista.- dijo la elfa.- Por suerte, no tuve que leer nada escrito de la pluma de Astarte.
Los tres se mantuvieron silencioso durante unos instantes, meditando las pocas palabras que habían intercambiado e intentando averiguar si en alguna de ellas podía esconderse el misterio. La desconocida elfa fue la primera que se dio por vencida.
- Si me disculpáis, caballeros.- se caló la capucha como sutil gesto de despedida, y sonrió leve.- Selûne os guarde.
Ambos elfos se despidieron de manera poco locuaz, aún muy pensativos como para mover la boca. Pero finalmente, Arvéllion enrolló su respectivo mensaje y lo guardó entre sus ropas, y cuando Nélor lo miró interrogante, con dos dedos le indicó que lo siguiera.
- Nos falta información, y sé de un lugar en el que podemos sacarla.- dijo el solar cuando notó que el druida siguió su paso.
- ¿No estaréis pensando en abordar a la dama Lanzagélida, verdad?
- Por supuesto que no.- dijo Arvéllion ya susurrante, pues se acercaban a la gran mansión.- Pero tengo la certeza de que los cronistas trabajaban aquí, y eso significa que puede haber pistas.
Nélor asintió en silencio y ambos se encaminaron, descubriéndose ante los guardias de la dama que custiodaban las puertas. Fueron bien recibidos cuando pidieron su entrada, pues al parecer, habían realizado algunos trabajos para la villa y sus alrededores que les habían otorgado renombre suficiente como para que sus nombres hubiesen llegado a oídos de Lanzagélida.
La estancia era cálida incluso en el recibidor, lo que daba a entender el poderoso fuego que ardía en la sala principal. Caminaron hasta ésta para encontrarse con los hombres de altas esferas que se relacionaban, demasiado importantes como para tan siquiera dirigir la mirada a un par de aventureros. Sin embargo, algunos guardias que pululaban por allí sí les echaron un ojo, e incluso más de uno. Se acercaron a la hoguera y se mesaron las manos al fuego, calentándolas.
- Aguardemos un momento aquí, hasta que los guardias se aburran de vigilarnos.- susurró Arvéllion. Nélor asintió con lentitud.- Voy a observar por la sala, si veis que algún guardia pone mucha atención en mi, distraedlo.
Se separó de su compañero y observó alrededor. Le gustaba disfrutar del murmuro que invadía el lugar, le recordaba a las tabernas donde tanto tiempo había pasado en su infancia. Los nobles se dividían en grupos que se dispersaban por las esquinas, recelosos de que alguien a quien no le hubiesen dado el permiso ni el honor de escuchar sus palabras se atreviese a hacerlo, y eso hacía que el centro de la cámara estuviese completamente vacía. Entonces Arvéllion se desvió hacia un escritorio en la parte Norte, en el que nadie parecía reparar. Miró hacia los lados, y cuando notó que ningún ojo se posaba en él, observó por encima. No parecía haber nada de su interés.
Nélor se acercó a él cuando volvió al centro de la sala.
- ¿Habéis visto algo?- dijo en un susurro.
- Me temo que no.- respondió Arvéllion en el mismo tono mientras desviaba la mirada.- Sin embargo, ahí hay una sala que me gustaría registrar.
En la parte Norte del salón, a la derecha, había una puerta. Sabía que la otra puerta era por la que se accedía a la cocina, y arriba sólo había dormitorios, pero desconocía lo que esa habitación podía guardar. El gran problema era que un guardia se apostaba cercano.
Como si Nélor le hubiese leído el pensamiento, se acercó con cierta decisión al hombre, y comenzó a darle una conversación que Arvéllion no escuchó, pero que fue suficiente como para situarlo de espaldas a la puerta. Entonces el solar desapareció de su línea de visión y abrió la puerta con cuidado, cerrándola tras de sí sin aún saber dónde se encontraba.
Casi a la entrada había dos escritorios situados linealmente, y tras ellos se alzaban estanterías de madera repletas de conocimiento. Esperaba que su intuición no le fallase, pero si algo tenía claro era que, si los volantes se creaban en la mansión, era específicamente en aquella sala. Le hubiera gustado echar un vistazo, pero recordó que Nélor seguía entreteniendo al guardia, y no sabía cuánto tiempo más podría alargarlo, así que volvió a abrir la puerta con sumo cuidado, y cuando vio al druida aún charlando con el guardia, salió con rapidez, cerrándola. De manera automática, Nélor dejó de hablar con él, y a la sutil señal de Arvéllion, lo siguió. Ambos salieron al exterior.
- Será mejor que vayamos a El Blasón.- sugirió Nélor, y allí se dirigieron, a aquella posada cercana y poco transitada, ideal para tratar asuntos lejos de oídos indiscretos.
Como de costumbre, y a pesar de ser un lugar perfecto para resgaurdarse de la lluvia y el mal tiempo, El Blasón sólo contaba con el personal de trabajo y algún que otro cliente habitual. Ambos pidieron vino, y el druida invitó al mago a pasar a un salón apartado. A lo largo de él se extendía una mesa alargada con sus respectivas sillas, más adecuada para suculentos banquetes que para una conversación entre dos personas. Las paredes estaban decoradas con cabezas de diferentes animales, algo que, por la expresión de Nélor, no le debía de agradar demasiado.
Tras sentarse, Arvéllion sacó de un bolsillo el mensaje que encontró en la botella y lo desenrolló, mostrándolo encima de la mesa, y examinándolo.
- Creo que quien escribió esto no se trataba de ningún cronista.- dijo concluso.- Creo que se trataba de alguien que conoce un secreto por el cuál un cronista fue acallado, y quizás de una forma un tanto desagradable.
- Es posible que tengáis razón.- dijo Nélor tras un momento de reflexión.- ¿Tenéis alguna propuesta de cómo averiguar qué sucedió en esa fiesta? Estoy a vuestra disposición.
- Tengo más de una.- dijo el solar con gesto meditabundo, llevándose un dedo al labio.- En principio, me gustaría examinar la sala en la que he estado. Allí hay estanterías y escritorios, y si en algún lugar guardan ejemplares de los volantes, tiene que ser ahí. Estoy seguro.
- ¿Y cómo vamos a cogerlos?
- Tendremos que robarlos.- dijo Arvéllion sin pudor alguno.- Utilizaré la magia para ello, pero necesitaré vuestra ayuda para hacer alguna mínima distracción.
- Descuidad por ello.- dijo Nélor con seriedad.- Un conocido que suele frecuentar La Rosa y El Martillo lo hará encantado por unas cuántas monedas.
- Perfecto.- Arvéllion asintió con firmeza.- La segunda idea es Frido. Quien sea que escribió esta nota debía conocerlo, y eso sugiere que Frido también lo conocía. Con las palabras adecuadas quizás podríamos sacarle algo.
- El hecho de que sea un niño lo hace más fácil.- aseguró el druida.
- Y también más arriesgado.- añadió el solar.- Espero que nadie sepa que hemos hablado con él. Si se entera quien no debería, tanto ese chico como nosotros estaríamos en serios problemas.
Nélor asintió meditabundo.
- Entonces, nos veremos aquí dentro de dos lunas para llevar a cabo la primera idea.- sugirió.
Arvéllion asintió.
Su padre tenía razón: Nevesmortas era una apariencia que engañaba. Allí donde se alzaba una villa, en realidad se escondían infinitios misterios por resolver.