A Capa y espada
Publicado: Mar May 03, 2011 11:31 pm
Lura jugaba con el dedo índice a dibujar circulos sobre el desnudo pectoral del hombre, cubiertos sólo por una fina sábana permanecian en silencio bajo la tenue luz de una vela.
"No dices nada" Rompió el silencio la joven sin dejar de acariciar el torso de su acompañante.
"No" Contestó sin apenas levantar la voz, con la mirada perdida en la puerta de la habitación.
"¡Por mi perfecto!" Bufó la chica incorporandose con brusquedad de la cama, arrastrando consigo la sábana "De todas formas, va siendo hora de que te vayas" se giró para mirar por ultima vez el desnudo cuerpo del que había sido su amante aquella noche, inevitablemente una sonrisa acudió a su boca "Vamos, cariño, no te enfades" por fín captó la atención del hombre que comenzaba a incorporarse en la cama "Que esto no haya significado nada no implica que no podamos repetir ¿no?". Su amante sentado en el borde de la cama y dándole la espalda comenzó a clazarse las botas "Pero para eso tendrías que marcharte ya... antes de que llegue Artus ¿No sé si sabes el genio que tiene?" Lura preguntó intentando disimular un tono de preocupación.
"Algo he oido" fue la respuesta escueta y casi inaudible del hombre.
"¡Pues date algo más de brio con esas botas roñosas tuyas!" Le apremió la joven. "o si no..."
"¿Por qué te casaste con él?" La pregunta pilló por sorpresa a la muchacha que no pudo concluir su advertencia.
El hombre caminaba por la habitación desnudo hasta la silla donde estaban colgados sus enseres, despreocupado, vulnerable. Lentamente Lura alcanzó a responder algo medianamente coherente "Pues... porque es fuerte, decidido... impetuoso..."
"¿Te obligó?" Interrumpió a la muchacha.
"¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio? Me pidió que fuera su mujer... bueno, puede que me lo exigiera... pero ¡Vaya! En este nido de mierdas no iba a encontrar nada mejor" La muchacha cruzandose de brazos dejó caer la sábana visiblemente enfadada "Y mira... sí, a veces se propasa ¿y qué? no tengo ningún talento salvo este ni ganas de trabajar, así todo es más fácil" El hombre permanecía impertérrito dándole la espalda a la joven mujer. "¡Lárgate!" Gritó casi rompiendo a llorar "Mejor será que te larges antes de que te mate o le pida a Artus que lo haga" El ruido de unos goznes que cedían inundó el salón común de la posada.
"¡¿Dónde está esa zorra mal nacida?!" Un vozarrón gritaba abajo "¡¿Dónde cojones te escondes maldita puta de tres al cuarto?!"
"¡Joder! Es Artus... ¡Rápido, por la ventana!" la muchacha abría a toda prisa las hojas de la ventana de la habitación "Sólo es un primer piso, no te pasará nad..." Lura observaba como el hombre con premeditada tranquilidad se posicionaba justo en frente de la puerta. "Mierda, ¡Te va a matar!" unas pesadas botas subian por la escalera y proseguían por el pasillo de madera "¿Es que no escuchas? ¡Es Artus!" Alguien se había detenido al otro lado y parecia tomar carrerilla.
"Lo sé" Mirándola fijamente con tranquilidad desenvainó un estoque que apuntó hacia la puerta justo en el momento en el que está se abría de golpe.
"Maldita perr..." El hombretón freno justo a tiempo de encontrarse con la punta de un estoque acariciando su nuez. "Qu... que... ¿Qué significa esto?" preguntó desinflandose el antes vociferante Artus.
"Veo que llevas espada, úsala" Esa fue toda la respuesta del hombre que todavía desnudo salvo por las botas dejó de amenazar a Artus con el estoque. Acto seguido le dió la espalda para poner distancia entre ambos, momento que Artus aprovechó para desenvainar y lanzar un corte transversal a la espalda de su despreocupado oponente.
Con un rápido movimiento de cadera, agachandose para volverse a levantar, la cazoleta del estoque golpeó directamente la mano derecha de Artus lanzando la espada bajo la mesita de la estancia. "Recoge tu espada" ordenó con tranquilidad y sin elevar el tono de voz. Artus sorprendido de lo surrealista de la situación sólo consiguió asentir y dirigirse torpemente hacia la mesita. Cuando pasó al lado de Lura, muda espectadora de todo, alcanzó a maldecir entre dientes "Cuando acabe con este gilipollas te tocará a ti" la muchacha si quiera reaccionó.
"¿A quien debe el honor de esta visita mi queridisima Lura?" Preguntó sonriendo malicioso Artus.
"Vargas, un nombre entre muchos que han disfrutado de las mieles de sus compañias" Su hasta ahora tono sosegado y tranquilo adquirió un color de burla y escarnio que hizo que Artus se volviese rojo de ira y atacase al momento, gritando enloquecido.
Todo había estado calculado, la nota al soplón de la villa, el falso "encarguillo" a Artus, la noche con la joven Lura, una única vela en la habitación, habían conducido a este momento, mientras Vargas buscaba en los bolsillso del ajado chaleco de Artus y dejaba que la orden se impregnase con la sangre del hombretón. Cuando encontró lo que buscaba se lo guardó sin que Lura, que permanecía en silencio y blanca, pudiese ver que era y recogiendo la carta de sangre la expuso al fuego de la vela para que se secase.
"Po... por... ¿Por qué?" Consiguió articular la muchacha desnuda.
El espadachin, siempre en silencio, terminó de secar la carta y la plegó tres veces a lo largo, se vistió con calma y sin contestar comenzó a caminar hasta que llegó al quicio de la puerta.
"Búscate un buen marido" Fue toda su respuesta, calandose bien el sombrero de ala ancha desapareció por el pasillo.
"No dices nada" Rompió el silencio la joven sin dejar de acariciar el torso de su acompañante.
"No" Contestó sin apenas levantar la voz, con la mirada perdida en la puerta de la habitación.
"¡Por mi perfecto!" Bufó la chica incorporandose con brusquedad de la cama, arrastrando consigo la sábana "De todas formas, va siendo hora de que te vayas" se giró para mirar por ultima vez el desnudo cuerpo del que había sido su amante aquella noche, inevitablemente una sonrisa acudió a su boca "Vamos, cariño, no te enfades" por fín captó la atención del hombre que comenzaba a incorporarse en la cama "Que esto no haya significado nada no implica que no podamos repetir ¿no?". Su amante sentado en el borde de la cama y dándole la espalda comenzó a clazarse las botas "Pero para eso tendrías que marcharte ya... antes de que llegue Artus ¿No sé si sabes el genio que tiene?" Lura preguntó intentando disimular un tono de preocupación.
"Algo he oido" fue la respuesta escueta y casi inaudible del hombre.
"¡Pues date algo más de brio con esas botas roñosas tuyas!" Le apremió la joven. "o si no..."
"¿Por qué te casaste con él?" La pregunta pilló por sorpresa a la muchacha que no pudo concluir su advertencia.
El hombre caminaba por la habitación desnudo hasta la silla donde estaban colgados sus enseres, despreocupado, vulnerable. Lentamente Lura alcanzó a responder algo medianamente coherente "Pues... porque es fuerte, decidido... impetuoso..."
"¿Te obligó?" Interrumpió a la muchacha.
"¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio? Me pidió que fuera su mujer... bueno, puede que me lo exigiera... pero ¡Vaya! En este nido de mierdas no iba a encontrar nada mejor" La muchacha cruzandose de brazos dejó caer la sábana visiblemente enfadada "Y mira... sí, a veces se propasa ¿y qué? no tengo ningún talento salvo este ni ganas de trabajar, así todo es más fácil" El hombre permanecía impertérrito dándole la espalda a la joven mujer. "¡Lárgate!" Gritó casi rompiendo a llorar "Mejor será que te larges antes de que te mate o le pida a Artus que lo haga" El ruido de unos goznes que cedían inundó el salón común de la posada.
"¡¿Dónde está esa zorra mal nacida?!" Un vozarrón gritaba abajo "¡¿Dónde cojones te escondes maldita puta de tres al cuarto?!"
"¡Joder! Es Artus... ¡Rápido, por la ventana!" la muchacha abría a toda prisa las hojas de la ventana de la habitación "Sólo es un primer piso, no te pasará nad..." Lura observaba como el hombre con premeditada tranquilidad se posicionaba justo en frente de la puerta. "Mierda, ¡Te va a matar!" unas pesadas botas subian por la escalera y proseguían por el pasillo de madera "¿Es que no escuchas? ¡Es Artus!" Alguien se había detenido al otro lado y parecia tomar carrerilla.
"Lo sé" Mirándola fijamente con tranquilidad desenvainó un estoque que apuntó hacia la puerta justo en el momento en el que está se abría de golpe.
"Maldita perr..." El hombretón freno justo a tiempo de encontrarse con la punta de un estoque acariciando su nuez. "Qu... que... ¿Qué significa esto?" preguntó desinflandose el antes vociferante Artus.
"Veo que llevas espada, úsala" Esa fue toda la respuesta del hombre que todavía desnudo salvo por las botas dejó de amenazar a Artus con el estoque. Acto seguido le dió la espalda para poner distancia entre ambos, momento que Artus aprovechó para desenvainar y lanzar un corte transversal a la espalda de su despreocupado oponente.
Con un rápido movimiento de cadera, agachandose para volverse a levantar, la cazoleta del estoque golpeó directamente la mano derecha de Artus lanzando la espada bajo la mesita de la estancia. "Recoge tu espada" ordenó con tranquilidad y sin elevar el tono de voz. Artus sorprendido de lo surrealista de la situación sólo consiguió asentir y dirigirse torpemente hacia la mesita. Cuando pasó al lado de Lura, muda espectadora de todo, alcanzó a maldecir entre dientes "Cuando acabe con este gilipollas te tocará a ti" la muchacha si quiera reaccionó.
"¿A quien debe el honor de esta visita mi queridisima Lura?" Preguntó sonriendo malicioso Artus.
"Vargas, un nombre entre muchos que han disfrutado de las mieles de sus compañias" Su hasta ahora tono sosegado y tranquilo adquirió un color de burla y escarnio que hizo que Artus se volviese rojo de ira y atacase al momento, gritando enloquecido.
Todo había estado calculado, la nota al soplón de la villa, el falso "encarguillo" a Artus, la noche con la joven Lura, una única vela en la habitación, habían conducido a este momento, mientras Vargas buscaba en los bolsillso del ajado chaleco de Artus y dejaba que la orden se impregnase con la sangre del hombretón. Cuando encontró lo que buscaba se lo guardó sin que Lura, que permanecía en silencio y blanca, pudiese ver que era y recogiendo la carta de sangre la expuso al fuego de la vela para que se secase.
"Po... por... ¿Por qué?" Consiguió articular la muchacha desnuda.
El espadachin, siempre en silencio, terminó de secar la carta y la plegó tres veces a lo largo, se vistió con calma y sin contestar comenzó a caminar hasta que llegó al quicio de la puerta.
"Búscate un buen marido" Fue toda su respuesta, calandose bien el sombrero de ala ancha desapareció por el pasillo.