Balada del último Colmillo (ON rol)
Publicado: Dom Dic 11, 2011 5:14 am
Glutentag escribió:
Se incorporó en la cama, la penumbra de la habitación le deslumbraba como la más brillante de las mañanas. Tras unos minutos, confuso y con la mirada perdida, se giró para ver a la mediana que estaba sentada en la cama adyacente… Fraya.
¿Cuántas horas había dormido? Tenía la sensación de que habían sido cientos, pero seguía cansado como si solo hubiesen cinco minutos.
- Tienes una tina de agua caliente – Fraya señaló con un dedo – ahí detrás.-
Tras ponerse de pie, avanzó tambaleante hasta llegar detrás del biombo. Fue gratificante el poder asearse y afeitarse… por fin quien le devolvía la mirada en el espejo era él mismo, cansado y ojeroso…pero él.
La mediana le observaba, y él la observaba a ella, en silencio. Tenía su grimorio de conjuros en el regazo y parecía recuperada. Sus recuerdos de los días anteriores estaban allí, sabía como se había comportado, como se había dejado llevar por la paranoia y el ansia de conocimiento, descuidando en el camino su propia salud. Ahora lo veía todo como desde el otro lado de una cascada: borroso, difuminado y el sonido del agua era más potente que el de sus recuerdos.
- Me he comportado como un lunático ¿Verdad? – Feros decidió romper el silencio.
- Te has comportado como un…-
No podía estar pasando, no de nuevo…
La habitación empezó a difuminarse ante sus ojos, envuelta en una espesa bruma. Tres focos de luz, las runas empezaron a dibujarse sobre el suelo, brillando tenuemente. La, ahora borrosa Fraya, tampoco parecía saber qué estaba pasando.
Tenía que ser una ilusión ¡Si, eso es! Rebuscó en su bolsa de viaje en busca de la vieja bola de cristal de Zakarias. La interpuso ante sus ojos, tratando de observar la realidad a través de ella mientras murmuraba…La bola rodó por la cama deshecha, en su interior la neblina encerrada dentro del cristal, giraba a una velocidad frenética hasta que se detuvo de golpe, formando la afilada pupila de un ojo sin párpados… que no dejaba de mirarle.
En un parpadeo la niebla a su alrededor se deshizo en jirones de sombras, al segundo parpadeo la figura de Fraya se convirtió en humo arrastrado por una fuerte corriente, al tercer parpadeo se encontró de pie en un lugar completamente distinto.
Parecía una tienda de campaña amplia, llena de cajas, una mesa y un par de futones en el suelo. Hacía calor, y la pesada tela de lona que hacía las veces de puerta, se agitaba levemente mecida por un viento seco.
- ¿Do…dónde estamos? –
Feros se giró sobresaltado ¡Imposible! ¿Qué hacía Fraya allí? Era una visión, de eso estaba seguro ¿Se había vuelto loco? ¿Habría arrastrado la conciencia de la Hin aquel sueño profético? No pudo si no quedarse perplejo mirándola, jamás había pensado que… y sin embargo algo era distinto. Nunca la visión había sido tan clara, además parecía estática, como esperando a que él la invadiese, desentrañase sus secretos, y no al revés.
No estaba preparado para otra profecía, temía dejarse llevar por la locura otra vez. Pero ya estaba allí, no había vuelta atrás. Recitó el dogma de Savras, cerrando los ojos un instante y tratando de reafirmar su Fe, aferrándose a ella para poder avanzar.
- Permanece atenta a todo lo que veas y oigas, no pierdas detalle –
La arena crujía bajo sus pies, mientras aquellos hombres de piel tostada, se desplazaban afanosos entre las tiendas del campamento. Las palmeras se arqueaban sobre la superficie del agua, como si sus copas tratasen de beber del mismo agua que sus raíces. Sintió durante un instante que se encontraba de nuevo en Calimsham, recorriendo las ardientes arenas del desierto, pero no…aquello era el Anauroch.
Como supuso, su conciencia se había proyectado en aquel lugar, era posible que en un presente, más que en un futuro. Podría haberlo inferido a través de las estrellas, pero ya hacía tiempo que se habían marchado. Avanzaron por el campamento Bedin, mientras los nómadas miraban a hacia ellos, a través de ellos, sin ver nada.
Unos minutos de deambulación bastaron para recoger los datos más importantes de lo que les rodeaba, así que decidieron avanzar, adentrarse un poco en las cercanas dunas.
- Te estaba esperando –
Se giró, la voz no era la Fraya, un hombre estaba mirando hacia ellos, pero no como los demás…les estaba viendo. Parecía un bedin más, aunque llevaba la cabeza descubierta y afeitada, cosa extraña en un hombre del desierto.
- Por aquí, Feros –
Su voz destilaba misticismo y al mismo tiempo inspiraba confianza. Se apartaron un poco del campamento y volvió a encararse hacia ellos, en silencio. El tiempo pasaba y nadie dijo nada, solo esperaban mientras aquel hombre les miraba. De repente su piel, otrora oscura y curtida, se convirtió en pálida y traslúcida como el cristal, sus ojos empezaron a brillar….y un tercero se desdibujó en su frente.
Contuvo la respiración, esperando el momento en que sus pupilas se envolviesen en llamas, el momento de la angustiosa revelación…pero esta vez no fue así. La figura se encogía y se encogía, perdiendo su forma pero sin producir lamento o sonido alguno en el proceso. En poco más de un parpadeo en su lugar sólo quedó una esfera de cristal y en su interior un pequeño ojo brillaba, llamándole.
Se sentó en la arena, frente a la bola. Sentía como le llamaba, y al mismo tiempo tenía miedo, miedo de lo que podría esperarle. Su mano se movió, lentamente, hacia la superficie de cristal…solo un poco más, un poco más…
Se echó rápidamente hacia atrás, la esfera empezó a crecer y crecer, y su superficie ya no parecía de cristal. Un fuerte viento se alzó haciendo ondear su túnica y obligándole a entrecerrar los ojos. El aire se había vuelto ralo, más fresco y ligero, le costaba un poco respirar, al tiempo que una fina llovizna empezaba a calar a través de la túnica. Afiladas rocas desnudas le rodeaban y entre ellas podía ver como el Anauroch se extendía bajo sus pies hacia el este, el dorado mar cuyas inmutables olas dibujaban un paisaje hermosamente muerto. Miró hacia atrás, estaba viendo la enorme esfera, desde dentro y desde fuera, se veía a si mismo, dentro en aquella montaña y fuera, mirándose. Tras de él, con el sol poniéndose a lo lejos, se abría un extraño valle envuelto en una densa bruma, algo le llamaba la atención… el pulso mágico que emanaba le llegaba hasta allí, podía sentirlo, podía casi tocarlo.
El viento volvió a elevarse, con furia, arañando la piel de sus mejillas con los pequeños granos de arena que arrastraba. Opuso resistencia, colocó el brazo cruzado frente a su rostro tratando de protegerse, mientras la túnica marcaba todo su cuerpo como tratando de escapar tras de él… y podía entenderla. Un muro de oscuridad avanzaba desde el Anauroch, la tormenta de tinieblas y arena tomaba terreno inexorablemente, cabalgada por una presencia femenina más oscura que la noche que iba dejando tras ella. Sus ansias de destrucción y venganza atravesaron su cuerpo, sitió como trataban de cortar su corazón y un ojo negro intentó proyectarse en su mente, desentrañarla, apoderarse de ella...
La tormenta cesó, podía verla, pero no la sentía. La veía en aquella enorme esfera, encerrada, pero él ya no estaba dentro con ella. Respiró finalemente. Se escuchó un fuerte chasquido y un vórtice pareció tragarse todas las imágenes, y o oscura fuerza con ellas. La esfera encogió nuevamente, transformándose una vez más en cristal, y voló hasta sus manos.
Poco a poco pudo abrir los ojos, estaba completamente agotado y le llevó un rato ponerse de pie. Tanteó su túnica y el mundo pareció contener el aliento por un instante…la pequeña bola brillaba tenuemente en su mano. Miró alrededor ¿Y Fraya?
La biblioteca estaba prácticamente vacía, como siempre. Él había amontonado varios libros sobre la mesa pero solo uno de ellos estaba abierto frente a él. “Auge y caída de Netheril, los orígenes de Anauroch”, “Particularidades del desierto y la vida de los Bedin”, “Dioses oscuros y sus campeones: Tratado sintético.” Podían leerse estos títulos y más en los polvorientos lomos de cuero.
Se levantó, había tomado una decisión: La respuesta estaba en el desierto… debía verlo por si mismo.
Salió de la estancia apresuradamente, recogiendo casi al vuelo una hoja de pergamino garabateada de su puño y letra. En ella rezaba:
“Cuando el desierto aúlle y sus arenas se alcen, una terrible oscuridad vendrá del este cabalgada por una dama negra. Destrucción y venganza será la estela que atrapará a todos lo que sepan de su paso. “