La posada de Bifurcación estaba a medio camino, la caravana se detuvo a pasar la noche. Briana no se acostumbraba al clima de la Marca Argentea y eso dificultaba conciliar el sueño, pero aquella noche no tuvo que compartir su habitación con nadie y el agotamiento pudo con ella.
Aún era de noche cuando se despertó y salió al pasillo, donde un campesino pedía auxilio a viva voz:
- ¡Socorro! ¡Muertos vivientes!
No olía a borracho, así que el terror fue contagiado con rapidez.
- Ayúdeme a montar una barricada en la puerta - pidió Briana.
- Aún no han llegado a la posada - respondió el hombre. De modo que Briana le siguió el juego y salió a investigar.
El valle estaba cubierto por un manto oscuro, la monja trepó a un muro y echó un vistazo.
- Oh, oh - comentó, mientras bajaba de un salto. Salió del recinto armada con un palo, para enfrentarse a aquello que sus ojos hubiesen visto.
Les rompió el cráneo y regresaron al suelo donde debían estar. Otros dos llegaban desde el este y sufrieron el mismo destino.
Anduvo Briana en esa dirección y otros salieron bajo sus pies. Aún llevaban polvo en sus ropas, su pelo y su carne putrefacta, cuando anunciaron sus intenciones.
- Carneeeeee - dijo uno.
- Hambreeeee - dijo otro.
- ¿Cómo se mata lo que ya está muerto? - preguntó la monja; pero aquellos seres no le darían la respuesta.
Recordó a un sabio del fuego que conoció en Amn, y recogió ramitas secas del suelo con su torpe comitiva detrás.
Varias veces tuvo que percibir aquel brillo metálico por el rabillo del ojo para fijarse en que todos ellos llevaban un amuleto al cuello.
Tuvo una corazonada y, tras liberarse de su carga, intentó robar uno de los amuletos.
Lo consiguió al segundo intento, y su propietario cayó al suelo inerte. Examinó el amuleto en busca de algún peligro para su salud, sólo encontró lo que parecía un símbolo nigromántico.
Su comitiva se había reducido, algunos encontraron más apetecible la carne de los animales que rondaban la zona.
También al que quedaba le liberó de su preciada carga, devolviéndolo al descanso eterno.
Con dos amuletos en su poder y varias heridas de gravedad, Briana regresó a la posada en busca de su atormentado amigo.
Le encontró en una de las habitaciones, tan aterrorizado como antes. Le contó lo ocurrido y le enseñó uno de los amuletos, que fue arrojado al suelo de inmediato, asqueado.
Intentó persuadirle para que la acompañara, pero no había forma de que se moviera. De modo que tendría que buscar a un entendido en estas cosas, herida y sin haber descansado lo suficiente.
Cuando se dio cuenta de que sólo llevaba un amuleto, regresó a la habitación, pero la puerta ya estaba cerrada a cal y canto.
En su situación, tuvo suerte de llegar al Hospicio de Marzhammor, donde la clériga sanó sus heridas y la habló de un nigromante loco fabricante de amuletos ligados a la no-vida.
Aunque Briana no entendió bien su poder, parecían tener la capacidad de transformar tanto a vivos como a muertos en no-vivos, aunque ese poder podía acabar perdiéndose si se alejaban demasiado de su creador. Pidió que enviara ayuda a la posada de Bifurcación para el hombre que había decidido refugiarse, pero le fue negada y siguió su consejo: acudió a Nevesmortas en busca de ayuda.
La posada de Bifurcación [...]
Moderadores: DMs de tramas, DMs
Re: La posada de Bifurcación [...]
Buen relato, muy fidedigno.
Si se animan a postear el grupo que entró en la cueva de trasgos, completaríamos el relato.
Si se animan a postear el grupo que entró en la cueva de trasgos, completaríamos el relato.
