Aun recuerdo con claridad mi vida en el sur de Cormyr, en la pequeña villa de Padt. Un pequeño núcleo urbano dedicado a la confección de tintes y cosméticos para las damas de la nobleza mas al norte de Cormyr. La tierra es de diferentes colores, yendo desde el negro mas oscuro hasta el azul mas vivo. Los artesanos usan los diferentes colores de la tierra triturándola, hasta hacer un polvo muy fino, y las resinas de los arboles para fabricar dichos tintes. Las leyendas decían que en tiempos pretéritos la tierra primigenia de Padt estaba cubierta de flores de vivos colores que permanecieron allí durante milenios. Hasta que llegó el cataclismo y las flores se marchitaron y su color se depositó profundo en la tierra, dando lugar al colorido paisaje de mi pequeña villa. Los tintes son muy populares en toda la nación y suelen ser usados por las damas de alta cuna, aunque, en mi pequeño pueblo, el uso está sumamente extendido entre las mujeres. Creándose una liturgia ancestral en torno a los colores provenientes de mi amada tierra.
Todo mi universo era aquella pequeña villa, crecí feliz allí, era la menor de los tres hermanos, ambos varones. Ellos trabajaban en las canteras junto a mi padre. Pocas inquietudes tenían, estaban ligados a aquella tierra policromática, la cual horadaban y amaban al mismo tiempo. Pero yo era diferente, era la menor, una mujer. Ansiaba explorar el mundo espoleada por las antiguas leyendas que me contaban mis padres, otrora aventureros. Había maravillas que nunca vería si permanecía en Padt. No fueron pocos los meses que permanecí trabajando en los pozos de tintes para ahorrar oro. Finalmente, lo conseguí,abandone mi casa y me despedí de mi familia.
Tras largos meses de viajar a pié o en caravana he visto muchas naciones diferentes. Aunque ninguna tan bella como ese pedazo de tierra multicolor llamado Padt.
CONTINUARÁ
Imagenes cedidas por la Amiga Lain. Mil gracias¡
Última edición por quatermain el Jue Abr 10, 2014 4:04 pm, editado 3 veces en total.
El traqueteo de la caravana se vuelve incomodo por esos caminos rurales. Caminos y carreteras sin empedrar y tierras de cultivo hasta donde me llega la vista. Decidí finalmente que viajar sola sería algo demasiado peligroso para una mujer inexperta. Así que mejor viajar con un buen grupo de comerciantes y rodeando el desierto. Ya son semanas de viaje en esta misma partida y el paisaje es monótono y repetitivo por las tierras centrales de occidente. Esta vez son comerciantes de seda procedentes de Sembia, son amables y habladores y parece ser que hemos hecho amistades en poco tiempo.
"Esta misma tarde llegaremos a Berfôsca" dice uno de los comerciantes, feliz, al parecer pasaremos allí varios días y allí los comerciantes venderán una buena parte de su mercancía. Han pasado días desde la última vez que estuve en una ciudad. Parece que en estas bastas tierras las razas suelen reunirse en núcleos urbanos grandes, aunque alejados entre si. Por fin podré estirar las piernas y pasear si preocuparme de alejarme demasiado. Puede que sea una oportunidad para mi esta vez, una ciudad estado populosa es todo lo que un aventurero puede desear.
Así pues, Hablo con el maestro de caravanas. Me dice que saldremos en tres días, para después viajar mas al norte. Así pues, me encamine a la plaza con unas monedas. "Creo que podré comprar algo bueno aquí" me dije a mi misma !Y vaya si lo hice¡ Espero no pecar de ingenua como tantas otras veces. Pero Creo que no olvidaré esa tarde en la plaza central de Berfôsca, por lo que compré y de lo que esa compra marcaría mi destino.
Cuando camino por el mercado de Berfôsca, veo muchos puestos. En ellos los comerciantes muestran sus mercancías: Sedas, especias, herramientas, joyería... aunque poca utilidad puedo sacar de esos objetos que son un lujo no para pocos. Me dirijo hacia la posada tras ver los diferentes comercios cuando noto que alguien me llama desde una esquina "eh, chica, acércate". Miro y veo que es un hombre ataviado con harapos, parece un anciano. "Vaya, un mendigo. Seguro que lo que quiere es alguna limosna" finalmente me acerco y veo como el anciano sonríe tras una una capucha hecha jirones. Apoya su cuerpo en una muleta, parece que le faltan una de sus piernas.
- Pareces una aventurera. -dice el anciano de dientes amarillos mostrándolos mientras sonríe.- Y creo que lo que buscas no se te va a ser vendido por ninguno de estos estirados comerciantes.
- Solo miraba tiendas, señor. No buscaba nada especial.- Dije tratando de ser educada, sentía algo de pena hacia aquel anciano.- ¿Queríais algo?.
- Tengo algo que podría despertar tu curiosidad.- Decía mirándome con interés, sus ojos azules parecían escrutar mi alma.- Fui un aventurero como tu antaño, hasta que un orco cercenó mi pierna.- Decía dandose una palmada en el muslo que aun le quedaba de lo que fué una pierna completa.
- Lo... lo siento señor.- Ese anciano me turbaba.
- No te compadezcas, simplemente no encontré la fortuna en aquellos años... Aunque bien podría haberla encontrado- Hizo una pequeña pausa y sonreía, luego, se puso a buscar algo en su zurrón.- De hecho te ofrezco algo que conseguí durante mis aventuras.
Eso ultimo despertó mi curiosidad. El anciano, pese a tener cierto tono burlón, parecía decir la verdad. Decidí en eso momento seguirle el juego, quizás aquel hombre si tuviera algo importante que ofrecer.
- Muy bien.- Dije al hombre sonriendo.- Vamos a la posada. Hoy vas a comer caliente mientras hablamos de aquello de lo que tienes que Hablar conmigo.
Caminamos por las calles de Berfôsca el anciano y yo durante un rato. Hablamos de cosas triviales, sobre de donde venía y como me había ido el viaje desde Cormyr hasta aquí. El anciano me contó que era un aventurero caído en desgracia, el cual había gastado su dinero, adquirido durante sus aventuras, rápidamente al retirarse. Me caía bien ese viejo, hablaba como si ese hecho fuera algo absolutamente normal y se tomaba su situación actual con filosofía.
No pasó mucho tiempo hasta que llegamos a una posada “La gloria de los páramos”. Era un lugar decente situado cerca de la zona comercial de la ciudad. Sería un lugar perfecto dónde hospedarme esa noche. Entramos en la posada y pedimos una generosa cena para los dos y vino. El mendigo comía como si no lo hubiera hecho en meses, propinando bocados a la carne y trasegando el vino con celeridad. Cuando hubo terminado la cena, el atiborrado anciano empezó a hablarme sobre el tema que nos trajo aquí.
- Bien, hablemos de lo tuyo.- Dijo el anciano, tras usar sus dedos como mondadientes.- Como te dije, tengo algo que despertará tu curiosidad.
- Si querías mi curiosidad, ya la tienes desde que me hablaste de este tema.- dije sincera, realmente quería ver lo que el anciano tenía que ofrecer.
El viejo hurgó en su zurrón y sacó un fragmento de pergamino (Pues es lo que era) y lo puso frente a mí en la mesa. Lo cogí y lo examiné y para mi sorpresa era un mapa; pero incompleto. Parecía que alguien había roto el mapa cuando estaba entero y este mendigo tenia esta parte del mismo.
- Vaya, parece un mapa muy antiguo aunque no está íntegro.- Dije al anciano, no sin interés.- Donde encontraste esto?
- Cuando era aventurero lo encontramos mis compañeros y yo.- Dijo señalándolo con su enjuto índice.- Es un mapa de la marca argéntea.
- Comprendo.- asentí.- Pero ¿Cómo se que es autentico?¿lleva a algún lugar en particular?
- Ese mapa es algo que conservo de cuando era aventurero.- suspiro profundamente e hizo una breve pausa, luego, finalmente prosiguió.- Éramos un grupo de cinco aventureros. Viajábamos de aquí y allá, consiguiendo botines, a veces ridículos y otras veces generosos. Cierto día, mientras estábamos en la marca argéntea en uno de nuestros viajes, encontramos unas extrañas ruinas situadas en el corazón de unas de las numerosas montañas nevadas que en esas tierras se encuentran. Decidimos explorarlas y dimos con este mapa, que entonces, estaba completo. Cuando nos disponíamos a examinarlo, oímos en la oscuridad de las ruinas cuernos de guerra, precedidos de una horda de orcos que rápidamente corría tras nosotros. Huimos de las ruinas hacia un bosque denso y dejamos detrás a los orcos que aun nos buscaban. Entonces tomamos una decisión: Los orcos jamás recuperarían este mapa. Lo rompimos en 5 partes, una por cada uno de nosotros y huimos cada uno en una dirección para que así fuera. No sin antes jurarnos que cuando todo esto acabara, nos reuniríamos, juntaríamos el mapa e iríamos en busca del tesoro que sin duda escondía. En esa huida perdí mi pierna, me hirieron y me dieron por muerto al caer inconsciente. Suerte la mía que escondí antes mi parte del mapa en un lugar seguro. Posteriormente, un guardabosques me encontraría al alba con la pierna destrozada, la cual me amputarían poco después en la apoteca local. Los orcos me saquearon todas mis pertenencias, pero al menos tenia esto que tienes enfrente.
- Y que fue de tus compañeros? .- Pregunté al mendigo intrigada.
- No volví a verlos desde entonces.- dijo sacudiendo la cabeza.- No se cual fue su destino. Puede que alguno lograra huir, o quizás ese bosque fue la tumba de todos ellos o puede que corrieran mi suerte cayendo en la desgracia como yo y malvendieran su parte a algún aventurero joven como tú.
El anciano calló sumido en sus recuerdos y sentí pena por él. Decidí que le entregaría 500 monedas de oro por el mapa para que viviera dignamente durante un tiempo. Ante lo cual el anciano agradeció mi gesto profundamente. Tenía la barriga llena, al igual que su bolsillo, no podía hacer mucho mas por él, pues me marcharía pronto de la ciudad.
Examinando el mapa por el dorso me di cuenta de que tenía un extraño sello en tinta azul. Me sonaba, pero no sabía exactamente de qué se trataba.
- Sabes qué es esto?.- Pregunte señalando el sello.
- Es el escudo del dios Torm.- dijo el anciano.- No se qué diablos harían esos orcos con algo que tenga que ver con el glorioso.
Ese día ya era una autentica aventurera. Ya tenía un objetivo y su medio de encontrarlo, aunque estaba fragmentado. Viajaría hasta la marca, buscaría las partes restantes y saciaría mi curiosidad y hambre de aventuras. No sé qué me deparará el futuro, puede que me venga grande. Pero las grandes empresas conllevan aceptar grandes retos como este que tengo entre manos.
CONTINUARÁ