Diario de Yviwiël

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Alderan

Diario de Yviwiël

Mensaje por Alderan »

*Escrito con una caligrafía pulcra y cuidada, con la fecha encabezando el escrito*


Despierto y es un nuevo día. El sol se oculta tras densas nubes que anuncian la proximidad de una tormenta. Hace prácticamente una dekhana que, acompañada de Marcus, llegué a Nevesmortas. No se por cuánto tiempo permaneceremos aquí, pero parece un lugar seguro, uno de esos sitios en los que pasar inadvertida al resto del mundo, donde nadie te buscaría, donde perderse…
Marcus es callado, aunque cuando habla lo hace con educación, como un hombre de cultura y como religioso que es. A veces su compañía resulta inquietante debido a su fe, la que profesa al Escriba de los Condenados, como él llama a Yergal. Pero por lo general suelo agradecer su compañía. Es alguien en quien he llegado a confiar, algo que es muy difícil para mí debido a todo por lo que he pasado. Me gusta que no insista en saber demasiado sobre mí, no puedo ni quiero hablar de ello porque es como vivirlo todo nuevamente, el mal sueño que ha sido mi vida, mi cautiverio… Yo no pregunto y él no pregunta, es una especie de pacto no pronunciado entre ambos.

Se supone que escribir este cuaderno es algo que debe ayudarme a superar mis temores, aunque el resultado es dudoso bajo este temprano punto de vista. A penas lo he comenzado y quizá debiera hablar sobre aquellos que voy conociendo, y sobre lo que acontece en cada nueva jornada.

Tengo que reconocer que la amabilidad de algunos lugareños me resulta extraña, no en el sentido de sospechosa, si no en el sentido de algo ajeno, algo que no ha sido característico en mis días. Poco después de instalarnos en la Rosa y el Martillo, un hombre, medio humano de tez oscura llamado Ainvar y una mujer humana, Drum, se ofrecieron a guiarnos a Sundabar, donde esperábamos comprar algunos útiles de primera necesidad o de supervivencia. Él, sin duda, pertenece al bosque. Apartó a las criaturas del camino para que no fueran dañadas en su intento por defender el que consideran su territorio invadido por los viajeros. De ella no podría hacer una lectura clara puesto que no tuve ocasión de hablar demasiado, aunque días después la volvimos a encontrar en un camino y se ofreció a acabar con la vida de un osgo enorme y horrible que nos había hecho huir sin cobrarnos nada. Eso me hace pensar que debe ser una mujer capaz, además sus armas brillaban con el destello de la magia.

No fue la única persona que viajó con nosotros a Sundabar. Alejados unos pasos se nos unió una extraña mujer que parece surgida del más oscuro relato. La había visto en el cruce de Nevesmortas, pareciendo observarnos mientras preparábamos nuestra partida. No pude verle el rostro pues lo portaba oculto tras una máscara y su cuerpo, igualmente, iba cubierto de ropajes negros, con esa capucha y esa voz que parecía inhumana. Su sola presencia incomodaría a cualquier persona de bien y de habérmela encontrado en la villa yo sola, no hubiera dudado en cruzar de calle, ni aunque hubiera sido el día más soleado. Quedó claro en el trayecto que es una poderosa arcana, lo cual me aterra más aún, si cabe.

Por fortuna conseguimos llegar a salvo y regresamos en una caravana sin ningún percance y a nuestro regreso, tras descansar un poco, decidí ganar algo de oro ayudando a un gnomo con unos recados. No es un trabajo que pudiera calificarse de indigno pero de haber podido evitar el hacer de recadera, lo habría evitado. Sin embargo no quiero suponer una carga para Marcus, que bastante ha pagado ya desde que nos conocimos.

Mi siguiente paso es mejorar con las armas. No quiero sentirme indefensa toda mi vida. Espero dejar de tener miedo algún día.


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Era media mañana cuando descendí los peldaños que conducían al piso inferior de La Rosa y el Martillo. Mi idea era tomar algo ligero de desayunar y dar un paseo tranquilo por los alrededores de la villa, pero el posadero me entregó una nota de Marcus. Quería que nos reuniéramos a las puertas del cementerio. No es de extrañar que un sacerdote de Yergal se interese por el estado del camposanto, pero sabe ya lo poco que me gustan esa clase de lugares. Me aterra la oscuridad, los lugares cerrados, las criaturas antinaturales y una larga lista de temores más. No obstante, sería tremendamente descortés faltar al encuentro, así que me dirigí al lugar y, como me temía, mi compañero de viaje no se iba a conformar con esa visita “superficial”. No, él quería adentrarse en la cripta y pesé a lo que me desagradaba la idea, le acompañé.

A veces pienso que me pone a prueba, me lleva a esa clase de lugares, esperando que reaccione de una manera positiva, que venza mis temores y por ello le estoy agradecida, pero no es tan sencillo. Si él supiera, si tan solo pudiera explicarle por qué soy así, pero es mejor enterrar mi pasado, en un agujero hondo y oscuro, tan profundo que sentiría temor hasta de mirar hacia abajo, y olvidar. Olvidarlo todo sería un alivio inmenso.

Sea como fuere, la cuestión es que nos encontramos en un lugar propio de una pesadilla, con techos bajos y aire enrarecido, el olor de la muerte nos envolvía y pequeños murciélagos parecían vigilar cada uno de nuestros pasos. Pero ese lugar que me hacía estremecer guardaba otras sorpresas.

Un sonido como de succión llegó a través de uno de los corredores y después el sonido de algo que se arrastra. El suelo estaba resbaladizo y entonces el sonido comenzó a aproximarse, como si hubiera cambiado de dirección. Doblamos un recodo y entonces lo vimos. Era tan grande que a malas penas si cabía por el pasillo, tenía forma de cubo y era translúcido, de un tono verdoso, y en su interior pudimos ver restos de cráneos y tibias a medio digerir. Contuve un grito como pude y me aferré a mi escudo mientras esa cosa gelatinosa avanzaba hacia nosotros con lentitud, dejando un rastro de baba tras de sí. Marcus pidió a Yergal sus bendiciones y atacó mientras yo intentaba contener a la criatura y, en lo que a mí me pareció una eternidad, quedó reducida a un charco de baba en el suelo con restos humanos por encima.

Continuamos el camino tras hacer un esfuerzo para que mis rodillas no insistieran en chocar entre ellas. Me disponía a abrir una puerta, cuando me pareció que algo no andaba bien. Fue un pequeño destello a la luz de la antorcha o tal vez es que Angharrahd vela por mí más de lo que yo imagino, el caso es que vi una especie de hilo conectado al picaporte: una trampa. No es que sea una maestra en ese campo, pero hay algunos pequeños trucos que tuve que aprender para escapar de mi oscuro destino, así que los puse en práctica, tanto para inutilizar el mecanismo, como para abrir la cerradura, mientras los no muertos nos aguardaban en su silenciosa y paciente espera. La espera de aquellos que no tienen nada que perder, pues ya les fue arrebatado junto con su alma, su paz y su descanso.

Entre los dos conseguimos dar descanso a aquellos seres hasta llegar a una cámara que parecía vacía en un principio. Entonces algo se movió, sus ropas provocaron un leve susurro mientras la silueta desaparecía de nuestras vistas. Sus ojos rojos, sedientos de sangre y carentes de vida le delataron mientras cargaba hacia nosotros. Interpuse la garra de defensa entre su rostro y mi cuerpo, retrocediendo un poco ante el impacto, Marcus tomó posiciones tras él, con su enorme guadaña prendida en un fuego que hizo a la criatura recular, pero nosotros no pensábamos hacerlo, así que atacamos. Estaba en desventaja puesto que nosotros éramos dos y luchábamos por nuestra vida, con esas fuerzas de flaqueza que se sacan en los momentos más difíciles, y no le dimos oportunidad.
Su cuerpo yacía ante nuestros pies, inerte, sin resto de vida, ni de no vida. Dejé que Marcus se encargara y me dirigí hacia la puerta. Necesitaba aire, pero no aquel aire asfixiante de allí abajo.

Una mano se posó en mi hombro y me giré rápidamente. Era Marcus, silencioso como esos muertos por cuyo descanso vela. Sentí que el corazón se me iba a salir por la boca del susto, pero intenté disimularlo mientras salíamos de aquel horrible lugar. Fuera llovía, como no, pero no me importó. Dejé que mis pulmones se inundaran de aquel aire fresco y puro, no me importó calarme hasta los huesos de esa bendita agua que caía del cielo. Estábamos vivos, estamos vivos.

Tal vez haya más en mí de lo que yo misma pueda reconocer, tal vez Marcus no se equivoque al creer en mí. Quizá lo descubra algún día. Quizá…


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Re: Diario de Yviwiël

Mensaje por Alderan »

Me desperté en mi habitación, como cada mañana, y llamé a la puerta de Marcus. Había salido, según me dijo el posadero, así que me armé de valor y decidí salir yo sola de la villa. Probablemente Marcus estaría en el hospicio. Así pues, decidí seguir el sendero, mucho más seguro que caminar entre la foresta, y en ello estaba cuando distinguí unas figuras a lo lejos. Extremando la cautela llegué a acercarme hasta escuchar sus voces y distinguirlos mejor. No parecían bandidos en absoluto, así que me tranquilicé un poco, y más cuando se presentaron como caballeros. Ella era una dama elfa, de cabellos claros y rostro hermoso y gentil y él era un humano, también muy agraciado, como esos caballeros de las leyendas, ambos con sus armaduras resplandecientes.

Se ofrecieron amablemente a acompañarme hasta el hospicio, aunque mientras nos presentábamos apareció un hombre que parecía conocer a la dama y poco después divisé a Marcus por el bosque. Así pues, el caballero, Marcus y yo nos dirigimos hacia el hospicio y una vez allí nos despedimos de él. Marcus realizó sus rezos y luego nos encaminamos a Sundabar. Lo que no esperábamos es lo que nos encontramos a nuestro regreso en la villa de Nevesmortas.

Una pequeña multitud de aventureros, entre los que se encontraba el caballero, se agolpaba en torno a una estatua de ámbar de la que identificamos como la señorita Naja. Estaba esculpida con gran realismo y detalle, tanto que parecía que de un momento a otro fuera a ponerse a caminar. Lo espantoso del asunto llegó cuando supe, mediante la información que nos proporcionaron los allí presentes, que se trataba de la misma Naja, no de una estatua, y que un poderoso arcano la había transformado en su búsqueda de dos poderosos objetos, un lingote de oro y un medallón, que los aventureros tenían en su poder. Sólo de pensar en arcanos poderosos rondando los alrededores, me dieron ganas de salir corriendo y esconderme.

Mientras yo me debatía entre correr y permanecer en el lugar en que me encontraba, los aventureros llegaron a la conclusión de que sólo Elmínster podría liberar a la joven y, utilizando el medallón, lo llamaron. Al parecer dicho objeto era un medio de ponerse en contacto entre el elegido de Mystra y sus pupilos y, el malvado arcano llamado Orneot, lo había sido hacía ya mucho tiempo. Tal y como esperaban todos, la aparición de Elmínster a través de un portal, no se hizo esperar.

Para conseguir que todo acabase y Naja volviera a ser ella misma habría que conseguir que Orneot se mirase en un espejo mágico, lo que difícilmente se lograría sin el enfrentamiento directo. Decidí que la mejor opción para mí, antes que enfrentarme a un poderoso arcano y sus secuaces, sería trepar a un árbol y poder disparar desde allí con la ballesta. Casi me quedo muda cuando el poderoso Elmínster se dirigió a mí directamente para decir que era una buena idea y no sólo porque me hubiera escuchado mientras lo comentaba con Marcus por lo bajo, si no por su imponente presencia y ese poder que desprendía, perceptible para cualquiera.

Pronto todo estuvo preparado y cada cual tomó la posición que mejor le parecía. Mediante un medallón llamaron a Orneot, pero antes que él, del portal comenzaron a salir elementales que se lanzaron a la batalla contra los aventureros y, para mi desgracia, ni tan siquiera mis virotes conseguían hacerles ni un rasguño. Al menos en la rama estaba fuera de peligro.
Tras abatir a uno de esos elementales especialmente grande, hizo su aparición el pérfido Orneot y, a pesar de que Elmínster intentó negociar con él y darle la oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva, éste se negó. Los acontecimientos posteriores fueron muy rápidos, creo que uno de los aventureros detuvo el tiempo, porque en un visto y no visto, Orneot se encontraba aferrado con una especie de mano gigante. Así es como consiguieron ponerlo ante el espejo y, finalmente, acabar con su vida.

Naja dejó de ser una estatua de ámbar y la villa, salvo pequeños desperfectos, estaba a salvo, igual que nuestras vidas. Un final feliz, tras unos momentos en los que sentí auténtico terror. Pero bien está lo que bien acaba, o algo así creo que era ese dicho humano. Todo lo acontecido me hizo pensar en que siempre hay límites, por poderoso que seas, es decir, situaciones en las que no puedes vencer.


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Re: Diario de Yviwiël

Mensaje por Alderan »

*Una nueva página con la misma cuidada caligrafía que las demás, cuya fecha es bastante distante a la anterior*


De regreso a Nevesmortas me dispongo a retomar esta costumbre, la de escribir estas páginas, esperando que sirva de algo más que para dejar constancia de lo acontecido. Ha sido una prolongada ausencia pero cuando Marcus se enteró de que había una amenaza de no-muertos en unas tierras muy al sur de aquí y decidió partir, quise acompañarle para ayudarle en la medida que fuera posible. El viaje fue largo y, como siempre que viajo, notaba esa inseguridad ante lo desconocido. Al llegar tuvimos una amable acogida, aunque no tuvimos mucho tiempo de descanso, al menos Marcus, que no tardó en ayudar en todo lo que pudo.

El tiempo iba pasando y no había gran cosa que yo pudiera hacer. Aprendí algunas cosillas sobre no-muertos y sobre fortificaciones, un tema que me pareció bastante interesante, pero no era lugar para mí y mi protector lo sabía, así pues, me convenció para que me pusiera en camino nuevamente, esta vez de regreso a la villa. Él debía quedarse, le necesitaban allí, pero no hice el camino yo sola. Me acompañó un hombre de los bosques que habíamos conocido en nuestro viaje, Ârstan. Marcus le contrató, aunque no se bien qué cantidades acordaron.

Ârstan es un tipo reservado. Yo que creía que Marcus era poco hablador… Así que alguna vez intento entablar conversación, aunque no siempre me atrevo. Es tan directo y tajante que a veces me da la sensación de que le parezco una chiquilla idiota. Creo que agradece más el silencio, que no le pregunte cosas sobre su vida, como él tampoco pregunta sobre mi pasado. Sin embargo se que vivió un tiempo en Nevesmortas por lo que debe conocer bien la zona. Él y su socia se dedicaban a la cartografía o algo así.

Espero que éste siga siendo un lugar seguro.


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Re: Diario de Yviwiël

Mensaje por Alderan »

Ârstan y yo nos encontrábamos en el centro de la villa de Nevesmortas cuando el muchacho que reparte el volante nos lo ofreció, así que le pagué lo suficiente para que pudiera guardarse un pequeño beneficio extra y sin mucho interés leí algunos de los enunciados, en su mayoría habladurías. Pero uno de ellos llamó mi atención. Un enano de Villanieve decía haber visto orcos cerca y aunque todo el mundo lo tachaba de chiflado, nos encaminamos hacia allí.

Nos recibió con sus toscas maneras y tratamos de convencerle de que no íbamos a reírnos sino con intención de ayudar, así que finalmente nos indicó por dónde los había visto, aunque el número de orcos crecía a medida que hablaba. Resultó ser un simple campamento donde menos de media docena de orcos atrevidos se había decidido a acampar.

Acabamos con esa amenaza y Ârstan descubrió un colgante que enseguida identifiqué como una manufactura enana y como pensábamos que era del enano de Villanieve, decidimos llevárselo para que lo recuperara, pero para nuestra sorpresa se empeñó en decir que no era suyo y nos mandó a las afueras, donde un gnomo nos dio a elegir al azar una recompensa mientras hablaba de la cabezonería del enano. Es difícil escoger sin saber, así que opté por mi color favorito y mágicamente apareció un estoque con una bonita gema azul.

Con todo el asunto del enano la noche se nos había echado encima así que decidimos ir a descansar. Como yo pienso hacer ahora mismo. Mañana nos espera un largo camino hasta Sundabar, ya que nos hemos comprometido a llevar unos bueyes hasta allí.



*Tras cerrar el diario, sopla la vela que ilumina tenuemente la estancia. Todo queda en penumbra y la joven se sume en un descanso inquieto*


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