Aún recuerdo esos días en los barrios de Aguasprofundas, solo han pasado unas semanas y los añoro como si hubieran pasado años. Tal vez por que cada uno es prisionero de donde nace, quien sabe…
Sin una mísera moneda en mis bolsillos rotos me dirijo hacia otras tierras en busca de seguir escribiendo mi historia. Donde espero encontrar días buenos, malos y días de mierda. Quien sabe…
He caminado días enteros y en las frías noches… ¡ay la noche! Bueno… como decía, en las frías noches me refugiaba donde podía, pero este frió no lo quita cualquier cosa.
Bien sé que me fijo en muchas cosas que llaman mi atención, he de admitir, pero ese silbido a modo de canción despertó mi interés.
Junto a orillas de una laguna pude ver una casucha de madera en pésimas condiciones a la cual me acerqué. Al caminar note un pequeño crujido en la hierba y pude ver como sin querer había pisado una vieja espada de madera producto de la diversión de algún mocoso. Junto a la choza, un tipo la mar de majo silbaba y canturreaba sentado a las esperas de que Tymora le proporcionara su buen día de pesca.
Los Dioses se estarían riendo de él, pues la suerte que ha tenido hoy es algo a lo que dejar en duda.
-¡Acércate viajero!– sonreía mientras me enseñaba una botella de vino.
En mis días en los barrios del puerto aprendí a sonreír, pero solo lo necesario, así que le devolví la sonrisa y me senté junto a él.
No era mal tipo, gozaba de una casucha en mal estado, sus peces, su botella de vino y una bonita capa de piel de oso, pero con mis respetos a Tymora… aunque no soy muy devoto, la suerte estaba echada.
-Hace tiempo que no pasa nadie por aquí, y apenas hablo con nadie por que mis peces no responden a las historias que cuento.
Bebí un largo trago al vino mientras me decía que mas valía que no hubiera pasado nadie.
-Bien, te contaré solo a ti un nuevo relato. A ver que te parece…
Me acomode tendiéndome en el suelo con las manos en la cabeza mirando el cielo mientras este empezaba
“En un pueblo lejano, cerca de un río, vivía una padre con sus dos pequeños niños. El era un padre amoroso, cuidaba de sus hijos con un cariño inigualable, pero había algo que ninguna persona en el pueblo sabía: el padre, era un brujo malvado que se dedicaba a maldecir a otros habitantes para su propio beneficio y diversión.
Una terrible noche pagó por sus acciones: Un demonio se apoderó de sus pensamientos y su mente, la voz del ser maligno en su cabeza, le decía que tenia que pagar por sus acciones, y sin estar plenamente consiente de lo que hacia, el padre tomó a sus dos pequeños hijos y los llevo al rió, hizo exactamente lo que le dijo el demonio: Ahogó a sus hijos en el río.
Cuando salió de su estupor el padre vio a sus dos pequeños bebés flotando en el río, sin vida. Se dio cuenta de que el había sido el responsable y se odió por ello. Queriendo seguir a sus hijos en el camino de la muerte, comió de una hierba venenosa que crecía a orillas del río y se quitó la vida.
Sin embargo al haber sido una brujo muy malvado, tenia que pagar por sus acciones, y aunque su cuerpo murió, su alma sigue viva. Por las noches, aun se puede ver el alma del brujo vagar por las calles del pueblo, arrepintiéndose de lo que hizo, llorando y gritando con voz estridente lamentos que aterran a todo el que la escucha y todo el mundo la conoce como el llorón.”
-¿Qué te ha parecido? -Pregunto él mientras volvía a atender a su vieja caña de pesca.
-Me ha gustado mucho, nunca la olvidare. -Respondí.
Al igual que tus peces nunca olvidaran la mañana en la que te encontraron nadando junto a ellos, sin nada más que silbar y nadie quien te llore.
He disfrutado de muchas noches rodeado de gentíos de todos los palos y el rostro de ese tipo majo ya sabía bien yo de cómo las gastaba.
Seguí mi caminar y agradecí a Tymora mi nueva capa de piel de oso.
