Nombre: Idril Dorthorian
Raza: Elfo solar
Clase: Mago
HISTORIA PRE-MARCA
Desde la muerte de sus padres en el regreso de un viaje, las tensiones y rivalidades con una de las familias más acaudalas, e influyentes de la ciudad hicieron mella finalmente en las escasas posesiones y modesta reputación que aún le quedaba a la casa Dorthorian, en concreto al único superviviente de su linaje.
La estratagema definitiva empleada contra el joven de cabellos rojizos fue denegarle el ingreso a la academia de magia, con el pretexto de no cumplir los requisitos, quedaba claro la envidia y corrupción por parte de aquella familia, eliminando así la competencia que supondría el elfo en el futuro, por ello decidió abandonar su ciudad natal, Evereska.
Pasaron muchas primaveras, hasta que una noche de luna llena, estando en el bosque meditando, surgieron unas sombras desde los árboles, era un grupo de orcos, y cogiendo por sorpresa al escuálido elfo, lo ataron de manos y pies, sujetando su cuerpo con a un palo, transportándolo como si fuera un animal recién cazado. Para sorpresa del joven elfo no fue utilizado como tentempié como él creía, su destino era algo más horrendo, serviría de sacrifico para un ritual tenebroso.
Llevaban ya varios días de preparativos y celebraciones antes de que la sangre élfica se derramara por aquél símbolo, una estrella de cinco puntas, cuando decidieron hacer efectivo el sacrificio; Aquella daga parecía muy afilada y en el mango deslumbraban magníficas incrustaciones, sí esa iba a ser la arma escogida para desollar la delgada piel del cuello elfo.
Cuando el chaman alzó la daga para clavarla, un virote atravesó su cráneo y antes de que este cayese desplomado sobre sí mismo, un caballero con armadura pesada irrumpió en el lugar con mandoble en mano gritando como un loco, asestando golpes mortales a diestro y siniestro mientras desmembraba a los desprevenidos orcos.
Según le explicó más tarde aquel anciano corpulento, la batalla fue cruel y sin cuartel, en cualquier caso, aquel guerrero ya retirado, como solía llamarse modestamente a sí mismo, había conseguido rescatarlo.
Quizás fue la realidad vivida de todo lo ocurrido en esos años, así como aquella experiencia traumática, pero lo cierto es que el solar tenía inclinaciones por aquellos tomos y textos que hablaban sobre la nigromancia, aunque no deseaba emplear ese conocimiento para causar más mal, puesto que eso iría en contra de sus principios.
Así ambos pasaron algunos años juntos, compartiendo sus puntos de vistas sobre la vida, religión, dioses… es más, aquel viejo humano, le había enseñado muchas lecciones que jamás había podido aprender en su ciudad de origen.
Era una mañana en la que el elfo fue a buscar al anciano para debatir sobre ciertos asuntos cuando se encontró a este yaciendo sin vida en la cama de la pequeña cabaña. Enterró el cuerpo de su amigo como se merecía, y se propuso dirigirse a esa pequeña aldea , tranquila y sobretodo con una escuela de magia, de la que tanto le había hablado e insistido el viejo para que fuese, Nevesmortas. Quizás allí pudiese aprender algo.
Y sí… fue de camino a la villa cuando decidió que era el momento preciso de ponerse un nombre, tal y como estaba escrito en las costumbres élficas, así decidió rendirle el más grande homenaje que podía hacerle a su amigo, aquél que le salvó la vida…Idril.
Idril Dorthorian
Moderadores: DMs de tramas, DMs
Re: Idril Dorthorian
En la segunda planta de aquella casa, entre una de tantas habitaciones había una que consideraba como su hogar. Tenía lo justo y necesario para sentirse cómodo, una cama bastante confortable, una pequeña estantería donde tenía algunos viejos libros, y una mesa donde poder estudiar, reflexionar o incluso repasar las lecciones que su maestro le había encomendado para esa dekhana.
Nada destacaba en especial en esa modesta habitación, salvo por ese libro que estaba justo en medio de la mesa, flanqueado por un tintero y una pluma. El lomo del libro era de un cuero negro de bastante calidad, en el que aparecía una inscripción en élfico bordara en oro, en la que rezaba: Reflexiones y Crónicas de Idril Dorthorian.
Las páginas de ese libro estaban escritas con una caligrafía impecable y una letra refinada, entre sus extensas anotaciones se encontraban numerosas reflexiones sobre distintos acontecimientos ocrrudidos en la vida del elfo, entre los que destacaban algunos párrafos:
Hace ya varios días que llegué a esta tranquila villa y con tan sólo algunas monedas apenas me llega para comer, esto me está resultando más complicado que lo que me esperaba en un primer momento. Por suerte sobrellevo mis días con ilusión pues no hace ni una dekhana que eché la inscripción en la escuela de magia. Mientras espero una respuesta, algunos aldeanos me hablaron de un tal Argyle que buscaba a gente que le ayudase, quizás así sacar algunas monedas de oro para hacer más llevadera esta humilde vida que estoy llevando…
Algún tiempo después, me encontraba sentado en la fuente reflexionando acerca de Seldarine, cuando se acercó un elfo bastante ágil, entre sus ropajes se podía ver un estoque bastante decorado, y cierto es, que también bastante usado. Entablamos conversación rápido, y para mi sorpresa, cuando le comenté algo cabizbajo que aún no había recibido respuesta por parte de la escuela de magia, me dijo que el pertenecía a esta, y muy amablemente se ofreció a instruirme, siempre y cuando sus superiores le dieran el previo consentimiento. Lo cierto es que la primera impresión que tuve de mi maestro no fue de un arcano sino más bien de un espadachín, pero cuán equivocado estaba...así fue como conocí a Nalandriel, mi mentor.
Creo que ya he perdido la cuenta de cuantas horas he pasado con él sentado en ese aula de la escuela de magia, absorbiendo todo el conocimiento que me brinda, así como sus innumerables consejos, pero tampoco olvidaré cuantas veces me ha tenido sentado, mientras el caminaba nervioso de un lado a otro de la clase, con algún sermón que darme por algún comportamiento “inapropiado”, aunque lo cierto es que muchas veces tiene razón.
Aún recuerdo exactamente el día en el que acudí a la cita que tenía con Nalandriel, cuando entré en la clase que habitualmente utilizábamos, él ya estaba allí esperándome, y tras repasar las lecciones de la dekhana anterior, sacó un pergamino enrollado, y me explicó de qué se trataba. Sin perder el tiempo me dispuse a estudiarlo, como siempre suelo y como mi maestro me ha enseñado, intento conocer al máximo las capacidades y limitaciones de los conjuros que estudio. Tras estar seguro de todo el procedimiento a llevar a cabo para emplearlo ya podía practicar en los exteriores de la villa, tal es así que no mucho después de creerme conocedor de todo el potencial de este conjuro me atrevía a utilizarlo libremente… cuando una tarde después de charlar con Turek y Pastuk, decidí dar por terminada la velada e irme a la casa de de la Dama, fue entonces cuando después de apartarme ligeramente del grupo, decidí emplear aquél conjuro, la teleportación, y así hice. ¡Cuál fue sorpresa cuando noté una presencia y un aliento con olor putrefacto detrás de mi nuca! No era otro que ese cerebro estúpido, el semiorco Pastuk. Al darme la vuelta, estaba más furioso que un enano cuando le cortan la barba, había sacado su enorme escudo y se encontraba taponando la puerta, dispuesto a escacharme como si un insecto fuera…en aquellos instantes pensé que no saldría vivo de aquella habitación, pero reaccioné rápido y con un sencillo conjuro de invisibilidad y salí huyendo de allí.
Al principio cuando conocí al señor Turek, sólo era un hombre con el que apenas me cruzaba algunas palabras, había escuchado que era algo diestro en el combate pero poco más, aparte de un humano con aspiraciones a herrero… Con el tiempo un día conversando él, le comenté acerca de unos problemas que la guardia había tenido con algunos orcos no muy lejos de la villa de nevesmorta, no tardo en ofrecerse en acompañarme. Cuando llegamos al lugar, su forma de combatir, los cambios de estilos de combate que solía emplear y el manejo de ese filo me dejaron claro que ese guerrero podría ser muy útil para futuras expediciones y aventuras, y así fue, desde aquél día fueron muchos los caminos que recorrimos juntos, yo en retaguardia apoyándole y él en la vanguardia con su peculiar y efectiva forma de combatir.
Ya no me bastaba con las pocas monedas que conseguía de los encargos y de las peligrosas misiones que a veces me veía obligado a aceptar, tenía que conseguir un trabajo. En un principio me dediqué exclusivamente a la joyería, y no se me daba mal, pero no tarde en descubrir que mi verdadero potencial estaba encantando las gemas, así fue como en un primer inicio la joyería me servía para sacarme algunas monedas y por otra parte como fuente de gemas para poder encantarlas posteriormente. No me fue mal durante ese tiempo, pero el tanto trabajo se me hacía difícil, buscar las gemas, tallarlas y luego encantarlas..El destino o la necesidad me hizo conocer al modesto Bizarro, un intrépido aventurero capaz de moverse en las sombras y además de joyero, o a Eregul, también un hábil guerrero.. Al poco tiempo teníamos formado un grupo de socios, cada uno era hábil en lo suyo, Eregul fundidor, Turek herrero, Bizarro joyero y yo encantador, además de cada uno tener sus peculiaridades en las distintas formas de combatir. A partir de ese momento, junto con el grupo, las misiones se volvieron más peligrosas que nunca, pues solíamos adentrarnos en el pozo en busca de materiales, pero también tantas experiencias compartidas hicieron que los llegue a considerar mis amigos.
Nada destacaba en especial en esa modesta habitación, salvo por ese libro que estaba justo en medio de la mesa, flanqueado por un tintero y una pluma. El lomo del libro era de un cuero negro de bastante calidad, en el que aparecía una inscripción en élfico bordara en oro, en la que rezaba: Reflexiones y Crónicas de Idril Dorthorian.
Las páginas de ese libro estaban escritas con una caligrafía impecable y una letra refinada, entre sus extensas anotaciones se encontraban numerosas reflexiones sobre distintos acontecimientos ocrrudidos en la vida del elfo, entre los que destacaban algunos párrafos:
Hace ya varios días que llegué a esta tranquila villa y con tan sólo algunas monedas apenas me llega para comer, esto me está resultando más complicado que lo que me esperaba en un primer momento. Por suerte sobrellevo mis días con ilusión pues no hace ni una dekhana que eché la inscripción en la escuela de magia. Mientras espero una respuesta, algunos aldeanos me hablaron de un tal Argyle que buscaba a gente que le ayudase, quizás así sacar algunas monedas de oro para hacer más llevadera esta humilde vida que estoy llevando…
Algún tiempo después, me encontraba sentado en la fuente reflexionando acerca de Seldarine, cuando se acercó un elfo bastante ágil, entre sus ropajes se podía ver un estoque bastante decorado, y cierto es, que también bastante usado. Entablamos conversación rápido, y para mi sorpresa, cuando le comenté algo cabizbajo que aún no había recibido respuesta por parte de la escuela de magia, me dijo que el pertenecía a esta, y muy amablemente se ofreció a instruirme, siempre y cuando sus superiores le dieran el previo consentimiento. Lo cierto es que la primera impresión que tuve de mi maestro no fue de un arcano sino más bien de un espadachín, pero cuán equivocado estaba...así fue como conocí a Nalandriel, mi mentor.
Creo que ya he perdido la cuenta de cuantas horas he pasado con él sentado en ese aula de la escuela de magia, absorbiendo todo el conocimiento que me brinda, así como sus innumerables consejos, pero tampoco olvidaré cuantas veces me ha tenido sentado, mientras el caminaba nervioso de un lado a otro de la clase, con algún sermón que darme por algún comportamiento “inapropiado”, aunque lo cierto es que muchas veces tiene razón.
Aún recuerdo exactamente el día en el que acudí a la cita que tenía con Nalandriel, cuando entré en la clase que habitualmente utilizábamos, él ya estaba allí esperándome, y tras repasar las lecciones de la dekhana anterior, sacó un pergamino enrollado, y me explicó de qué se trataba. Sin perder el tiempo me dispuse a estudiarlo, como siempre suelo y como mi maestro me ha enseñado, intento conocer al máximo las capacidades y limitaciones de los conjuros que estudio. Tras estar seguro de todo el procedimiento a llevar a cabo para emplearlo ya podía practicar en los exteriores de la villa, tal es así que no mucho después de creerme conocedor de todo el potencial de este conjuro me atrevía a utilizarlo libremente… cuando una tarde después de charlar con Turek y Pastuk, decidí dar por terminada la velada e irme a la casa de de la Dama, fue entonces cuando después de apartarme ligeramente del grupo, decidí emplear aquél conjuro, la teleportación, y así hice. ¡Cuál fue sorpresa cuando noté una presencia y un aliento con olor putrefacto detrás de mi nuca! No era otro que ese cerebro estúpido, el semiorco Pastuk. Al darme la vuelta, estaba más furioso que un enano cuando le cortan la barba, había sacado su enorme escudo y se encontraba taponando la puerta, dispuesto a escacharme como si un insecto fuera…en aquellos instantes pensé que no saldría vivo de aquella habitación, pero reaccioné rápido y con un sencillo conjuro de invisibilidad y salí huyendo de allí.
Al principio cuando conocí al señor Turek, sólo era un hombre con el que apenas me cruzaba algunas palabras, había escuchado que era algo diestro en el combate pero poco más, aparte de un humano con aspiraciones a herrero… Con el tiempo un día conversando él, le comenté acerca de unos problemas que la guardia había tenido con algunos orcos no muy lejos de la villa de nevesmorta, no tardo en ofrecerse en acompañarme. Cuando llegamos al lugar, su forma de combatir, los cambios de estilos de combate que solía emplear y el manejo de ese filo me dejaron claro que ese guerrero podría ser muy útil para futuras expediciones y aventuras, y así fue, desde aquél día fueron muchos los caminos que recorrimos juntos, yo en retaguardia apoyándole y él en la vanguardia con su peculiar y efectiva forma de combatir.
Ya no me bastaba con las pocas monedas que conseguía de los encargos y de las peligrosas misiones que a veces me veía obligado a aceptar, tenía que conseguir un trabajo. En un principio me dediqué exclusivamente a la joyería, y no se me daba mal, pero no tarde en descubrir que mi verdadero potencial estaba encantando las gemas, así fue como en un primer inicio la joyería me servía para sacarme algunas monedas y por otra parte como fuente de gemas para poder encantarlas posteriormente. No me fue mal durante ese tiempo, pero el tanto trabajo se me hacía difícil, buscar las gemas, tallarlas y luego encantarlas..El destino o la necesidad me hizo conocer al modesto Bizarro, un intrépido aventurero capaz de moverse en las sombras y además de joyero, o a Eregul, también un hábil guerrero.. Al poco tiempo teníamos formado un grupo de socios, cada uno era hábil en lo suyo, Eregul fundidor, Turek herrero, Bizarro joyero y yo encantador, además de cada uno tener sus peculiaridades en las distintas formas de combatir. A partir de ese momento, junto con el grupo, las misiones se volvieron más peligrosas que nunca, pues solíamos adentrarnos en el pozo en busca de materiales, pero también tantas experiencias compartidas hicieron que los llegue a considerar mis amigos.