
La madera crujió bajo los pies de Lilmycel BosqueOscuro, revelando su presencia al elfo que miraba por encima de la cuerda del puente. Sèvel tan sólo giró la cabeza lo suficiente como para cerciorarse de que era su madre quien apoyaba una mano en su hombro, y que, a pesar del gesto familiar, le miraba con un brillo severo en los ojos.
- No debiste, hijo, no debiste hablar así a tu tio.- Sus palabras eran secas, mas su tono era triste.- Debiste pensar lo que decias, antes de decir lo que pensabas.
Sèvel asintió lentamente, mirando las pequeñas hogueras, sintiendo el frescor de la brisa en el rostro y los suaves cánticos del anochecer, que como siempre eran casi lamentos.
- Lo sé, madre. Lamento las formas, mas tan sólo eso. Sigo pensando todas y cada una de las palabras que dije. - Apretó los dientes mirando La Maraña sabiendo que la echaría de menos, que ya la echaba de menos, que abandonarla le partía el corazón por mil y una razones.
- Terco.... terca hiedra que se enreda en el árbol para no soltarlo, digno de tu nombre, capaz eres de abrazar tus ideas y no abandonarlas jamás...- Hizo un gesto suave, para acallar a su hijo cuando éste se disponía a replicar.- Y de qué te sirve, hijo mio, ambos sabemos que te arrepentirás.
- Eso...no lo sabes, madre.- El tono del elfo se hizo suave, girándose de nuevo hacia la vista de los pináculos, de los puentes y plataformas colgantes de La Maraña, tan distintas de las casas de Sembercina y la Corte, un lugar donde se olía combate cada anochecer.
- Claro que si...lo pensarás cuando tengas la edad de tu tio y sus responsabilidades. Volverás y dirás..."Te abrazo, madre y beso tus manos. Estaba equivocado" - Lilmycel se retiró las suaves trenzas castañas de las mejillas y las ató en su nuca, algo que delataba su carácter práctico.
- Escúchalos, madre... Cantan cada anochecer coros de la Retirada, los Guardianes no vuelven del bosque y cada vez hay más sombras acechando... Cada vez hay menos bosque, más muertes, la tristeza atenaza este lugar y dices que no debí hablar así a mi tio, quien prefiere aguardar los Dioses saben qué bajo el Gran Roble. Rilifein dice "arrebata la vida a quien arrebata mis regalos, a quien no respeta los dones, a quien toma con violencia y avaricia destruyendo a su paso", mi tio está faltando a su obligacion como señor de la arboleda y falta a los dioses con su desidia.
- Basta.- Lilmycel clavó la mirada en los ojos de su hijo, durante largos segundos no dijo nada, tan sólo apretó los dedos alrededor de la cuerda de la pasarela.- Basta... Ahora en tu iniciación podrás comparar, conocer y ver por tí mismo la naturaleza de las acciones de tu tio, pero te pido, no...te exijo, Hiedra, que le guardes el respeto que se merece, si ya no es por tu sangre a mi hermano, hazlo porque es el archidruida del Señor de la Hoja y tu un niño ciego de ira, miedo y dolor.
El joven elfo miró a su madre largamente, sin decir nada, tan sólo asintió.
- Perdona, madre. No quiero que lo último que nos digamos sean reproches ni palabras llenas de ira, no quisiera llenar aún más mi corazón y el tuyo de tristeza, tampoco deseo llegar a decir algo que no siento. - Cogió las manos de su madre, manos suaves, de dedos largos pero fuertes, acostumbrados a la espada y al arco; se los llevó a las mejillas y cerró los ojos. - Te echaré de menos, madre.
- Mi hijo...mi pequeña luz...- Acarició los cabellos de su hijo, enredando los dedos.- Te pareces a tu padre, en el pelo, en los ojos, en la piel...pero también heredaste su impaciencia y su orgullo.- Sèvel abrió los ojos y comparó involuntariamente sus cabellos rubio ceniza con el brillante castaño de su madre, miró sus ojos oscuros sabiendo que los suyos eran esmeralda y que su piel era algo más cobriza incluso aunque estuviera tostada por el sol, como la de su madre.
- Lo mejor lo he heredado de ti, madre.- Sonrió mirandola con orgullo.
Al alba, cuando la oscuridad de Cormanzhor se disipaba y las sombras que acechaban entre los árboles se hubieron escondido, Sèvel abandonó La Maraña rumbo a las tierras de los valles, siguiendo los vestigios del antaño enorme bosque, hacia el Bosque Rey, el último corazón verde que quedaba de las zonas cubiertas por robles que hubieron pertenecido al Dragón Púrpura.
Sèvel Rhístel Hiedra Lèlizhar no volvería a pisar Cormanzhor hasta 30 años después.