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SEGUNDO MOVIMIENTO-INTERMEZZO
Hace cinco años...
-Era un perfecto imbécil...
Justine Malraux sale de su trance, tomando entre sus manos expertas la cabeza de cabellos rojizos que plácidamente reposa en sus breves senos, depositándola sobre los mullidos almohadones adamascados de vivos colores. Obtiene por toda respuesta un sordo gruñido y un lánguido manotazo.
Se pone en pie, alta, esplendorosa, eternamente joven y etérea, no desea despertarlo, no se le dan bien las despedidas. Comienza a vestirse, cierra los ojos satisfecha al sentir la suave caricia de la seda sobre su piel, practica una perfecta lazada con la corbata del blusón blanco y, de repente, las dudas se apoderan de ella. Cada vez con más frecuencia. Cosas de la edad, supone.
Toma asiento frente a él y lo observa, apoyando la barbilla afilada sobre las manos, en un gesto analítico y seductor. Ni siquiera conoce su nombre. Eso no es de extrañar, la gente pone nombre a las cosas cuando se encariña con ellas, piensa. Por eso Mhäriel Sùrinen renunció al suyo, y por eso cada día adopta uno diferente.
El muchacho es particularmente hermoso, pero, desde luego, para alguien cuyo trabajo consiste en acumular y poner precio a la belleza, eso no tiene demasiada importancia. Cada vez son más jóvenes. Justine tiene una extraña moralidad, les arrebata la pureza y los traiciona como parte de un proceso educativo. Para que sepan lo que duele ser abandonado, para que abran los ojos a la vida cuanto antes y dejen a un lado los inútiles idealismos. Lamentablemente, muchas veces no lo consigue, sobre todo porque suele dejar bajo la almohada una suma de monedas lo suficientemente considerable como para que esos muchachos puedan vivir holgadamente durante varios meses. Y ni siquiera se acuerdan de ella.
Puerto Cálim está llena de gente como él, cachorros abandonados, ingenuos rateros y truhanes que desaparecen de este plano material sin pena ni gloria. Allí lo encontró, en un tugurio de mala muerte, tratando de engañar con un simple juego de trileros a los parroquianos embriagados en la sobrecargada atmósfera de exóticas substancias. Y allí estaba ella también, escarbando en la basura una vez más, fascinada como una niña caprichosa con la libertad bohemia del ambiente, distante y altiva como un observador fantasmal que ni siquiera tiene nombre. El resto de la historia había seguido su cauce natural, una vulgar escena de seducción en la que, después de todo, cazador y presa no estaban tan claros.
Justine se reflejaba en el rostro de sus amantes, ya fueran ocasionales o fijos. ¿La convertía esto en mejor persona? Definitivamente, no.
Se pone nuevamente en pie y recoge sus calzas de cuero negro, desperdigadas en el suelo de cerámica estrellada. El mejor atuendo para una maldita parrilla al rojo vivo como Puerto Cálim, piensa. Se lía un cigarrillo con las aromáticas hierbas del Wélzdah que siempre lleva en una cajita de plata y vuelve a tomar asiento, como si las dudas decidieran por su postura. Sus ojos fríos y calculadores indican que está procesando información como una auténtica máquina. Regresa al Norte después de cerrar el trato. Es posible que se detenga en Aguas Profundas a visitar a un viejo conocido. Ya tiene ganas de ponerse en marcha, odia el calor.
Aparta un sudoroso mechón de la frente del joven con un maternal gesto que la sorprende con la guardia baja.
-Era un perfecto imbécil...-repite para sus adentros con rictus cínico mientras se lleva el cigarrillo a los finos labios.
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Shamandalie_Vethas escribió:Ya me gustó.
(perdon si offtopiqué o algo la historia)
Tranquila, se agradecen los comentarios
